Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 5 de junio de 2021
Napló Szerelmeimnek
Diario para mis Amores (Márta Mészáros, 1987)
Heredera de la franqueza y abertura deAgnès Varda, compañera de generación y lucha de otras grandes realizadoras como Edith Carlman, el cine de Mészáros se centra en un feminismo sin tapujos; irradiando naturalismo a cada cuadro y cada instante, explayándose portentosamente como una ventana a un mundo donde las mujeres no gustan de enfrentarse a las fuerzas que no les brindan libertades, sino dándose a si mismas todo tipo de posibilidades con harta bravura, pericia y una elocuencia que la sociedad parece no haber, incluso, conocido. No se habla, pues, de una negación ni de un olvido, se habla del extrañamiento de una voz que, alzada entre la multitud, hace que tarde o temprano se escuche con garbo. Es cierto, quizá no ante la masa, pero sí frente a las consecuencias de los actos perpetrados por aquellos que se ciegan ya no digamos a una evolución social, sino simple y llanamente a nuestro sentido común de humanidad.
Parte de una serie de cintas donde la propia realizadora recorre su vida, esta trama se aboca a los intereses primarios que tuvo para su acercamiento al oficio de la Dirección Cinematográfica. Su protagonista, entonces, es una joven solitaria en búsqueda de respuestas a preguntas que no logra aún formularse de manera adecuada; se encuentra llena de dudas y vacíos: su padre se encuentra desaparecido desde el termino de la Segunda Guerra Mundial, vive con su madrastra: una mujer fría que ha sido conquistada y consumida por la ideología política llegada desde la principal nación del comunismo. Nuestros personajes viven en una Hungría urgida de personalidad, misma que encuentran bajo el yugo del Stalinismo. Con ello Mészáros tiene el pretexto perfecto para hacer también una muy detallada radiografía de un periodo histórico de transiciones que marcaron la confusa y espinosa lógica de una nación –y zona– así como de los sentimientos encontrados de quienes la habitaron.
Estos Diarios que nos presentan son en si una carta abierta para aquellos que quieren plasmar en la pantalla (lienzo y hoja en blanco del cine) una realidad que se oculta siempre bajo oportunismo, una lucha por exponer una disertación y un discurso veraz/potente otorgando la voz a aquellos que han sido negados y ocultados ante resultados mal presentados y opacos. De esta forma, claro, la cinta de Mészáros se hermana con “El Hombre de Mármol” de Wajda (Czlowiek Z Marmuru, 1977) y “Amator” de Kieslowski (1979). Con referencias, guiños o tributos a grandes personalidades del cine como Aleksandr Dovzhenko y Lev Kuleshov, no podemos dejar de mencionar el breve pero profundo análisis que se hace de la secuencia de las escaleras de Odessa cuando en una clase se les proyecta “El Acorazado Potemkin” (Bronenosets Potemkin, 1925) de Sergei Eisenstein.
La cinta de Mészáros, al final, unifica varios campos con una soltura y una eficacia mayúscula a través de la batalla. Su película es una película de fuerza, de anhelos por los que se debe de pelear. No solo nuestra protagonista tendrá que romper el cerco machista para ser una directora y no una actriz (como todos esperan) sino que no dejará de colocar el dedo en la yaga ardiente ante las injusticias que emanan de la ideología socialista. Su camino es el de todos aquellos que no esperan un perdón simple y llano al término de un ciclo, sino que indagan e indagarán sin descanso en el pasado para comprender nuestro lecho histórico y presentarlo, exponerlo: proyectarlo (a futuro y en pantalla) y así jamás dejarlo a un lado u olvidarlo; no repetirlo. Más en estos tiempos, en estos andares donde es más que necesario recordarnos el verdadero poder y objetivo del arte fuera de la evasiva propuesta del entretenimiento.

Diario para mis Amores de Márta Mészáros.
Calificación: 3 de 5 (Buena).
Fuente: https://www.facebook.com/100036159626395/posts/436206504261333/?d=n
Fotografía: werstream.es