Por: Adolfo del Ángel Rodríguez. Columna: La Serpentina. 03/07/2024
Con cariño para el profesor Gabriel Juárez López.
En el camino de la escritura, me he encontrado con muchas aventuras, a las que no se si ellas me han llamado o yo las he atraído para dejar un poco de mí en unas cuantas líneas. Fue por el año 2002 cuando recién había ingresado al servicio docente y venía de haber trabajado en un periódico local en la huasteca veracruzana, cuyo director me dejaba publicar a cambio de vender publicidad, lo que hacía con gusto con tal de que lo escrito llegara a más gente.
Ya en la zona centro del estado de Veracruz, en Altotonga específicamente, en donde no conocía aun a nadie, en mis idas a la biblioteca conocí a tres maestros y cuando cruzamos palabras, por esas cosas extrañas que suceden cuando conectas o como siempre digo “cuando se alinean los planetas”, me platicaron que tenían en mente un proyecto que no habían podido concretar y me preguntaron si podíamos reunirnos un día para platicar bien acerca de lo que habían esbozado.
Y nos reunimos. Su proyecto era hacer una revista con contenido cultural, de eso estaban seguros, ya que uno de ellos, aficionado a la cultura prehispánica, tenía guardados relatos inéditos que, decía, eran para darse a conocer. El fin de la revista no fue problema porque todos coincidimos en asumir responsabilidades, tanto para compartir escritos, para curar algunos de escritores consolidados y de tener en tiempo y forma el contenido para el número correspondiente. El verdadero problema fue el nombre que llevaría.
Esa discusión implicó mínimo otras dos reuniones en las que divagamos, en las que hubo charlas profundas, en las que se expusieron razones del por qué sí y por qué no, hasta que el maestro que tenía afición por la cultura prehispánica propuso un nombre definitivo: Puño abierto. Reinó el silencio. Todos nos quedamos atónitos, escuchando resonar esas palabras en el interior de nuestras cabezas. Puño abierto. Ahí estaba, plantado listo para ser utilizado, listo para cumplir su propósito.
Una vez que salimos del asombro, el compañero que lo propuso comentó por qué el nombre: el puño simboliza firmeza, fuerza, contundencia y eso concordaba con la decisión de llevar a cabo un proyecto como el que nos había reunido. Decía que jugar con la contradicción era parte de lo humano, como el Ying-Yang, el bien y el mal, el blanco y el negro, por eso, aparte del puño, consideraba prudente mostrar la contradicción en el título con la palabra “abierto”, además de ser un llamativo por ello, así, cuando le gente preguntara se le podía dar la explicación y la finalidad de la revista, además de que la palabra dejaba “abierta” la invitación para que cualquier persona interesada pudiera publicar.
Así, se lanzó el primer número, el cual, debido al escaso presupuesto, los costos salieron de nuestro bolsillo, como una primera inversión de la que no hubo ganancia, sino que apenas se reunió lo necesario para publicar un segundo número. La edición fue a punta de copias y de grapas, con un tiraje de entre 50 y 100 (no recuerdo exactamente el número), pero fue un ejemplar que quedó grabado en mis mejores recuerdos, porque lo que contaba era la actitud con la que contábamos para realizar el trabajo proyectado, sobre todo cuando cada una de las revistas encontró a su dueño que, quizá, lo conserve aun por su valor (y también por nuestro valor para soñar, proyectar y concretar ese sueño).
El proyecto no duró mucho ya que, por cuestiones de trabajo, las autoridades educativas me cambiaron de plantel a otro municipio y ya no supe si ellos siguieron con el proyecto, pues en ese tiempo comenzaba el uso del teléfono celular, al que ya en esos tiempos había confiado mi memoria, por lo que los números de teléfono de aquellos compañeros se fueron en aquel aparato que, de camino hacia mi nuevo centro de trabajo, se quedó perdido en algún punto del trayecto que recorrí.