Por: Martín Piqué. 03/06/2025
“Estar cerca es muy bueno”, proclamaba una campaña publicitaria argentina de principios de los ’90. Eran los spots del canal 13 de televisión abierta, ya por entonces en manos del Grupo Clarín, uno de los conglomerados de comunicación más grandes de América Latina (comparte el podio con Televisa de México y Globo de Brasil). Aquellos avisos se repetían incesantemente en las pantallas, como en loop. Buscaban transmitir cercanía, como declaraba el eslogan. Trasladada al presente del mundo y en particular del hemisferio, esa “cercanía” no siempre resulta auspiciosa: sobre todo si se trata de proximidad territorial con Estados Unidos. Es lo que sucede con el México de Claudia Sheinbaum.
“Las mañaneras” de López Obrador, decálogo para la comunicación de gobiernos progresistas.
Porque digámoslo una vez más: la segunda economía más grande de América Latina sigue lidiando con su destino geográfico. Un destino que también es un problema. Como lamentaba el viejo dicho: “pobrecito México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Se trata de una frase que resume el dilema de un país que tiene una frontera de 3100 kilómetros con la (decimos hoy) superpotencia declinante. Aquello de “pobrecito México” era una suerte de adagio: su autor fue el historiador, diputado y periodista Nemesio García Naranjo, ya fallecido. Algunas reseñas, sin embargo, atribuyen la autoría a Porfirio Díaz, que gobernó México por más de treinta años (1877-1911), período que pasó a conocerse como “porfiriato”.
El drama espacial de México (que, vale recordarlo, perdió la mitad de su territorio en 1848, anexado por EEUU) recobra actualidad ante la obligación de convivir con el vecino Donald Trump. Una relación potencialmente muy conflictiva, por la distancia de las personalidades y por los intereses estratégicos de cada país. Si faltaba una escena que representara todos esos riesgos, ocurrió el sábado 17 de mayo en el South Street Seaport de Nueva York: el buque ARM Cuauhtémoc, nave escuela de la Armada de México, chocó con la base del puente de Brooklyn. Fue una tragedia que produjo dos muertos y veinte heridos, cuatro de gravedad. El incidente del velero de tres mástiles, 277 tripulantes y una inmensa bandera mexicana sigue bajo investigación.

Sheinbaum lleva 230 días en el gobierno. En este período encaró el desafío de convivir con un Trump recargado. Eligió moverse con pragmatismo, inteligencia y dignidad. Fue su respuesta a los anuncios de EEUU en materia de aranceles; lo mismo frente al endurecimiento de la persecución a los inmigrantes. “Es una relación de entendimiento, de respeto, de buscar que a los dos nos vaya bien”, graficó la mandataria sobre el vínculo bilateral.
Visto desde otras latitudes, el desempeño de Sheinbaum genera curiosidad, reconocimiento, también algo de envidia. ¿Cómo hicieron en México? ¿Cómo llevaron adelante la transición de Andrés Manuel López Obrador a Sheinbaum? ¿Cómo concretaron el trasvasamiento del liderazgo de una forma tan madura como efectiva? Son las preguntas que se hacen los demás países de América Latina cada vez que el radar se fija sobre la nación azteca y la lupa se acerca al proceso político que lleva adelante el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Es, también, el interrogante de los espacios progresistas, nacional-populares y de izquierda de esta parte del mundo.
Pero frente al presente de México surge otra curiosidad, la de indagar sobre las formas de gestión de la comunicación pública. ¿Cómo convive la actual jefa de Estado con la TV Azteca, con Televisa, con los siete u ocho grupos radiofónicos presentes en todo el país? ¿O con los diez diarios de la capital que inciden o determinan la agenda?
Por otro lado, estos son tiempos de plataformas digitales, de lógica algorítmica. También de manipulación de las emociones, según el decálogo que propone el sociólogo ítalo-suizo Giuliano da Empoli en sus ensayos “Los ingenieros del caos” y, más reciente, “La hora de los depredadores”. ¿De qué modo afrontan estos (nuevos) fenómenos, que apelan al odio como fuerza motriz mientras promueven la fragmentación social? ¿Cómo actúan frente a ese escenario desde las filas de Morena, el espacio frentista que fundó López Obrador?
“Tener colmillo para todo”

Conocido por el acrónimo AMLO desde que fue votado como jefe de gobierno de CDMX (la capital, a la que antes se le decía “DF”), el antecesor de Sheinbaum nació en el estado de Tabasco, sudeste del país. Estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se graduó en Ciencias Políticas y Administración Pública. Tras su paso por esa casa de estudios se hizo hincha del Pumas, club de fútbol surgido en la UNAM. Su deporte preferido, sin embargo, es el beisbol. Y la habilidad para lanzar o batear la bola puede ser una buena metáfora de una de sus marcas registradas: la capacidad para comunicar, carisma y astucia en el cara a cara.
En los seis años de su presidencia (2018-2024), López Obrador volvió famosas a sus conferencias de prensa. Se transmitían en vivo, cada día hábil, a partir de las 7 (salvo pocas excepciones). El entonces mandatario respondía y hablaba largo desde el salón Tesorería del Palacio Nacional. Eran “las Mañaneras”. Instancias para el intercambio con los periodistas, verdaderos streamings de alcance nacional que con el tiempo se convirtieron —a pura disciplina y repentismo— en un foro ineludible de la conversación pública.
Capacidad para enfrentar las cámaras sin perder el control de la escena, templanza y velocidad mental ante preguntas y repreguntas, insistencia en colar frases del habla popular o modismos regionales con resonancias mayas procedentes de su lugar de origen. Los rasgos personales aportaron particularidades muy propias a “las Mañaneras”. A lo largo del sexenio hubo más de 1400 conferencias de prensa. La voluntad con la que AMLO encaró la tarea indica que el encuentro diario con los periodistas respondía, en paralelo, a un segundo objetivo: a la intención de crear una instancia de contacto directo con el electorado propio.
Mientras López Obrador fue presidente, otros países latinoamericanos con experiencias progresistas eligieron un modelo bien distinto para la comunicación gubernamental. Esas administraciones privilegiaron la relación con los medios privados: en su vínculo con la sociedad confiaron en la intermediación de esas empresas informativas. No les fue bien.
En cambio, la experiencia de AMLO como comunicador y eje de los debates políticos resultó exitosa, a juzgar por los resultados. Su sucesora, no casualmente, le dio continuidad al formato de conferencias de prensa. El ciclo pasó a llamarse “Mañanera del Pueblo”. Y la primera edición, ya con Sheinbaum al frente, se emitió el 2 de octubre de 2024. El debut coincidió con un nuevo aniversario de la masacre de Tlatelolco, ocurrida en 1968, en la que fueron asesinadas más de trescientas personas.

La destreza de López Obrador, su centralidad mediática en las mañanas, se explican también por rasgos de carácter. En el último día de su gobierno, AMLO convirtió el programa en una despedida personal de 130 millones de compatriotas. Fue el 30 de septiembre del año pasado. Como siempre, la rueda de prensa se transmitió en vivo por el canal 14 del Sistema Público de Radiodifusión (SPR). Se emitió en simultáneo por el canal de YouTube del jefe de Estado (que no registra actividad desde hace meses). Lo mismo por varias señales privadas de TV.
“Es difícil que se encuentre en la historia una transición como la que estamos viviendo”, destacó en aquella jornada el mandatario saliente. Aludió así a la forma consensuada y casi zen en que concluyó el gobierno y traspasó el liderazgo. En un momento de la transmisión artistas consagrados junto a viejos colaboradores le dedicaron una canción: “Es un orgullo / y un honor/ haber luchado / con Obrador”. AMLO, por su parte, elogió a su sucesora: “Cualquier otro acomplejado, hombre o mujer, lo primero que hubiese hecho hubiera sido negarme. O empezar, con indirectas, a cuestionar lo que hemos conseguido”, valoró.
Y en otro tramo del discurso agregó: “Me voy muy contento porque voy a entregar la banda presidencial a una mujer excepcional, a una mujer humanista, llena de amor, humildad y buenos sentimientos”. Tras la despedida, el líder mexicano se retiró a su chacra “La Chingada” del estado de Chiapas. Pero más allá del éxito del traspaso, del reconocimiento que acompañó su adiós y del inicio del gobierno de Sheinbaum con —incluso— mayor aprobación, AMLO no la había tenido tan fácil.
Durante su mandato, el exdirigente del PRI y del PRD que rompió con la elite política para crear su propio movimiento fue tratado sistemáticamente de “narco-presidente”. El hostigamiento vía redes lo seleccionó como blanco móvil a lo largo de 2024; fue parte de una campaña local pero también internacional.

¿Qué herramientas utilizó, a qué atributos personales recurrió el politólogo y administrador público amante del béisbol para enfrentar esas acusaciones y salir airoso? Una de las claves, según el titular del Sistema Público de Radiodifusión (SPR) de México Jenaro Villamil, es la capacidad de López Obrador para construir un liderazgo en base a experiencia. Un liderazgo consolidado a través de los años y con mucha calle, alimentado con tenacidad más el conocimiento detallado y de primera mano de la heterogeneidad de su país.
“Estás hablando de un líder que se forjó en el territorio. López Obrador, en diez o quince años, debe haber encabezado 30 mil mítines. Es el único político mexicano que recorrió el país tres veces, hasta sus últimos rincones. Recordemos que tuvo tres campañas electorales y anduvo todo el tiempo. Así construyó la fuerza de su movimiento”, subrayó Villamil, periodista y escritor, en comunicación telefónica con Tektónikos.
Para completar el perfil de AMLO, Villamil apeló a una expresión callejera bastante usual en su país: “Como decimos aquí, López Obrador ‘tiene colmillo para todo’. No es un político de gabinete. No surgió de la estructura tecnocrática o en los medios, como (Enrique) Peña Nieto o (Javier) Milei. Es muy intuitivo, lo que le valió tanto muchísimos problemas como muchísimas ventajas. Y además es un político muy pasional”, analizó.
Autor de más de una decena de libros, Villamil dirige los medios públicos de México. Es responsable de los periodistas del canal 14 más un sistema de radio de nombre Altavoz: “En total son alrededor de mil personas. Porque a los trescientos (del canal 14 y Altavoz) hay que sumarle un encargo que me hizo la presidenta, de coordinar otros medios federales: canal 11, canal 22, Instituto Mexicano de la Radio y Radio Educación”, contó. Además, el titular del SPR es considerado un gran impulsor del debate por la democratización de los medios.

Liderazgo social, autoridad política
En las elecciones de 2006, AMLO denunció haber sido víctima de un fraude descomunal en favor de Felipe Calderón. “Nos robaron la Presidencia”, insistió más recientemente al volver sobre aquel episodio, que fue determinante en su carrera política. “Tengo pruebas del fraude electoral de 2006”, dijo en una rueda de prensa a fines de 2023. Pero López Obrador, como se sabe, tuvo su revancha. En las presidenciales de 2018 se impuso por más de treinta puntos (53% a 22%).
En el tiempo de su asunción, el ecosistema digital no tenía la dimensión del presente. “El ascenso de Andrés Manuel del 2006 al 2018 ocurrió cuando las redes y las plataformas digitales aún no se habían transformado en grandes oligopolios, en un algoritmo fascista”, planteó el titular de los medios públicos de México. Pero la cosa comenzó a cambiar cuando AMLO se puso la banda presidencial verde, blanca y roja con el escudo de su país cruzándole el pecho.
“Al llegar a la Presidencia —siguió Villamil—, López Obrador comprobó el nivel de intoxicación de las plataformas. En especial Twitter, el más importante aquí. Entonces, de una manera muy sabia, me dijo: ‘Bueno, eso estará en las redes, pero en la realidad está ocurriendo esto’. Y nunca dejó de tocar tierra. Siempre solía decirme: ‘Un político que crea que todo lo que ocurre en la tuitósfera o en la galaxia del algoritmo es la realidad va a cometer un error gravísimo de percepción’. Por eso él, con sus conferencias matutinas, demostró cómo articulaban campañas brutales en su contra a través de granjas de trolls.”
Villamil, en la misma línea, concluyó: “Política es comunicación política, no mercadotecnia. Y si tú no haces una comunicación política real, si no tienes como interlocutores reales a los ciudadanos y sólo dialogas con los comentaristas o los dueños de los medios, pues te vuelves rehén de ellos.”
— Las redes crean involucramiento emocional con mensajes pensados para atraer clics. Una lógica de discursos extremos: likes y haters. ¿Cómo conviven en México con esta primacía de las plataformas? —le preguntó Tektónikos.
— En el último año de su gobierno Andrés Manuel padeció esa campaña brutal que lo acusaba de ‘narco-presidente’. Llegaron a ser hasta más de treinta ediciones, con bots (programa informático que automatiza tareas; permite emitir mensajes maliciosos desde identidades falsas) comprados en Argentina, por cierto. Pero él nunca cayó en esa provocación. Una y otra vez dijo que estaba armado de manera artificial. Esto explica la molestia muy grande que generaban sus conferencias matutinas: porque allí él demostraba cómo articulaban todo. Eso, por otro lado, es lo que ha hecho falta en Argentina (NdR: se refiere al Frente de Todos). El algoritmo no te puede manipular la realidad pero sí puede manipular emociones.
— ¿Qué quiere decir con esta distinción?
— Lo que le está pasando a Trump. Porque llega de la mano de Elon Musk, que había comprado Twitter precisamente para eso, para convertirla en una función de los intereses de las derechas y de las ultraderechas. Se ve con la masacre que están haciendo en Gaza, a la que articulan con mensajes de odio difundidos desde plataformas. Pero eso no ha modificado la condena internacional contra ellos. Yo creo que a veces (a las redes) se les da más importancia de la que tienen. Los políticos están demasiado confiados en que la estrategia digital les va a garantizar una permanencia y una legitimidad. Pero lo que está ocurriendo con Milei, con Trump y con Bolsonaro en Brasil refleja que no es así. No basta con tener el algoritmo de la derecha. Esa es mi tesis.
La transición y sus dilemas: ¿relevo, permanencia o eternización?

Hace quince días, Sheinbaum presentó la ley de Telecomunicaciones y Radiodifusión que, en uno de sus artículos, impide la difusión de “contenido extranjero con carga discriminatoria”. Su objetivo, planteó, es restringir la emisión de spots que contengan discursos racistas o humillantes. “No se puede permitir este tipo de propaganda, menos cuando promueve ideas políticas, ideológicas o de odio”, instó.
El detonante había sido la difusión en medios mexicanos de una campaña del gobierno estadounidense dirigida a los inmigrantes. Las publicidades fueron emitidas por el grupo Televisa. Uno de los spots muestra a la secretaria de Seguridad Nacional de EE.UU., Kristi Noem. El aviso comienza con un agente de la U.S. Border Patrol (patrulla de frontera) que vigila con un binocular. Luego se ve a la trumpista Noem que mira a cámara. Por detrás se ven barras y estrellas. La funcionaria, finalmente, se dirige a todo aquel “esté pensando en ingresar ilegalmente a EEUU”. Y advierte: “Ni siquiera lo intentes”.
Esta semana, Sheinbaum volvió a dirigirse a sus compatriotas. Los convocó a votar el 1° de junio a diez integrantes de la Suprema Corte de Justicia, cinco mujeres y cinco varones. También llamó a elegir los miembros del Tribunal de Disciplina Judicial, de cinco miembros. Lo mismo respecto a los magistrados de circuito (camaristas de alzada).
“Quiero platicarles de la elección que va a ocurrir por primera vez en la historia de México. Todos y todas podemos asistir a las urnas a votar al Poder Judicial. Antes, quien elegía a los ministros de la Corte era el Senado de la República a propuesta del presidente. El objetivo es que no haya corrupción y que representen verdaderamente al pueblo”, explicó.
La reforma judicial que estableció el voto como la vía para designar a los jueces se aprobó hace ocho meses. Fue uno de los legados de López Obrador: comenzó con una enmienda constitucional, luego se aprobó en las dos cámaras del Congreso.
¿Cuáles fueron las claves para que México pudiera avanzar con estas políticas? ¿Cómo logró la gobernabilidad y el apoyo social para concretar medidas transformadoras y -por eso mismo- conflictivas? El titular de los medios públicos arriesgó algunas hipótesis. Una de ellas es la solidez macroeconómica. Dicho de otro modo: acumular reservas.
“El Banco de México tiene una política muy autónoma y ambos, pero sobre todo López Obrador, lograron unas reservas internacionales récord. En esto, López Obrador y Sheinbaum tomaron lo mejor del monetarismo, con una disciplina férrea. Además, el gobierno de López Obrador fue muy austero en términos de salarios de funcionarios públicos, lo que generó ahorros dentro del gasto corriente. Eso fue a las reservas del país”, aseguró.
Director por años del blog Homozapping (especializado en telecomunicaciones), Villamil remarcó que AMLO “siempre nadó a contracorriente de los medios”. “Eso lo hizo más hábil y fuerte, para no caer en la trampa de depender de ellos. López Obrador era un líder que tenía mucha ‘tierra’. Pero al llegar a la Presidencia, con ‘las Mañaneras’, logró además tener aire, tener datos. Y lo hizo durante seis años con una disciplina férrea”, alabó.
Luego se refirió a la situación de México cuando AMLO ganó la presidencia. “Había una relación de connivencia criminal absoluta entre el gobierno de Enrique Peña Nieto y los grandes medios privados de comunicación. Era una ‘cleptocracia’ muy afianzada. Lo de López Obrador fue un cambio radical: su modelo -que ahora continúa Claudia- no se entendería sin el ingrediente de lucha contra la corrupción. Creo que en América Latina no se toma demasiado en cuenta que la corrupción sí es un factor que inhibe el desarrollo y que agudiza la desigualdad.”
Y continuó: “López Obrador es un líder social. Porque una cosa es ser un líder político y otra un líder social. Ese fue el gran problema que tuvo Alberto Fernández, si me permites dar opinión. La verdad, yo creo que, si tú tienes el poder, tienes que ejercerlo. En México, ese liderazgo social ahora lo tiene Claudia. Pero no solo por herencia, o por venir del mismo movimiento (por Morena), sino también porque ha logrado atraer a sectores de la centroderecha que antes odiaban a AMLO”.
— ¿Y cómo se explica la transición política tan sensata, un traspaso del poder sin conflicto en el que se cede el liderazgo de la centroizquierda mexicana y se pasa la posta para gobernar el país? Es algo que no se ve mucho por la región.
— A los liderazgos políticos de izquierda siempre les ha faltado generosidad para asumir ese problema, que es un tema latinoamericano muy fuerte. Lo vimos en Cuba, lo vimos en Nicaragua con la eternización de Daniel (Ortega) y su esposa. Yo creo que no entienden esa parte ética, que el relevo es lo que garantiza la permanencia, no al revés. López Obrador, en cambio, lo entendió muy bien.
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Fotografía: Lo que somos