Jorge Salazar García.
Las agresiones de los Estados Unidos (EUA) a México han sido constantes desde nuestra independencia. Y no es cosa de odio, sino de codicia. Si pueden despojarnos de nuestras riquezas naturales por medio de la fuerza y la traición pues lo hacen. Describir al menos un agravio completo en este espacio es imposible; no obstante, aprovechando que el 12 de diciembre pasado se cumplieron 200 años del establecimiento de relaciones diplomáticas con el vecino norteño, se comentará cómo nos robaron más de 2 millones de kilómetros cuadrados de nuestro territorio.
El intervencionismo de EUA comienza desde la declaración de independencia (27/09/1821) cuando Agustín de Iturbide (1822-23), apoyado por España, es nombrado primer emperador de México. El presidente James Monroe, (1817-1825) se niega reconocerlo bajo el pretexto de que su “democracia” es incompatible con la monarquía. Iturbide, entonces, ordena a J. Manuel Sozaya reunirse con el representante comercial estadunidense solicitándole cambio de postura. Dicho objetivo se concretó el día de la Virgen en 1822.
Por supuesto, durante las pláticas, EUA intentó sacar raja pidiendo a México reconociera el Tratado Adams-Onis celebrado en 1819 con España para comprarle el territorio de Texas. Iturbide no acepta y es depuesto en marzo de 1823 por Antonio López de Santana, el Salinas del momento. El emperador se refugia en Italia durante un año; regresa y es fusilado al año siguiente siendo presidente Guadalupe Victoria (1824-1829). Este primer presidente de México, conociendo el fondo de esos acontecimiento, dijo: “Estados Unidos es un pueblo ambicioso siempre listo a saltar sobre sus vecinos, sin una sola chispa de buena fe”.
A G. Victoria le sucede Vicente Guerrero (1829) quien enfurece a los colonos esclavistas yanquis asentados en Texas, al prohibir la esclavitud en México Otra importante acción de Guerrero fue ratificar los límites fronterizos fijados en los ríos Sabina, Rojo y Arkansas, además del paralelo 42º. Los yanquis envían a Roberts Poinsett, secretario de guerra, con 5 millones de pesos para comprar Texas. Al ser rechazada su oferta, manda una carta al secretario de Estado, Henry Clay diciéndole: “será importante ganar tiempo si queremos expandir nuestro territorio más allá de las fronteras acordadas”. Siguiendo este consejo, el presidente Andrew Jackson (1829-1837) retrasa la firma para no reconocer las fronteras mencionadas.
Cumpliéndose la doctrina Monroe (1817-1825) predecesora del Gran Garrote del presidente Roosevelt (“Habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos”), EUA comienza una guerra sucia calificando a México de grosero, abusivo y violento con su ”benévolo” vecino, mientras continuaban enviando más colonos esclavistas a Texas. El odio rindió sus frutos en 1835, un grupo de 32 colonos apoyados por 151 estadunidense, liderados por Austin y Huston, se levantaron en armas exigiendo a México la independencia de Texas, reconocida inmediatamente por EUA. Nuestro país condena esa declaración y envía a Santana a sofocar la rebelión. Después de la batalla del Álamo (1836) Santana se retira a San Jacinto donde es apresado mientras dormía. Este traidor firma el Tratado de Velasco a cambio de ser liberado y enviado de regreso al centro con el propósito de promover el reconocimiento de esa independencia.
Debido a la firme oposición de México, el presidente John Tyler, fiel a su “destino manifiesto”, de manera unilateral, en el año 1845 firma la resolución de anexión de Texas al territorio estadounidense. De inmediato, nuestro país la desconoce provocando que el “benévolo” EUA nos declare la guerra en 1846. La infame invasión termina firmándose el Tratado Guadalupe Hidalgo (1848) mediante el cual nuestros vecinos nos despojan de California, Nuevo México, Arizona, Texas, Nevada, Utah, y parte de Colorado y Wyoming.
No bastó. A pesar de ese infame despojo, James K. Polk (1845-1849) pretendía también anexarse Yucatán. Diez años después (1858), EUA, con el pretexto de un supuesto maltrato a ciudadanos estadunidense impone a Benito Juárez el tratado McLane-Ocampo obteniendo ventajas comerciales, políticas y militares. Más tarde, durante la revolución (1914) aprovechando el llamado incidente de Tampico el presidente estadounidense Woodrow Wilson ordenó el bombardeo y la ocupación de Veracruz. En respuesta a la invasión estadounidense México rompe las relaciones, sólo restablecidas en 1917 después de concederles ventajas en asuntos del petróleo. Con Carlos Salinas de Gortari el sueño de EUA de apoderarse de México se cumplió, como lo vaticinó Robert Lansing, (1824) sin disparar un solo tiro: controlando a un solo hombre, el presidente.
¿Y los pueblos…?
En ambos países, la gente trabajadora sólo ha servido de carne de cañón y, en el mejor de los casos, de legitimadora de la elite gobernante. Evidentemente el poder no lo tienen sólo los presidentes, detrás de ellos existen grupos que usan el poder en su beneficio y casi todos tienen nexos con las logias masónicas.
En Estados Unidos la masonería llega con los colonos europeos. En México se funda en 1812 (rito nacional mexicano) que incluye básicamente a los dos ritos más conocidos: yorkino y escocés. Sus normas dan suma importancia a la lealtad, apoyo mutuo, secrecía y el respeto por la vida e integridad de sus integrantes. Este último límite, es utilizado según convenga al dinero, pués cuando alguién les afecta sus ganancias es asesinado. Es cuando ocurrren los magnicidios. Los yorkinos se caracterizaban por ser liberales, antiesclavistas, izquierdistas, laicos y los del rito escoses eran lo contrario. Ambos son la fuente de los partidos Demócrata y Republicano. Actualmente, autodenominándose liberales y neoliberales, las frontera ideológicas se borraron anclándose en la derecha.
En cuanto llega un masón al poder, este no elige a sus subordinados considerando méritos profesionales o éticos, se rodea de sus “hermanos” acatando acuerdos y negociaciones de grupo. Es probable que la vida de Santana haya sido respetada por esa razón, ya que era masón del rito escoses. Juárez igual fue apoyado por EUA, pertenecía al Rito Nacional Mexicano. Parece ser que al Benemérito le pesó mucho fusilar a Maximiliano, masón del rito escoses. Tanto los héroes de la independencia como los presidentes Díaz, Madero, Cárdenas, Ávila Camacho, Anaya, Salinas, Luis Donaldo Colossio y López Obrador (por mencionar algunos) se formaron en canteras masónicas.
Fco. I. Madero (rito escoses) llegó a la presidencia prometiendo acotar las leyes de reforma, eliminar la escuela laica, enseñar catecismo, pero sobre todo, pretendía cobrar impuestos a las compañías petroleras. Fue depuesto y asesinado por ordenes de un alcohólico respaldado por EUA. En el diario regeneración (1911) Jesús Flores Magón juzga a Madero de judas por haber negociado como “mercanchifle el precio de la paz. Veinte millones de pesos (pidió) Madero para rendir las armas, aparte de empleos y posiciones para sus favoritos (fraternos)”. La revolución maderista, más que de un cambio verdadero, fue un reacomodo de amos: el proletariado continuó siendo esclavo.
El ascenso de AMLO debió haberse negociado. Algunas de las contraprestaciones pudieron ser conceder perdones, dar trato especial a los fraterno e incorporar a hermanos de ambos ritos (Bartlett es masón). El Universal informó que en 2002 el consejo masón decidió apoyar a AMLO. Lo anterior explica porqué ningún presidente ha sido castigado, porqué el sucesor incluye en su gabinete a pillos anteriores y porqué los dinosaurios políticos no se extinguen.
Es decir, la democracia es una farsa. A ningún partido o presidente (controlados por masones de grado superior) le permitirán dar herramientas al pueblo para involucrarlo efectivamente en la toma de decisiones. Si acaso, van tirando migajas cada vez que necesitan legitimar su permanencia en el poder. Tanto las cúpulas masónicas como los dirigentes políticos convocan a la UNIDAD cuando su poder amaina. Actualmente, difícilmente alguien que no pertenece a esas cofradías resultará ser candidato a algún puesto estratégico, al menos que sea recomendado por un antiguo miembro en cuyo caso de inmediato es invitado a formar parte de alguna de ellas. Por eso es casi imposible que se tome en cuenta la propuesta zapatista de mandar obedeciendo o que la política deje de ser el cochinero que vemos. Ellos seleccionan a los candidatos, el ciudadano sólo espera que las encuesta, consultas o conciliábulos decidan por quién debemos votar.
Entre las cúpulas de las logias hay confrontaciones, pero pocas veces derraman sangre entre ellos (magnicidios), sin embargo son los responsables de la mayoría de guerras y etnocidios ocurridos en todo el mundo.