Por: Santiago Tulián. 16/03/2025
Regular la inteligencia artificial es clave para evitar que la tecnología avance sin control, como ocurrió con las redes sociales.
La inteligencia artificial (IA) no nació de las redes sociales, pero, al igual que ellas, nos advierte sobre lo que puede ocurrir si la tecnología nos toma por sorpresa sin estar preparados. Por eso, antes de adentrarnos en el mundo de la IA, es clave repasar cómo evolucionaron las redes sociales. Este recorrido nos ayuda a entender las dificultades de dejar la tecnología al libre albedrío.
Las redes sociales surgieron para conectar comunidades que, por falta de tecnología adecuada, no podían comunicarse eficientemente. Desde las cartas hasta el teléfono de línea, y luego a los celulares, la comunicación evolucionó.
Con la llegada de los smartphones en los años 2000, el celular dejó de ser simplemente un medio de comunicación para convertirse en una extensión del cuerpo, un distractor y un escape frente al vacío. En ese proceso, redes como Facebook jugaron un papel fundamental.
Al principio, las personas elegían con quiénes conectarse y qué contenido consumir. Aunque ya existían problemas, como la validación constante a través de los “me gusta”, las redes eran espacios para conectar socialmente. Sin embargo, con el avance de los algoritmos, especialmente con TikTok, el control del contenido pasó de las personas a las aplicaciones. Las redes dejaron de ser sociales y, parafraseando a Santiago Bilinkis, pasaron a ser simplemente “redes”.
La pandemia profundizó este cambio, aumentando la polarización y la alienación, donde la otredad se percibe como una amenaza.Paradójicamente, tenemos mayores facilidades para comunicarnos, pero nos entendemos cada vezmenos.
Como bien expresó Jorge Lanata hace unos años, el problema actual es que la tecnología avanza a un ritmo que no nos permite reflexionar. Por eso, es crucial que la política se detenga y piense hacia dónde queremos conducir a nuestra sociedad.
¿Qué está haciendo la dirigencia política en el mundo?
La Unión Europea (UE) ha tomado la delantera en la regulación de la IA, estableciendo un marco legal que equilibra innovación y seguridad. Su Ley de IA, adoptada en 2024, prohíbe sistemas de “riesgo inaceptable”, como la manipulación cognitiva y el reconocimiento facial en tiempo real, y exige transparencia en la IA generativa, como ChatGPT. Este modelo combina control y apoyo a la innovación.
En Estados Unidos, la regulación es fragmentada. Mientras 45 estados avanzan con leyes propias, como el Colorado AI Act, no existe un marco federal unificado. La Casa Blanca propuso un “Blueprint for an AI Bill of Rights”, pero la falta de consenso político bloquea iniciativas más ambiciosas.
En lo que respecta a Japón, el 2 de mayo de 2024, el primer ministro, Fumio Kishida, presentó en la sede de la OCDE en París un nuevo marco internacional para regular el uso de la IA Generativa. Kishida destacó el potencial de esta tecnología para “enriquecer el mundo”, pero también advirtió sobre “el lado oscuro de la IA”, refiriéndose específicamente a riesgos como la desinformación.Este esfuerzo refleja el compromiso de Japón con una gobernanza global de la IA que equilibre innovación y seguridad, promoviendo un uso ético y responsable de esta tecnología en rápida evolución.
China, por su parte, es pionera en regulación, introduciendo directrices éticas en 2017. Aunque promueve la justicia y la privacidad, prioriza el control estatal, utilizando la IA para mantener el orden social y competir con Estados Unidos.
Pekín ha regulado algoritmos de recomendación, deepfakes y, en 2023, la IA generativa, obligando a las empresas a revelar las fuentes de los datos de entrenamiento. Sin embargo, este enfoque autoritario plantea serias preocupaciones sobre privacidad y derechos humanos, ya que el gobierno chino tiene acceso a vastas cantidades de datos personales, lo que facilita el avance tecnológico,pero a costa de la libertad individual.
Tecnología al servicio de la felicidad
La tecnología nos brinda comodidad, pero sin un rumbo humanista, puede llevarnos a la alienación. El verdadero desafío de la política con la inteligencia artificial es construir un mundo más simple y placentero, donde la eficiencia no nos esclavice, sino que nos libere. Para ello, no podemos depender de la autorregulación de las empresas dueñas de las plataformas.
Sería absurdo pretender que limiten o vayan en contra de sus intereses en resguardo de una comunidad más saludable. Así como tampoco podemos prohibir el progreso o pretender un control estatal absoluto de la IA. Es la política la que tiene el desafío de articular estos intereses contradictorios y reconducirlos hacia un solo fin: mejorar la calidad de vida de las personas.
Argentina, aunque aún no esté a la vanguardia en este tema, tiene la capacidad de influir y posicionarse. Puede tomar medidas regulatorias para prevenir que las aplicaciones vulneren derechos fundamentales de la población. Para lograrlo, es vital dejar de lado el fanatismo y fomentar el diálogo. Sabemos que con un gobierno que piensa que cualquier regulación, por simple que sea, significa caer en el comunismo eso parece lejano, pero no por ello debemos resignar nuestro sueño de una sociedad más libre, justa y feliz. La política debe ser el puente entre la innovación tecnológica y el bienestar humano.
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Fotografía: El estadista. La política debe ser el puente entre la innovación tecnológica y el bienestar humano.