Por: Jose Amore. 27/05/2025
Javier y Karina Milei se saludan. Eufóricos y empoderados se abrazan y entonan “Mauricio Macri, la puta que te parió” con la misma emoción que el resto de sus militantes presentes en el bunker libertario. Manuel Adorni, su candidato en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quizás en una de las pocas elecciones nacionalizables de las acontecidas hasta el momento, se posicionó al frente de la contienda electoral con el 30,13% de los votos.
Aunque La Libertad Avanza (LLA) se consolida como el partido más representativo de la derecha en la Ciudad y amenaza con la muerte política de Mauricio Macri, lo hace sólo con el 53,35% de la participación electoral. ¿Es la apatía política y la falta de participación clave para la consolidación del triunfo libertario?¿Cuánto necesita el modelo libertario del descrédito de la política para consolidarse?
¿Qué tienen en común Santa Fé, Jujuy, Salta, Chaco, San Luis y CABA? (además de ser parte de esta bella patria)
¿Por qué los argentinos dejan de creer en la política? O mejor dicho, ¿es por eso que los argentinos dejan de votar? ¿Es que ya no creen en la política?
En lo que va de 2025 fueron a las urnas seis provincias del país. En general, fueron elecciones legislativas locales desdobladas de las nacionales que nos esperan nueva y concurridamente en octubre, donde votaremos diputados y senadores para el Congreso de la Nación. El elemento en común entre todas ellas fue una caída en la participación: en Santa Fe votó el 55% del padrón; en Jujuy, el 64%; sólo el 59 % en Salta; 52 % en Chaco y 60% en San Luis. Este domingo se sumó la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, dónde sólo el 53 % de los porteños participaron de la jornada democrática.
Desde el Centro de Investigación para la Calidad Democrática (CiCAD) señalan la tendencia: “El porcentaje de participación cae entre 5 y 10 puntos cada 10 años desde 1983”.
Casi 1 de cada 2 porteños decidió no acudir a las urnas y si bien el título es alarmante hay algunas particularidades que recoger para el análisis. El padrón de 2025 debe compararse con el de 2021, año en el que la sanción del Código Electoral de CABA llevó adelante el empadronamiento automático de los extranjeros con residencia permanente en la Ciudad, aprobado previamente en 2018.
“Desde entonces, el porcentaje de participación se calcula tomando en cuenta el padrón de nativos y extranjeros, lo que hizo descender el nivel total porque se incrementó la base sobre la cual se calcula la participación y porque la población migrante aún participa menos”, explica el CiCAD. Es decir que, aunque la tendencia se configura a la baja, también hay que contemplar la incorporación de migrantes al padrón, lo que se traduce en un engrosamiento en cantidad de votantes. Finalmente, en las elecciones legislativas de 2021 la participación fue del 65,67%, un diez por ciento más que los votantes concurridos en 2025.
El odio a la “casta”: ¿oportunismo narrativo de las derechas o fracaso de la política?
El contexto y la nacionalización de la tendencia permite hacernos algunas preguntas. ¿Está el electorado argentino descreído de la democracia? ¿Es que ya no encuentran en el voto un canal para expresar su insatisfacción política?
¿Será el rechazo hacia la “casta”? ¿Es el voto a Milei un “voto bronca”, como fue en 2001 el “que se vayan todos”, canalizado en un proceso electoral legítimo? Si es así, ¿cómo se mantiene esa convicción política tras dos años de ajuste y claro empeoramiento de las condiciones materiales de los argentinos?
¿Será que la ultra derecha o el proyecto de Milei necesita de la apatía y la resignación de la política como herramienta de transformación social para desarrollarse? ¿Será que requiere una ciudadanía cansada, harta, “mirando para otro lado” para hacerse paso en la destrucción de políticas, programas y acuerdos?
¿Será el hecho de que ningún gobierno reciente supo resolver los “problemas económicos reales” del argentino promedio lo que impulsa a “votar algo distinto”?
La consultora Trespuntozero, que dirige Shila Vilker, realizó un estudio junto a La Sastrería llamado “Democracia, Libertad y Estado”. Allí se manifiestan las deudas de la política a la hora de dar respuestas concretas a problemas materiales en la economía de los argentinos:

Si la desilusión del electorado con la clase política es un problema que viene constituyéndose desde 1983 y no un acontecimiento que podamos adjudicar a un sólo gobierno, quizá sea lógico encontrarse de cara a una sociedad dispuesta a resignar eslóganes o significantes vacíos asociados al “rol del estado” y la “garantía de derechos”. Quizá sean muchos los argentinos que perciben que el estado se retiró hace tiempo de su rol de cuidado y contención a los problemas de la ciudadanía. De hecho, en el mismo estudio se observa que hay casi 3 de cada 10 argentinos dispuestos a apoyar un gobierno autoritario” con tal de que “logre resolver los problemas del país”.
Casualidad o causalidad, la baja de la participación en la Ciudad de Buenos Aires fue mayor en las comunas más pobres, tal cual lo demuestra Daniel Schetingart, director de Fundar:

La era de las “pasiones tristes” y la frustración democrática
Mientras tanto, en Argentina, las ultraderechas consolidan sus narrativas sobre discursos de odio y profundizan la polarización afectiva. En la Ciudad de Buenos Aires, Manuel Adorni y La Libertad Avanza se llevaron un triunfo con el 30% de los votos, aunque la baja de la participación indica que a ciencia cierta solo lo apoyó el 16% del electorado porteño (si se hace la relación porcentual comparado con el 53% de la participación).
No hay dudas de que la ausencia en las urnas beneficia a los partidos de derecha con candidatos “outsiders” (antes de ser vocero Adorni era periodista) que capitalizan el odio a la “clase política” y se expresan a sí mismos como una alternativa de “cambio” o “voto castigo” al oficialismo.
Las caras que patean el piso en el bunker amarillo o la señal de que el distrito que permitió durante once años (lo que lleva el PRO al frente del poder ejecutivo de la Ciudad) la proyección de Mauricio Macri a nivel nacional se desintegra en tiempo récord. No hay ni una comuna de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que se haya teñido de amarillo.
Se presenta el fin de la derecha en la Ciudad como la conocíamos y la consolidación de la ultra derecha libertaria como expresión de alternativa al peronismo. Caen las expresiones “intermedias” a estos dos polos antagónicos y crecen a su vez los votantes que eligen candidatos del peronismo porteño.
La estrategia electoral del candidato libertario fue nacionalizar la discusión: durante las escasas tres semanas que duró la campaña vimos al vocero desfilar y posar junto al presidente Javier Milei en cuanta esquina porteña pudieron. También participaron de actos y spots de campaña Karina Milei, Toto “Luis” Caputo (ministro de Economía), Patricia Bullrich (ministra de Seguridad), Sturzzeneger (ministro de Desregulación). En la semana de la elección escuchamos anunciar al vocero desde la Casa Rosada una reforma migratoria y la baja de aranceles para productos tecnológicos importados, lo cual derivaría en una baja de precios en celulares y consolas de videojuegos.
Todo el aparato del Estado fue puesto a disposición de la construcción de una campaña electoral en un sólo distrito, una campaña con ideas nacionales para disputar representaciones locales. LLA no sólo abatió políticamente al PRO, quien tuvo la intención de no nacionalizar la discusión al desdoblar la elección a legisladores de la nacional, sino que terminó por adelantar la nacionalización de las discusiones de la Ciudad demostrando que ya nadie discute propuestas ni programas.
Polarización afectiva: ¿está “muerta” la política de cercanía?
En el libro Polarizados escriben Natalia Zuazo y Natalia Aruguete un artículo denominado ¿Polarización política o digital? Un ecosistema con todos los climas. Allí explican cómo operan estas narrativas en la actualidad: “En la polarización política conviven la polarización ideológica y la polarización afectiva. La ideológica nos lleva a apoyar una agenda de temas alrededor de los cuales nos diferenciamos políticamente. La afectiva nos invita a simplificar la complejidad del mundo social y alinear sus atributos en una única dimensión. Por esta razón, aun cuando no estemos tan distantes en términos ideológicos –incluso cuando candidatos de distintos partidos puedan dar argumentos similares a favor o en contra de una política pública– rechazamos a personas con filiaciones partidarias distintas, motivados por un sentimiento de pertenencia”.
La definición por la negativa pareciera ser cada vez más frecuente en las agendas que presentan algunos candidatos y partidos. Allí hay una argumentación consecuente, pero no originaria: donde la identidad, la simbología y hasta la estética pueden construirse derivada del rechazo a un otro. El gobierno de la Libertad Avanza construyó una estética propia, pero cuando llegó la hora de gobernar, el terreno de las definiciones ideológicas se volvió inestable y sus reivindicaciones resultaron contradictorias a su praxis política. Liberales libertarios que permanentemente intervienen en la economía para controlar tipos de cambio, precios, salarios mientras fortalecen la presencia estatal en la represión con políticas punitivistas que cercenan la libertad de los individuos.
Esta contradicción nace de que LLA se define su entramado ideológico pensando estratégicamente en ser “la gran oposición al peronismo”. Queda claro que la sociedad le abrió paso y habilitó en las urnas su ascenso como mientras en paralelo velaba al PRO y a la dirigencia de Mauricio Macri, punto de origen de este gran proceso polarizador. De allí que mucho de su marco teórico resulte, al menos, tirado de los pelos. Esto también aplica al marco económico pero también al social, en el terreno que tanto gustan llamar “batalla cultural”. De esto se trata, en definitiva, la construcción de que detrás de la perspectiva de género, de la “progresía woke”, hay una “ideología” de género en la que ven la oportunidad estratégica de esconderse.
La polarización genera una efervescencia en la discusión política. Discursos y “sobregirados” que interpelan a nichos específicos motivados por pasiones fuertes. Las minorías intensas están sobrerrepresentadas en las redes y en los medios por ser tan “ruidosas”, pero detrás del humo se vislumbra otra realidad: gente cansada de la radicalización de algunas discusiones, una ciudadanía en retirada de la participación electoral, quizá harta de involucrarse en relatos que no interpelan sus preocupaciones o problemas de “la vida real”.
En una elección a legisladores de la Ciudad, dónde se deberá elegir a los representantes que tendrán la posibilidad de transformar la realidad material de los porteños (arreglar las veredas, mejorar la recolección de la basura o la frecuencia del subte, asegurar vacantes en las escuelas públicas -quién te dice licitar el fantasma de la Línea F), ganó el candidato que menos propuestas locales presentó en toda la campaña. El vocero de la Rosada se sentó en el slogan “Milei es Adorni” asegurando ser ellos los únicos capaces de “frenar al kirchnerismo” que no gobierna en la Ciudad de Buenos Aires desde 2006. Ahora bien, ese kirchnerismo del que hablan, ¿está aquí con nosotros? Una vez más, el triunfo del vaciamiento del discurso político y la desafección de un electorado que se acerca a las urnas con un alto grado de desconocimiento sobré qué es lo que vota y para qué lo hace.
Ninguna persona que respete su patria estaría en condiciones de creer que los equivocados son los electores. Más bien el acumulamiento de años de desilusión política se transforma hoy en una nueva tendencia a la apatía, canalizada por (ultra) derecha como una expresión a favor de la desintegración de todo lo conocido por inútil, o mediante la enajenación al sistema político en general y el alejamiento del voto como forma de manifestación.
Vale la pena resaltar que, de cara al futuro y en el mismo país que vivió una dictadura militar como la de 1976 y una crisis de representatividad como la de 2001, allí donde duermen los decepcionados, aparece también una oportunidad reconciliatoria. Quizá el opositor más despierto tenga chances todavía de volver a enamorar a los desahuciados, siempre que se encuentren las ganas de seguir creyendo que pase lo que pase, todavía estamos a tiempo de cambiarlo todo.
LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ
Fotografía: Feminacida