Por: Victor Ortega. 19/06/2025.
[ Los siguientes extractos son continuación de El 68 mexicano: julio, las agresiones y los enfrentamientos]
[…] Aunque a la manifestación del 1º. asistió un numeroso contingente de politécnicos, era de esperarse que la mayoría de los cien mil manifestantes fueran universitarios. Ambas instituciones se encuentran en extremos de la ciudad de México: la CU en el extremo sur y la Unidad de Zacatenco (Escuelas Superiores del IPN), en el extremo norte. Entre una y otra hay más de veinte kilómetros. Por muchos politécnicos que fueran transportados a la CU, su número no podía ser muy grande. Por esta razón se decidió organizar, para la siguiente semana, una nueva manifestación que recorriera todo el norte de la ciudad: saldría de Zacatenco y terminaría diez kilómetros después, en el centro de la ciudad, en otra dependencia del IPN, el llamado casco de Santo Tomás, antigua hacienda en cuyos terrenos se levantan varias Escuelas Superiores y algunas otras vocacionales… Como la policía no intervino, la marcha se realizó en perfecto orden; e igualmente concluyó.
[…] Fue el mitin de los seis puntos –agregué. (pp. 56-57)
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[…] El 5 de agosto salió la primera manifestación conjunta del nuevo movimiento estudiantil desde Zacatenco hasta el casco de Santo Tomás. Derrotando políticamente a los gangsters de la FNET, al conservadurismo de los directores de escuela del Poli, las vacilaciones del liberalismo. Ganando además la batalla contra el miedo. (68, p. 48)
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También en esos días quedó integrada la representación de las escuelas en huelga y surgió el nombre que marcaría cada uno de los futuros acontecimientos: el Consejo Nacional de Huelga. Nació con todos los defectos y las virtudes inherentes a un organismo demasiado vasto, heterogéneo y horizontal. En pocos días la frase “Todos somos el Consejo” cundió por las escuelas y alcanzó las calles, plazas. (p. 58)
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[…] una, del sur hacia el centro; otra, del norte hacia el centro; la tercera necesariamente tenía que partir de un lugar intermedio y llegar al corazón mismo de la vida política del país, el Zócalo. (p. 59)
[…] El 13 de agosto se inició la reconquista del Zócalo. La manifestación partió del casco de Santo Tomás, los contingentes del Poli y la UNAM marchaban alternados. En la convocatoria se advertía: “en caso de no llegar al Zócalo, el contingente se desperdigará por el primer cuadro de la ciudad creando mítines relámpago y procurando eludir choques con la fuerza pública”. El estado se replegaba. Llegábamos al Zócalo más de 200 mil estudiantes. (68, pp. 53-54)
[…] Durante el desarrollo del mitin con que finalizó la manifestación, un grupo de personas trató de forzar la puerta de Palacio Nacional, hecho que, por fortuna, se evitó a tiempo. Éramos cerca de trescientos mil pero, si no contábamos los palos de las banderas, entre nosotros no había más armas que las de los eternos policías secretos y judiciales vestidos con suéter o chamarra. Una cosa era hacer un mitin frente a Palacio y otra pretender “tomarlo” con muchos palos y algún tubo.
Al finalizar el mitin cantamos el himno nacional y emprendimos el regreso por una ciudad desconocida: una ciudad nuestra. (p. 61)
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[…] El 27 de agosto fue la manifestación más grande y, por la madrugada, intervino el ejército para desalojar la guardia dejada en el Zócalo. Con este hecho se rompió toda posibilidad de diálogo. (p. 81)
[…] la manifestación del 27 de agosto que arrancó del Museo de Antropología, las calles repletas, el medio millón que fuimos.
[…] más tarde el gobierno contraatacaba. Las tanquetas salían por la puerta de palacio nacional y soldados a bayoneta calada avanzaban sobre tres mil estudiantes que permanecían de guardia en el Zócalo.
[…] La dispersión de los estudiantes no fue una huida, fue una retirada gloriosa, en la que los blindados presionaban y los estudiantes retrocedían poco a poco, cediendo diez, quince metros, frenando, esperando hasta casi tocar las bayonetas de soldados de infantería de la primera fila.[…] La calle empezaba a cerrarse. Brigadas de detenidos, ataques a tiros contra escuelas. Pero la oleada de movilización no decrecía. Comenzaban a presentarse en las escuelas grupos de obreros, y a formarse comités de obreros solidarios con el movimiento estudiantil. Primero en empresas paraestatales como petróleos y ferrocarriles o en la compañía de Luz y Fuerza. No eran muchos, apenas unos cientos. Se iniciaban mítines relámpagos masivos, la policía intervenía a veces para disolverlos; en la mayoría de los casos llegaba tarde. (68, pp. 68-72)