Por: Leonardo Oliva. 14/09/2024
El escándalo por violencia de género protagonizado por el expresidente le viene bien al actual mandatario, pero no alcanza para compensar sus escasos logros tras más de ocho meses en el gobierno.
“Estoy muy feliz de estar poniéndole fin al patriarcado“.
Alberto Fernández, presidente de Argentina, se bajó el tapabocas para pronunciar esa frase muy celebrada por mujeres y organizaciones feministas que apoyaban a su gobierno. Corría enero de 2021, plena pandemia.
Lo que no sabían ellas era que, tras la sonrisa y el eterno bigote del mandatario que usaba corbata verde feminista, se escondía un hombre que golpeaba a su pareja tras las paredes de la Quinta de Olivos, la residencia presidencial. Así lo muestran las fotos conocidas ahora tres años después, que exhiben a Fabiola Yáñez con un ojo morado y un brazo con un gran hematoma. Imágenes que han generado un gran escándalo en el país.
Esas fotos acompañan los chats de WhatsApp que la propia Yañez le envió a la entonces secretaria privada de Fernández el 12 de agosto de 2021, siete meses después de aquella celebrada frase. Esas conversaciones revelan a un hombre manipulador, negador y, lo peor de todo, sumamente violento. “Venís golpeándome hace tres días seguidos, me cuesta respirar”, le escribe Yañez al entonces presidente, quien lejos de admitir su culpa, se victimiza: “Me siento mal físicamente”, le contesta.
Desde que esto salió a la luz, el 8 de agosto, la Argentina está en shock. El presidente que iba a terminar con el patriarcado, que representaba a una fuerza política que enarbola las banderas del progresismo, ha sido imputado por la Justicia por “delitos de lesiones leves y graves, doblemente agravadas”, y también por “amenazas coactivas”.
Pese a las evidencias, Fernández ha negado los abusos. Pero el partido peronista que lo llevó al gobierno —con Cristina Kirchner a la cabeza— ha huido despavorido de su figura. Casi sin excepción, exfuncionarios, compañeros de militancia y hasta algunos amigos buscan despegarse de un hombre que ocho meses después de haber dejado el gobierno ve el fin de su carrera política —y quizás— también de su libertad.
Aunque la Justicia todavía no lo ha hecho, la sociedad lo condenó desde el instante mismo en que se filtraron a la prensa las fotos de Yañez que, viralizadas hasta el hartazgo, revictimizaron a la ex primera dama. También salieron a la luz videos grabados por el propio Fernández, con su celular, donde coquetea en su despacho de la Casa Rosada con una conocida conductora de radio y televisión, que sostiene un vaso de cerveza.
Pero esta telenovela argentina sigue teniendo nuevos capítulos. Mientras se escribía este texto, el expresidente denunció penalmente a su expareja por haber filtrado los videos que —según él— son privados.
Se entiende la estrategia: es vox populi entre los periodistas que cubrieron su gestión que en el teléfono que usaba Fernández —secuestrado por la Justicia— habría muchos más videos y fotos comprometedoras. Incluso se habla de que el expresidente a veces se escapaba furtivamente de la oficina y conducía hasta su departamento para encontrarse con mujeres. Una versión agrega que hasta le creó un cargo público a una de ellas.
Su entonces pareja conocía la vida paralela que llevaba este hombre mientras ejercía la presidencia. Ella, por su parte, protagonizó su propio escándalo cuando se conocieron otras fotos que la mostraban festejando en 2020 su cumpleaños en la residencia presidencial, junto a una veintena de personas, mientras regía una estricta cuarentena por la pandemia.
https://www.instagram.com/p/Cb2X67hOkcb/?utm_source=ig_web_copy_link
Fernández, el negador serial, en su momento desmintió ese festejo. Hasta que un año después las fotos lo dejaron en evidencia a él y a Yañez, quien hoy —con otras imágenes filtradas— lo denuncia desde España, adonde se fue a vivir asegurando que el expresidente la somete a “terrorismo psicológico”. Allí grabó un documental aún inédito en el que cuenta estos y otros detalles de su vida como primera dama y por el que cobró —dicen— un dinero considerable.
Hipocresías argentinas
El escándalo hunde aún más a un peronismo que no logra recuperarse de la derrota electoral que le propinó Javier Milei a fines de 2023. El presidente ‘libertario’ encontró en estas revelaciones un argumento ideal para fortalecer su decisión de cerrar el Ministerio de la Mujer, creado por Fernández. Además de llamar irónicamente a su antecesor “paladín del feminismo”, Milei aprovechó una vez más la red social X para agredir a la prensa, porque “todos estos hechos ocurrían mientras desde los medios nos explicaban que ellos eran los buenos y los que queremos una Argentina libre éramos los malos”. Y también se lanzó contra la propia Yañez, “cómplice de muchas de las aberraciones del gobierno espantoso del kirchnerismo”.
Para Milei, el “affaire Alberto” es un salvavidas muy oportuno. Al mismo tiempo que circulaban en los celulares los videos del expresidente flirteando con una mujer y las fotos de su expareja golpeada, se conoció una encuesta con datos incómodos: nueve de cada diez argentinos consideran que el aumento de la pobreza del 44% al 54% durante el gobierno de Milei es el problema más grave que afronta el país.
También se conoció otra cifra: la inflación de julio llegó al 4%. El dato, que escandalizaría en cualquier otro país, en Argentina —y en el gobierno libertario— fue recibido con alivio: es la cifra más baja en los últimos 30 meses. Un consuelo de tontos para una economía en crisis, agravada durante el gobierno de Fernández y ahora sometida a un ajuste drástico por Milei.
Pero esa crisis no solo afecta el bolsillo: también la moral. Porque la violencia de género exhibida por el expresidente es el último eslabón de una serie de hipocresías que han dejado en evidencia al kirchnerismo, sector político fundado por el matrimonio de Néstor Kirchner y Cristina Fernández que gobernó 16 de los últimos 20 años en el país.
No solo el Ministerio de la Mujer fue una cáscara vacía que no vio los golpes del presidente a su pareja. También lo fue el Ministerio de Salud con el “vacunatorio vip” que facilitó la vacuna contra el Covid a personas cercanas al círculo presidencial, que además no la necesitaban. O el Instituto contra la Discriminación (también cerrado por Milei), cuya titular tenía a una empleada doméstica trabajando en su casa de manera informal.
Ni hablar de la corrupción, ejemplificada en la condena a seis años de cárcel que pesa contra Cristina Kirchner; ni de la pobreza, que no empezó con Milei: los últimos gobiernos peronistas —anclados en la “justicia social” que fue bandera del fundador Juan Domingo Perón— dejaron el poder con más de 40% de los argentinos pobres.
Son las causas del hartazgo social que llevó a la presidencia a un economista gritón y sin experiencia política, que prometía acabar con el “verso del progresismo” sin saber que, meses después, esas sorpresivas fotos y videos le iban a dar la razón en cuanto al supuesto feminismo de Fernández. Un escándalo que, en cualquier caso, no borra la desesperanza de los votantes que ya empiezan a dudar de las palabras de un presidente, como Milei, que prometía una economía dolarizada y sin inflación, y que ocho meses después sigue con escasez de dólares, una economía en recesión y una pobreza creciente.
LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ
Fotografía: Connectas