Por: Paul Almeida, Allen Cordero Ulate (Editores). 23/05/2020
INTRODUCCIÓN
En América Latina, en los últimos 25 años, se ha presenciado un renovado auge de la movilización popular. El fin de los gobiernos militares, y de los conflictos violentos de la década del 80, dio paso a nuevas luchas y a un clima relativamente más democrático. Desde el norte de México al sur de Argentina, los movimientos sociales en los años 90 y, especialmente en los 2000, han alcanzado nuevos picos de participación popular. Estas afirmaciones son confirmadas por las multitudinarias marchas en las calles de Costa Rica contra el acuerdo del Tratado de Libre Comercio de América Central (TLC-CAFTA) en 2007, las Marchas Blancas en El Salvador contra la privatización de los servicios de salud y las Marchas Negras en Panamá contra la reforma del sistema de pensiones, junto a las masivas movilizaciones indígenas en Bolivia, Ecuador y Perú. Asimismo, países del Cono Sur como Argentina, Paraguay y Uruguay experimentaron una amplia movilización contra las políticas de liberalización económica a principios del 2000. Nuevos actores y organizaciones sociales emergieron en la escena política, como los movimientos sociales con identidades ambientales, feministas, de gays/lesbianas y de consumidores (Álvarez et al., 1998). Incluso los movimientos sociales “tradicionales”, como los sindicatos, continuaron desempeñando un papel importante dentro del campo de los movimientos sociales en las campañas contra la austeridad, el ajuste, las privatizaciones y el libre comercio (Almeida, 2007). Los sectores rurales también persistieron al impulsar luchas por las condiciones de trabajo o la explotación pasada (Enríquez, 2010; Cordero, 2009). Las comunidades indígenas siguen siendo protagonistas clave en Bolivia, Colombia, Ecuador, Guatemala, Honduras, Panamá y Perú. Las movilizaciones masivas están directamente vinculadas, además, al apogeo de varios de los gobiernos de izquierdas en la región al convertir la política de la calle en resultados electorales exitosos (Roberts, 2014; Stahler-Sholk et al., 2014).
LAS AMENAZAS DE LA GLOBALIZACIÓN
Los procesos de globalización económica impulsados por las medidas neoliberales crearon nuevas amenazas contra las que se movilizan grandes contingentes (Almeida, 2014). Las dos principales amenazas relacionadas a la globalización son las ambientales y las económicas.
Las amenazas hacia el medioambiente son expuestas por las movilizaciones en respuesta a la disminución de las condiciones ecológicas (Arce, 2014; Johnson y Frickel, 2011). Los capítulos 17 y 18 en este volumen muestran las amenazas ambientales que motivan la movilización masiva contra la minería y la deforestación en Costa Rica y El Salvador, respectivamente. Las amenazas económicas se refieren a la pérdida de seguridad social y los subsidios logrados durante el período de desarrollo impulsado por el Estado (Simmons, 2014). Entre los años 50 y 70, incluso los regímenes militares en El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá dispusieron controles de precios básicos e implementaron sistemas de seguridad social. Desde los 80, esta red de seguridad social ha sido vapuleada por la crisis de la deuda (Walton y Seddon, 1994). A fines de los 90 y principios de los 2000, esas amenazas alcanzaron un umbral en el que se encendió la chispa que provocó grandes campañas de resistencia a través de América Latina (Almeida 2016). Tal vez, el campanazo inicial fue el levantamiento de Chiapas de 1994, que ocurrió simbólicamente el día que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio Norteamericano (TLCAN-NAFTA). La rebelión de Chiapas resultó ser un híbrido entre pasado y futuro (ver cap. 11 en este volumen). Los rebeldes de Chiapas comenzaron su lucha como un clásico movimiento guerrillero latinoamericano, como un ejército harapiento y mal armado enfrentando al Goliat de las milicias mexicanas y los terratenientes locales.
Pronto, sin embargo, la lucha cambió hacia una estrategia de no violencia amplia y a una fuerte crítica al neoliberalismo mezclada con derechos indígenas. Esta clase de reclamos llegaron a ser frecuentes en toda América Latina en las décadas ulteriores.
Las otras campañas posteriores en la región, en gran medida, mantuvieron la vía no violenta ante el apremio de las políticas económicas neoliberales. En cada país de la región las principales luchas se dirigieron contra las privatizaciones y estuvieron estrechamente relacionadas con las medidas de austeridad. Cuando los sandinistas perdieron el poder al principio de los 90, sus seguidores y simpatizantes de base lanzaron varias campañas contra los ajustes, los despidos masivos y las privatizaciones (ver cap. 21 en este volumen). Una de las campañas más grandes en Nicaragua en los 90 fue contra los recortes presupuestarios a la educación superior, resultantes de las presiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y los decretos de reducción de deuda del Banco Mundial. En Honduras, docentes de la escuela pública, estudiantes universitarios y trabajadores del sector público impulsaron varias campañas contra la privatización y la austeridad económica, y unificaron estos esfuerzos en la organización multisectorial Bloque Popular. Estas organizaciones pasarían a constituir la resistencia al golpe de Estado de 2009: el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) (ver cap. 22 en este volumen). Costa Rica libró varias campañas antineoliberales desde 1995, que casi siempre culminaron con marchas en la vía pública de 100 mil a 200 mil personas, las marchas más grandes en la historia de Costa Rica. El Salvador también celebró sus mayores movilizaciones, a partir de 1980, cuando el gobierno intentó privatizar el Instituto de Servicio Social salvadoreño. En Panamá, entre 1995 y 2014, también se produjeron las mayores campañas contra las leyes de flexibilidad laboral, la privatización de las telecomunicaciones, la reestructuración del sistema de seguridad social y de pensiones y contra la minería (ver cap. 12 en este volumen). Finalmente, el capítulo 26 analiza estas amenazas de exclusión social en las comunidades marginadas en los Estados Unidos, incluyendo los inmigrantes latinos. Dicho capítulo, incluye una tipología de las formas de exclusión imperantes que empujan las movilizaciones populares más extensas. Todas estas luchas están unificadas por la articulación de las políticas económicas neoliberales que, de implementarse, empeorarán aún más a estos sectores.
(Goldstone y Tilly, 2001). Además, con la derechización en la región, desde los EEUU hasta Argentina y Brasil, es muy probable observar más acciones colectivas impulsadas por las amenazas a los derechos económicos y sociales.
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Fotografía: América Latina en movimiento.