Por: Área LGTBI de Anticapitalistas. 11/07/2023
Área LGTBI de Anticapitalistas | Cada 28 de junio hay un debate que se repite en el movimiento LGTBIQA+ entre un orgullo de lucha, de protesta, o si es una fiesta, un desfile. Es un debate falso que esconde la tensión real entre un orgullo crítico, construido desde abajo, y un orgullo institucionalizado, mercantilizado y vacío. Quienes hemos participado en el orgullo sabemos que no hay incompatibilidad alguna entre la lucha y la fiesta, que la fiesta, los desfiles, nos hacen visibles, con nuestra pluma o sin ella. Tener espacios seguros en los que encontrarnos, poder ser y expresarnos con libertad, disfrutar de nuestro cuerpo y de nuestra sexualidad, mostrarnos tal y como somos, desear y ser deseado… ha sido parte de la lucha por las libertades sexuales. Stonewall era asediado por la policía, día tras día, precisamente por ser ese espacio. Cuando ese espacio es privatizado, cuando nuestros derechos se compran y se venden, cuando el orgullo es una oferta de una agencia de viajes, es cuando pierde el sentido. Cuando la fiesta queda hueca, convertida en un evento más que consumir. Cuando es una estrategia de marketing de grandes empresas que no contratan a personas trans y que explota a sus trabajadores, sean heteros, homosexuales, bi o asexuales. Resistir y construir un orgullo lleno de vida, de lucha, diverso, frente a ese orgullo vacío y sin alma, es hoy más necesario que nunca.
A tu antifascismo le falta purpurina
La derecha arrasó en las últimas elecciones, evidenciando una derechización de la sociedad, que refuerza el modelo de familia heteronormativo y patriarcal, que alimenta el odio al diferente, sea por su color de piel o por no encajar en lo que tratan de imponer como “lo normal” y que viene a señalar qué vidas merecen ser salvadas y cuáles no, profundizando las desigualdades ya existentes. La derecha no gana solamente elecciones, gana en el día a día, sumando detractores a la ley trans, consiguiendo vetar a una ministra como castigo por atreverse a sacar dos leyes que sí, dejan mucho por hacer, pero son avances innegables. Gana cuando una cierta izquierda considera que la sexualidad, el género, el feminismo, las disidencias sexuales, de cuerpo y género, son cuestiones menores, que nos distraen de lo realmente importante. En lugar de entender que nos hace falta purpurina al hablar de trabajo, de vivienda, de salud mental, de justicia social y de cómo hacemos frente a una derecha que ha hecho del movimiento feminista y LGTBIQA+ un enemigo. Si nos colocan en su diana debe ser por algo.
Transgredir la norma, transformar el cis-tema
El sistema se sostiene gracias a las opresiones, a todas ellas. En concreto, hablamos aquí sobre el género. El capitalismo necesita invisibilizar el trabajo reproductivo y de cuidados que es necesario para la vida. Someter a las mujeres a una posición subordinada socialmente, en tanto que nos toca a nosotras asumir ese trabajo, sin reconocimiento alguno, y a costa de nuestra salud y de nuestras vidas, es una pieza central del sistema que tiene dos caras. Una es todo lo que ello supone para las mujeres y otra es que eso se basa en la idea de que hombres y mujeres son complementarios entre sí, son las únicas identidades de género y cuerpos posibles, y exige una triple coherencia entre sexo, género (identidad, expresión, rol social) y orientación sexual. Quienes nos salimos de ese esquema transgredimos la norma de género, basada en ese binarismo hombre-mujer, en la heternormatividad y las cisnormatividad. Cuando nos organizamos colectivamente desde las disidencias lo hacemos sobre la idea de la necesidad de transformar el sistema para acabar con esa normas de género, con el género como opresión y con la división sexual del trabajo, productivo-reproductivo, que es la raíz de las desigualdades que mujeres y personas LGTBIQA+ sufrimos, de las violencias machistas, de la lgtbifobia… La derecha tiene muy claro la amenaza que suponen el feminismo y las disidencias.
Desviades del mundo, ¡uníos!
Quienes queremos transformar el mundo tenemos como objetivo acabar con todas las opresiones y es por ello que luchar contra las opresiones que el género genera es central. Entender que no es que haya distintos modelos de familia sino que la familia en sí es una institución a superar, que nuestro modelo va más allá de la familia, monógama y normativa, para hablar de comunidad. La misma comunidad que debe hacerse cargo de todos los trabajos, dentro y fuera de casa. Una comunidad donde lo normal no existe, donde la diversidad es la norma. Donde no vivimos cada une sole, aislade, con armario o sin él. Una sociedad en la que nuestras vidas sí importan.
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Fotografía: Poder popular