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¿Qué es la acumulación originaria de capital?

por RedaccionA diciembre 21, 2024
diciembre 21, 2024
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Por: Raúl Prada Alcoreza. 21/12/2024

La acumulación originaria de capital es un concepto, se trata de la abstracción conceptual, lo mismo ocurre, se efectúa la abstracción del entendimiento, de la misma manera que se lo hace con el concepto de acumulación ampliada de capital. Se está hablando de la valorización del valor, de la valorización del capital, de la valorización del valor de cambio, de la valorización dineraria. La acumulación originaria de capital aparece como la condición de posibilidad económica para que se dé lugar a la acumulación ampliada de capital. Indudablemente, todo esto sigue siendo abstracto. Cuándo a David Harvey lo leemos y lo escuchamos hablar de que se trata del despojamiento y de la desposesión como forma concreta de la acumulación originaria de capital, le adjudicamos cierta concreción al concepto de acumulación originaria de capital. Sin embargo, todavía no adquiere la suficiente concretización para que pueda ilustrar, de manera fáctica, aquello que llamamos acumulación de capital. Si acudimos a la historia vamos a observar que se está hablando de un acontecimiento dramático, al momento de la formación del sistema mundo moderno, es decir, capitalista. No solamente nos referimos a la conquista y colonización de AbYa Yala, sino nos estamos refiriendo a eventos, sucesos y hechos concretos que adquieren la fuerza del dramatismo e inclusive de la tragedia. Estamos hablando de la conformación de plantaciones de azúcar, de café, de tabaco, de algodón, además de la explotación de vetas de oro y de plata, sobre la base del vaciamiento demográfico del África subsahariana, antes del etnocidio y genocidio de los pueblos indígenas del continente, teniendo como contingente corporal al mercado de esclavos. Se forma un mercado de esclavos por procedimientos altamente violentos, donde están comprometidos instituciones mercantiles, compañías colonizadoras, tanto de las Indias Occidentales como de las Indias Orientales, instituciones estatales tanto de Europa, del África y del nuevo continente. En ese sentido, también estamos hablando del mercado del azúcar, del café, del tabaco y del algodón, que es complementario al mercado de bienes de consumo de artefactos e instrumentos que se envían a los continentes. Se forma un triángulo del mercado compuesto, se recoge esclavos, es decir, cuerpos humanos esclavizados del África, se los lleva al nuevo continente; de allí sale el azúcar, el café el tabaco y el algodón, además del oro y la plata, en forma de mercancías hacia Europa. De Europa salen bienes de consumo, manufacturas, artefactos e instrumentos convertidos también en mercancías. Como se podrá ver, el mercado tiene una composición de flujos complementarios, que hacen al movimiento mismo del mercado. Por otra parte, podemos ver claramente que el mercado no nace libre, no es mercado libre, no solamente en el sentido que hemos mencionado anteriormente, en otros escritos y exposiciones, porque se da lugar al monopolio, sino por otra razón; el mercado no es libre sino que es un mercado esclavo al ser un mercado de esclavos. Mercadeo llevado a cabo de manera violenta. Con esto se cae, en la contrastación histórica, el supuesto del mercado libre, que es un mito del liberalismo.

Tomando en cuenta este contexto, relativo a la conformación del sistema mundo capitalista, sobre el substrato de la colonización y la exclavización generalizada, podemos observar, desde la perspectiva histórica y su contrastación espacio-temporal, que las llamadas repúblicas independientes del continente de Abya Yala, que va a ser nombrado como América, no son un comienzo continental propio, como presupone el mito de la historia oficial, discurso con pretensiones de legitimación que se transmite. Al contrario, se trata de una prolongación europea, una prolongación de lo que pasa en el mundo, en este mundo que nace a la modernidad, en ese contexto de la formación del sistema mundo moderno. Una prolongación de las rutas marinas mercantes, que forman puertos de avanzada, puertos de intercambio, que recogen bienes, apetecidos por Europa, en el Medio Oriente y en el Lejano Oriente, particularmente de la India, para trasladarlos al mercado europeo, donde se los compra y consume. Se trata de una prolongación de la expansión de los mercados por los siete mares, una expansión de la proliferante conquista y colonización europea, aunque se dé de manera fragmentaria, de manera periférica y costera en el Asia y en África. En consecuencia se trata de repúblicas que son una prolongación singular de lo que acontece en la conformación del sistema mundo moderno, que adquiere una peculiaridad propia en el nuevo continente llamado también nuevo mundo.

Es parte del discurso colonial y poscolonial el hablar del nacimiento de las repúblicas independientes del continente americano. Primero, porque parten del olvido de las naciones y pueblos indígenas originarios del continente. Segundo, nacen sobre la base de la conquista y la colonización, sobre la base del etnocidio, del genocidio, del exterminio y de la subordinación de las sociedades y pueblos nativos. Esta narración colonial y poscolonial hace como si estos pueblos y naciones nunca hubieran existido,  en todo caso se los toma como una anterioridad, una especie de “prehistoria” precedente a la llegada de los europeos. Se trata de repúblicas criollas, que en el caso de las colonias españolas y portuguesas suponen también el mestizaje, en cambio, en las colonias británicas no ocurre lo mismo, más bien, en contraste, se da lugar, de manera marcada, a una estructura social altamente racializada, demarcada en sus diferencias epidérmicas.

Desde esta perspectiva podemos observar que se llega a las guerras de la independencia, dentro del contexto histórico de guerras europeas, entre las potencias coloniales imperiales. La concurrencia entre la corona española y la corona portuguesa va a ser parte de una compulsa por el reparto del mundo que se hace patente con el tratado de Tordesillas. Al respecto no hay que olvidar que el tratado de Tordesillas fue un acuerdo firmado el 7 de junio de 1494 entre las coronas de España y Portugal, con el objeto de dividir el mundo en dos hemisferios, el hemisferios occidental para la corona española y el hemisferio oriental para la corona portuguesa. El tratado estableció una línea imaginaria, que corría de polo a polo, a 370 leguas al este de las islas de Cabo Verde. El tratado fue aprobado por el papá Julio II, en la bula Ea quae pro bono pacis en 1506.

Después, aparecieron en la concurrencia por el reparto del mundo otras potencias; Holanda, con otra Compañía de las Indias Orientales; le siguió la corona británica, con compañías conformadas para las Indias Orientales y para las Indias Occidentales. También compitió, en estos escenarios de la colonización y de la conformación del sistema mundo moderno, la monarquía francesa. Estallaron las guerras entre estas potencias. Una que particularmente va a afectar al norte del continente americano es la guerra de los Siete Años entre los reinos de Gran Bretaña y de Francia, que involucra, en este caso a la sociedades y pueblos nativos, que se encuentran en el medio de la conflagración, atrapadas y rodeadas por las cartografías coloniales. Al sur la cartografía colonial española, al este la cartografía colonial británica, al noroeste por la cartografía colonial francesa. En esta guerra participan guerreros indígenas. La guerra la vence Gran Bretaña, la pierde Francia. Después de este desenlace Francia prácticamente se retira de sus colonias de Norteamérica. Se trata de la expansión del imperio británico, de la consolidación de su dominio en Norteamérica. Este desenlace va a ser un antecedente inmediato de la guerra por la independencia norteamericana.

Ciertamente no es la única guerra, sino que hay otras, que forman parte precisamente de la concurrencia compulsiva por el reparto del mundo entre las potencias europeas. Se trata entonces de violencias proliferantes en el nacimiento del sistema mundo moderno. La llamada guerra anticolonial norteamericana de las trece provincias no es más que una prolongación de estas guerras entre las potencias europeas, hecha entonces por los propios criollos. Por lo tanto, la historia de los Estados Unidos de Norteamérica es, desde un principio, la historia de la formación del sistema mundo capitalista moderno. Es una consecuencia geográfica y política de esta conformación del capitalismo, que deja de ser un sistema mundo regional para convertirse en un sistema mundo integrado, oceánico.

Thomas Bender Describe este desenlace de la siguiente manera:

“En este contexto, el gobierno británico decidió impartir una serie de iniciativas dirigidas a sus colonias norteamericanas. No muy distintas de las impuestas en la india, aproximadamente en la misma época, apuntaban a reformar la administración colonial y aumentar los indispensables ingresos.” [1]

Un poco más abajo el autor escribe:

“La transferencia de territorio de Francia a Gran Bretaña en América del Norte fue vasta: Arcadia, Cape Bretón, Canadá, las islas del golfo St. Lawrence (Salvo St. Pierre y Miquelon) y todo el territorio situado al este del río Mississippi, excepto Nueva Orleans (que hacía el oeste había sido secretamente cedida a España en 1762). La tarea de organizar este territorio marcó el comienzo de un nuevo activismo administrativo. Una proclama de 1763 estableció que en todo el territorio rigiera la ley inglesa y organizó el “país indio” como parte de “Québec”. Si bien ambas decisiones deben haber parecido adecuadas en Londres, la organización del “país indio” presentaba sus propias complejidades. Casi de inmediato los británicos debieron enfrentar la rebelión de Pontiac, quien capturó una serie de fuertes británicos antes de caer derrotado en Detroit. Además, los colonos británicos, siempre ávidos de tierras, habían dado por sentado que el territorio asignado a Québec naturalmente terminaría siendo suyo con el correr del tiempo; pero cuando las autoridades británicas organizaron formalmente el gobierno de Canadá con la Ley de Québec (1774), incluyeron las tierras del valle de Ohio reclamadas por Massachusetts, Connecticut y Virginia. Por otra parte, el Parlamento – estableció en Québec una administración colonial con un alto grado de centralización, al estilo francés. Pero si todo esto fuera poco, en un acto inusual de sensibilidad intercultural y realismo político, el gobierno inglés reconoció los derechos de los católicos franceses de Canadá que inquietaban a los protestantes de las trece colonias, a menudo anticatólicos fervientes. Para los colonos británicos, la situación dejaba en claro que Gran Bretaña se había convertido en la guardiana de un gobierno y una sociedad católica francoparlante a la que habían derrotado en la guerra que acababa de terminar.” [2]

Viendo el contexto, antes de la declaración de la independencia, podemos observar que intervienen varias condiciones, circunstancias, factores y variables, que se entrelazan en distintos planos de intensidad de la realidad social dinámica. No se trata de una toma de conciencia, aunque ésta se dé de manera acumulativa, como un aprendizaje, a partir de la experiencia social, de la reflexión sobre la experiencia y la conformación de una memoria corta, que comienza a actuar con la memoria mediana y la memoria larga. La decisión sobre el levantamiento armado no llega de repente, sino después de varios hechos y sucesos, que podemos considerarlos represivos, con dosis distintas de violencia. El imperio dominante tampoco actúa de manera inmediata, utilizando a sus fuerzas militares, sino que antes lo hace recurriendo a las disposiciones legislativas y reglamentarias que administran las colonias. Cuando las disposiciones jurídicas institucionales entran en contradicción con las expectativas de los criollos, cuando se empiezan a generar tensiones fricciones, que se van convirtiendo poco a poco en choques incluso en acciones. No es fácil llegar a la decisión de la declaración de la independencia; en principio, se critica a los funcionarios administrativos correspondientes, a los interventores, a los que toman decisiones, a los que buscan hacer cumplir las disposiciones institucionales, sobre todo aquellas que se refieren a los impuestos. En principio, esto ha pasado en el continente americano con los criollos del norte y del sur, no se rompe con el rey, no se rompe con la Corona, sino, a nombre del rey, se actúa contra el mal gobierno, contra la mala administración, los malos funcionarios y la administración impositiva. Esto ha pasado tanto en el norte como en el sur del continente, donde casi coinciden los movimientos en contra de las reformas administrativas de las coronas. La Corona británica buscaba aplicar en Norteamérica lo que ya aplicó administrativamente e impositivamente en la India. Las reformas borbónicas de la Corona española también buscaban lo mismo, modernizar, para decirlo de ese modo, la institucionalidad, introduciendo las intendencias, al estilo francés; por otra parte, incrementando los impuestos y los tributos. Se puede decir que éstas son algunas de las causas de las movilizaciones anticoloniales, que comienzan el proceso independentista, que deriva en la guerra por la independencia. 

Incluso se dan simpatías y aproximaciones entre los movimientos criollos del norte y del sur. En el caso del movimiento y el levantamiento panandino, liderado por Tupac Amaru, no se trata solamente de criollos y mestizos, sino, sobre todo, se trata de un levantamiento nativo, que busca recuperar, de una manera actualizada, el incanato. Sin embargo, a pesar de esta diferencia en la composición de aquellos movimientos del siglo XVIII, en el norte y en el sur del continente,  lo que ocasionó el paso, de lo que podemos llamar, imperceptibles resistencias, después, perceptibles resistencias dispersas, sin necesidad de interpretarlas como una asonada directa contra el poder, hasta convertirse en perceptibles resistencias concentradas y movimientos claros en contra de una administración estatal, en este caso colonial, que deriva en una insurrección, se encuentra, entre muchas causas, esta intervención impositiva y de incremento tributario, en las pretensiones de una nueva administración de las coronas imperiales y coloniales.

Interpretaciones del concepto de acumulado originaria de capital

¿De qué hablamos cuando hablamos de acumulación originaria de capital? De una manera histórica y concreta, nos referimos a estos procesos específicos y singulares que se dan en un contexto, que se puede identificar como constitutivo de la formación del sistema mundo capitalista. Fuera de lo que hemos dicho, varias veces, que tiene que ver con el sustrato colonial y la esclavización generalizada, como el despojamiento y desposesión de territorios de la sociedades nativas, debemos tener una mirada más detallada, que sea capaz de interpretar a estos actores sociales, en el umbral de la conformación del sistema mundo moderno. Estos actores son, en el norte, los criollos, en el sur, también los criollos, pero, en este caso, también intervienen, como hemos mostrado en el levantamiento panandino del siglo XVIII, los pueblos indígenas, además de los mestizos y criollos. En el caso de Norteamérica, las resistencias indígenas se han dado desde un principio, sin embargo, han sido invisibilizadas y puestas en la sombra, en el olvido mismo de la memoria, si podemos hablar así, de la historia oficial de los Estados Unidos de Norteamérica. Valdría la pena tocar en un otro ensayo una descripción y un análisis de las resistencias de las naciones y pueblos indígenas de Norteamérica, hacerlos visibles y tratar, en comparación con lo que ha sucedido en el sur, de interpretar las analogías y las diferencias, sobre todo en el presente, de las estructuras de poder, de las estructuras sociales y las estructuras económicas dadas.

Respondiendo a la pregunta, tenemos que decir que la acumulación se da por las actuaciones y las prácticas destacables de los actores sociales intervinientes. Se trata de propietarios, de terratenientes, de empresarios, de comerciantes, de ciudadanos, de las formas de participación, de las formas de organización local y regional. Se trata de los mapas comerciales, de la estructura de producción de los bienes, de las conexiones marítimas, de las concurrencias y disputas en torno a la estructura institucional, en lo que respecta a los márgenes de participación en el comercio mundial. Se trata de los flujos de esclavos, llegados al continente, de su utilización en las plantaciones, también en las minas. En el caso de Norteamérica se trata de los impuestos al té, después, de los sellos, los timbres, que tratan de imprimir, dando curso a las disposiciones tomadas por la Corona británica en su nueva administración. En términos concretos, en este caso, se trata de resistencias a los obstáculos administrativos coloniales, que impiden pasar a nuevos agenciamientos de la acumulación originaria y ampliada del capital.

La acumulación de capital tiene que ver con prácticas y técnicas concretas, con dinámicas estructuras sociales, en pleno desplazamiento y metamorfosis histórica, social y cultural. Quizás el término acumulación no sea adecuado, pues tiene que ver con una suerte de sumatoria, de almacenamiento, de retención, de conformación de stocks. Cuando hablamos de capital estamos hablando, más bien, de flujos, de incrementos, de expansión e intensidad de los flujos, que pueden medirse aritméticamente, de acuerdo al equivalente general del dinero. Entonces, estos flujos se traducen en el valor metálico dinerario. A esto se llama a acumulación, sin embargo, como acabamos de decir, no se trata de acumulación, sino de dinámicas que incrementan la estructura y las diligencias económicas, que los economistas van a llamar crecimiento y desarrollo, distinguiendo dos etapas y cualidades diferentes. Tampoco, entonces, son apropiados los términos de crecimiento y desarrollo, puesto que también responden a la cuantificación o la numeración monetaria de los flujos involucrados, que dan lugar a composiciones complejas de realidades singulares, en el contexto del desenvolvimiento del sistema mundo capitalista.

Al final, la economía política se reduce a una comprensión cuantitativa del acontecimiento económico, que emerge en la misma modernidad, en el mismo desenvolvimiento de la modernidad. La crítica de la economía política se reduce a la crítica de la valorización, que se basa en la valorización abstracta, que diferencia valor de uso y valor abstracto, destierra a las sombras, haciéndola invisible al valor útil, al valor de uso, al valor concreto, que está vinculado a las necesidades. La economía clásica, también la economía neoclásica, así como la crítica de la economía política, forman parte de una estructura de pensamiento, que se va a convertir en hegemónica en los imaginarios de la modernidad, sobre todo en los imaginarios institucionales y académicos de la modernidad. Hablamos de la forma de pensamiento cuantitativo, que numera a las magnitudes de la cantidad atribuida a las cosas, que reduce las propiedades de la cualidad a la homogeneidad vacía de la cantidad. A esto hemos llamado metafísica de la economía, que, por cierto, como toda metafísica, contiene e incuba violencia, como lo ha anotado Emmanuel Lévinas. Le economía política y la crítica de la economía política, así como le economía neoclásica, están lejos de pensar la complejidad. Es el pensamiento complejo el que puede interpretar de manera adecuada el acontecimiento, compuesto por multiplicidad de procesos singulares, articulados e integrados, concretamente, es el que puede interpretar el acontecimiento de la modernidad, teniendo en cuenta la emergencia del acontecimiento contenido, que hemos llamado, quizás inadecuadamente, capital y capitalismo.

Thomas Berner, refiriéndose a las hostilidades de la guerra de la independencia norteamericana, escribe:

“Mientras tanto, las tropas británicas se habían congregado en Massachusetts. En la noche del 18 de abril de 1775, el patriota Paul Revere cabalgó desde Boston para alertar a los agricultores de Lexington y Concord sobre el avance de los británicos. Al día siguiente reaccionaron los disparos en los prados de Lexington. Los colonos estaban en franca rebelión, incluso en guerra. Un mes más tarde, el Congreso Continental nombraba como comandante del ejército continental a George Washington. A comienzos de 1776, el congreso establecía el Comité de Correspondencia Secreta, encargado de buscar el apoyo de países amigos de Europa. Hasta entonces, la disputa había evolucionado dentro del marco del imperio británico. Pero la decisión de las colonias de independizarse la internacionalizó, y arrastró en su avance a Francia y España. El sentido común, publicado por Tom Paine en enero de 1776, fue el primer pedido formal de separación de Inglaterra. En el contexto del conflicto con la metrópoli, su brutal ataque al principio de la monarquía era menos importante para los amigos europeos de las colonias que es su declaración sobre la absurdo de que una isla gobernaba un continente. El rey Luis XVI acordó en secreto entregar un millón de libras francesas (equivalente entonces a un millón de libras británicas) a los norteamericanos, y los españoles aportaron casi la misma suma. Esos fondos, enviados a los colonos por el conde de Beaumarchais mediante una compañía falsa que lavó el dinero, permitieron que los rebeldes compraran los pertrechos militares indispensables: entre otras cosas, el 80% de la pólvora utilizada por los estadounidenses durante el primer año de guerra.” [3]

La guerra de la independencia norteamericana de las trece provincias culminó en 1781 en Yorktown. Lo que se prolongó fueron los esfuerzos diplomáticos para lograr un tratado de paz. Lo que se logró fueron tres tratados. El tratado entre Gran Bretaña y los revolucionarios norteamericanos se firmó en París, los otros dos que corresponden a las negociaciones entre Francia y España se firmaron en Versalles el mismo día.  

El desenlace no fue para nada beneficioso ni adecuado para las naciones y puebos indígenas de Norteamérica. A propósito Thomas Bender escribe:

“El tratado de París fue un desastre para los amerindios. No todas pero muchas tribus indias apoyaron a Gran Bretaña contra los rebeldes y seguramente sabían que tendrían que pagar un precio por haber respaldado a los perdedores. Pero jamás pudieron imaginar que los británicos los abandonarían por completo. En la mesa de negociaciones no hubo ningún representante de los aborígenes estadounidenses y los británicos cedieron el “país indio” (desde el oeste transapalache hasta el Mississippi) al nuevo gobierno norteamericano sin consultarlo con nadie. Ni los indios ni el hecho de qué aquellas tierras les pertenecieran fueron mencionados en el tratado. La magnitud de la significación de este silencio se hacen evidentes al advertir que la mayor parte del territorio transferido a los estadounidenses por los británicos era en realidad territorio indio. Las poblaciones europeas estaban concentradas en las zonas costeras del Atlántico y del golfo de México, mientras que el país de Ohio y la región de los Grandes Lagos eran desconocidos para la mayoría de los norteamericanos. Los ingleses rara vez habían oído hablar del Mississippi.” [4]

Responiendo, de manera más específica, a la pregunta que nos hicimos, podemos decir que la acumulación originaria de capital, en la conformación del sistema mundo moderno es esto: El despojamiento y la desposesión, el etnocidio y el genocidio de las naciones y pueblos indígenas del continente de Abya Yala. Es decir, fácticamente es el exterminio de las naciones y pueblos, de la sociedades, culturas y civilización del continente conquistado y colonizado.

Volviendo otra vez a la pregunta y volviento a responder a la misma, en concreto, la acumulación originaria de capital, como dijimos, tiene que ver con el despojamiento y la desposesión, el etnocidio, el genocidio, además del exterminio de los pueblos y la destrucción de las naciones indígenas. Remarcando, el concepto de acumulación originaria de capital, concretizado en el acontecimiento de la conquista y la colonización, en el despojamiento y desposesión de territorios, en el crimen cometido contra las naciones y pueblos indígenas, es una síntesis integrada y articulada del acontecimiento del nacimiento del sistema mundo moderno. La acumulación implica la destrucción y los asesinatos múltiples de las poblaciones nativas. No se acumula sino hay desacumulación, por otro lado, si no hay vaciamiento en otra parte. Hay como una ley de la conservación de la energía, la segunda ley de la termodinámica, esta vez aplicada a la genealogía del capitalismo. La energía que fluye es atrapada, capturada, transformada, convertida en stocks. Retenida para volver a hacerla fluir en otros circuitos. Ahora bien, esta apropiación y captura de energía, que no es repuesta, ocasiona entropía.  

Por otra parte, la economía política ha considerado a esta acumulación como producción y valorización de capital. Lo que hay es una captura de energía, una transformación de esta energía, un uso de esta energía con fines de producción. Se trata de la producción de mercancías. La organización y administración de la energía capturada con fines productivos es destinada a la valorización. Lo que está ocurriendo, en términos físicos, es la transformación material de la energía, la producción de bienes destinados al mercado, no a la satisfacción de necesidades. Las necesidades, en todo caso, son una excusa o una mediación para lograr la valorización abstracta. Sin esta destrucción no habría acumulación. Se trata de una acumulación destructiva, una acumulación privada, una acumulación para el enriquecimiento de una oligarquía. 

Desde una perspectiva ecológica la producción debería ser potenciadora, no empobrecedora de sociedades y de ecosistemas. El potenciamiento debe enriquecer ecológicamente, no cometer ecocidio. Debe ser vital, no ocasionar la muerte múltiple y planetaria. Hay pues un error inscrito en las sociedades modernas. Nacen para matar, para asesinar, para dejar desiertos, en una permanente desterritorialización abrumadora. Sembrando cementerios, entre ellos los cementerios indígenas. 

La acumulación de capital es un concepto que supone la división del trabajo y la división de los saberes. Solo en estas condiciones puede implicar la ilusión de un desarrollo, cuando lo que se ve es destrucción. El avance extensivo de las huellas ecológicas. 

Los límites de la economía política y de la crítica de la economía política 

La conformación del sistema mundo moderno se da durante el siglo XVI, después de la conquista de Tenochtitlán. La economía política británica se establece como formación enunciativa y formación discursiva durante el siglo XIX. Hay cinco siglos entre la aparición y la configuración del sistema mundo moderno y el establecimiento de la formación discursiva de la economía política. Los teóricos de la economía política interpretan y escriben sus tesis en un sistema mundo capitalista conformado y consolidado, cuyo substrato es la colonización generalizada y la esclavización generalizada. Sin embargo, cuando teorizan sobre la economía moderna lo hacen obviando este substrato de la conquista, de la colonización y de la esclavización generalizadas. En sus conceptos desconocen estos momentos constitutivos de la economía moderna, parten, en sus conceptualizaciones de algo ya constituido, que es el modo de producción, distribución y consumo capitalistas, integrados a nivel mundial. ¿Qué alcance tienen estos conceptos, en lo que respecta a una adecuada interpretación y conocimiento de lo que es el sistema mundo capitalista? Si no dan cuenta del devenir histórico, político, económico y cultural del sistema mundo moderno, si solo se basan, de manera deductiva, en un modelo que supone una producción, distribución y consumo capitalistas, actividades ya consolidadas, no pueden dar cuenta sus conceptos de las estructuras inmanentes del capitalismo mundial.

Lo que decimos tenemos que extenderlo respecto a la crítica de la economía política, que se basa precisamente en el desenvolvimiento de la economía política, en su sistema conceptual constituido. Se trata de una crítica de la teoría, la cual se comportaría como ideología al ocultar la explotación. Sin embargo, cuando habla de explotación habla de la explotación capitalista en la relación burguesía-proletariado, refiriéndose a los trabajadores asalariados, en un marco y una relación libre, donde el contrato de la fuerza de trabajo se establece como relación juridica y económica. Estas referencia es pues restrictiva, a pesar de que se considere como materialismo histórico las consecuencias de la interpretación de la crítica de la economía política, sus referencias abstractas, circuncritas a una historia abstracta, que se basa en supuestos, empero no se basa, de ninguna manera, en la historia efectiva, tal como se ha venido desplegando, desenvolviendo y transformando el sistema mundo capitalista. Al no incluir a los indígenas colonizados, obligados al servicio, a la mita minera y al trabajo no renumerado, al no incluir a la masa gigantesca de esclavos, vendidos por el comercio y el tráfico de humanos, sus tesis de la explotación queda achicada, acotada. No se trata solamente de una perspectiva eurocéntrica, sino, mucho más, se trata de una perspectiva que encubre y oculta el acontecimiento efectivamente dado del nacimiento del sistema mundo moderno, que es precisamente la conquista, la colonización y la esclavización generalizadas.

Sorprende que en el posterior desarrollo del marxismo, que asume como paradigma la crítica de la economía política de Karl Marx, que habla de colonialismo, en el contexto de las geopolíticas imperialistas, lo haga de una manera abstracta, aunque denunciativa, empero sin sacar consecuencias de lo ocurrido en el nacimiento del sistema mundo capitalista, sin acceder a la facticidad de las prácticas singulares y las estructuras particulares. Sigue manteniendo el modelo de la crítica la economía política, que no ha salido del horizonte de la economía política, es decir, de la teoría del valor, sin haberla deconstruido, sin haber construido una concepción crítica efectiva y potente, que desnude las estructuras de dominación y de explotación capitalistas, que se han dado a lo largo de seis siglos. 

La explicación que dimos, hace un tiempo, en otros escritos, ensayos y exposiciones, es que, paradójicamente, la crítica de la economía política que señala a la economía como ideología, termina cayendo en otra ideología, la ideología marxista, el marxismo convertido en una ideología, que deja de ser arma revolucionaria, en la medida que no logra descifrar las concretas relaciones de dominación, de poder y explotación capitalistas específicas y en devenir. Por ejemplo, sigue manteniendo el referente de la relación abstracta entre una burguesía homogénea y un proletario único, en un escenario puro, sin espesores, complejidades y singularidades, como las que se dan en la historia efectiva del sistema mundo moderno, en sus distintas fases de desarrollo. Es más sorprendente que esto ocurra cuando a las puertas de la revolución social, en lo que llama el marxismo el eslabón más débil de la cadena de dominación imperialista, se ve obligado el marxismo militante a una interpretación que apoye y explique la revoluciones en las periferias del sistema mundo capitalista, llamadas las tesis orientales marxistas. Estas tesis suponen un desarrollo desigual y combinado, en el contexto de la geopolítica de los imperialismos, además de incorporar al campesinado en la lucha contra el imperialismo y en la alianza con el proletariado, que lucha contra el capitalismo. En las tesis orientales esas interpretaciones quedan ahí, como bocetos; no se desarrollan las consecuencias teóricas, ni tampoco se esmeran en desarrollar investigaciones que incorporen el análisis de las prácticas y estructuras singulares de la dominación y de la explotación capitalistas, en el marco de la geopolítica del sistema mundo capitalista.

Es cierto que desde el marxismo afro se ha venido desarrollando el concepto del sistema mundo capitalista, se ha incorporado el colonialismo, la esclavización, sin olvidar la conquista, el despojamiento y la desposesión, dadas en el contexto de una violencia proliferante, sistemática y extensa, que se da en el nacimiento del sistema mundo capital. Desde el marxismo afro hasta las investigaciones de los ciclos largos del capitalismo, que desarrolla Emmanuel Wallerstein, pasando por el narxismo latinoamericano de la teoría de la dependencia, se ha venido conformando una perspectiva más compleja, que incorpora miradas más detalladas de lo que ha sucedido en la historia del sistema mundo moderno. Es así que nuestra crítica de la crítica de la economía política arranca de estas investigaciones, de esos desplazamientos epistemológicos, buscando la ruptura epistemológica, que logre cruzar el límite de la episteme moderna, la episteme de la historicidad, de las positividades y de las empiricidades, dadas en estructuras de saber y de las ciencias, que supone en la división del trabajo y de lo saberes.

No se trata de descartar la crítica de la economía política, su arqueología del saber, sino de situarla. Si en el siglo XIX ya está constituida la clase obrera, incluso organizada en sindicatos, sobre todo organizada por la propia arquitectura del modo de producción capitalista, esta constitución se sostiene por lo que acontece en el mundo, en términos de la configuración, conformación, estructuración e institucionalización del sistema mundo moderno. Este proletariado europeo, sobretodo británico, que tiene como referencia Karl Marx, no podría haberse dado sin todo el tráfico de esclavos, que duró tres siglos, de su utilización en las plantaciones y en las minas. El proletariado europeo no hubiera sido posible sin la acumulación de capital originaria a nivel mundial, mediante la desposesión y el despojamiento de territorios, por procedimientos de conquista y colonización, por la reducción de las poblaciones nativas a condición de servidumbre e incluso de esclavización, fuera del etnocidio y el genocidio ocasionados, además del ecocidio inicial. Es decir, el referente de Karl Marx es acotado y está situado en un periodo ya avanzado del desarrollo del sistema del capitalismo mundial. El modo de producción capitalista es mundial, no puede comprenderse, entenderse, ni conocerse el desarrollo capitalista sin este acontecimiento integral en el mundo, que se va formando en la configuración moderna de la sociedades. Entonces, la crítica de la economía política adolece de esta restricción, de este recorte indispensable para la teoría de la economía política, que, como dice Marx, es una ideología que esconde la explotación. Pero, cuando la crítica de la economía política sólo considera este recorte espacio-temporal, queda limitada para dar lugar a una comprensión integral de la formación de capital y del funcionamiento del sistema mundo capitalista.

Conclusiones

En el capítulo 24 del libro I y Tomo III de El capital, titulado La llamada acumulación originaria, Karl Marx, en el apartado El secreto de la acumulación originaria escribe:

“La relación capitalista presupone la disociación entre trabajadores y propiedad en las condiciones de realización del trabajo. Una vez que la producción capitalista marcha por sus propios pies, no solo mantiene esta disociación, sino que la reproduce a una escala cada vez mayor. El proceso que crea la relación capitalista puede ser, pues, más que el proceso de separación entre el obrero y la propiedad de sus condiciones de trabajo, un proceso que, por un lado, transforma los medios sociales de subsistencia y de producción en capital, y por otro, convierte a los productores directos en los obreros asalariados. Así, pues, la llamada acumulación originaria no es otra cosa que el proceso histórico de disociación entre el productor y los medios de producción. Se presenta como originario porque constituye la prehistoria del capital y de su modo de producción correspondiente.” [5]

Esta disociación entre productor y medios de producción se da en el contexto del despojamiento y la desposesión de pueblos y territorios, a través de la conquista, colonización y esclavización generalizadas. No se puede comprender el modo de producción capitalista sino a escala mundial, el establecimiento del sistema mundo moderno se da de manera integral; lo que pasa en Europa es parte de este acontecimiento oceánico y de interacciones continentales. Por otra parte, la acumulación originaria de capital no es la prehistoria de la acumulación ampliada de capital, sino que se trata de una complementariedad dialéctica[6]. La acumulación originaria de capital es recurrente, por ejemplo, en el desenvolvimiento reiterativo del extractivismo, empujando a nuevos ciclos de la acumulación ampliada de capital, acompañados por revoluciones científicas, tecnológicas, cibernéticas y comuniacionales. 

Las repúblicas criollas dadas en el continente americano son una prolongación, a su vez, una consecuencia, además de una síntesis barroca, del acontecimiento del sistema mundo moderno. Así como no hay una historia nacional del capitalismo, pues el capitalismo responde a su conformación mundial – esto lo dijo Emmanuel Wallerstein -, así también no hay, propiamente hablando, historias de los Estados nación, circunscritas a sus geografías políticas. Se trata de las genealogías del poder y la dominación a escala mundial. 

Los Estados Unidos de Norte América forman parte de la historia de las naciones, como dice Thomas Bender. Forma parte de la genealogia del orden mundial de las dominaciones, que opera como máquina de guerra, continuando, por otros medios con las oleadas de conquista y colonización, además de la esclavización generalizada, por otros medios, con otras figuras y otros perfiles. 

Notas


[1] Thomas Bender: Historia de los Estados Unidos. Una nación entre naciones. Siglo XXI. Buenos Aires 2023. Pág. 94.

[2] Ibídem. Pág. 94.

[3] Ibídem. Págs. 98-99.

[4] Ibídem. Pág. 102.

[5] Karl Marx: El capital. Libro I, Tomo III. Capitulo XXIV, La llamada acumulación originaria. Ediciones Akal; Argentina, España, México; pág. 199. 

[6] La tesis de la complementariedad dialéctica entre acumulación originaria y acumulación ampliada de capital corresponde a Jorge Viaña, quien elabora esta investigación y exposición en su tesis de grado para la licenciatura en economía en la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz-Bolivia.  

¿Qué es la acumulación originaria de capital?

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Fotografía: Pradaraul

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