Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 2 de marzo de 2024
Perro Feroz/Chien de la Casse (Jean-Baptiste Durand, 2023)
Si bien la ópera prima de cualquier realizador se mira desde la perspectiva concreta de su naturaleza; una presentación inaugural al circuito formal del cine aunada a un cierto grado de permisividad, debido a las naturales carencias presupuestales y, ¿por qué no?, la experiencia propia del autor en el cuidado y el control de ciertas nociones como el ritmo en un amplio espectro de tiempo, henos aquí ante una obra primera que rebasa todos esos retos y da un golpe fuerte sobre la mesa en su enunciación y su puesta en escena. Sin arbitrariedades ni excentricidades mayores, la pretensión de Jean-Baptiste Durand es clara, honesta y fresca en su cosmovisión; si bien se trata de una película sobre el inhóspito y en ocasiones torvo crecimiento juvenil, la mano de este director francés se distingue por el balance que logra entre las gradaciones de la apatía, la vacilación y la brutalidad que caracteriza esta etapa de la vida.
La génesis no podría ser más directa: un triángulo de amistad y quebranto de camaradería se forma por los azares de las circunstancias veraniegas al sur de Francia; el arribo de un ente foráneo al interior de una pareja de inseparables y contrariados compañeros -donde uno de ellos impone su dominio cuasi total en el otro- habrá de hacerles sortear la suspicacia, el silencio, la aprensión y el temor que la separación progresiva conlleva; hablamos pues de la aparición de una joven que se introduce en el núcleo de estos entrañables de manera involuntaria, ciñéndose clara y cariñosamente con el débil del conjunto. Claro que los matices no se quedan solamente ahí, también está el enfrentamiento a la realidad interna -tanto personal como familiar- de cada uno de los personajes, sobre todo del elemento alfa.
La apuesta claramente se tiende ante el campo actoral. Los tres protagonistas de este encadenado brindan sugestivas interpretaciones en direcciones encontradas, opuestas; logrando que el corpus del filme circunde las aristas necesarias del conflicto, no es una edificación plana sino con un volumen y una densidad precisa; el resultado es pasmosamente natural. Es así entonces como tenemos la contención en uno de ellos, Dog (el amigo gobernado), la soltura -cuasi fatua- en Miralès (el controlador -y valga decir, una muy grata esperanza histriónica para los años venideros), así como la tensión en Elsa (el ruido) que no esclarece nunca su real voluntad; el lado en el que juega o el designio que enmarca sus tiempos por venir. Claro está que todos ellos se apoyan de una serie de personajes secundarios que brindan una dimensión mayúscula a todo momento, así como una espontaneidad brillante. Inclusive el factor animal ha de brindarnos momentos de gran lucidez que van de la ternura al estremecimiento.
El horizonte que nos presenta Durand tiene capas refinadas escarbadas desde la indolencia. Dota de diversos tonos cada uno de los momentos que van evolucionando, es una historia que se desarrolla de manera tangible y directa; no detiene su camino en preciosismo o arranques de espectacularidad, es una trama humana nacida de la consulta personal y la visión sensible ante lo que acontece en el día a día. Su quid es la amistad, no el enamoramiento, su esencia es la unión, la conjunción nada idealista entre aquellos que se inventan y reinventan en el dolo, que sacrifican y se sacrifican, pero extienden el arado para poder seguir viendo hacía adelante; quizá no se pueda llegar hasta allá pero el paisaje se mantiene claro. Con Perro Feroz, pues, estamos ante la apertura de una percepción cinematográfica seria, nada neófita. Una mirada que nos brinda una real ventana a los asuntos del mundo que realmente importan, los de la gente común.
Perro Feroz de Jean-Baptiste Durand
Calificación: 3.5 de 5 (Muy Buena)
Fuente:
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Fotografía: AlloCiné