Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 4 de marzo de 2023
Alcarràs
Alcarràs (Carla Simón, 2022)
El segundo largometraje de la catalana Carla Simón despeja las sospechas y las dubitaciones, afianza su manto fresco, realista y natural como realizadora; la cosmovisión planteada en Verano 1993 (2017) se alza aquí con creces, madura en la integración de múltiples personalidades y variadas generaciones en un unísono dramático que afecta a propios y extraños. Chocante ante las tradiciones y el carácter de lo habitual -con el camino arado y el ilusorio futuro sembrado- apuesta por la exposición de un desarrollo que se abre paso de manera sutil y arrebatadora ante nuestros protagonistas, dejando ante sí el desnudo bulto de lo inconcebible y el misterio, del temor y la duda que carcome y ofusca los pasos. Al igual que en su ópera prima, la diégesis se abraza bajo viñetas llenas de franqueza y autenticidad; exploración en plenitud de un mundo que construye sobre retablos atemporales pues los acontecimientos aquí mostrados forman parte de una colección universal y desligada de tiempos y etapas. Si bien la trama se puede contextuar en una zona y una era específica, su esencia se debe al embriagado sembradío de valores, luchas, impulsos, debilidades (y un largo etcétera), que la humanidad ha ido demarcando, poseyendo y reclamando a lo largo de sus alientos.
Situada en la región que le da nombre, el encadenado de la realizadora española no deja espacio a mayores cavilaciones. Se mantiene en el ámbito de lo simple pero no por ello se niega a una interesante y calificada profundidad; los más pequeños del linaje juegan en un jubilado automóvil en medio del campo; es pues su guarida: su cueva, su espacio, su nave espacial y aquella fantasía donde todo y nada puede pasar… Una grúa arriba sin anunciarse y despoja al vehículo sin miramiento alguno de su asentamiento: los chavales se han quedado sin su resguardo para el esparcimiento y la ilusión; analogía clara de aquello que habrá de golpear de frente a toda su estirpe (maduros o no). El mundo moderno requiere de ese espacio para florecer. Ironía en un somero y llano acto que ensombrece la vida de la familia de cosechadores que habrán de ser -no nuestros guías- sino las representaciones de todos los que habremos de ir tomando decisiones en conjunto. Con la amenaza postrada robustamente, esta no deja de ser al mismo tiempo incomprendida. Es así, entonces, como nos inmiscuimos en un terreno ininteligible que habrá que ir sorteando al tiempo que conteniendo. Los tiempos establecidos han de cambiar, pero las fechas de caducidad se ocultan ante la vacilación de la ignominia, la ingenuidad, la inexperiencia, el combate y la reservada esperanza.
El Alcarràs de Simón es una veta constituida con tal soltura que pareciese que la espontaneidad le he dado vida; que detrás de la cámara de Daniela Cajías no hay más que un simple acto de avidez y lejanía cuando es todo lo contrario, que el montaje de Ana Pfaff es el mero accionar de la remembranza en una evocación que llega así, sin haberla pedido o solicitado. Que la mano como realizadora de Simón únicamente debía de abrirse y cerrarse según lo que se estuviese originando en el sitio donde se encontraba, pero, claro, no es así. El tiempo aquí se sucede porque todo acontece, no estamos frente a una de esas películas que nos cuestionan sobre lo que haríamos ante tal situación sino de experimentar lo que está ocurriendo. Vivir aquello que ya no se puede cambiar, pero sobre lo que, de alguna manera, habrás de reaccionar. Lo eventual, claro, pisará tu espacio, allanará tu morada, te envolverá despacio, sí, pero ante la amargura y el desconsuelo suscitado, los pasos, los gozos, y las carcajadas, no se perderán.
Ante un mundo que se abre cada vez más al confort de la tecnología, he aquí un portentoso alegato sobre aquellas añosas usanzas que hicieron de muchos, un conjunto: una voz (un canto), un movimiento (un baile), una reunión (un festejo), un ánimo: una vida por la que se puede salir a contender y aguantar. Lo que nuestra familia central encarna y sentencia es que, ante las divisiones, los estragos y los trágicos retos, la aceptación de los cambiantes rumbos no implican abnegarse al destino que se ha ido construyendo a golpes de cariño, disciplina y convicción. Somos a bien una raza errante, nadie lo duda, pero nuestras convicciones nos definen ante la conjugación condicional de todo aquello por lo que hemos transitado. Eso es en parte, nuestra meta final.
Alcarrás de Carla Simón
Calificación: 3.5 de 5 (Muy Buena)

Alcarrás de Carla Simón
Calificación: 3.5 de 5 (Muy Buena)
Fuente:
Fotografía: fotogramas.es