Por: Ernesto López Portillo. 29/12/2023
Este es mi deseo de año nuevo. En la esfera profesional, el más importante. Probablemente es mera ingenuidad, tal vez no hay manera de tener elecciones donde el pensar sea relevante, acaso no ha sido, no es y nunca será así porque en el fondo las campañas no son lugares donde haya espacio y tiempo para en verdad discernir lo que está en juego; pero en esta época, dicen, se vale soñar.
El asunto es que está en juego construir o no la salida de una pesadilla. Ya sé, hay quienes la están pasando bomba, amasando fortunas legales e ilegales y hacen todo lo que está en sus manos para aprovechar esta descomposición desfondada por igual del Estado y de la sociedad. Ya sé, para millones de personas en este país es más o menos irrelevante, por ejemplo, la epidemia de homicidios mientras no les toque.
Pero lo cierto es que, salvo un puñado de personas que viven en islas de seguridad privada, nadie está al margen del riesgo de ser víctima de alguno de los más graves delitos y luego de su impunidad casi absoluta. México podrá ser un oasis para hacer fortunas, pero también lo es para delinquir. Lo sabemos hace mucho y solo se ha prolongado sexenio tras sexenio con aparatos de seguridad que no protegen a la inmensa mayoría y aparatos judiciales que no imparten justicia salvo excepcionalmente, si acaso.
¿Estás entre quienes ya perdieron la esperanza de salir de esta pesadilla? ¿Vives en la resignación? La inseguridad está tan fuera de nuestro control como el clima, contestó la mayoría en una encuesta, agregando que su temor ya no es que sigan las violencias asociadas a la delincuencia organizada, sino que esta tome el control de las comunidades, lo cual, por lo demás, sucede en cada vez más territorios.
Las elecciones del 2024 serán las más grandes de nuestra historia, repiten. Yo agrego que serán una prueba de consecuencias descomunales para el país, al menos en lo que se refiere a la seguridad, la justicia y la paz.
Escoger el optimismo luego de más de 30 años de carrera me resulta verdaderamente difícil; con todo, siempre me ha movido el optimismo de la voluntad, a pesar de mi pesimismo de la razón (frase que escuché a Rossana Reguillo, describiéndose ella misma parafraseando a Antonio Gramsci). No por otra cosa aguanto el golpeteo continuo de quienes una y otra vez confiesan que no entienden mi perseverancia ante “algo que cada vez está peor”.
Prefiero la ingenuidad que el cinismo, me dijo una vez un querido amigo. Si insistir en proponer vías para salir de esta pesadilla es propio de la ingenuidad, pues de ahí soy.
Tardaron mucho, pero ya están reaccionando. Analistas que pasaron el sexenio entero callados respecto a la seguridad y la ideología militarista del presidente, ahora escriben que es en este tema donde se debatirá principalmente el proceso electoral. Eso no lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que la narrativa oficial se quedó atrás, intentando tapar el sol con un dedo. Igualito que las dos administraciones federales anteriores, hoy volvemos a escuchar que “vamos bien”, no obstante que, ya contando la posible reducción reciente de homicidios intencionales, México multiplica cuatro veces y media la tasa global promedio de este delito. Nos estamos matando como casi nadie en todo el planeta.
Será aborrecible escuchar quizá a miles de personas candidatas ofreciendo ocurrencias demenciales en la campaña, pero será mucho peor la potencial expansión de ofertas inerciales de mano dura, tan atractivas como peligrosas. Nos volverán a decir que más fuerza y más castigo nos darán la seguridad; volverán a engañar y millones de personas volverán a ser engañadas, votando desde la desesperanza, el temor, el terror y el desamparo que el propio Estado ha construido.
Nada es más fácil para una candidatura que no tener que pensar con seriedad en sus ofertas. En muchas partes será así, incluso o principalmente en estos temas, invirtiendo los equipos de campaña en la manipulación emotiva que convence sin necesidad de argumento sólido alguno. El “bukelismo” aparecerá por aquí y por allá, convenciendo a tantas personas a quienes les es completamente irrelevante la normalización del Estado de excepción, condición que, a nombre de la seguridad, desmonta cualquier freno al Estado para dejarnos, precisamente, sin seguridad, pero como siempre embistiendo mucho más en contra de las personas que no tiene recurso alguno para defenderse y también en particular en contra toda forma de disidencia.
Se vale soñar en estas fechas, dicen. Yo sueño con el crecimiento de la sociedad civil que ponga freno a esto, al menos en algunas partes del país, presionando eficazmente hacia alternativas participativas.
¿Habrá candidaturas que invertirán en el pensamiento a favor de la seguridad, la justicia y la paz, más allá de los típicos foros cuyos formatos son idóneos para hablar mucho, escuchar poco e imaginar menos? Tal vez algunas, si acaso.
Ernesto López Portillo Coordinador del Programa de Seguridad Ciudadana de la Universidad Iberoamericana. Fundó y dirigió el Instituto para la Seguridad y la Democracia -Insyde- (2003-2016). Ashoka Fellow.+Derechos+Seguridad+Derechos.
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Fotografía: Elefante blanco