Top Posts
Minera Equinox Gold demandó a Carrizalillo y a...
Represión en la Universidad Ibn Zohr: amenazan con...
“No nos iremos”: Comunidades se oponen a nueva...
10 soluciones para habitar Internet de otra manera
Ley de censura previa ahonda ‘crisis invisible’ de...
Comunidades mayas rechazan planta de Heineken en Yucatán
Periódico: El Zenzontle (258)
Naomi Oreskes: “El negacionismo climático no es ignorancia,...
Sus esposos trabajaron en Estados Unidos antes de...
Escribir escuchando, leer resonando, tirar una piedra.
  • Colectivo Insurgencia Magisterial
Portal Insurgencia Magisterial
Banner
  • Inicio
  • Nosotros/Legal
  • Directorio
  • Alianzas
  • Columnistas
  • Voces que seguimos
  • Calendario de eventos
  • Educooperando
Espacio principalEspacio secundario

Los héroes del Saratoga

por RedaccionA mayo 16, 2022
mayo 16, 2022
849

Por: Rosa Miriam Elizalde / Globetrotter. 16/05/2022

Primero, la explosión. El edificio, de seis pisos, vibró, se saltaron unos cables después, con la fuerza de un latigazo. Acto seguido, se desplomó más de la mitad de la fachada sin dar tiempo, sin anunciar nada, cada pedazo de piso tragándose al de arriba, aplastados techo contra piso y piso contra techo, en medio de un estrépito y una nube de polvo que ocultaba todo, menos los gritos desesperados. Parecía como si acabara de abrirse y cerrarse la tierra, cuando otros dos edificios se vinieron abajo.

De inmediato se conocieron las causas del siniestro del seis de mayo en el Hotel Saratoga, de La Habana Vieja, aunque está abierta la investigación: fue un escape de gas, mientras un camión cisterna habilitaba al edificio que se preparaba para reabrir esta semana. Sin huéspedes, las habitaciones permanecían cerradas a cal y canto, y puede que un simple clic del interruptor de la luz fuera suficiente para que la masa de gas acumulado provocara la onda expansiva que hizo añicos los cristales, la marquetería y la fachada ligera con adornos de estuco verde y blanco, original del siglo XIX.

No es la primera vez que Cuba se enluta. Podría parecer hasta menor un accidente como este en un país que ha padecido en medio siglo más de treinta huracanes de gran magnitud, decenas de muertos durante el sabotaje de la CIA al vapor La Coubre en el puerto de La Habana en 1960, la voladura de un avión civil con 73 pasajeros en 1976, una cadena de bombas en hoteles y restaurantes en la década de los 90, el bloqueo sempiterno del Gobierno de Estados Unidos – “acción canallesca”, lo llama el Presidente Andrés Manuel López Obrador – que ha naturalizado la escasez de casi todo y que hizo más desesperante la pandemia, por citar algunos ejemplos dramáticos.

Pero no. La explosión en el Hotel Saratoga, con casi un centenar de lesionados – de ellos 43 muertes hasta el 11 de mayo –, es otra cosa. Lo que hizo de esta historia en particular la Gran Historia no fue la explosión que se sintió en La Habana, ni el humo denso que se podía ver desde las zonas altas, ni la sensación de vulnerabilidad que nos dejó a todos, sino la solidaridad de la ciudadanía que se apiñaba en los alrededores exigiendo un lugar para rescatar a las víctimas de los escombros, donar su sangre para los heridos o aliviar la angustia de los damnificados. Dos horas después del accidente, la fila de voluntarios y voluntarias frente a los bancos de sangre, los policlínicos y los hospitales superaban los miles, y la mayoría eran jóvenes, esos mismos que la propaganda de Miami dice que se están yendo en masa de Cuba.

Mientras el Gobierno actúa y la prensa pública da lecciones de inmediatez y sensibilidad, personas de la calle, con todo tipo de profesiones, siguen ayudando a sus compatriotas. No sabemos los nombres de todos los rescatistas – muchos de ellos bomberos voluntarios –, de los maestros de la escuela “Concepción Arenal” que colinda con el hotel y protegieron a sus alumnos, de los niños que salvaron a otros niños, de los transeúntes que socorrieron a los trabajadores del Saratoga y a las familias de los dos edificios que implosionaron en la vecindad, ni de los perros rastreadores que todavía buscan las huellas de al menos dos desaparecidos entre los escombros.

Al romperse, los edificios mostraron sus vísceras, sus arterias, sus nervios y su fragilidad, que es la nuestra. Pero también expusieron a esa especie de sentimentales decentes que no está en peligro de extinción y que son los mejores de todos nosotros, los héroes que se lanzaron a salvar a los demás, sin reparar en que otra explosión y otro derrumbe habrían podido convertirlos en víctimas. Y, a la par, hay un ejército anónimo de trabajadores de la salud que no ha descansado en más de cien horas desde el accidente.

En Los soldados de Salamina, el novelista español Javier Cercas nos recuerda que “en el comportamiento de un héroe hay casi siempre algo ciego, irracional, instintivo, algo que está en su naturaleza y a lo que no puede escapar”. Es el que mira de frente el absurdo y la crueldad de la vida para hacernos más humanos, el que nos advierte que de la desesperación nace la lucha.

La muerte no prevalece. Una vez más.

Este artículo fue producido para Globetrotter y publicado primero en La Jornada.

Rosa Miriam Elizalde es una periodista cubana y fundadora de Cubadebate. Es vicepresidenta de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) y de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP). Es autora y coautora de varios libros, incluyendo Jineteros en La Habana y Chávez Nuestro. Por su destacada labor, ha sido merecedora en varias ocasiones del Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez. Es columnista semanal de La Jornada, México.
Haga clic aquí para descargar este artículo.
Haga clic aquí para descargar la traducción al inglés de este artículo.

Primero, la explosión. El edificio, de seis pisos, vibró, se saltaron unos cables después, con la fuerza de un latigazo. Acto seguido, se desplomó más de la mitad de la fachada sin dar tiempo, sin anunciar nada, cada pedazo de piso tragándose al de arriba, aplastados techo contra piso y piso contra techo, en medio de un estrépito y una nube de polvo que ocultaba todo, menos los gritos desesperados. Parecía como si acabara de abrirse y cerrarse la tierra, cuando otros dos edificios se vinieron abajo.

De inmediato se conocieron las causas del siniestro del seis de mayo en el Hotel Saratoga, de La Habana Vieja, aunque está abierta la investigación: fue un escape de gas, mientras un camión cisterna habilitaba al edificio que se preparaba para reabrir esta semana. Sin huéspedes, las habitaciones permanecían cerradas a cal y canto, y puede que un simple clic del interruptor de la luz fuera suficiente para que la masa de gas acumulado provocara la onda expansiva que hizo añicos los cristales, la marquetería y la fachada ligera con adornos de estuco verde y blanco, original del siglo XIX.

No es la primera vez que Cuba se enluta. Podría parecer hasta menor un accidente como este en un país que ha padecido en medio siglo más de treinta huracanes de gran magnitud, decenas de muertos durante el sabotaje de la CIA al vapor La Coubre en el puerto de La Habana en 1960, la voladura de un avión civil con 73 pasajeros en 1976, una cadena de bombas en hoteles y restaurantes en la década de los 90, el bloqueo sempiterno del Gobierno de Estados Unidos – “acción canallesca”, lo llama el Presidente Andrés Manuel López Obrador – que ha naturalizado la escasez de casi todo y que hizo más desesperante la pandemia, por citar algunos ejemplos dramáticos.

Pero no. La explosión en el Hotel Saratoga, con casi un centenar de lesionados – de ellos 43 muertes hasta el 11 de mayo –, es otra cosa. Lo que hizo de esta historia en particular la Gran Historia no fue la explosión que se sintió en La Habana, ni el humo denso que se podía ver desde las zonas altas, ni la sensación de vulnerabilidad que nos dejó a todos, sino la solidaridad de la ciudadanía que se apiñaba en los alrededores exigiendo un lugar para rescatar a las víctimas de los escombros, donar su sangre para los heridos o aliviar la angustia de los damnificados. Dos horas después del accidente, la fila de voluntarios y voluntarias frente a los bancos de sangre, los policlínicos y los hospitales superaban los miles, y la mayoría eran jóvenes, esos mismos que la propaganda de Miami dice que se están yendo en masa de Cuba.

Mientras el Gobierno actúa y la prensa pública da lecciones de inmediatez y sensibilidad, personas de la calle, con todo tipo de profesiones, siguen ayudando a sus compatriotas. No sabemos los nombres de todos los rescatistas – muchos de ellos bomberos voluntarios –, de los maestros de la escuela “Concepción Arenal” que colinda con el hotel y protegieron a sus alumnos, de los niños que salvaron a otros niños, de los transeúntes que socorrieron a los trabajadores del Saratoga y a las familias de los dos edificios que implosionaron en la vecindad, ni de los perros rastreadores que todavía buscan las huellas de al menos dos desaparecidos entre los escombros.

Al romperse, los edificios mostraron sus vísceras, sus arterias, sus nervios y su fragilidad, que es la nuestra. Pero también expusieron a esa especie de sentimentales decentes que no está en peligro de extinción y que son los mejores de todos nosotros, los héroes que se lanzaron a salvar a los demás, sin reparar en que otra explosión y otro derrumbe habrían podido convertirlos en víctimas. Y, a la par, hay un ejército anónimo de trabajadores de la salud que no ha descansado en más de cien horas desde el accidente.

En Los soldados de Salamina, el novelista español Javier Cercas nos recuerda que “en el comportamiento de un héroe hay casi siempre algo ciego, irracional, instintivo, algo que está en su naturaleza y a lo que no puede escapar”. Es el que mira de frente el absurdo y la crueldad de la vida para hacernos más humanos, el que nos advierte que de la desesperación nace la lucha.

La muerte no prevalece. Una vez más.

Este artículo fue producido para Globetrotter y publicado primero en La Jornada.

Rosa Miriam Elizalde es una periodista cubana y fundadora de Cubadebate. Es vicepresidenta de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) y de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP). Es autora y coautora de varios libros, incluyendo Jineteros en La Habana y Chávez Nuestro. Por su destacada labor, ha sido merecedora en varias ocasiones del Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez. Es columnista semanal de La Jornada, México.
Haga clic aquí para descargar este artículo.
Haga clic aquí para descargar la traducción al inglés de este artículo.

Fotografía: Cuballama

Compartir 0 FacebookTwitterWhatsapp
RedaccionA

noticia anterior
Dentro del #WitchTok: por qué la brujería se asocia a lo subversivo y anticapitalista
noticia siguiente
Bolivia: ‘somos el centro del mundo’

También le podría interesar

Irán resiste

junio 23, 2025

La cultura cubana es el alma de nuestra...

junio 15, 2025

Redes sociales, uno de los principales flancos de...

junio 8, 2025

Visitantes en este momento:

1.735 Usuarios En linea
Usuarios: 1.228 Invitados,507 Bots

Síguenos en nuestras Redes Sociales

  • Bluesky
  • Mastodon
  • Telegram
  • WhatsApp

Blog: Perspectivas comunistas

Gracias por informarte con nosotros…

Desde el Plantón magisterial en el Zócalo de la CDMX

Rompe el cerco informativo…

Blog de la Columna CORTOCIRCUITOS

Nuestros grupos de difusión

Artículos publicados por mes

Síguenos en Facebook

Síguenos en Facebook

Artículos por AUTORES

Artículos publicados por FECHA

julio 2025
L M X J V S D
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
28293031  
« Jun    

Artículos más leídos esta semana

  • 1

    ¡TODOS SOMOS ESTEBAN! Efectos de las reformas neoliberales en el trabajo docente

    julio 3, 2025
  • ¿Cuáles son los elementos de una historieta?

    febrero 15, 2017
  • 3

    Carmen Bravo, la médica de familia que lucha contra las tierras raras: «El impacto en la salud es transgeneracional cerca de una mina»

    julio 2, 2025
  • 4

    Periódico: El Zenzontle (258)

    julio 3, 2025
  • 5

    UN MISTERIO Y UNA EPIFANÍA DE DUSSEL.

    julio 1, 2025
  • 6

    Acercamiento a FAUSTO de Johann Wolfgang von Goethe

    junio 30, 2025
  • 7

    Denuncian actitud servil de Economía ante la industria minera

    julio 2, 2025
  • 8

    Con Marcha-Calenda, piden frenar criminalización de defensores en el Istmo

    julio 2, 2025
  • 9

    Minera Equinox Gold demandó a Carrizalillo y a 125 ejidatarios por “despojo”

    julio 3, 2025
  • 10

    Represión en la Universidad Ibn Zohr: amenazan con expulsar a estudiantes saharauis por manifestarse por la independencia

    julio 3, 2025
  • 11

    Violencia sexual en Argentina: El grito sofocado de las mujeres wichí

    julio 3, 2025
  • La Dra. María Antonia Casanova en el Portal Insurgencia Magisterial.

    noviembre 14, 2016
  • 13

    Organizaciones exigen la liberación inmediata del activista Renato Romero

    julio 1, 2025
  • 14

    Comunidades mayas rechazan planta de Heineken en Yucatán

    julio 3, 2025

Rolando Revagliatti. Argentina

Raúl Allain. Perú

Juan Antonio Guerrero O. México

Vanesa Monserrat. Argentina

Carolina Vásquez Araya

Ilka Oliva-Corado

Javier Tolcachier

Columna: CORTOCIRCUITOS

Manuel I. Cabezas González

Luis Armando González

Iliana Lo Priore

Jorge Salazar

Adolfo del Ángel Rodríguez

Oswualdo Antonio G.

José Eduardo Celis

Daniel Suárez

Güris J. Fry

Jorge Díaz Piña

Ángel Santiago Villalobos

Andrés Brenner

Alejandra Cortina

José Carlos Buenaventura

Luis Palacios

@2020 - Insurgencia Magisterial

Portal Insurgencia Magisterial
  • Inicio
  • Nosotros/Legal
  • Directorio
  • Alianzas
  • Columnistas
  • Voces que seguimos
  • Calendario de eventos
  • Educooperando
Portal Insurgencia Magisterial
  • Inicio
  • Nosotros/Legal
  • Directorio
  • Alianzas
  • Columnistas
  • Voces que seguimos
  • Calendario de eventos
  • Educooperando
@2020 - Insurgencia Magisterial

Leer también:x

El comunismo como estrategia

agosto 19, 2024

SALUDAMOS Y CELEBRAMOS LA SOLIDARIDAD CON CUBA

mayo 4, 2025

En un magnífico ejercicio de democracia directa:...

marzo 8, 2019