Por: Ricardo Fuentes-Nieva y Gianandrea Nelli Feroci. Journals OpenEdition. 22/05/2020
ABSTRACT
El presente artículo sostiene que estamos presenciando nuevos procesos de participación y activismo social en América Latina, caracterizados por la ausencia de centros de deliberación y coordinación definidos, y por liderazgos transitorios. Este activismo es parte de una ola más amplia de protestas sociales en el mundo que empezó con la Primavera Árabe en 2011, y con la cual comparte rasgos como el factor generacional, el rol de las redes y medios sociales, el uso de tecnologías de la información y la comunicación (TIC), la brecha entre las políticas institucionales y la ciudadanía, y el debilitamiento del poder de convocatoria y movilización de los movimientos sociales clásicos. El período 2011-2015 se caracterizó por el surgimiento de este nuevo tipo de activismo social en América Latina. Esta forma de activismo emerge en un contexto regional específico de crecientes contradicciones, producto de un desarrollo socioeconómico excluyente y de un desarrollo humano incompleto, caracterizado por desigualdades sociales radicales en democracias que siguen sin atender las necesidades de gran parte de la sociedad. Aunque estos movimientos sociales pueden parecer nuevos, en verdad son expresión de las tensiones subyacentes presentes en la mayoría de las sociedades de la región; son puntos de tensión que por largo tiempo han representado el núcleo del conflicto social en América Latina: la desigualdad, la pobreza y la exclusión que ambas implican. Esta exclusión es social (falta de acceso a los servicios básicos, a la educación, a la salud, al transporte, etc.) y política (falta de participación en los procesos de toma de decisiones, clases políticas autorreferenciales y procesos institucionales opacos y una ausencia de rendición de cuentas en el ámbito político-institucional).
OUTLINE
1. Introducción
2. Casos nacionales: convergencias y divergencias
2.1 Demandas y contextos políticos
2.2 Los actores
2.3 Estructuras y formas de movilización
3. Conclusiones
AUTHORS’ NOTES
Las opiniones expresadas en este capítulo son de exclusiva responsabilidad de los autores. Su publicación no constituye un respaldo de Oxfam a las opiniones aquí vertidas.
FULL TEXT
1. Introducción
1 El presente capítulo es el resultado de un proceso de investigación y análisis del panorama de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe (ALC), emprendido por los autores a lo largo de tres años, como parte de su trabajo de investigación para Oxfam. La investigación se basa en una combinación de experiencias directas en el campo, obtenidas durante la organización de programas en la región, la revisión de literatura y entrevistas con actores clave. Oxfam trabaja con organizaciones de la sociedad civil (OSC) a fin de lograr sus metas; por lo tanto, comprender mejor las tendencias que emergen en este sector es importante para la planificación y el posicionamiento estratégicos de la organización.
2 El marco analítico del capítulo es la investigación académica sobre los movimientos sociales emergentes vinculados con la ola más amplia de protestas sociales en el mundo que empezó con la Primavera Árabe en 2011. En estas protestas, las redes y medios sociales, las TIC, la fluidez, la ausencia de un claro liderazgo, la espontaneidad y el desencantamiento respecto a los partidos políticos y las instituciones, son elementos comunes y desempeñan un papel clave (Branco, 2014; Castells, 2014; Cardoso, 2014; Calderón y Szmukler, 2014; Pellizzetti, 2014). Los autores definen el concepto de «movimiento social» como «el proceso de (re)constitución de una identidad colectiva, fuera del ámbito de la política institucional, por el cual se dota de sentido a la acción individual y colectiva» (Revilla Blanco, 1996, 1, trad. de los autores).
3 La tendencia positiva en el crecimiento económico, el desarrollo y la reducción de la pobreza que caracterizó a la región ALC en la primera década del siglo XXI se ha detenido, lo que puede conducir a un estancamiento del desarrollo social o, incluso, en el plano social, a nuevas tendencias negativas. Al mismo tiempo, la región parece entrar en un período de crisis política, en el cual los regímenes progresistas, que explotaron estratégicamente la bonanza económica a fin de promover el desarrollo social, ahora están agotando sus recursos, tanto en términos de estrategias políticas como de políticas económicas. Lo mismo está sucediendo en aquellos países donde los regímenes conservadores han retenido el poder. Parecería que gran parte de los países de la región está llegando al final de un ciclo político y económico. Al mismo tiempo, debe reconocerse que el progreso de la última década, tanto económico como en el plano del desarrollo, ha formado un nuevo panorama social en ALC, caracterizado por una creciente pero frágil clase media (o clase acomodada), y por una ciudadanía cada vez más consciente de sus derechos. En este contexto, han aparecido nuevas formas de ciudadanía activa y de movilización social.
4 A pesar de los cambios positivos de la primera década del presente siglo, los últimos resultados de Latinobarómetro revelan los niveles más bajos de apoyo a la democracia en ALC desde que empezó la encuesta de opinión pública anual en la región en 1995. En 2015, solo el 37 por ciento de los latinoamericanos manifestaron estar satisfechos con la democracia, con niveles mínimos históricos en México (19 por ciento) y Brasil (21 por ciento) (Latinobarómetro, 2015). Aun cuando ALC se ha caracterizado por lo que comúnmente se define como la «década dorada» y ha sido la región con los mejores puntajes del mundo en materia de desarrollo social, es la zona geográfica con los más bajos niveles de satisfacción respecto de la democracia (comparado con África, Asia y Europa). Esta aparente contradicción puede explicarse por los altos niveles de desigualdad en ALC y por una diferenciación cualitativa entre la clasificación económica de «clase media» y la manera en que la propia nueva clase media autoevalúa su ascenso en la pirámide social, especialmente desde un punto de vista sociopolítico. En efecto, en la mayoría de los casos, la nueva clase media latinoamericana —más rica, más educada y políticamente consciente— es aún económicamente vulnerable y está en peligro de volver a la pobreza. Y, aún más importante, sigue siendo excluida de los procesos de toma de decisiones, del sistema de bienestar social universal, del acceso equitativo a la justicia, de mejores oportunidades de empleo, y sigue esperando el asentamiento de la meritocracia. Los escándalos de corrupción que involucran a las élites políticas y económicas, a menudo amplían esta percepción de exclusión. Las estadísticas económicas nos dicen que una parte importante de la nueva clase media es aún muy «pobre» en términos sociopolíticos.
5 Se puede argumentar que gracias a la democratización, a la reducción de la pobreza, a los avances educativos y al incremento del acceso a la información en la región, el pueblo latinoamericano atraviesa hoy una fase de creciente consciencia de la situación de precariedad económica y política en la que se encuentra y de las injusticias que aquella situación implica. Ya no se perciben las disparidades sociales como algo natural o teleológico, sino como una evidencia inaceptable de la injusticia y de Estados disfuncionales, y estas se vuelven fuente de descontento y asuntos por los cuales vale luchar a fin de lograr cambios en la sociedad (PNUD-PAPEP, 2012). No es casualidad que el período 2011-2015, cuando se empezaron a sentir los primeros síntomas del final del ciclo económico positivo y las limitaciones sociopolíticas del modelo de crecimiento, se caracterizara por el (re)surgimiento del activismo social en la región. Los movimientos sociales que fomentaban este activismo crecieron en el contexto de las crecientes contradicciones surgidas en crecimientos económicos vertiginosos combinados con desarrollos económicos excluyentes y un desarrollo humano incompleto caracterizado por desigualdades sociales radicales en democracias en las que aún no se atienden las necesidades de gran parte de sus sociedades. También comparten rasgos como el factor generacional y de clase social (los jóvenes, los estudiantes universitarios y la clase urbana acomodada desempeñan un papel clave en la mayoría de las movilizaciones), el rol de los medios sociales y el uso de las TIC, la brecha entre las políticas institucionales y la ciudadanía, y el debilitamiento del poder convocatorio y movilizador de los movimientos sociales clásicos.
6 Otro rasgo común, y desafiante es que la mayoría de las definiciones de movimientos sociales parecen ser limitadas u obsoletas para describir adecuadamente lo que está sucediendo hoy en ALC y en otras regiones del mundo. En gran parte de los países de la región sería más preciso hablar sobre estallidos sociales de redes conectadas, que desaparecen y reaparecen rápidamente para protestar en contra de temas específicos. En este proceso social en marcha, las TIC y las redes y medios sociales desempeñan un papel clave, permitiendo que los ciudadanos activos permanezcan interconectados y se movilicen al crearse una masa crítica en torno a un llamado específico de movilización. Estos «movimientos» pueden tener un poder de convocatoria impresionante. Sin embargo, en la mayoría de los casos, su impacto político y económico todavía no es claro, aún si ya se pueden identificar algunas implicancias socioculturales y en términos de actores emergentes.
7 En verdad, quizás el aspecto más revolucionario de estos nuevos movimientos sociales yace en sus estructuras y formas de movilización y organización. Sin embargo, en términos políticos, dada la evidente concentración masiva de poder político, ingresos y riqueza en la región, falta ver si la nueva clase media urbana está dispuesta a crear alianzas duraderas con grupos tradicionalmente marginados, lo que afecta ambos lados de dichas potenciales alianzas. Algunas experiencias parecen confirmar que se puede encontrar una convergencia. Así sucedió en el paro agrario de 2013 en Colombia, cuando los movimientos campesinos y las clases medias urbanas unieron sus fuerzas, y en las movilizaciones #YoSoy132 en México, en 2012, y en las protestas de #RenunciaYa en Guatemala, en 2015, cuando los estudiantes de las universidades privadas y públicas protestaron juntos, algo nunca antes visto. Sin embargo, aún no han conducido a alianzas políticas formales y parecen estar más vinculados a intereses específicos coincidentes durante las manifestaciones que a estrategias de largo plazo.
8 Lo antes mencionado —junto con las características organizacionales de estos movimientos— está vinculado a la pregunta de por qué, hasta hoy, estos movimientos, a pesar de sus enormes poderes de convocatoria y movilización, no han producido cambios políticos (con la excepción parcial de Guatemala y Chile) ni estructurales, y si es probable que esto se modifique en un futuro cercano. Intentamos responder estas preguntas mediante el análisis de tres estudios de caso de la región, que comprenden aparentemente formas similares de descontento social en los últimos años, pero con diferentes resultados: Brasil, 2013; México, 2012-14, y Guatemala, 2015.
2. Casos nacionales: convergencias y divergencias
2.1 Demandas y contextos políticos
9 Los movimientos analizados surgieron en contextos políticos diferentes y con distintas dinámicas. Mientras que las manifestaciones en Brasil se perfilaron durante el mandato del gobierno reformista y progresista de Dilma Rousseff, las protestas en Guatemala y en México se extendieron cuando estaban en el poder los gobiernos conservadores y económicamente liberales de Otto Pérez Molina y de Enrique Peña Nieto, respectivamente. La falta de identificación clara de los movimientos con ideologías políticas y políticas partidarias clásicas parece apuntar hacia una insatisfacción con cuestiones estructurales, como la desigualdad y la exclusión, antes que a una reacción en contra de determinada ideología política. Recordemos también que México (gobierno conservador) y Brasil (gobierno progresista) son países con los más bajos niveles de satisfacción en la región respecto de la democracia. Los resultados de Latinobarómetro (2013; 2015) parecen decirnos que ningún régimen político ha hecho lo suficiente para ejecutar aquellos cambios que son profundamente necesarios en la región; cambios estructurales que también habrían contribuido a promover una percepción más positiva de la democracia.
10 La insatisfacción con la democracia no significa, vale recalcar, que la mayoría de los latinoamericanos se opongan a ella como forma de gobierno. Por el contrario, el 56 por ciento de los habitantes de la región la sigue creyendo preferible a cualquier otro tipo de gobierno (Latinobarómetro, 2015). Esos resultados, más bien nos dicen que la mayoría de los habitantes de ALC no están satisfechos con la manera en que se aplica la democracia en la región. En realidad, se puede sostener que las movilizaciones de los últimos años están profundamente vinculadas con la democracia y con las dinámicas democráticas. No van contra el régimen; más bien demandan su mejor funcionamiento. Los nuevos movimientos son expresión habitual de sociedades con una cultura democrática consolidada, donde el debate, la crítica, la libertad de expresión y comunicación, están profundamente arraigadas, lo cual suele conducir a protestas afianzadas por lo general en las reglas democráticas. Estas protestas y sus demandas por más democracia son, paradójicamente, un síntoma de democracias maduras. Los nuevos movimientos sociales en ALC comparten muchas características con los nuevos movimientos en países a los que se considera que tienen democracias más sólidas. Estos movimientos se encuentran en todos los sistemas democráticos y son indicadores del dinamismo y vitalidad de estos sistemas; y esa es una tendencia positiva para la región en su conjunto.
11 La creciente desconexión entre la política partidaria y la gente también puede explicar el desencanto con la democracia. En cada uno de los tres casos analizados, las dimensiones y el poder de los nuevos movimientos tomaron por sorpresa a la política institucional y a los partidos políticos, tanto de izquierda como de derecha. Los partidos no pudieron medir el nivel de insatisfacción de la ciudadanía, demostrando así que las estructuras políticas tradicionales no están conectadas efectivamente con la ciudadanía, y por ello son incapaces de identificar con adelanto las causas de insatisfacción social. Esta desconexión también puede ser evidencia del inmenso nivel de impunidad en el que están acostumbrados a operar los partidos políticos y los políticos en la región, sin tomar en cuenta siquiera la posibilidad de una indignación pública, por lo menos hasta ahora. Debido a esta desconexión con la sociedad, los principales partidos políticos no pudieron prever el advenimiento de movimientos de protesta, ni pudieron hacer frente a las raíces de la insatisfacción mediante la adaptación de medidas políticas estratégicas.
12 Estos movimientos también fueron un rechazo a los actores políticos institucionales tradicionales. Y se puede argumentar que son resultado del creciente distanciamiento de los partidos políticos y los sindicatos respecto de la realidad social a la que deberían representar. Sin embargo, a pesar de estos rasgos compartidos, las relaciones de los movimientos con los actores institucionales cambian de acuerdo a las realidades de cada país. Mientras en Brasil, junto con otros casos no analizados aquí como el de Chile, hubo una suerte de acercamiento entre los movimientos y algunas fuerzas políticas formales, en México y Guatemala, el rechazo fue fuerte.
13 Solo tras el estallido del descontento social, esas fuerzas políticas —que supuestamente empatizan con las demandas sociales— intentan establecer lazos, de manera oportunista, con los nuevos movimientos sociales. Sin embargo, con la excepción parcial de Brasil —donde el Partido Socialismo y Libertad, el Partido Socialista de los Trabajadores Unificado y el Partido Comunista Revolucionario se unieron y participaron activamente en las movilizaciones—, estas movidas no tuvieron éxito y fueron rechazadas abiertamente por los movimientos. En México, los intentos del Partido Revolucionario Democrático y del Movimiento Regeneración Nacional por explotar las protestas y aliarse con los movimientos, fracasaron. Mientras que en Guatemala, los partidos políticos fueron invitados abiertamente a no participar en las protestas, que eran en contra de todo el sistema político que ellos mismos representaban; y los mismos partidos, debido a la proximidad de las elecciones presidenciales, prefirieron mantenerse a una cauta distancia de las calles. En los tres países coexistieron diferentes tipos de demandas, aunque las protestas y movilizaciones empezaron por razones específicas. En Brasil, las primeras protestas de junio de 2013 fueron lideradas por movimientos sociales que históricamente habían abordado cuestiones relacionadas con el transporte público. Sin embargo, la reacción violenta de la policía, junto con los intentos del gobierno y de los principales medios de deslegitimar la protesta, produjeron una indignación pública que pronto se transformó en movilizaciones masivas conformadas, en su gran mayoría, por «gente común» que no solía ser políticamente activa. Una protesta específica vinculada al transporte se convirtió, de pronto, en un movimiento masivo en contra de los altos costos económicos y sociales generados por ser país anfitrión de la Copa Mundial de Fútbol y de los Juegos Olímpicos, mientras que la calidad de la educación pública y los servicios de salud decaían. A eso se sumaron otras manifestaciones, desde protestas contra la brutalidad policial y la violación de derechos humanos y exigencias de democratización de los medios, hasta el reclamo del reconocimiento del derecho a preferencias sexuales diferentes. En el caso brasileño, la reacción de las entidades del orden público fue excesiva y muy violenta, lo cual produjo la indignación de las masas. En los casos de México y Guatemala, las fuerzas policiales parecen haber aprendido de la violenta reacción política en otros países de la región, o en episodios internos previos (México, #YoSoy132) que siguieron enfoques represivos, y se mantuvieron tácticamente al margen.
14 En setiembre de 2014, México fue sacudido por la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero. Inmediatamente después de lo sucedido, cientos de miles de ciudadanos empezaron a reunirse y a protestar exigiendo justicia. El caso de Ayotzinapa puso al descubierto miles de otras desapariciones forzadas, una red de corrupción e impunidad extendida vinculada al crimen organizado, y la manipulación deliberada de información por parte del gobierno. Ciudadanos activos convocaron a las manifestaciones a través de los medios sociales con el hashtag #YaMeCansé, mientras que los partidos de oposición y los movimientos sociales clásicos, por lo menos al principio, tuvieron un papel muy marginal. Si bien las manifestaciones empezaron por el caso de Ayotzinapa, pronto comenzaron a centrarse también en otros asuntos, incluidos la corrupción generalizada, la parcialidad del sistema de justicia, la violencia y la inseguridad. Muchos de los participantes habían integrado en su momento el movimiento #YoSoy132, que en 2012 había protestado en contra de la candidatura del actual presidente Enrique Peña Nieto.
15 En abril de 2015, un escándalo de corrupción que involucraba al presidente y a la vicepresidente de Guatemala condujo a protestas masivas en las que se pedía sus renuncias y sus procesamientos. Después de meses de creciente presión pública, la vicepresidente, primero, y luego el presidente, se vieron forzados a demitir y a enfrentar juicios. Nunca antes se había visto algo así en uno de los países más pobres, más desiguales y más violentos de la región, con una larga historia de represión hacia las OSC y de violaciones de los derechos civiles y ciudadanos. El movimiento #RenunciaYa, que finalmente condujo al histórico resultado, fue en gran parte iniciativa de la clase media urbana, mientras que los partidos opositores no tuvieron ningún rol y los movimientos sociales tradicionales solo se incorporaron en una etapa posterior. Aun cuando las protestas estallaron en relación a un escándalo específico, todo el sistema político guatemalteco fue acusado de corrupción generalizada y puesto bajo escrutinio. La Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG)1, respaldada por los EE.UU. y la comunidad internacional, desempeñó un papel importante. No solo develó el escándalo de corrupción, sino que también fue clave al calmar los temores de los manifestantes. Los ciudadanos guatemaltecos estaban positivamente sorprendidos por un sistema judicial «que funcionaba» y este fue un factor clave en su empoderamiento. Es esta «falta de temor» la que no previeron los actores políticos tradicionales.
2.2 Los actores
16 La fluidez de los nuevos movimientos impide identificar claramente a sus actores, lo que representa un desafío analítico. Aunque el análisis de las redes y los medios permite identificar a los «miembros fundadores» o «células madre» de los movimientos, el incremento de la participación y la diversificación de las demandas convierten a la identificación de los actores en un gran reto. La mayoría de ellos no son parte de un movimiento formal, con miembros registrados, y solo pueden ser rastreados a través de cuentas de Twitter o Facebook. Esta fluidez organizacional es a la vez la fortaleza y la debilidad de estas nuevas formas de agregación y activismo.
17 Si, por un lado, la capacidad catalizadora de los miembros fundadores conduce, gracias a las TIC y a las redes y medios sociales, a protestas de impacto, y transforma rápidamente los pequeños grupos de personas en movilizaciones masivas, por el otro, las impresionantes manifestaciones no están respaldadas aparentemente por organizaciones estructuradas con capacidad de coordinación que pueden mantenerse con el tiempo. Estamos presenciando la emergencia de movimientos fluidos, en los que individuos fortuitos desempeñan un papel clave en el impacto de las movilizaciones, mientras que los grupos convocantes son relativamente pequeños. Estos dos grupos de personas, los miembros fundadores o células madre y los actores circunstanciales, no son categorías fijas. Por el contrario, mezclan e intercambian roles rápidamente a través de los medios sociales y según las demandas específicas que surgen con el tiempo.
18 En el caso brasileño, las movilizaciones de 2013 fueron iniciadas por el Movimento Pase Libre (MPL), un grupo organizado que llevaba años exigiendo la gratuidad del transporte público. Sin embargo, el número de organizaciones, asociaciones, movimientos y (más importante aún) de ciudadanos sin afiliación alguna que se unieron a las protestas, creció tanto y tan rápidamente, que pronto fue imposible identificar un liderazgo claro o las demandas catalizadoras clave entre las numerosas demandas que surgieron. El resultado: muchos actores protestando por múltiples razones en simultáneo, sin ninguna clara movilización central.
19 En Guatemala, las protestas de 2015 fueron convocadas por la clase media urbana, usando el hashtag #RenunciaYa. Miles de personas sin ninguna forma de organización estructurada, y de todo el espectro político y de clase, tomaron las calles exigiendo justicia y poner fin a la corrupción. La reacción y la amplia participación de los guatemaltecos en el extranjero, quizás no tan significativa en término de cifras, tuvo un importante efecto en la creciente cohesión nacional. Uno de los claros mensajes de los manifestantes fue que ningún partido político, sin importar su ideología, era bienvenido a unirse a las manifestaciones. Solo en una etapa posterior los movimientos sociales y los grupos organizados preexistentes se incorporaron a las movilizaciones.
20 El caso de México tuvo, probablemente, la fluidez más radical, ilustrada en las movilizaciones #YoSoy132 (2012) y #YaMeCansé (2014-15). El movimiento #YoSoy132 surgió espontáneamente en mayo de 2012 como un mensaje de apoyo, canalizado mediante las redes sociales, enviado a 131 estudiantes de la Universidad Iberoamericana que se opusieron públicamente al entonces candidato presidencial Enrique Peña Nieto en un foro celebrado luego de un discurso que dio en el recinto universitario. El movimiento pasó de las redes sociales a las calles y empezó a coordinar y deliberar mediante dinámicas más convencionales, como las asambleas participativas, y a convocar a movilizaciones masivas que se vieron ampliadas por la participación de la clase media urbana. El movimiento se oponía abiertamente a los partidos políticos y colaboraba solo con unos cuantos movimientos indígenas y el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Tras la elección de Peña Nieto a fines de 2012, el movimiento pareció desaparecer rápidamente y descomponerse en pequeños grupos.
21 Sin embargo, algunos analistas señalaron que hubiera sido un error considerar que el movimiento había terminado. El problema era la perspectiva analítica que se estaba utilizando: la de los movimientos sociales clásicos. En efecto, el movimiento #YoSoy132 se mantuvo vivo a través de una red de ciudadanos activos conectados a través de las redes sociales, mayormente Twitter y Facebook, con capacidad para una rápida movilización que estalla en torno a una demanda determinada. Las manifestaciones repentinas convocadas en los meses siguientes mediante la red #PosMeSalto, para protestar contra la subida de los precios del tren urbano, y #NoMasPoderAlPoder y #ContraElSilencio, para protestar contra el intento del gobierno de incrementar el control sobre el uso de internet, son pruebas de ello. El poder convocatorio de los ex miembros de #YoSoy132 volvió a confirmarse en las movilizaciones masivas agrupadas en torno al hashtag #YaMeCansé, cuando las desapariciones de Ayotzinapa causaron una indignación generalizada en México. Un análisis de las redes prueba que muchos de los hubs de Twitter que fueron usados como convocantes eran compartidos por #YoSoy132 y #YaMeCansé.
22 Los actores centrales en los movimientos de Brasil, México y Guatemala son los jóvenes adultos, a los cuales se unieron, en etapas posteriores, otras generaciones. Entre estos jóvenes adultos, parece que los estudiantes universitarios no afiliados a asociaciones formales o aquellos afiliados a movimientos no universitarios, tales como las organizaciones no gubernamentales y otras OSC, desempeñaron un papel clave. Por ejemplo, en Brasil, la Unión Nacional de Estudiantes, la principal y más antigua unión de estudiantes del país, tuvo un papel marginal en las movilizaciones de 2013, mientras que los estudiantes independientes tomaron el liderazgo, deliberando y coordinando a través de asambleas participativas abiertas y permanentes. En México, los 131 estudiantes que iniciaron la oposición a la candidatura de Peña Nieto en 2012 no estaban afiliados a ninguna organización y, más sorprendente, todos provenían de una universidad elitista privada sin ninguna historia de protestas políticas.
23 El papel secundario desempeñado por las asociaciones de estudiantes tradicionalmente activas parece haber distendido las fronteras sociopolíticas que separaban a unos jóvenes de otros, permitiendo a los estudiantes y jóvenes de diferentes clases sociales, converger en los movimientos. En cada uno de los tres países estudiados, los estudiantes de las universidades públicas y privadas protestaron juntos. Para sociedades estratificadas donde lo privado y lo público ha siempre delimitado la diferencia entre la élite económica y el resto de la gente, esto constituye un llamativo apartamiento del pasado. En Guatemala, por ejemplo, en una movida sin precedentes, los estudiantes de la Universidad de San Carlos de Guatemala y los de la Universidad Francisco Marroquín unieron fuerzas para poder organizar movilizaciones más efectivas. La misma dinámica se puede encontrar entre los participantes adultos en las movilizaciones. Aquí también, el papel marginal desempeñado por los movimientos sociales tradicionales definidos por posiciones políticas claras, parece haber abierto las puertas a una participación más libre de personas que comparten los mismos reclamos, pero que no siempre provienen de los mismos contextos socioculturales y políticos.
24 Queda por ver si “más libre” significa más justa. Por un lado, la flexibilización de los puntos de vista políticos ha permitido una mayor participación de los ciudadanos activos que están cada vez menos asociados con la política o con los movimientos clásicos. Por el otro, se puede argumentar que en una región donde la mitad de la población nunca ha tenido acceso a Internet, el papel central de las TIC o los medios sociales es excluyente de por sí. Esta situación impone límites claros sobre quiénes participan en las movilizaciones y con qué roles, y también explica la centralidad de la clase media y la juventud urbanas. Al mismo tiempo, puede levantar dudas acerca de la legitimidad sociopolítica de los nuevos movimientos, los cuales, a pesar de ser capaces de convocar a movilizaciones masivas, no representan grandes estratos de la población.
2.3 Estructuras y formas de movilización
25 Probablemente el aspecto más revolucionario de los nuevos movimientos reside en sus estructuras y formas de movilización. Si bien la mayoría de los movimientos están vinculados a demandas sociales que han existido en la región durante décadas, desde los primeros años del siglo XXI, con una repentina aceleración a partir de 2011, empezaron a caracterizarse por rasgos que rompen con el pasado, sobre todo desde un punto de vista formal. Por ello, aunque se puede argumentar que hay una continuidad de contenido, el gran impacto de los estallidos sociales de los últimos años se debe a las formas radicalmente nuevas de organización, comunicación, coordinación y agregación. Las TIC y las redes y medios sociales no parecen desempeñar un rol especial en la definición del contenido o de las nuevas demandas, pero sí revolucionan la manera en la que estos son transmitidos y se manifiestan.
26 La comunicación horizontal permite a los participantes sortear a los organizadores y convocantes de las movilizaciones clásicas, tales como los «antiguos» movimientos, sindicatos y partidos opositores, facilitando así la participación libre de las personas en las protestas. Las protestas organizadas, controladas y coordinadas por dirigentes de partidos o sindicatos han perdido su atractivo; más importante se ha vuelto el papel de los individuos, conectados a otros, a través de Internet, con una alta capacidad de movilización que no requiere ninguna forma previa de organización.
27 No existe un único centro de deliberación y coordinación, y predomina la cultura de la propagación virtual de la palabra y el retuiteo. El tuiteo y el retuiteo empiezan a reemplazar a las asambleas de coordinación en la convocatoria de protestas y movilizaciones. Cualquiera puede empezar una cadena de mensajes que se convierte en un llamado colectivo para movilizaciones de impacto, aunque estos mensajes también pueden ser efímeros. Como se mencionó antes, esta fluidez organizacional es, a la vez, la gran fortaleza y la debilidad de los nuevos movimientos. La rapidez de la formación y disolución desorienta a los políticos clásicos y a los representantes del orden público, quienes no saben con quién, ni a dónde ir a fin de interactuar y ejercer control. Al mismo tiempo, también desorienta a los movimientos sociales, OSC y ONG más clásicos que estarían interesados en establecer lazos con los actores emergentes del activismo social en la región.
28 En las nuevas formas de movilización se destaca la importancia de conservar la independencia individual cuando se participa en movimientos y protestas masivas. Esto crea una contradicción entre la necesidad de permanecer independiente y la necesidad de organizar y coordinar un movimiento a fin de tener impacto político. Tal contradicción es evidente en el caso de Brasil, Guatemala y México, donde las movilizaciones han tenido ondulaciones; es decir, donde un número impresionante de participantes se desinfla rápidamente, pero, sin embargo, puede «inflarse» nuevamente con la misma facilidad.
29 La pregunta acerca de la relevancia de un mensaje político determinado o del llamado a una movilización depende de si estos se vuelven «virales» en las redes y medios sociales. La Red, y aquellos que están conectados a ella, son los que determinan de una manera autoorganizada si un llamado es importante, y lo hacen efectivo o irrelevante. Esta selección «instintiva» se basa en si los usuarios de los medios sociales empatizan con los mensajes políticos y con los llamados a movilizaciones que circulan en la Red. La comunicación y la mediación en línea permiten identificar y reconocer otros individuos que comparten ideas y opiniones similares y que pueden agruparse para una causa común (Cardoso, 2014). Las movilizaciones de los últimos años fueron resultado de múltiples voces y mensajes que tomaron las calles en forma de protestas. Sin embargo, antes de que las protestas estallaran, aquellas voces y opiniones ya estaban presentes en la vida diaria y solo en una segunda fase se conectaron, reunieron y propagaron gracias a las redes y medios sociales.
30 Un estudio de las protestas de 2013 en Brasil muestra que las movilizaciones se caracterizaban por la presencia de pequeños grupos de personas que apoyaban las demandas en cuestión —que pueden ser definidas como células madre de los movimientos—, y que solo en etapas posteriores presenciamos la «actitud mimética» que condujo a un mayor número de participantes en las protestas. La actitud mimética es una posibilidad, es una opción personal que se vuelve real solo cuando uno toma conciencia de que algo está sucediendo realmente (Cardoso, 2014). Y es en aquella etapa, la de darse cuenta de que algo está sucediendo, que la línea de comunicación horizontal de los medios sociales desempeña un rol clave.
31 Los movimientos de Guatemala y México se caracterizaron precisamente por esta dinámica. Lo que cambia es el tamaño y el número de células madre. Mientras que en Brasil eran numerosas y dispersas, lo cual reflejaba la existencia de demandas paralelas, en México eran menos y estaban más concentradas en torno a la candidatura de Peña Nieto en 2012 y al caso de Ayoztinapa en 2014. En Guatemala fueron incluso más pequeñas que en México, lo cual refleja la realidad social y el tamaño de la población del país. Gracias a los medios sociales, el acto de ser un «célula madre» y el de desplegar una actitud mimética no son mutuamente excluyentes; uno puede fácilmente ser parte de una célula madre hoy y un seguidor mañana, o a la inversa.
32 La relación entre estos actores sociales o nuevos movimientos emergentes y las organizaciones y grupos ya existentes varía en cada caso. En Brasil, si bien las movilizaciones se caracterizaron por su alta fluidez y por la cultura de retuiteo, los nuevos actores también coexistían e interactuaban con algunos partidos opositores y con movimientos más estructurados tales como el MPL, los Comités Populares da Copa, el Centro de Mida Independente, el Movimento dos Trabalhadores Sem Teto, la Red de Comunidades y Movimiento contra la Violencia, el Frente Independiente Popular y el Movimiento Periferia Activa, solo para mencionar algunos. Los movimientos y las organizaciones que participaron en las protestas de 2013 eran tan numerosos y variados que a menudo fue posible realizar diferentes manifestaciones en un mismo espacio urbano, sin ninguna coordinación y articulación, con el obvio resultado de una fuerza dispersa y ningún impacto político.
33 La falta de coordinación formal con otros actores sociales fue incluso más evidente en el caso mexicano, donde la fluidez extrema de los movimientos #YoSoy132 y #YaMeCansé hizo imposible que estos se unieran a otras organizaciones a través de canales formales. Se establecieron enlaces con personas de las comunidades indígenas de Atenco y otras organizaciones indígenas, con el SME y con los padres de los desaparecidos. Sin embargo, el movimiento cambió tan rápidamente, desapareciendo y reapareciendo en forma de nuevos grupos o miembros, y reuniéndose en torno a demandas en constante evolución, que es muy difícil seguir el rastro de su coordinación a través de la perspectiva de organizaciones que están estructuradas de una manera más clásica. Uno siempre tiene la duda de si es el movimiento el que está coordinando o si solo se trata de alguien que estuvo activamente involucrado en el movimiento, pero que hoy está interactuando como individuo.
34 En Guatemala se puede argumentar que, mientras en la etapa inicial las movilizaciones fueron convocadas por la clase media urbana, fuera de cualquier movimiento organizado, los movimientos sociales más clásicos, como las organizaciones campesinas y las asociaciones de estudiantes universitarios, han incrementado progresivamente su participación en ellas. Aún más, y esta es una diferencia entre el caso guatemalteco y los demás, los manifestantes empezaron a organizarse en torno a espacios de deliberación y coordinación más formales, tales como la Plataforma Nacional para la Reforma del Estado, que presentó una propuesta de reforma a la ley electoral, y la Asamblea Social y Popular, que congrega a 73 organizaciones que comprenden, por ejemplo, a estudiantes, pueblos indígenas, campesinos, mujeres y académicos, que tiene por objetivo articular un debate sobre el futuro del país.
3. Conclusiones
35 Aunque los movimientos antes mencionados surgieron en diferentes países con sus propias peculiaridades, todos tienen más rasgos en común que diferencias. Se desarrollaron en un contexto regional específico de crecientes contradicciones que surgen de un desarrollo económico excluyente y un desarrollo social y humano incompleto, caracterizado por desigualdades radicales en democracias que aún no atienden las necesidades de gran parte de la sociedad.
36 Estos movimientos parecen nuevos pero surgen de tensiones que subyacen en la mayoría de las sociedades de la región; tensiones que desde hace tiempo representan el núcleo del conflicto social en América Latina: la desigualdad, la pobreza y la exclusión que ambas implican. Esta exclusión es social (una falta de acceso a los servicios básicos, a la educación, a la salud, a el transporte, etc.) y política (una falta de participación en los procesos de toma de decisiones), como también clases políticas autorreferenciales y procesos institucionales opacos, así como una ausencia de rendición de cuentas en el ámbito político e institucional.
37 En general, todos los movimientos tuvieron impactos en sus países y en la región. Pero aún es muy temprano para elaborar una evaluación definitiva acerca de la efectividad de tal impacto, y será necesario, especialmente en el ámbito político, una perspectiva de mediano y de largo plazo a fin de determinar su real alcance. Dicho esto, ya se pueden identificar algunas implicancias en términos socioculturales y con respecto a los actores emergentes.
38 El caso guatemalteco es algo diferente de los otros dos en cuanto al impacto político. Cabe subrayar que el movimiento estalló en el país en medio de una campaña electoral que agudizó el disgusto hacia el sistema político. Eso también contribuyó a darle más relevancia al movimiento debido a que los candidatos (especialmente aquellos que postulaban al Congreso) temían perder una reelección. Sin embargo, si bien el movimiento condujo a que el presidente y sus diputados demitieran y a una serie de arrestos, no pudo reunirse en torno a un proyecto político y presentar su propio candidato para las elecciones presidenciales celebradas en septiembre de 2015. Es importante mencionar que esto no se debió solo a una falta de capacidad de coordinación, sino también a la falta de tiempo. Las protestas ocurrieron solo unas cuantas semanas antes de que se convocara oficialmente el proceso electoral. Esto condujo a un debate muy interesante sobre la Constitución. La mayoría de los manifestantes estaban en contra de reformar o «desechar» la Constitución a fin de detener el proceso electoral. Unos cuantos argumentaron que dado que el contrato social había sido completamente violado, el respeto a la Constitución ya no era más un requisito y proponían un gobierno de transición.
39 Finalmente se celebraron las elecciones en un vacío político que abrió las puertas al triunfo del candidato anti-política Jimmy Morales. Sin embargo, se puede sostener que otro resultado de las protestas fue la emergencia de una cultura de rendición de cuentas, en la que vemos a ciudadanos más conscientes de lo que está haciendo el nuevo gobierno, así como de las leyes que se están aprobando en el Congreso.
40 De manera general, el aspecto más revolucionario de los nuevos movimientos sociales reside en las estructuras y formas de movilización, caracterizadas por nuevas dinámicas que han roto de manera radical con el pasado, desde un punto de vista formal. Todos los casos analizados aquí son evidencia de la emergencia, también en América Latina, de una sociedad líquida, es decir, de la necesidad de tomar una identidad flexible y versátil; un proceso por el cual el individuo debe pasar a fin de incorporarse a una sociedad cada vez más global, sin identidad fija, maleable y cambiable. Se tiene que inventar, crear, la identidad; los disfraces de la supervivencia deben ser moldeados (Bauman, 2004). En el contexto de movimientos y protestas sociales, esto conduce al debilitamiento de las formas tradicionales de agregación y al crecimiento de la pertinencia y la importancia de actores circunstanciales, así como a nuevas formas de «organización», como aquellas que se desarrollaron mediante el uso de las redes.
41 Esto varía de caso en caso y, si en México y Guatemala estas organizaciones líquidas representan la fundación de nuevas formas de movilización, en Brasil se mueven y se incorporan a movimientos sociales más estructurados y preexistentes. En todos los casos, las TIC y las redes y medios sociales desempeñan un importante papel, especialmente como medios de comunicación, agregación y coordinación entre aquellos actores, y menos como un medio de deliberación, salvo en México. Cuanto más fluidos son los movimientos sociales, más difícil se vuelve identificar, desde afuera, a los actores con los cuales interactuar.
42 El estallido y la propagación de las protestas están vinculados al incremento de la difusión de las redes y los medios sociales, y coincide con la presencia de nuevos actores clave en las protestas de estos últimos años: los ciudadanos metropolitanos circunstanciales que, a través de las TIC y las nuevas formas de comunicación, participan en protestas masivas sobre temas puntuales. Sin embargo, estos actores no están involucrados, ya sea activamente o en el largo plazo, en la coordinación y organización de los movimientos sociales. Debemos distinguir en los casos analizados entre manifestaciones grandes vinculadas a movimientos sociales «tradicionales» y los estallidos sociales que también son expresados a través de grandes manifestaciones, pero vinculados a las nuevas formas de agregación, organización y coordinación descritas en este capítulo.
43 Esta distinción es importante si queremos comprender quiénes son los reales actores activos en el renovado panorama de activismo social latinoamericano. En la mayoría de los casos encontramos organizaciones y movimientos sociales, grandes o pequeños, más o menos organizados, dependiendo del país, en los que los jóvenes tienen un papel central y representan las células madre de las movilizaciones, y de los cuales emergen los mensajes que lideran las protestas masivas. Estos movimientos no tienen mecanismos de coordinación institucionalizados y eso en muchos casos lleva a la dispersión y la disolución del impacto potencial de las movilizaciones. Esto sucede especialmente en países —Brasil es el ejemplo más obvio— donde hay una multitud de organizaciones, a veces también muy pequeñas, que se mueven en paralelo, lo cual conduce a múltiples micro protestas sin ningún impacto político en el largo plazo.
44 Aunque debemos diferenciar entre células madre y actores circunstanciales, la participación masiva en protestas parece demostrar que está surgiendo una nueva ciudadanía, más atenta y más dispuesta a escrutar la política, ansiosa de participar en asuntos públicos que afectan la calidad de vida de los individuos. En este sentido, estos nuevos movimientos, especialmente las movilizaciones de masas, son expresión de una cultura democrática madura, donde los ciudadanos están indignados y luchan por sus derechos que ya no son cuestionables.
REFERENCES
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NOTES
1 La CICIG posee muchos de los atributos de un fiscal internacional, pero opera bajo las leyes, los tribunales y el procedimiento penal guatemaltecos. Realiza investigaciones independientes de las actividades de cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad, que son definidos como grupos que cometen actos ilegales que afectan el gozo y ejercicio de los derechos humanos fundamentales de la población de Guatemala, y tienen enlaces directos o indirectos con agentes del Estado o la capacidad de bloquear acciones judiciales concernientes a sus actividades ilegales. La influencia de estos grupos dentro del Estado es considerada como la piedra angular de la impunidad en el país y uno de los principales obstáculos a los esfuerzos de fortalecimiento del Estado de derecho. Fuente: sitio Web de CICIG http://www.cicig.org/index.php?page=about (accedido el 22 de marzo de 2017).
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Electronic reference
Ricardo Fuentes-Nieva and Gianandrea Nelli Feroci, « Los movimientos sociales en América Latina y el Caribe, la evolución de su papel e influencia, y su creciente fuerza », International Development Policy | Revue internationale de politique de développement [Online], 9 | 2017, Online since 24 February 2018, connection on 22 May 2020. URL : http://journals.openedition.org/poldev/2511 ; DOI : https://doi.org/10.4000/poldev.2511
ABOUT THE AUTHORS
Ricardo Fuentes-Nieva
Ricardo Fuentes-Nieva es economista y actual director ejecutivo de Oxfam México. Durante varios años lideró el trabajo intelectual de Oxfam sobre desigualdad. También ha trabajado en el PNUD, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y en el Ministerio de Desarrollo Social de México.
Gianandrea Nelli Feroci
Gianandrea Nelli Feroci es científico político y ex coordinador regional de investigación de Oxfam para América Latina y el Caribe. Ha trabajado varios años en investigación sociopolítica aplicada al desarrollo en la región, para Naciones Unidas y la Unión Europea.
TRANSLATOR
Jessica Mc Lauchlan
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Fotografía: español-castellano.