Por: Laura de Grado Alonso. 23/06/2025
La educadora social especializada en género, sexualidad y drogodependencias Pitu Aparicio ha decidido condensar más de una década de talleres en un libro con vocación de herramienta: Autocoñocimiento, una guía de educación sexual sin tabúes ni tecnicismos, pensada —como dice ella— para “gente de 4 a 90 años” y que, frente a la violencia estética y el capitalismo que explota los cuerpos de las mujeres, actúa como “la Superpop” que toda una generación hubiera querido leer.
“Seguimos teniendo la misma educación sexual que en los 80, pero con una sobrestimulación brutal de información de TikTok en el que te van diciendo «tienes esto para limpiarte la vagina, tienes esto para recolocarte el coño». Todo el rato hay una violencia estética brutal en la que yo, por ejemplo, no he visto pasillos en el supermercado de productos para el olor a polla. Hay un capitalismo sobre nuestros cuerpos que todo el rato te dice que estás mal y que tienes que arreglarte“, explica Aparicio durante una entrevista con Efeminista durante su paso por la Feria del Libro de Madrid.
La autora, que este junio presentará su libro en Bilbao y Barcelona, ha explicado que llevaba cuatro años negándose a escribir un libro porque temía “que fuera un proceso solitario”, pero que, sin embargo, ha sido una forma de reunir diez años de talleres de educación sexual y volcarlos en casi 200 páginas que son “una amiga a la que recurrir cuando tengas dudas sobre tu cuerpo”.
Autocoñocimiento, la amiga a quien preguntar todo sobre el cuerpo
“Me apetecía mucho que no fuera un libro de divulgación, ni de sexualidad, ni de las partes del cuerpo. Creo que hay mucho de sexualidad, pero no hay ningún libro que precisamente hablara de por qué tenemos nombres de señores en nuestros cuerpos, de por qué la regla no debe doler o que desmontara un montón de mitos que nos habían contado”, comenta.
Desde la primera página, Autocoñocimiento derriba silencios y creencias heredadas con un lenguaje accesible, ejemplos cotidianos y ejercicios prácticos. Una apuesta por la cercanía que, sin embargo, no le resta profundidad. Publicado por Molino y con prólogo de la cómica y presentadora Henar Álvarez, el libro transita por la anatomía, el deseo, la culpa, el placer, la política del cuerpo y la memoria histórica con una pregunta constante: ¿qué sabemos realmente de nuestros cuerpos?
“Es la Superpop que nunca leímos”, resume.
Renombrar el cuerpo para romper con un legado de violencia
Aparicio explica a Efeminista que parte de la violencia simbólica y material hacia los cuerpos de las mujeres pasa por la forma en la que los nombramos. “Las trompas de Falopio, las glándulas de Skene, las glándulas de Bartolino… esos nombres pertenecen a hombres que durante décadas torturaron a mujeres, muchas de ellas negras y esclavizadas. Por eso, lo mínimo que podemos hacer es renombrar estos cuerpos“, afirma. En esta reivindicación, señala, se apoya en el trabajo y la voz de un montón de feministas antirracistas que llegaron antes que ella y abrieron el camino para cuestionar esos relatos y ponerlos en jaque.
“Los supuestos padres de la ginecología moderna eran hombres blancos cishetero que experimentaron sin anestesia con mujeres negras esclavizadas. A muchas les administraban opio como única forma de ‘alivio’ durante procedimientos brutales. Literalmente, las mutilaban para investigar la anatomía y tratar de corregir fístulas vesicovaginales”, añade.
La autora se refiere al caso del médico estadounidense J. Marion Sims, conocido durante décadas como el “padre de la ginecología”, que entre 1845 y 1849 llevó a cabo intervenciones quirúrgicas repetidas sin anestesia sobre mujeres esclavizadas como Anarcha Westcott, Lucy y Betsy, entre otras. El legado de estos abusos sigue impreso en nuestros cuerpos, recuerda Aparicio, cada vez que usamos términos como “glándulas de Skene”, “glándulas de Bartolino” o “trompas de Falopio”.
Su propuesta es sencilla y radical: renombrar. Así, plantea hablar de glándulas de Anarcha en lugar de las glándulas de Skene, glándulas de Lucy y Betsy en lugar de las glándulas de Bartolino, trompas uterinas en vez de trompas de Falopio y, en lugar de himen, utilizar el término corona vaginal. Esa reapropiación atraviesa todo el libro. Porque, como recuerda Aparicio, hasta 2008 no se cartografió el clítoris completo. “Todas las investigaciones que hay del cuerpo, de todo lo que se estudia a nivel médico, se basa en el cuerpo del hombre”, critica.
Culpa, porno y desconocimiento
La autora dedica un espacio del libro a hablar de la culpa. Aparicio la identifica como un hilo conductor en la experiencia sexual de las mujeres: una culpa que viene de generaciones atrás, de cuerpos enseñados a complacer sin preguntarse por su deseo, de silencios, de vergüenza. “Hay mucho de culpa metida en la heterosexualidad normativa”, dice.
“Por desgracia seguimos sin tener educación sexual y seguimos repitiendo patrones que tenían nuestras madres”, añade. La falta de información y el peso de los tabúes siguen siendo una constante. Y, en ese vacío, el porno entra sin filtros y sin mirada crítica, dice.
Aparicio trabaja con adolescentes y jóvenes desde hace más de una década. Lo que ve en los talleres es una mezcla de confusión, miedo y presión. “La juventud está teniendo miedo a compartir su cuerpo de forma sexual porque piensan que tienen que repetir lo que ven en el porno. Ellos temen no aguantar, ellas a la violencia absolutamente explícita que ven”, explica.
Adultocentrismo y condescendencia para hablar de sexualidad
Pero advierte que, cuando se imparte educación sexual, el enfoque no es el adecuado. “Seguimos utilizando en las charlas de sexualidad un lenguaje absolutamente adultocéntrico, muy técnico, que desconecta a las criaturas. Y esto además se traslada a las familias. Cuando los padres y madres vienen a los talleres, llegan con culpa: ‘¿Llego tarde?’, ‘¿Qué tengo que hacer?’. Otra vez la culpa de las madres, el miedo de los padres… cuando ni siquiera a nosotras nos enseñaron lo básico”.
“Generación tras generación seguimos repitiendo este miedo y este lenguaje absolutamente técnico para llegar a las aulas”, recalca.
La falta de educación sexual formal choca con una sobreestimulación brutal de contenidos digitales. TikTok, Instagram y otras plataformas ofrecen consejos, productos y discursos contradictorios que muchas veces refuerzan una idea de cuerpo como problema a corregir.
“Hay una violencia estética brutal”
“Todo el rato hay una violencia estética brutal. Yo no he visto pasillos en el supermercado con productos para el olor a polla”, ironiza. “Hay un capitalismo sobre nuestros cuerpos que constantemente te dice que estás mal y que te tienes que arreglar”.
Para Aparicio, la clave está en el acceso a información clara, cercana y sin juicio. “No se trata de decirte que no te depiles. Se trata de que tengas toda la información para poder decidirlo. Que sepas qué hace el vello, por qué está ahí, y que después puedas decir: me lo dejo, me lo quito, lo que sea. Pero que sea una decisión libre, no una respuesta automática a la presión”.
Eso es, precisamente, lo que propone Autocoñocimiento. “Está pensado para todas esas personas que en los talleres, después de tres horas, me dicen: ‘No tenía ni idea de nada. ¿Qué mal se lo estaré enseñando a mis criaturas? ¿Qué mal lo estaré haciendo con mi cuerpo?’”, cuenta.
“No nos enseñaron esto, es imposible que sepamos algo que no nos enseñaron y que, además, te dijeron que no buscaras, porque ya se encargaron de que el ‘no te toques ahí, cochina’ cortara tu absoluta curiosidad por conocer algo de lo que no se podía hablar”, explica.
Por eso, para ella, la información de los libros como el suyo “ayuda a decidir sobre tu cuerpo libremente”.
Hasta ahora el recibimiento del libro ha sido, según cuenta, una sorpresa cargada de gratitud. “Me están dando las gracias por la naturalidad. Siempre me han penalizado por hablar claro, sin tecnicismos, usando ejemplos cercanos que realmente te atraviesan. Durante años eso se ha visto como ser una mal hablada”, concluye.
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Fotografía: Efeminista