Por: José Luis Figueroa González. Caminemos Juntos. 11/09/2017
El problema de la crítica a la Reforma Educativa como
condicionante de la resistencia posible
Hace varios años que la educación pública en México se encuentra atrapada entre discursos ambiguos, conceptos intencionalmente generales y vagos, intereses encontrados y la actitud plácida de una mayoría silenciosa que no quiere saber de mayores enredos que no sean las posibilidades de éxito social y económico para quienes pasan por las escuelas. En este sentido, recuerdo el esfuerzo de un directivo de Universidad Pedagógica Nacional en Morelos que aprovechando el uso de la palabra en una ceremonia de clausura de cursos, quiso aclarar las conveniencias “no comprendidas” para adoptar plenamente el enfoque pedagógico por competencias. Tratando de “bajarse” al nivel del público que lo escuchábamos decía que no confundiéramos dicho enfoque con el hecho de que los estudiantes y maestros tendríamos que entrar en “competencia” o estar unos contra otros; no, -aclaraba- el enfoque por competencias consiste en convertirnos a todos en personas “competentes” ante los diversos retos de la vida, una necesidad de atención urgente e inevitable en el mundo globalizado y etcéteras, etcéteras. Por supuesto muchos de los presentes hicimos caso omiso y cruzamos los dedos para pasar a la parte festiva, que era lo más interesante del día. La cuestión no tuvo mayor trascendencia y por supuesto la ambigüedad no quedó aclarada sino más bien tomó mayor fuerza conforme pasó el tiempo y se nos quedó esa confusión entre ser “competente”, “competitivo” o “competidor” ante la globalización o entre los pares, o las dos cosas al mismo tiempo. Lo único claro ha sido el discurso de referencia tan adaptado a la ola neoliberal que va sobre la educación pública, el deseo de meter en un mismo carril a los que se supone desarrollan la visión crítica más representativa de la pedagogía a nivel superior.
Algo similar pero agravado está ocurriendo con las diferentes apreciaciones acerca de lo que es o no es la llamada reforma educativa, sus causas, sus consecuencias y sobre todo un jaloneo importante acerca de qué hacer para matizar sus efectos, “humanizarla” o de plano rechazarla hasta su total abrogación y el establecimiento de las propuestas “alternativas”. Llegamos a un punto en que el asunto ya se enredó en hilos tan distintos como conceptos acerca de qué es educar con calidad, educar para la vida o para el funcionamiento del aparato económico, la defensa de los derechos laborales de los maestros, identificar orígenes y alcances de la reforma educativa, impugnar la evaluación de profesores para castigar con el despido; que si importa más la plaza base que el modelo educativo, que no quieren evaluarse por defender “privilegios”, que lo mejor es ponerse a estudiar los nuevos cambios para sobrevivir lo mejor posible; que nunca jamás porque la dignidad del magisterio no se vende y vamos a ver si nos pueden despedir a todos. En este caldeado ambiente se manifiestan todo tipo de denostaciones porque el secretario de educación no sabe “ler” y se guía por la astrología, que toda esa reforma nació de la total ignorancia de Peña Nieto y sus secuaces. En fin, el necesario desahogo no se puede contener, pero después no se tiene claro qué pensar ni siquiera qué hacer en lo inmediato. Mientras, la reforma camina al mayor paso posible porque urge dejarla absolutamente e irreversiblemente establecida antes de que pueda ocurrir una sorpresa en las elecciones de 2018; en tanto los métodos de lucha por parte del magisterio en resistencia siguen apostando por recorrer los caminos conocidos y no aparece en el horizonte una alternativa para la cual no tengan antídoto los promotores de la dichosa reforma.
Intelectuales, que pretenden ser orgánicos a la resistencia, alientan la participación de los maestros en todo lo que pueda servir para defender a la educación pública y hacen análisis a nivel global, nacional y local para demostrar que la ola de imposiciones viene muy fuerte y más nos vale mantenernos unidos. Algunos alientan no presentarse al examen de permanencia, atenerse a los amparos pero que luego son anulados por la “Suprema”, a las movilizaciones que hace rato ya son insuficientes. Otros intelectuales lustran su ego al ser invitados aquí y allá para que viertan sus sabias opiniones y pocos parecen tomar el asunto como tema a mayor profundidad y compromiso de estudio colegiado. Así las cosas, la línea divisoria entre especialistas –a veces ininteligibles pero impactantes, otras metafóricos pero tan elementales como para dejarnos con la idea de que la reforma educativa es una carcacha de camión a la que se quiere poner conductor nuevo-, magisterio, padres de familia y sociedad en general queda remarcada junto con la dificultad de entender más o menos con claridad qué ocurre y lo que es factible hacer.
Mientras tanto la resistencia se va viendo cada vez más aislada, aunque con algunos brotes y repuntes momentáneos; el optimismo empieza a flaquear por algunas partes que ya dan por hecho que lo mejor es seguir las indicaciones oficiales; en otros puntos la resistencia es ley local y nadie dará un paso atrás so pena de enfrentar a los propios compañeros y así la discusión acerca de la esencia de la reforma educativa no pasa de las miradas airadas sobre lo fenomenológico y superficial. Se puede decir que gracias a la resistencia se han “suavizado” algunas formas de aplicación de la reforma, que el espíritu de lucha más se engrandece cuando más fuerte es la represión, que el magisterio democrático cuenta con sus propias alternativas de educación para revertir la imposición del modelo neoliberal; sin embargo, nada de eso significa que no esté avanzando un proceso casi invisible: la subjetivación de los principios y las maneras de accionar que está implantando la reforma educativa. Aquí entra en escena la discusión acerca de que si la dicha reforma es o no es educativa. Desde el ideal de una reforma educativa como formación integral para el desarrollo de las facultades humanas, muchos han dicho que no es educativa; pero en el sentido de configuración de perfiles, es pedagógica en la idea de que construye un determinado tipo de sujeto y de modelo con un sustento económico, político determinado; y en eso, aparecen académicos que afirman que sí, que la reforma sí es educativa porque moldea cierto tipo de ciudadano y de sociedad más allá de las consecuencias a la vista, tales como la afectación a los derechos laborales.
De la diversidad debemos apreciar la riqueza pero también debemos cuidarnos de las confusiones mayores. El problema con las distintas versiones acerca de lo que es y no es la reforma educativa es que se han ido dibujando posicionamientos como el enfoque gremialista de los docentes que se centran en el aspecto laboral de la dicha reforma, algo típico de un sindicalismo que no ha logrado superar el discurso controlador de sus huestes a través del gremialismo clientelar. La denuncia permanente y no carente de verdad acerca de que la pretensión es privatizar la educación pública es un enfoque válido, pero tal vez limitado cuando no se atiende la caracterización del contexto social global y local para comprender que el problema no se puede reducir a la voluntad entreguista de un funcionario de medio pelo. Poco a poco se va haciendo evidente la necesidad de ampliar el horizonte de análisis para considerar los distintos enfoques con los que se puede asumir la problemática y cómo tal vez ayudamos a caer en la misma lógica del poder político y económico cuando no alcanzamos a observar nuestras posibilidades más allá de los límites que nos han impuesto. La pregunta es entonces por qué los maestros, cuya materia de trabajo es el conocimiento, tienen dificultades para usarlo en la interpretación de sí mismos y de sus funciones, por qué prevalece un grado importante de ingenuidad cuando se trata de comprender la realidad intentando reducir todo a determinados axiomas no demostrados con suficiencia, cómo es que el magisterio ha permitido tantos mecanismos de control y hasta de autocensura; el resto de optimismo que nos puede quedar se encuentra en las potencialidades de los profesores para darse cuenta, para reconocer la necesidad de estudio y para tener la disposición de modificar lo necesario para estar a la altura de los nuevos retos en el terreno de las contradicciones y consecuencias nefastas de la reforma educativa más allá, mucho más allá del círculo gremial.
La visión maniquea de la reforma educativa establece que nada más hay dos tipos de personas: las que están de acuerdo y las que no están de acuerdo con los recientes cambios en la educación básica. Ser crítico o adocenado seguidor no tiene vuelta porque permite saber quién es quién. Pero, ser crítico de la crítica despierta sospechas de ser colaborador con el enemigo o al menos andar aturdido por efecto de tanta lectura y pensamiento. Así que a muchos profesores no habrá de caerles bien el señalamiento de nada más estar interesados en la conservación de la plaza de base, a los nuevos “gurús” del magisterio en lucha no les gustará saber que como líderes de opinión se encuentran enfrascados en enfoques parciales y que muchas veces se desbordan en ánimos protagónicos. El problema consiste en encontrar una vía de acceso a la formación de la visión crítica integral que trascienda las limitaciones gremialistas y que permita reconocer y ejercer las funciones de acción transformadora de los sujetos. Estamos ante la dificultad de lograr un nivel de análisis de la realidad que permita develar los trasfondos y los propósitos no manifiestos de la reforma educativa. En suma, ahora más que nunca se requiere del profesor intelectualizado o al menos con una clara intención para aproximarse al pensamiento crítico, autónomo y sustentado en una concepción epistemológica a la altura de las circunstancias.
Entre tantos manifiestos y sesudos estudios sobre la reforma educativa da gusto encontrar trabajos como el de un equipo de investigadores de la Universidad Pedagógica Nacional Ajusco integrado por Roberto González Villarreal, Lucía Rivera Ferreiro y Marcelino Guerra Mendoza, quienes publicaron recientemente Anatomía Política de la Reforma Educativa (UPN, México, mayo 2017) generosamente disponible en PDF. El libro se encuentra estructurado por tres capítulos que desmenuzan los elementos de la reforma educativa, sus efectos y propósitos no manifiestos pero cada vez más evidentes; cuenta con un primer apartado que aborda la problematización señalando su tesis elemental que consiste en afirmar que la reforma educativa criticada como no educativa sí es educativa dado que la conciben como un proceso y no la simple decisión de un gobernante al inicio de su mandato; es decir, este cambio se vino preparando con toda anticipación y tiene bien preciso qué es lo que busca: ni más ni menos, como dicen los autores, “la reconfiguración ultra(neo)liberal del Sistema Educativo Nacional”. En sí el estudio se trata de una provocación para desatar el debate acerca de si es o no suficiente quedarnos con la crítica que se le viene haciendo a este proceso o si es necesario criticar a la crítica para interpretar de manera integral lo que está ocurriendo con la reforma educativa. Es un llamado a los maestros y a la sociedad en general para involucrarse en una reflexión que advierte esa reconfiguración de los perfiles y de las formas de hacer las tareas educativas, su relación con los requerimientos del sistema económico y las resultas en lo que toca a la pérdida del control de sí mismos. El problema que se plantea es cómo llevar el debate más allá de las distintas versiones de los especialistas y de los controles a los que se tiene acostumbrado al magisterio. Este discurso corre el riesgo de quedar como grito en el desierto o solamente haciendo eco en las presentaciones dentro del ámbito académico; pese a todo es una posibilidad de reenfocar la propia visión, la individual y la de grupo, para intentar encontrarle salida al atolladero.
La afirmación de que la reforma sí es educativa pudiera crear otra confusión dado que estamos acostumbrados a entender lo educativo en sentido positivo, conveniente y hasta ideal; pero decir que la reforma educa para convertirnos en los mejores agentes del sistema neoliberal que aspira a la dominación absoluta de los objetos y de las personas, remueve el pensamiento y en algunos reafirmará la idea de que la reforma es anti educativa. No se debe requerir mucho esfuerzo para entender que una nueva subjetividad se está configurando en los sujetos de la educación con miras a la totalidad de la población, no mucho esfuerzo para hacer la analogía con los mundos de lo que hasta hace poco eran de ciencia ficción; sin embargo, el tope pudiera ser considerar pedagógico tal hecho. En el sentido de construcción sí lo es, el punto es dejar claro a quienes se dirige tal discurso; si se trata de propiciar la discusión entre especialistas es muy apropiado el lenguaje y el rigor con el que se maneja la tesis, pero en cuestiones de divulgación e involucramiento de los protagonistas del cambio reformista parece faltar la estrategia para generar el interés y la participación de maestros tan diversos en su interés por teorizar y tocar aspectos como los posicionamientos epistemológicos y gnoseológicos.
Lo que en esencia está en juego en torno a la reforma educativa es el hecho de que si la resistencia persistirá hasta alcanzar su anulación o transformación radical, si no ganará el cansancio y pasarán muchos años antes de que se reactive la lucha por una educación pública al servicio de la sociedad, si lo que viene es un periodo de profunda oscuridad para los trabajadores y sus hijos en cuanto a todo hasta llegar al grado de la más obscena esclavitud. Los poderes legales y fácticos no parecen dispuestos a ceder en nada y tratarán a toda costa la perpetuación de los lineamientos de la reforma porque son pieza clave para el avance del modelo neoliberal a pesar de su evidente crisis; la proclamación de la inutilidad y fin de las resistencias es una baraja que ya se desliza entre los dedos de los gobernantes y sus patrones; la necesidad de rebasar el pensamiento lineal y unívoco es inaplazable pero a la vez no se perciben condiciones para generalizar esa visión renovadora. El problema sigue siendo apuntalar la resistencia más allá de las emotividades y las opiniones elementales. La crítica renovada puede ser el sustento para la resistencia posible y suficiente para enfrentar el reto de desarticular el proceso perverso denominado reforma educativa.
Ocuparnos de la crítica y la crítica de la crítica de la reforma educativa no tendría que ser un proceso engorroso sino un camino natural hacia la liberación. En contra se tiene la pobre o casi nula formación docente alternativa y de eso se deben ocupar las dirigencias de los movimientos en lucha. Proporcionar las herramientas del pensamiento para dilucidar el panorama, no la formación basada en la estimulación de emociones de corto plazo y mucho menos el adoctrinamiento del fiel militante. Antes de llegar a la conclusión de que el docente se encuentra en un callejón sin salida, es importante ventilar cómo alcanzamos este nivel de crisis, qué hicimos para favorecer tal situación y qué nos falta para empezar a construir el túnel de escape.
El libro de referencia no propone tal o cual manera práctica de abordar la situación y deja abierto el proceso a las determinaciones que las fuerzas en pugna vayan proponiendo o a los logros y derrotas que vayan ocurriendo, además de que el colectivo se comprometa a continuar con el tema. Pese a todo, cumple su propósito de remover el pensamiento acerca de los trasfondos no revisados dentro de esta polémica. Se percibe un deseo porque el magisterio vaya encontrando las rutas posibles y otras para que no se consume la automatización salvaje del Sistema Educativo Nacional con las consecuencias sociales generalizables que se pueden anticipar. Aquí considero que es bueno recordar que nunca nada es totalmente negro ni totalmente blanco, por lo cual siempre se cuenta con la esperanza de hacer girar el mundo de otra manera. Así que, algunas acciones emergentes pueden dibujarse aunque sea de manera espontánea; por ejemplo, es importante propiciar el encuentro de los especialistas críticos con los profesores en esquema de interacción lo más horizontal posible y sin ánimos de reeducar a los maestros sino de facilitar su propias reflexiones y toma de decisiones. A los docentes nos corresponde aprender a interpretar las exposiciones de los intelectuales para ubicarlas en nuestro esquema de necesidades y proyectos. A la sociedad entera le toca ponerse a estudiar los métodos de lucha para reinventarse lo necesario a través de encuentros como foros, congresos, charlas, lo que sea, con tal de estar cerca unos a otros para reaprender juntos e incluso desaprender lo que no nos deja avanzar.
No hay noche sin día, por eso persiste la esperanza y el horizonte se adivina aunque no se alcance a ver. De este modo, del caos nacerá la calma y podremos demostrar que nada está predestinado. Cada profesor, cada colectivo tiene ahora la misión de estar alerta y de conseguir los recursos para enfrentar el embate; por supuesto los habrá en aparente mayoría quienes declinen o los que convenencieramente se apegarán con el vencedor hasta que pierda. A cada uno le corresponde un lugar en la historia, a cada cual le tocará su correspondiente recompensa. Por lo pronto, la reforma educativa camina con muletas, de todos depende que se convierta en un camión que acabe de aplastarnos o en un mal recuerdo de cuando los neoliberales se soñaron dueños del mundo.
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Fotografía: insurgenciamagisterial