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«Si estoy rodeada de amigas violadas, lógicamente también tengo amigos violadores»

por RedaccionA marzo 7, 2022
marzo 7, 2022
1,1K

Por: Virginie Despentes. 07/03/2022

Virginie Despentes (Nancy, 1969) fue violada a los diecisiete, disfrutó del sexo con muchos hombres a los veinte y un poco más tarde se hizo prostituta. Pero, desde hace tiempo, prefiere acostarse con mujeres y hablar de feminismo solo con ellas, porque «los tíos no se han planteado nada». 

Su manifiesto Teoría King Kong salió a la luz hace más de una década y se convirtió en un vademécum para la teoría de género. Entonces, a muchos hombres les explotó la cabeza, pero ella cree que en diez años no ha habido suficientes cambios.

Para la autora francesa, es el momento de que ellos tomen el testigo en el feminismo, de que hagan autocrítica, que estudien su papel en las violaciones y que arrimen el hombro.

Es una apuesta arriesgada respecto a otras teorías feministas, pero ella ha venido a revolucionar. Lo hace a través de sus novelas, de sus películas y de las entrevistas que ofrece. Por eso en esta no encontramos las respuestas que esperamos oír, sino las que nos hacen pensar.

Cuenta en Teoría King Kong que empezó a ser feminista cuando violaron a una amiga, a pesar de que a usted le había ocurrido tres años antes. ¿Se puede decir que recibió el «golpe» a través de la sororidad?

Realmente nací en un ambiente feminista. Mi madre era muy feminista y me crié con ese tipo de textos. Pero por aquel entonces no me interesaba en absoluto. Quizá porque precisamente formaba parte de la cultura de mi casa y, cuando eres joven y rebelde, quieres ir en contra de todo eso.

Después de que me violasen, solo supe que era algo que había pasado. Me prometí a mí misma que no lo pensaría, que no le daría importancia, y así no existiría. Solo fui consciente a través de mi reacción, de mi rabia, hacia la violación de una amiga. Me di cuenta de que era igual de grave en su caso que en el mío. Fue por sororidad, pero también por un proceso natural. Un sistema de protección del cerebro humano.

No existe si no le prestas atención, ¿no? Todo eso cambia cuando ocurre a tu lado y lo ves desde fuera. Cuando le pasa a una colega.

Hay una frase muy potente en el libro sobre la mentalidad del violador: «Si ellas sobreviven, es que la cosa no les disgustó tanto». Solemos identificar la agresión sexual como un nivel distinto al del asesinato, no como una posible vía hacia él. ¿Lo hacemos mal?

Necesitamos más análisis. Por ejemplo, de vocabulario. No puede existir una sola palabra para referirse a la violación en español, inglés o francés. Y que sea la misma en el caso de las violaciones en conflictos armados, las agresiones domésticas dentro de la pareja o la violación bajo amenaza de muerte.

Ya que hemos comprendido lo comunes que son, deberíamos crear por lo menos 30 palabras distintas para diferenciar cada tipo de violación.

Lo primero que pensé cuando me violaron tres desconocidos fuera de mi zona de confort, fue que iba a morir. Lo relacioné de manera directa. De hecho, sería casi la decisión «más inteligente» por parte del agresor, de esa forma no se arriesgan a ser delatados a la policía. En mi caso, la proximidad de mi propia muerte o la facilidad con la que pudo ocurrir fue incluso más traumática que la propia violación.

Pero desde luego, tanto este caso como el de la chica violada y asesinada mientras hace running, forma parte del mismo hilo de violencia de los hombres hacia las mujeres. Y de cómo nosotras nos sentimos intimidadas constantemente.

Ese miedo es puesto a veces en tela de juicio. ¿Cómo explicárselo a alguien que nunca ha tenido que caminar por la calle con temor o mirando por encima del hombro?

Los hombres no son conscientes de que ellos pueden sentirse fuertes por la calle, en parte, debido a los agresores. Los violadores y los maltratadores son quienes facilitan a los hombres esa sensación de «esta ciudad es mía» que nos quitan a las mujeres.

Hace 25 años que escribí Fóllame y durante todos esos años he escuchado historias de mujeres que han sido violadas. Curiosamente, no tengo ningún amigo que haya confesado haber violado a una chica. Entonces, si estoy rodeada de amigas violadas, lógicamente tengo que estarlo también de amigos violadores. El hecho de que ellos mismos no se reconozcan como violadores me fascina, y pienso que aquí tenemos que hacer algo. No podemos ser tantas víctimas y tan pocos agresores.

Chicos, por favor, empezad a pensar en lo que hacéis y en lo que repercute sobre vuestra contraparte.

Escuchamos testimonios de hombres sobre el sexo o la pasión. ¿Pero hacen falta otros que analicen aspectos más oscuros de la sexualidad masculina?

Justo. No tengo ningún amigo que haya contado o pedido perdón por haber violado. Es necesario que los hombres pongan en palabras su sexualidad y reflexionen sobre sus actos, sus prácticas y sus pensamientos. Que salgan de esa oscuridad que rodea a su vida sexual.

Los chicos se adentran en una noche oscura en la que experimentan un deseo que parecen no controlar. Para ellos es solo un subidón de testosterona. Han tenido su propia revolución sexual para la que utilizan el cuerpo de las chicas, pero sin las chicas. Sería importante saber: ¿en qué momento se identifican como violadores? ¿Qué es para ellos una violación? Creo que de verdad no lo saben.

Con la ola del me too vemos que hay muchísimos hombres sorprendidos porque han hecho algo mal. Y lo peor es que son sinceros. Pero si has tenido sexo con chicas que no querían, has hecho algo mal. Es hora de que los hombres despierten un poco.

Incluso cuando identificamos al violador o al asesino, como en el caso de Diana Quer o La Manada, la sociedad sigue culpando a la víctima: por no haber huido a tiempo, por someterse o por rehacer su vida después (si acaso pueden).

En realidad, como sociedad sabemos que cuando te violan no puedes reaccionar de manera demasiado agresiva. La violación es un castigo, y ese castigo puede ir hasta la muerte. En el caso de la chica contra cinco agresores, ¿qué se piensan que puedes hacer? He seguido este juicio por la prensa española y me alucina que nadie dedique un momento a preguntarle a esta joven si tuvo miedo de ser asesinada.

Yo también estaba en minoría y, antes de reconocerme como violada, me vi muerta. Todas nos vemos muertas. Los hombres no se dan cuenta de que agredir a una mujer requiere una violencia extrema. No es un juego de seducción, y creo que lo sabemos diferenciar.

En Francia, hace poco desapareció una mujer haciendo jogging y más tarde se descubrió que había sido asesinada por su marido. Lo primero que hizo la prensa fue sacar a la luz sus trapos sucios y publicar que tomaba pastillas y que tenía mal carácter. De manera instintiva, disculparon al hombre y lo convirtieron en víctima. ¡Pobrecito!

Eso jamás ocurriría en caso contrario. Es muy fuerte la diferencia de trato. Siempre lo ha sido, pero ahora que entramos en una época mucho más feminista, es aún peor. Lo piensas y dices, ‘mierda’.

Habla mucho de la virilidad como arma de guerra, como castigo contra el bando contrario; de ahí las violaciones en el campo de combate. Pero  el escándalo de las ONGs demuestra que no se salva ningún ámbito, ni siquiera el más «solidario».

Si piensas en lo que significa una violación, es lo mismo que dicta el liberalismo: ¿no me quieres dar algo? Lo voy a tomar. ¿Es tu bien más preciado? Lo voy a tomar igual. En el mercado de trabajo se da este discurso constantemente: «quiero este placer y lo voy a tomar a través de tu cuerpo».

La mayoría de la gente hace el trabajo que no le gusta en unas condiciones que no se merecen y no quieren dedicar sus vidas a esa producción, pero lo van a hacer igual.

Es lo mismo que ocurre con lo de las ONG. En este caso, se mezcla además con una discriminación de raza brutal. Ellos seguro que no creían que estuvieran haciéndolo tan mal. Pensarían que a esa chica de 15 años le gustaba lo que le proponían, que respondía al deseo normal entre hombres y mujeres, y que en esos países se folla mucho más joven. También lo creen así los que hacen turismo sexual en Tailandia. ‘Es una cultura distinta, están contentas’.

¿Cree que es un acto tan inconsciente?

Un hombre visualiza una violación con una chica cubierta de sangre, muerta y con todos sus familiares llorando. ¿Pero esto? Dirán que era una manera de entrar en contacto con la cultura del país.

En Francia, el año pasado, acusaron a los cascos azules de pedofilia. ¿Has pedido sexo con niños de nueve años y te ha parecido algo normal? ¿No ves que algo falla? Pues no, porque están dentro de esa oscuridad, les chupa la polla un crío a cambio de un bocadillo y creen que los dos se lo pasaron en grande.

Necesitan poner luz sobre esto porque nosotras no podemos hacer mucho más. Me refiero a que hablamos, estudiamos, nos apoyamos, y los hombres entretanto nada. Yo, si fuese hombre, me sentiría muy interpelado.

Contó que lo que más le sorprendió a la gente es que siguiese haciendo autostop después de su violación. Ahora ha surgido un debate por la opción de Blablacar solo para mujeres. ¿Está bien que se creen espacios de seguridad o deberíamos empoderarnos en los mixtos ?

No tengo una posición clara. Primero, ¿por qué asumir un riesgo que no quieres? Pero, por el otro, es el momento de que los hombres cambien su comportamiento y que nosotras podamos compartir un coche sin problemas. Que sepas que te puedes sentar al lado de un chico y que él no va a empezar con sus tonterías.

El problema de lo de Blablacar es que, cuando ocurra una violación, la pregunta será: ¿por qué no cogiste solo el coche de mujeres? Tenemos que lograr compartir un espacio público, conjunto y seguro. La segregación me alivia por una parte y a la vez me parece un fracaso.

Yo tengo 48 años y he disfrutado de una vida entera. Si pienso en coger un metro solo de chicas, me molesta. Estoy acostumbrada a los ambientes mixtos. Además, fui heterosexual mucho tiempo y me gustaba mucho la presencia de los hombres. Si nos empezamos a segregar, será muy difícil volver atrás. Y será aún más difícil para las mujeres que quieren seguir teniendo contacto con los hombres. A mí como lesbiana me da igual, pero las calentonas tienen derecho a conseguir el sexo que quieren y a disfrutar de la seducción. Si separamos, van a sentirse muy solas.

En unas semanas se celebra el Día de la Mujer Trabajadora y muchos hombres se están preguntando cómo ayudan más a la causa feminista. ¿Uniéndose a la huelga o echándose a un lado para no invisibilizar?

Pienso que, si hay opción de huelga, los hombres también deben hacerla. Tenemos que emprender luchas en común de vez en cuando. Soy la primera que desconfío de los hombres feministas, pero si queremos convivir y queremos una cultura heterosexual sana, tienen que compartir esta lucha porque son ellos el problema. Son ellos los que cobran más y los que acosan, y tienen que solucionarlo.

Si es una huelga simbólica, deberían parar de trabajar los hombres también. No en los cuidados o en la casa, pero que ellos también pierdan dinero en el trabajo.

Por último, una vez reposado el me too, ¿lo recordaremos como un movimiento liberador o como una época que empoderó a las mujeres como víctimas?

En el me too no veo víctimas, veo a mujeres diciendo basta y cambiando lo que no les gusta. Nunca he visto un movimiento así de internacional, que pasa en EEUU y se traslada a Suecia, Italia o Francia. Leí un artículo de la filósofa francesa Elsa Dorlin que identificaba el me too como el fin de la solidaridad masculina. Una dinámica por la que, incluso el hombre que no hacía nada, defendía a su colega abusador o acosador.

Ahora, han entendido que les puede traer problemas esa actitud. Históricamente esto es muy relevante. Y, en cuanto a las mujeres, ha sido clave porque hay muchísimas jóvenes identificándose como feministas sin complejos. Eso no ocurría entre las heterosexuales de mi generación. Decían: «soy feminista, pero…adoro a los hombres, me gusta la seducción, me encantan los vestidos o me maquillo». Ahora es ser feminista y punto. Se acabó.

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ

Fotografía: Lobo suelto

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