Por: Oscar Soto. Iberoamérica Social. 04/07/2018
Toda instancia de reclamo social en el contexto actual evidencia un avance del proyecto neoliberal sobre los derechos humanos más elementales.
El presente latinoamericano se encuentra atravesado por la dialéctica entre un retroceso político-económico y nuevas formas de resistencias sociales-populares. Ante la ofensiva neocolonial y la instalación de gobiernos de centro-derecha en la región, las modalidades de resistencia social y sus articulaciones políticas reponen un viejo debate en la coyuntura continental: la conflictividad de clase, parece ser el telón de fondo de la lucha política actual, y las marchas sociales un emergente de nuevas configuraciones políticas que disputan este nuevo cambio de época. Argentina es un ejemplo ello.
Así cómo el tránsito desde los viejos Estados de Bienestar hacia la actual hegemonía neoliberal a escala global vino acompañado de desposesion, saqueo y concentración del capital, en la actualidad la aceleración del proceso de despojo que el neoliberalismo encarna en Nuestra América, ha puesto en crisis la legitimidad de la redemocratización de nuestros países, luego de las oscuras dictaduras militares recientes.
Luchas en el centro y la periferia
En el derrotero de las luchas contra la explotación, las resistencias en el centro del capitalismo en los 60 y 70 del siglo pasado se dibujaban en las calles con gendarmes, fascistas, y estudiantes con flequillo, tal como lo recuerda la canción de Ismael Serrano. Asimismo, al tiempo que las socialdemocracias, los sindicatos y los partidos se organizaban en Europa, en la periferia del capitalismo las modalidades de lucha anticapitalista se asumían en guerrillas de cuerpo a cuerpo, organizaciones de base y movimientos revolucionarios. No en vano los gobiernos de facto en América Latina llevaron a cabo una sistemática desaparición de todo vestigio de organización colectiva.
Hasta tanto no avanzó el programa neoliberal, mientras en el centro había avances sociales y políticos, en la periferia se hacía fuerte la dignidad de Cuba, Vietnam y otros. Una vez caído el contrapeso socialista de la URSS en el mundo, la fragmentación y desvió de los comunismos y socialdemocracias occidentales, el comportamiento de los partidos nacionalistas y las izquierdas partidarias en América Latina -desde el peronismo en Argentina, pasando por el Partido Socialista chileno hasta el PRI Mexicano-, las fuerzas populares entraron en una extraña moda de desregulación estatal, deterioro de las condiciones sociales de subsistencia de los sectores populares e injusticia económica a pedido del mercado. Nada parecía quedar en pie, luego de las Dictaduras, serán los años 90 en América Latina el cuadro más grafico de este recorrido.
Clases sociales en disputa
Entre los planteos más certeros sobre la acumulación económica y las consecuencias sociales del capitalismo, que el marxismo organiza, redunda en este tiempo una premisa de suma actualidad: el surgimiento de clases sociales y los formatos en los que éstas se relacionan, están asentados en los modos de producción y reproducción de la vida entre los seres humanos. Aun cuando el mismo Marx le relatara en 1852 a Joseph Weydemeyer que el detalle de las clases y la lucha de clases como impulso de acontecimientos socio-históricos, le correspondía a los economistas burgueses clásicos y a los historiadores de la Restauración Francesa2, es la teoría marxista la que define la lucha de clases sociales en función de la apropiación privada de lo producido, la división social del trabajo y las formas de explotación de unos sobre otros.
Indefectiblemente la historia se mueve a partir de la lucha y la disputa entre clases sociales. Aunque haya caído el socialismo realmente existente o la globalización de un tipo de sistema económico hegemónico parezca irreversible, es poco probable no notar que el modo de producción en el que estamos inmersos se sostiene en base a la acumulación de unos pocos gracias al descarte de muchos. Sin embargo, pese a ello, sí como el capitalismo se presenta fuerte, los anticapitalismos se mantienen en pie. ¿Qué es lo que sucede en América Latina sino una lucha entre clases opulentas afincadas en el Estado, dueñas de los medios de comunicación y la propiedad de la tierra por un lado, y trabajadores, asalariados, pobres y excluidos por otro? ¿Qué son las marchas sociales en Brasil, en Argentina, Colombia, México y en toda Nuestra América, sino un emergente de la contraposición entre bloques históricos de poder hegemónicos y sectores subalternos intentando resistir?
La lucha económica en el caso argentino
Toda instancia de reclamo social en el contexto actual evidencia un avance del proyecto neoliberal sobre los derechos humanos más elementales. En el caso argentino, el furioso mes de mayo le dio mayor relieve al “fascismo societal” del gobierno neoliberal de Mauricio Macri. En pocos días se aceleró lo que hace más de dos años padece el pueblo argentino; la política económica asumida por la alianza Cambiemos permitió el despliegue de un modelo económico basado en la desregulación del movimiento de capitales internacionales, la apertura comercial, las altas tasas de interés y la destrucción del mercado interno.
Frente a un panorama de endeudamiento externo y déficit en las cuentas exteriores, consecuencia directa de las políticas asumidas, el Gobierno argentino finalmente opto por el peor “remedio”: volver al Fondo Monetario Internacional, cargar el ajuste sobre los trabajadores, acelerar los despidos, avanzar sobre universidades y educación pública y recortar a los de abajo, para hacer “mejores” a los de arriba…
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Fotografía: Iberoamérica Social