Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 3 de febrero de 2024
Kuolleet Lehdet
Hojas de Otoño (Aki Kaurismäki, 2023)
Resulta curiosa la experiencia de la nueva -y más que bella- entrega de Aki Kaurismäki. Por un lado nos encontramos sobre terreno conocido; su plástica y parquedad siguen ahí, esa atmósfera tan suya sigue teniendo la firma impávida de su cosmovisión (en cuanto a construcción de personajes, dialogación, manejo de la música, composición y locaciones), pero por otro asume una postura un tanto más coetánea: hila elementos de su fascinante y tan representativo universo atemporal con ingredientes tan cercanos a nuestros presentes actos comunes (una laptop, motores de búsqueda en la red, mensajes a través de celulares) que la mezcla deja una fresca deriva hacía aquellos que ya son rastreadores de su obra como a todos los que no; en su lienzo pinta nuevamente esos retablos llenos de nostalgia, extravío, búsqueda, lucha, dejadez, anhelo y sobre todo ese humanismo matizado con la dosis precisa de existencialismo. Si bien esta obra se rige bajo las reglas de su quimérico mundo, también puede que sea la puerta más asequible para ingresar a dicho cosmos. En sus Hojas de Otoño, pues, todos nos podemos encontrar, y no hablo desde la perspectiva de visionar sus más emblemáticas entregas (las más elogiadas o premiadas); donde todo agente social tiene a bien una representación moral y emocional en la cual entreverse, sino que aquí todos los adeptos y los no adeptos a su sello podemos abrazarnos en un susurro final de estima y terneza. Kaurismäki logra lo que no todo autor maduro puede: el balance idóneo, el ángulo de apertura perfecto de invitación para todos aquellos que quieran atravesar el umbral que ha ido creando a lo largo de toda una carrera. En este caso, cuatro inagotables décadas.
Bajo la rúbrica de su firme sencillez, en la Helsinski de los días que corren en la segunda década del siglo XXI, en la Europa del Este actual, sobre el tono y acento bélico que tan cerca sienten y resienten entre dos países hermanos, un obrero y una obrera habrán de conocerse fortuitamente dentro de un karaoke donde los desafinados cánticos de los presentes les habrán de señalar una delicada posibilidad, una pequeña luz que alumbra el sombrío y vacuo horizonte con que laboran todos los días (dicho sea de paso: el mismo candil que da vida al cine mismo)… Él, ante la apatía de la rutina (cuyo escape es una botella de vodka) y ella bajo el siempre acecho del despido (encontrando compañía en el encendido de su radio casero y en la cuasi infinita pesquisa de una nueva labor para poder sobrevivir). Si bien en algunos de los entramados más populares del autor finlandés sus personajes tendían a perder algo para iniciar así su éxodo (interno y externo), aquí los protagonistas son los que se pierden a sí mismos -uno a otro. Son, pues, caracteres catárticos: ya de por sí extraviados en un mundo que al parecer no es capaz del mínimo resquicio de bondad, que no presenta más que pesar, duda y asolamiento.
Y es dentro de este paraje tan contemporáneo de consumo e industria que los protagónicos se hallan, se miran, se hablan entre sí ante el silencio de sus acciones, dentro de los espacios que comparten y los que aspiran compartir. Intentan, claro, acercar sus corazones a través de sus almas solitarias, aguerridas pero ingenuas. Intentan por un lado enamorarse, pero por el otro aceptar el amor. Es en su afonía, en esa contrastante oquedad que a bien construye y siempre ha edificado Kaurismäki, que se nos da la posibilidad de sumarnos a la silente conversación de sus sentimientos, de entenderles y vivir sus estremecimientos más recónditos. Sus dolores y sus casualidades.
Al final, claro, las hojas caídas del otoño de Aki Kaurismäki resultan ser el vuelo previo, el viaje último de una oportunidad extraordinaria. Un penúltimo vistazo a aquello que a la distancia parecía imposible, distante, muy lejano, pero que un suspiro sin origen firme ha atraído y brindado entre colores desgastados y alientos cansinos. El otoñal canto que se nos regala desde la remota Finlandia no podría ser más airoso, templado y generoso. Su frugal y reservada magia nos toca de lleno con un roce y nos permite creer que todo es posible, que la felicidad sí puede asomarse a nuestras vidas, ya sea en una mueca de sonrisa o un ladrido. Que nada se puede perder, nada, nunca. Pues, al fin y al cabo, en este mundo, no hay nada ni habrá nadie perfecto.

Hojas de Otoño de Aki Kaurismäki
Calificación: 4 de 5 (Excelente)
Fuente:
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Fotografía: aceprensa.com