Por: Lila Feldman. 17/09/2023
(texto escrito para la presentación del libro “Los procesos de subjetivación en psicoanálisis” de Luciano Rodríguez Costa)
2022.
Recibo el siguiente mensaje virtual: “Lila, ¿cómo estás? He de comunicarte lo siguiente: hace un par de meses en mi mundillo interior se decidió que serías presentadora de un libro que voy a publicar en Topía sobre procesos de subjetivación. Como me pareció una descortesía no avisarte y, peor aún, no darle forma de un ofrecimiento que pudiera tranquilamente ser rechazado por voluntad o contingencia, en este humilde acto procedo a invitarte a su eventual presentación…”.
2023
Estimado Luciano: he de comunicarte que esta presentación que felizmente ha llegado y está sucediendo hoy, ahora, será la ocasión en la que te enteres de todo lo que conversé con vos en mi mundillo interior mientras leía tu libro, mientras releía tu libro, mientras despertaba pensando en tu libro y cómo presentarlo, mientras daba vueltas hasta poder llegar al teclado y finalmente hacer lo que está ocurriendo en este momento: que estoy pudiendo escribir algo, parte de todo lo que conversamos vos y yo sin que lo sepas cuando te leí.
Esto que estoy haciendo es también –creo- la mejor forma de hacerle honor, de estar a la altura de tu invitación. Hacerte yo a vos, hoy, una invitación que no vas a poder rechazar, por más elegante que sea su formulación. Por último, intentaré compartir con los futuros y ojalá multitudinarios lectores esa misma invitación. Una que no podrán rechazar. Pero no nos precipitemos. Vamos por partes…
Decía, vamos por partes, pero no en orden. Me voy a tomar el atrevimiento de desordenar tu libro, y conversar desprolijamente (¿no es así como toda buena conversación ocurre?).
Empiezo por el último de los capítulos de tu libro, llamado “Los procesos de subjetivación en psicoanálisis. El psicoanálisis ante el apremio de una revolución paradigmática”. Hallazgo porque el título sienta las bases y realiza su primera invitación en verdad: nos cuenta que vas a trabajar acerca de cómo piensa el psicoanálisis a los procesos de subjetivación, pero también que vas a trabajar acerca de cómo subjetivó el psicoanálisis a lxs psicoanalistas, y como esos procesos continúan, tal vez, hacia la posibilidad de no ser simplemente objetos de subjetivaciones sino actores o sujetos de las mismas. Es decir, cómo revisamos y reformulamos en la medida de lo posible y en la medida singular, propia, que cifra nuestros compromisos y esperanzas, esas subjetivaciones.
Bueno, me doy cuenta que empecé por el título, vamos ahora al capítulo 5 y 6, el final. Te cuento que ahí sentí que entendí el porqué de tu preciosa invitación, quiero decir, ¿por qué a mí?
Le ponés Sábato de nombre ficcional a aquel paciente o consultante. Soy alguien que está convencida de que la ficción nos permite comprender y pensar mejor las realidades, incluso orientarnos en ellas. Que no hay realidad sin ficción. Que la ficción como camino de escritura de materiales clínicos, y muy en particular los materiales clínicos que hablan de experiencias que nos han desafiado e interpelado, conmovido mal o bien, mal y bien, son las que más importa escribir. Hacerlo tiene importancia política y es una contribución a ese camino de huellas de la memoria con el que contamos en el campo de la salud mental en nuestro país. Escribir la clínica es un acontecimiento histórico político y de construcción de memoria colectiva, por excelencia.
Que un libro de teoría, de exhaustivo trabajo teórico como este que escribiste y en el que te embarcaste, no tiene sentido alguno sino incluye, sino parte, sino llega a nuestras experiencias y prácticas clínicas e institucionales. Por eso elijo, o no puedo evitar, empezar por el final. Entonces, lo has llamado Sábato. Sábato se ha ido pronto, pero sí que te ha dejado conversando… escribiendo. Contémosle a lxs lectores las tres interpelaciones que ese material ocasiona, y que pueden ser la brújula para el recorrido rayuelístico de tu libro todo:
- Un modo de pensar las relaciones entre lo histórico-político y el psiquismo, que nos demanda una exigencia de trabajo en cuanto a re-elaborar las matrices de análisis de nuestras prácticas.
- Un análisis en relación a la propia implicación, que ya no tendrá por objeto de miramiento solamente a lo transferido, ni solamente a la propia fantasmática y mecanismos de defensa del profesional, sino que ahora también deberá ampliar el campo de análisis a la propia subjetivación.
- En relación a los anteriores, una invocación a pensar cómo ubicamos nuestras prácticas en el campo social ante las violencias entendidas como formas de subjetivación desubjetivantes.
Estos tres puntos que vos luego desarrollas, uno a uno, decía, son brújula, herramienta de lectura. Para recorrer el libro, pero además son propuestas para lxs psicoanalistas en el próximo milenio, parafraseando a Italo Calvino. Yo lo resumiría en un punto, pero sin borronear las especificidades que vos trabajas con paciencia y rigurosidad de artesano. El punto que los incluye es algo que vengo trabajando en algunos textos, respecto a la pregunta: ¿Qué hacemos lxs psicoanalistas con la realidad? La idea no es citar partes de tu libro y menos aún mis textos, sino señalar esa confluencia de interrogantes, preocupaciones y apuestas que nos convocan, porque a ambos nos importa que el psicoanálisis no quede “momificado” (palabra que proviene del mundo onírico de Sábato y del mundo que compone tu escucha, Luciano), es decir que no sea ecolálico, reducido a ejército, parroquia o iglesia, recitando la biblia como manual al que la realidad, las realidades, deben ajustarse.
Me parece fundamental, capital, el modo en el que ubicas la presencia de la realidad en el funcionamiento psíquico y en el trabajo analítico. No la realidad psíquica únicamente, sino además la realidad material, la corriente histórico-política que trama pasado, futuro y presente. Nunca está de más situar que no pensamos binariamente ni escindidos el adentro y el afuera, pero ello que suele ser una declamación o acuerdo teórico, vos lo llevas en la médula de tu trabajo, en el modo de leer y pensar metapsicológicamente cuando recibís a tus pacientes en el consultorio. El libro logra restituir a la realidad su lugar en la metapsicología y en la escucha analítica. Comparto ese esfuerzo de restitución. Somos muchxs quienes pensamos que la realidad es una cuarta instancia psíquca.
En segundo lugar, me importa mencionar cuán valioso, e infrecuente, es leer a un analista varón referirse a temas y problemáticas que se refieren a las “violencias de género”, o incluso hablar de patriarcado o del #niunamenos. Muy infrecuente. Tu libro es la generosa posibilidad de leer a un analista varón cis recorrer preguntas, interpelaciones, y asumir un determinado lugar de enunciación. Más aún, la decisión sostenida de no retroceder, de hacer de las preguntas e incomodidades ocasión de trabajo de pensamiento, y no suponer que hay problemáticas que quedarían por fuera del trabajo clínico psicoanalítico, arrojados al campo judicial o a cualquier tierra de nadie que deje bien a salvo nuestra moral.
Si en la primera parte del libro te dedicas a la pregunta respecto de si los procesos de subjetivación son legítimo objeto de estudio y de trabajo del psicoanálisis, aquí la pregunta parece ser (leo yo) si los pacientes que ejercen violencia, crueldad y abuso de y contra las mujeres y disidencias son legítimos pacientes para el psicoanálisis. En tus palabras, que ojalá resuenen e interpelen interminablemente:
“…si consideramos que en general sólo se ha delegado a la justicia la problemática de la violencia ¿cómo esperaríamos que cambien las estadísticas si de ellas no hacemos más que un elemento que no pruebe sino lo que la misma sociedad produce en su modo de concebir la violencia? Vale decir, si no se entiende que hay allí algo a la espera de ser tratado y en modos que requieren ser desarrollados, ¿por qué motivo habría un resultado diferente?”.
En un momento decis que el principio de realidad ha sido un “descubrimiento” en el vector transferencia-contratransferencia. Me parece una afirmación de una potencia enorme. La discusión acerca de la neutralidad analítica no está saldada, no aún, y son muchxs lxs psicoanalistas que producen y reproducen violencias, crueldades y abusos varios en nombre de esas discusiones y supuestos teóricos que empujan a un relativismo en nombre de cierta “pureza” en el ejercicio profesional.
Empecé entonces por el final, porque además creo que es desde la última parte que vale la pena re-leer el libro todo. El libro cobró otro sentido, se volvió tangible, cobró espesor y arraigó de muchas otras maneras una vez que leí la última parte. Entonces, si avanzo con la propuesta de una nueva “Rayuela”, propondría una guía de lectura opcional que empiece por el final. Hay, propongo, dos maneras por lo menos de leer tu libro.
Paul Auster escribió: “se me ocurrió que no podría separar interior de exterior sin causar grandes daños a la verdad”. Volví sobre esas palabras que descubrí en un libro de Ana Berezin, en varios tramos de la lectura.
Un dispositivo conceptual-epistemológico que pone la lupa y acerca, para luego alejarse, en un esfuerzo por situar diversos puntos de vista, unos de íntima precisión y otro de mayor generalidad. No es nada sencillo lograr pensar por fuera de binarismos y esquematismos, evitar abreviar los caminos o tomar atajos suele ser la respuesta frecuente, simplificadora. En tu libro no hay caminos cortos ni renuncia a hacer de problemas complejos un trabajo que esté a la altura de esa complejidad.
¿Cómo se imbrican el psiquismo y lo histórico-político? El psiquismo es en su constitución misma un acontecimiento histórico-político, sin por ello equipar psiquismo a subjetividad, y las teorías que lo piensan y proponen abordajes terapéuticos también son histórico-políticas, lo ignoren o lo sepan. En este sentido, ¿pensamos que lo histórico-político se “inscribe” en el psiquismo, o que –aún más- lo constituye? Yo me sitúo en la segunda parte de esa pregunta, de acuerdo con vos, que te tomas el trabajo de precisar de cuales modos, en qué términos, de qué maneras, llevando las preguntas hasta las últimas consecuencias. Me parece crucial hacer ingresar como pertinente al psicoanálisis cuestiones que eran atribuidas o adjudicadas al campo de la “sociología”. Ingreso antagónico a lo ridículo de suponer que Tótem y tabú o Psicología de las masas, por nombrar apenas dos, son los escritos “sociológicos” de Freud.
Tus hipótesis me resultaron algo así como un bisturí filoso que procura hacer sucesivas divisorias de aguas e interpelarnos. Invariablemente fuerzan al lector a preguntarse por su particular o singular ubicación frente a las mismas. Para mí ha sido enriquecedora tu lectura minuciosa que hace ingresar lo histórico-político en las entrañas de la metapsicología. Me detuve un largo rato en una afirmación que haces, cuando ubicas a lo histórico político como “medida de exigencia de trabajo” para el psiquismo, dándole el mismo estatuto que a la pulsión.
Las respuestas acomodaticias a las que haces referencia (la respuesta moral, la falsa articulación, la respuesta clínico-disciplinar y la esperanza nostálgica) no tienen desperdicio. Me hiciste reír y pensar por igual con cada una de ellas. Me encantó ese análisis sin concesiones frente a las trampas con las que podemos escabullirnos de las buenas preguntas, de las preguntas incómodas, que tampoco eludís formular y desplegar. Centralmente, les cuento a los futuros lectores, Luciano aborda cuestiones caras al psicoanálisis: la organización de la ley y las regulaciones psíquicas, de la sexualidad y el ejercicio de las violencias que las teorías propusieron en concordancia con ciertos códigos de subjetivación, mostrando cómo determinados desarrollos conceptuales fundamentales que han sido y son construcciones histórico-políticas, se tornaron en categorías a-históricas, a-políticas y “universalizables”. Es que Las teorías pueden ser subjetivantes o des-subjetivantes, tanto de profesionales como de pacientes.
Las llamadas al pie merecen un comentario especial. Realmente me encontré con vos, Luciano, dialogando y deteniéndome en tus palabras puestas a pie de página, lo cual no es usual. Allí no sólo hay citas o referencias bibliográficas sino verdaderas tomas de posición, proposiciones éticas, aportes clínicos, notas de lectura tuyas, gratitudes. En fin, me parece un hallazgo el modo en el que habitas ese espacio que suele ocupar un sitio menor en las escrituras y en las lecturas.
El uso que haces del plural enunciativo, en eso también quisiera detenerme. Porque me gustó leerlo en términos de invitación colectiva a ese viaje de iniciación al que me referí en otro lugar, uno que no suponga que somos únicamente las mujeres psicoanalistas las que nos vimos y vemos transformadas por los feminismos. Entonces, diría, ojalá el plural sea un punto de llegada.
Me importa destacar brevemente los modos en los que abris y cerras tu libro. En cuanto a la apertura, situas, es lo primero que haces, a la memoria como política de resistencia en la Argentina y forma de subjetivación.
En cuanto al cierre, la referencia dedicada a la práctica y la experiencia clínica y a un trabajo de escritura de historiales y textos que hagan de la “ética” no solo una declamación políticamente correcta sino una posición encarnada cada día, en lo que hacemos, y memoria para el presente y el futuro.
En el principio y en el final, la memoria. Pasado, presente y porvenir, engarzados por ese fabuloso hilo, con el que escribiste tu libro aquí y ahora.
Por último, les cuento a les lectores cómo leí el apremio: la urgencia de no perderse la invitación a leer un libro que los va a convocar a conversar, a interpelarse, a volver a pensar lo ya pensado y a pensar de nuevo, pero más aún, no rechazar esa apremiante propuesta, la demanda que la realidad nos hace cada vez que en un encuentro se verifica que la hemos rechazado. La invitación que se juega en cada oportunidad en que abrimos la puerta real o virtual del consultorio, también a un Sábato, también a un Shakespeare: para que el psicoanálisis y su porvenir no sucedan ni se extingan, al margen de la realidad.
Que no se nos informe cualquier día de estos, que el psicoanálisis se quedó afuera, hablando en jerga.
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Fotografía: Lobo suelto