Por: Raúl Prada Alcoreza. 23/12/2024
¿Hay contradicción excluyente entre Estado y mercado? Para Adam Smith no. El Estado de derecho debe garantizar el funcionamiento del mercado. En cambio los neoliberales, sobre todo los llamados radicales, consideran que son excluyentes. Tampoco saben decir qué entienden por Estado chico o el achicamiento del Estado. No saben que el Estado chico es, en realidad, el Estado máximo. Podemos considerar un deterioro del análisis y de la reflexión, también del debate. En nuestros días se ha empobrecido todo esto. ¿A qué se debe?
No hay que olvidar que negocio viene de la negación del ocio, nec otium. La palabra «negocio» proviene del latín negotium y está compuesta por las palabras nec y otium, que significan «lo que no es ocio». Para los romanos otium era el tiempo libre, sin recompensa, por lo que «negocio» se refería a lo que se hacía por dinero. Se trata de definir una actividad que tiene que ver con el intercambio. Si no es ocio es algo parecido al trabajo, es una actividad, una labor y está vinculado al traslado de bienes, que se convierten en mercancías y son vendidas en otros lugares.
¿Quiénes hacían negocio, quiénes hacían de mercaderes, llevaban mercancías a otros lugares? Los extranjeros, era una actividad para extranjeros. Haciendo de conexión y de bisagra entre ciudades, entre distintos espacios sociales, estos mercaderes vinculan, hablaban varios idiomas, entonces, comunicaban, comunicando a distintos pueblos. Usando los términos de Gilles Deleuze forman parte de las líneas de fuga. Sin embargo, no hay que olvidar tampoco que el imperio monopoliza el comercio exterior, es un asunto de Estado. Se da lugar al monopolio del comercio exterior por parte del Estado. Entonces, aquí tenemos dos versiones encontradas de esta actividad de negocio, esta actividad de comercio; por una parte, se dan lugar líneas de fuga, escapando de los controles, cruzando los umbrales y los límites fronterizos; por otra parte, se da lugar a un monopolio estatal del comercio exterior. No olvidemos que es el Estado el que acuña la moneda para el pago del tributo, entonces la actividad del negocio, que busca cambiar la mercancía por dinero, supone esta acuñación y supone el Estado.
¿Se puede decir que es ésta una contradicción de entrada, pero, a su vez, también hay una complementariedad de entrada? ¿Cómo se resuelve este dilema? Las líneas de fuga escapan al espacio estriado, a los controles, a la cartografía, a la burocracia, trazando rutas de desterritorialización. Por otra parte, las máquinas de captura del Estado detienen los flujos, conforman stocks, almacenan, después distribuyen los stocks, usando el comercio exterior. ¿Se puede decir que en una sociedad con Estado el comercio cae en el control y en la captura estatal, se conforma el monopolio, en cambio en una sociedad sin Estado, más bien, se configuran en las rutas y los circuitos que escapan al control del Estado, se da lugar esta actividad de extranjeros, que hacen de bisagra y de vínculos entre territorios y pueblos?
Como dijimos, está claro que para Adam Smith el mercado supone el Estado; se trata de un Estado de Derecho, que tiene que garantizar el comercio, el funcionamiento del mercado. Adam Smith está contra el monopolio, prefiere la competencia y el devenir de la división del trabajo a partir del intercambio. Además Smith es partidario del trabajo productivo, de la producción, es decir de la industria, que, desde su punto de vista es la que crea valor. En su tiempo, para los economistas de su tiempo, sobre todo para los fisiócrata, la contraposición es entre trabajo productivo y actividad no productiva, que era motejada a la burocracia, a los funcionarios del Estado, sobre todo por el gasto que implica. Ciertamente para los fisiocratas la valorización se producía en la agricultura, en la producción de alimentos.
Ahora bien, el comercio, el mercado, suponen producción de bienes, de productos, de mercancías, suponen una industria, aunque ésta sea incipiente. Entonces, no se puede hablar de mercado independientemente de la producción, ambas esferas, por así decirlo, se suponen y se complementan. En Sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones Adam Smith comprende que esta riqueza también tiene que ver con el consumo, es decir, la producción y el mercado están destinados al consumo de los ciudadanos. Entonces también se puede considerar como riqueza de las naciones el consumo de la sociedades y de los pueblos. Esta es la triada de la economía: producción, distribución y consumo.
En ese sentido hay que anotar que no se trata solamente de una concepción abstracta, a la que ha llegado después la economía política británica, que es la concepción abstracta del valor, sino se trata de una concepción de la riqueza que tiene que ver con la satisfacción, el consumo, la ampliación de las satisfacciones y del consumo, que suponen, a su vez, la ampliación de la producción y del mercado.
Por otra parte, a pesar de lo extendida que está esa difusión escolar de la tesis de Adam Smith sobre la mano invisible del mercado y el dejar hacer y el dejar pasar, laissez faire, laisses passer, no es esta difusión coherente, ni comprende la concepción integral de la filosofía y de la investigación económica de Adan Smith. Pues no se trata solo de dejar hacer y dejar pasar, sino de una intervención estatal para garantizar el funcionamiento de la producción, de la distribución y del consumo, el Estado de Derecho. Que los neoliberales hayan descontextualizado el dejar hacer y el dejar pasar es un problema de escolares, si podemos hablar así, que renunciaron a las grandes tradiciones investigativas, filosóficas, analítica y reflexivas de los comienzos de la economía política.
Una aclaración al respecto, que no se equivoque algún lector despistado y crea que estamos haciendo apología del Estado, de ninguna manera, lo que estamos haciendo es poner, como se dice comunmente, las cartas sobre la mesa. Como hemos dicho antes, los neoliberales son inconsecuentes al hablar de la achicamiento del Estado, puesto que no lo achican si no lo maximizan para aplicar el ajuste estructural. Entonces son unos demagogos respecto del Estado, encubren el uso del Estado en términos represivos y de intervención contra la sociedad, para realizar el ajuste estructural, que es una aplicación dogmática de manual. Lo que estamos diciendo es que el mercado supone el Estado y el dinero supone el Estado. El Estado puede entenderse como una heurística de las máquinas de captura de las fuerzas, de los flujos, incluso de las líneas de fuga.
Para simplificar podemos decir que hay como dos acepciones en pugna sobre el mercado; una, que tiene que ver, por así decirlo, con cierto perfil nomadista, con los recorridos de la desterritorialización, con la comunicación, conexión e intercambio entre los pueblos, que se lleva a cabo con estos extranjeros, que vienen de otro lado a la ciudades y a los puertos a vender sus mercancías. Otra, hay una concepción monopólica del mercado en la medida que el Estado se hace cargo del comercio exterior y crea monopolios. No hay que olvidar tampoco que la competencia lleva también al monopolio, deriva en el monopolio. Esta es la fatalidad del capitalismo.
Los mercaderes no son los únicos que crean líneas de fuga, también lo hacen los metalurgistas, los fundidores de metal, los artesanos, que son en verdad productores, con distintos perfiles, distintas actividades, distintas técnicas. Estos otros perfiles de líneas de fuga también escapan los controles estatales, cruzan umbrales y límites, atraviesan fronteras, conectan pueblos y sociedades, articulan distintos espacios, trasladan sus saberes y sus técnicas a otros lugares.
Ancentralmente y en la antigüedad, incluso con escasa presencia, hasta nuestros días, hay sociedad nómadas, que están vinculadas al ganado, al cuidado del rebaño. Viajan con el ganado y con el rebaño, buscando encontrar el pasto, la alimentación del ganado, convirtiéndo a los territorios en un tejido de espesores en constante movimiento.
¿Qué queremos decir con esto? Primero, que hay que distinguir, como lo hacía Pierre Clastres, sociedades sin Estado con respecto a su contraste, las sociedades con Estado; segundo, que hay que entender la contradicción implícita entre sociedades sin Estado y sociedades con Estado, en una misma sociedad, que supone, en su parte visible, la composición institucional de la sociedad, que, empero, se sostiene sobre el sustrato de la dinámica social, que evidencia la existencia de la sociedad alterativa.
Ahora bien, simplificando, si la economía es la ciencia de la producción distribución y el consumo, en realidad debería ser de su integración; no ver de manera separada la producción, es decir, la industria, la distribución, comercio, y el consumo, en otras palabras, la satisfacción de necesidades. No puede existir una economía sin la sociedad, el sustrato de la economía es la sociedad, además la economía se sustenta en las dinámicas sociales, toda relación económica es una relación social. ¿Qué clase de ciencia es la que estudia, de manera integral, la economía y la sociedad, que articularía e integraría la economía y la sociología?
Cuando hablamos de sociedad ingresamos a espesores de intensidad complejos, ya no solamente se trata de la producción, distribución y consumo, sino de múltiples actividades, que tienen que ver con la reproducción social, incluso con la innovación social, con el desplazamiento y la transformación social. Hablamos también de la creatividad social, vale decir, hablamos de la incorporación de la estética en lo que respecta a la creación social. En otras palabras, la sociedad sobrepasa ampliamente al campo económico, más bien, contiene al campo económico en los planos y espesores de intensidad del campo social.
Por otra parte, lo hemos dicho varias veces, no se puede comprender a la sociedad sino en interacción, en coexistencia, en convivencia y complementariedad con otras sociedades no humanas, como las sociedades orgánicas. No puede comprenderse a las sociedades sino en los ecosistemas y en su participación en los nichos ecológicos. La sociedad se encuentran dentro del planeta, forma parte del planeta, de las dinámicas y de los ciclos vitales planetarios. Hablando de ciencias y de saberes, es la ecología la que estudia esta complejidad integral y dinámica.
Más acá y más allá de el Estado y la economía se encuentra la sociedad. El Estado y la economía son producto de las dinámicas sociales, de sus institucionalizaciones, de sus desplazamientos en el espacio, dando lugar al mercado donde se realiza la valorización.
Pierre Rosanvallon, en El capitalismo utópico[1], dice que el proyecto liberal equivalía a conformar el mercado, la economía de mercado y la sociedad del mercado. Esto pasa necesariamente por la conformación de un espacio homogéneo, vale decir, por la realización constante de la desterritorialización, dicho de otro modo, por el avasallamiento de las tierras comunales. En otras palabras, por la conformación de la propiedad privada y el individuo. No hay individuo sin propiedad privada.
La conformación del mercado no escapa a la genealogía de la violencia, la conformación del mercado no escapa al requerido ejercicio de la violencia para constituirse como tal, como un espacio destinado al intercambio, a la compraventa, a la realización del valor. Se trata del espacio configurado por la propiedad privada, la homogenización pasa por la privatización de las tierras comunales. Dicho de otra manera, la conformación del mercado pasa por la expropiación de los espacios comunales. El espacio de la circulación de mercancías y de dinero es constituido por la privatización de los territorios comunales.
Ahora bien, no se puede decir que el origen del mercado es violento, sino que, a partir de un determinado momento, considerando el propio desarrollo del mercado, su expansión y consolidación, se vuelve violento. En otras palabras, se requiere la intervención del monopolio de la violencia, del Estado, se requiere transformar el espacio, los espesores espaciales, los espesores territoriales, los territorios comunales, en espacios privados, cuya sumatoria hacen a lo que llama Guilles Deleuze desierto capitalista.
No podemos olvidar que es en los escenarios mismos del mercado, en sus propias dinámicas expansivas, donde emerge, crece y se consolida, imponiéndose, el monopolio, que, ciertamente podemos decir que es contrario al mercado. Esta es una paradoja del mercado mismo. En consecuencia, hay que observar, mirar, comprender el mercado y entenderlo, a través de su propia historicidad, distinguiendo sus distintos contextos, sus diferentes fases y modificaciones, desplazamientos y transformaciones, hasta convertirse en el espacio del control por parte de los monstruos del anti-mercado, de los gigantescos monopolios y corporaciones que imponen algo que no es mercado, sino que es todo lo contrario al intercambio, algo que tiene que ver con los precios de inflación, que tiene que ver con la economía política del chantaje y la cohersión. Es cuando aparece la superganancia de los monopolios, que se aprovechan de las necesidades y del consumo, para manipular las necesidades y el consumo, imponiendo precios de inflación.
¿Podemos llamar a esto, a este decurso sinuoso, el ciclo del mercado, el ciclo contradictorio del mercado? Diciéndolo filosóficamente: ¿Podemos llamar a esto, a este desenvolvimiento perverso, la dialéctica del mercado, por lo tanto, la dialéctica contradictoria del mercado? ¿Hay una síntesis posible de esta contradicción, como supone la dialéctica? No parece que tal síntesis pueda darse ante semejante contradicción; en todo caso, si seguimos el juego a la lógica dialéctica, al no encontrar salida, entonces, al buscarla en otra esfera, pensando como en la ciencia de la lógica de Hegel, radicalizándola, tendríamos que decir que la superación se encuentra fuera del mercado.
Así como Karl Marx concluyó que la superación de la dialéctica de la voluntad y de la libertad no es el Estado, que, más bien, sería su negación, su clausura, sino que la superación dialéctica es la destrucción misma del Estado. Esta es la conclución consecuente y dialéctica, hecha por el joven Marx en la Crítica de la filosofía del Estado de Hegel. De la misma manera, tendríamos que decir que, la dialéctica del mercado, que supone la contratación complementaria de compradores y vendedores, que supone la contradicción o la contraposición, si se quiere, entre necesidades y satisfacción de necesidades, que supone, en el sustrato de esta dialéctica, la contradicción entre lo común y lo privado, así como también la contradicción entre flujos y stocks, entre fluidez y estancamiento, por lo tanto, entre el libre movimiento y el control, que, dicho de otra manera, como les gusta decir a los economistas, entre competencia y monopolio, no se supera, de ninguna manera, por la realización del mercado en el monopolio sino por la diseminación misma del monopolio. Esto equivale a resolver el problema de raíz, esto implica resolver el problema en donde emerge el monopolio, vale decir, el mercado mismo. Es cuando reaparecen las figuras de la reciprocidad y de la complementariedad.
Podemos conjeturar que en los orígenes mismos del mercado, el mismo se daba en la figura de la complementariedad, más que en la figura del intercambio, aunque una derive en el otro, dependiendo de los contextos de las relaciones sociales. Estos puntos de encuentro de intersección donde se realiza el intercambio, que se volverán como ferias, las iniciales ferias, son conformados por estos itinerantes, que después se van a convertir en mercaderes. Estos hilos, por así decirlo, de tránsito, de transporte, de traslado, para asentarse en determinados lugares y vender, cosen fragmentos de distintos espacios. Lo que va a llegar a ser mercado, entonces, tiene un origen dinámico, de movimientos sociales y espaciales, que implican estos perfiles sociales, que cruzan umbrales y atraviesan límites, dando lugar a la sensación de lo nuevo, los nuevos escenarios culturales, que son precisamente los relativos a la comunicación y al intercambio.
Estos aspectos ancestrales del mercado corresponden a la genealogía del mercado, no son considerados por la filosofía liberal, tampoco por la economía política, mucho menos por la economía neoclásica y, de una manera fatal, es un olvido en el esquematismo neoliberal. Al final, sólo consideran el dibujo abstracto de lo que fue el mercado, incluso de lo que es en términos fácticos el mercado, empero, captado como boceto. Los economistas se quedan con esta figura esquemática y abstracta, buscan interpretar y desvelar los secretos del mercado a través del esquematismo abstracto y simple del mercado, que ya es una representación. Se trata de una representación de la representación, por lo tanto de una fantasmagoría.
¿Qué es lo que está en juego? Podemos decir que lo que está en juego es lo que intuyó la economía política, en un principio, esto es, el flujo, la fluidez, el movimiento, frente al estancamiento, a la captura, al monopolio, a los estocamientos. De lo que se trata es de liberar los flujos, lo que significa no solamente oponerse a las máquinas de captura sino destruirlas, diseminar los monopolios. Obviamente, esto no se resuelve con la institucionalización del mercado, que no es otra cosa que institucionalizarlo en un momento, cuando el mercado adquiere la figura contradictoria del monopolio. Lo que se institucionaliza es la muerte del mercado mismo, dando lugar al juego perverso de los monopolios. En el fondo esto y no otra cosa es el neoliberalismo. Tan diferente y muy lejos de lo que fue la filosofía liberal, en un principio, con su ilustración y su lucidez, trabajando, a su manera, la intuición que mencionamos.
Podemos decir que el origen el monopolio comienza con la propiedad privada. Con esto no queremos decir que la propiedad privada es inmediatamente monopolio, sino que, con la extensión de la propiedad privada, en un momento, en un lugar o punto de inflexión del desenvolvimiento, del desplazamiento, la propiedad privada se convierte en un monopolio. Cuando la propiedad privada excede a las satisfacción y comodidad individual, incluyendo el de la familia, entonces ahí se encuentra el punto de inflexión, cuando la propiedad privada empieza a convertirse en monopolio, empieza afectar los derechos de los otros, de los demás. Es cuando el monopolio, es decir, la propiedad privada desenvuelta, que es devenir del monopolio, sólo puede crecer a expensas de los demás, de sus derechos y de sus necesidades. Esto es pues la realización misma de la violencia, la perpetración de la violencia y de la expropiación de lo común.
El capitalismo es eso, no es como dice el neoliberalismo, a través de sus trilladas consignas, libre mercado, empresa libre y competencia. Esto está bien para una propaganda y publicidad mañosa, pues el capitalismo es el monopolio mismo, la genealogía del monopolio mismo, cuando la propiedad privada deja de satisfacer las necesidades de uno y de la familia, para convertirse en una expropiación de lo común, de los bienes comunes, del tiempo y del espacio social. Cuándo se convierte en una acumulación, en el estocamiento de lo que no necesitas para venderlo a precios de monopolio. Alguien ya lo dijo antes, concluyendo que el capitalismo está contra el mercado, ese autor fue el historiador de los largos ciclos, Fernand Braudel.
Lo mismo se puede decir respecto del Estado, que no solamente es el monopolio de la violencia, sino también es el monopolio de la representación, convierte a la sociedad política en síntesis de la sociedad civil, expropiando las múltiples voluntades singulares, por un discurso de legitimación, convirtiéndola conceptualmente en la voluntad general, donde el pueblo abstracto respalda al Estado, empero, solo esto ocurre en el imaginario estatal o en la institución imaginaria del Estado. También se puede hablar del monopolio de las decisiones, efectuadas a través del control institucional, que abarca el mapa de las instituciones, que son dispositivos de poder. A su vez, es el monopolio del imaginario institucional, que corresponde al imaginario conservador, que construye el mito de la nación, por medio de lo aparatos ideológicos del Estado.
Haciendo algo parecido a lo que hicimos con el mercado, en esta reflexión, auscultado los substratos, mediante la arqueología de los conceptos y a través de la genealogía de las fuerzas, podemos decir que, en principio, no hay Estado; se trata de comunidades y sociedades sin Estado, como lo ha analizado Pierre Clastres, en sus investigaciones en la Amazonia. Se trata de filiaciones y alianzas territoriales, se trata de pactos y acuerdos, se trata, en definitiva, del tejido social y de la cohesión social primordiales. Incluso se puede decir que se trata de jefaturas rotativas. Al respecto, tenemos que decir que toda jefatura supone una asociación y asambleas. En consecuencia, se trata de dinámicas sociales, que tienen que ver con la acción colectiva, el consenso colectivo, la articulación de las voluntades singulares y la toma de decisiones conjuntas. En este sentido, podemos decir que este es el substrato de la política, incluso también de lo político. Aquí se produce, a partir de un punto de inflexión, la bifurcación, dando origen al Estado, cuando se rompen con los mandos rotativos, las jefaturas, los acuerdos, los consensos y las asambleas. Cuando una parte, un clan, se convierte en dinastía y se apodera del mando, que lo convierte en permanente. Jugando irónicamente con las figuras modernas de la política y del discurso político, podemos decir que se trata del primer “golpe” contra la sociedad y contra la comunidad. Esta es la historia de la conformación, edificación y consolidación de ese monstruo del poder, de esa máquina abstracta del poder institucionalizado que es el Estado.
Volviendo a la tesis del joven Marx, de la dialéctica de la libertad y de la voluntad, su realización y superación, implica la destrucción del Estado. En otras palabras, para liberar la potencia social, para dejar fluir las fuerzas de manera creativa, es menester destruir el Estado. Incluso, como decimos ahora, de manera más taxativa, de lo que se trata ya no es de tomar el poder, éste es el gran error de los marxistas, sino de destruirlo, para que no se reproduzca el círculo vicioso del poder, para que no se dé curso nuevamente a la genealogía del poder.
Notas
[1] Pierre Rosanvallon: El capitalismo utópico. Nueva Visión. Buenos Aires 2006.
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Fotografía: Pradaraul