Jorge Salazar García. 07/04/24
De continuar polarizándose visceralmente el actual proceso electoral difícilmente parirá elecciones auténticas y libres, tal como lo estipula el artículo 41 de la Constitución. Para que la autenticidad exista, la voluntad de los votantes debe reflejarse de manera cierta y positiva en los resultados. Esto significa, esencialmente, que esa voluntad no debiera ser coaccionada, psicológica o físicamente, mediante la intromisión ilegal de funcionarios, candidatos o agentes ajenos al proceso; lo cual, esta sucediendo y parece salirse de control por la tolerancia del INE a la masiva transgresión de las leyes. Si lo anterior, que sucede antes y durante las campañas, continúa haciéndose hasta la calificación del proceso, los resultado carecerán de certeza y objetividad; y la autoridad, de los elegidos, será ilegítima. Surgirán las impugnaciones y las negociaciones cupulares, como siempre, convirtiendo en moneda de curso legan la voluntad popular. Será el dinero, no el voto, el factor determinante al momento de resolverse las controversias por venir.
Ilegitimidad negociada.
Sin duda alguna, la desparpajada violación de las leyes electorales por la mayoría de los actores políticos formales, les abonará ilegitimidad a los ganadores de cualquier partido. Esa ha sido una de las principales fuentes de la prostitución política en general; pues permite la entrega de espacios de poder a quienes financian ilegalmente a los candidatos. Así se apropió el poder económico de la presidencia: comprándola en 2012. Sin embargo, la ilegitimidad no es de hoy, viene de mucho tiempo atrás; siendo una de las causas de la Revolución Mexicana en 1910, aquella aparece en cada elección de Estado. No obstante, se pueden ubicar temporalmente dos momentos críticos ocurridos en plena época neoliberal: 1988 y 2006. En ambos, la ausencia de ilegitimidad causó enormes daños al País y a los mexicanos. Primero, a cambio de reconocimiento Carlos Salinas vendió bienes nacionales a las trasnacionales yanquis y, segundo, Felipe Calderón entregó el territorio al crimen organizado. El tercer testaferro, Peña Nieto (2012-2018) doliente del mismo mal, selló la feliz fusión del poder económico, los cárteles de la droga y el político. Por cierto, refiriéndose al triunfo ilegítimo del “copetón” el Padre Solalinde Guerra, (26/12/2013) cuestionó: ¿Cuántos sufragios resultaron de la compra del voto, o de la presión y manipulación? Y señalando a las dirigencias de los partidos agregó: no hay una que ignore “que es más fácil comprar voluntades, manipularlas (…) que escucharlas y construir con ellas el bien común”.
Las Fuerzas Armadas y los focos rojos
Evidentemente Claudia (o Xóchitl), además de llegar con un poder acotado por el TELCAN y la agenda 20-30, tendrán que lidiar la ilegitimidad mencionada cediendo ¡más poder! Tenga por seguro que a los mexicanos de a pie, no. Los trabajadores han sido desclasados y sus organizaciones saboteadas y desplazadas sin cuartel, aún por el actual régimen. Carecen de un partido de masas o un eje aglutinador. Entonces ¿Quiénes si pueden evitar el caos que las ambiciones de poderosos causan en cada repartición sexenal? ¿Qué sector tiene la capacidad para garantizar el cumplimiento de los acuerdos y tratados internacionales con los yanquis? ¿A cuál institución confió AMLO los megaproyectos anhelados por el país del norte? Todas las preguntas anteriores tienen la misma respuesta: las fuerzas armadas.
Aún conservando una paz relativa, la ilegitimidad reproduce ambientes propicios de golpes de Estado. Son incitados por los inconformes poderosos (magnates, políticos y mafias) con sus aliados en las fuerzas armadas. Ni a unos ni a otros les interesa realmente saber por quién haya votado el pueblo; les importa conservar su estatus y aumentar sus privilegios. Mientras dentro del ejército se mantengan bien maiciaditas las corrientes conservadoras y liberales y estas consideren tener el reconocimiento nacional y extranjero habrá esa paz relativa que controlan desde los años sesenta. Lo trágico es que los equilibrios parecen romperse y la parte proyanqui del ejército puede conducida a dar un cuartelazo. ¿Quién podría evitarlo? Por toda la geografía nacional aparecen focos rojos. Cada vez son más fehacientes los modos irresponsables de arbitrar, organizar y calificar las elecciones. El INE y los partidos fallaron es eso de promover la democracia. Sus actuaciones facciosas y subjetivas las arrojaron al albañal, por lo que habrá muchos inconformes. Evidentemente, el ejército hace seguimiento puntual de aquellos puntos críticos. La hipervigilancia sobre todas las manifestación pública y los actores políticos, familiares incluidos, así lo demuestra. Esta labor de vigilancia y espionaje es parte de sus deberes institucionales contenidos en los manuales de contención de las “fuerzas enemigas”. ¿De dónde provienen los audios y videos filtrados a la prensa? ¿Quién tiene la capacidad tecnológica (Pegausus) y recursos humanos entrenados para ello?
De costos, circo y payasadas
Otra consecuencia de la pérdida de legitimidad en los partidos, candidatos y autoridades electorales, es el derroche de dinero. Le doy cifras redondeadas de lo destinado al INE en este sexenio. En 2021 se le entregó 26 000 mdp; este año (2024), casi se incrementó 300%, alcanzando la cantidad de 66 000 mdp. Para que tenga una idea de esta millonada, con ella se podría cubrir ¡por dos años! el presupuesto destinado a Secretaria de Educación (21 000 mdp), Salud (4, 000 mdp) y Seguridad (6,000 mdp) en Veracruz, juntas. Naturalmente, esa es la punta del iceberg, el 90% de dinero (legal e ilegal) restante, circulante en cada elección neoliberal, se va en pagos, desvíos, comisiones, inversiones, encuestas y gastos por usar “la marca” patrocinadora del circo.
Es pertinente destacar que ambos bandos sirven a los poderes fácticos y ningún contendiente pone dinero de su bolsillo sin asegurar su recuperación con creces. Pagar los vicios, payasadas, caprichos y ambiciones de los políticos sale muy caro a los contribuyentes. Ya en el poder ninguno habla de los trabajadores, si acaso les avientan las boronitas que caen de la mesa del patrón. Bueno, ya ni siquiera se les ocurrirá pedir perdón a los pobres, como lo hiciera José López Portillo (1976-1982). La oposición jura que votar por Morena conducirá a México hacia el comunismo, y Morena asegura que hacerlo por la oposición sería caer en el fascismo.
Bipartidismo en puerta
Sin profundizar en el análisis, Morena, al traicionar a las bases y no separar el poder económico del político como lo prometió, fortaleció el proyecto estadunidense de instaurar un bipartidismo capitalista conforme a su estilo. Morena y sus aliados emularían a los demócratas y la otra mafia del poder, a los republicanos. Eso explica porqué los “rojillos” han sido, poco a poco, pero sistemáticamente purgados de sus filas. Por cierto, el llamado plan “c” de Morena no es nuevo, se propuso en 2021. Entonces como hoy, Morena, pretendiendo conservar la mayoría absoluta para continuar con las reformas constitucionales, sustituyó sus cuadros morenistas originales por neoliberales corruptos. Con esa directriz, Morena consolidó la imposición de candidatos y la prostitución del proceso electoral sufriendo una disminución de votos. Consecuentemente, perdió credibilidad y la ansiada mayoría. Por cierto, esa descomposición del partido ya era evidente antes del 2021. AMLO mismo, autocríticamente, dijo que era necesaria “una profunda reflexión para ver qué se está haciendo mal”. Indirectamente reconoció que había sido inundada por lambiscones, una “caterva de maleantes que se reproducen como hongos después de la lluvia, en todos lados”. Naturalmente, la autocrítica desapareció dejando un partido desmor(e)nado y derrochando el bono democrático ganado en 2018.
El plan “c” naufragará. Sin acompañamiento de los trabajadores, sin democratizar al Partido, Morena no podrá continuar con su proyecto reformista. Los gananciosos serán quienes resulten electos y reelectos. Estos émulos de Porfirio Díaz fueron la mitad en 2021, hoy son alrededor del 90%. Usted ya no participa ni es tomado en cuenta para decidir el futuro del país.
Votar o no votar
Cualquier decisión al respecto carece de importancia si no es acompañada de acciones concretas que hagan valer los derechos ciudadanos. A nadie con dignidad le gusta que la Política sea una oportunidad, como dijera Alfredo Adame, “para chingarse millones de pesos” de nuestros impuestos.
Por esta razón urge impulsar un acuerdo nacional de trabajadores, empresarios honrados, estudiantes, académicos nacionalistas, artistas con conciencia social, maestros, campesinos y pueblos indígenas, antes de que esta hermosa Nación se balcanice. ¡Urge recuperar la esperanza!