Por: ARTUR DOMINGO I BARNILS. 06/06/2021
El sábado 8 de mayo, tras más de un año de lucha, de momentos duros y otros con la esperanza de poder superar la enfermedad, Lluís nos dejó, serenamente. Su enorme capacidad de lucha y su optimismo no pudieron evitar el desenlace que temíamos desde hacía tiempo.
El lunes día 10, en el tanatorio de Sabadell, la ciudad donde vivió desde los 23 años, se hizo la despedida. Mucha gente nos reunimos, a pesar de estar todavía condicionados por los efectos de la pandemia y de que fuera un día de fiesta local que alargaba el fin de semana y muchos estuvieran fuera de la ciudad. No sorprende que tanta gente le quisiera despedir. Lluís ha sido una persona muy querida por todos aquellos que lo hemos conocido y, especialmente, para los que hemos compartido tantas experiencias y vivencias con él. Ha dejado una profunda huella.
Lluís Casanovas nació en Barcelona el 29 de febrero de 1944, en plena posguerra, en el seno de una familia acomodada. Su padre era abogado y la madre, como era frecuente entonces, se dedicó a cuidar los hijos y la familia. Él era el séptimo de once hermanos. Inició sus estudios en el colegio de los salesianos de Mataró y después ingresó en el Seminario Diocesano de Barcelona. En la segunda mitad de los años sesenta del siglo pasado, Lluís llegó a Sabadell para ejercer de cura. Enseguida se convirtió lo que -en la jerga de la época- se conocía como un cura obrero. Es decir, un hombre entregado a la causa de los más desamparados, trabajando sobre todo en un barrio popular de Sabadell, el Poble Nou de la Salut. Allí dejó su primera huella, hoy todavía recordada. Muy pronto, se involucró en las luchas sociales de la época y con los grupos de cristianos de base, aquellos círculos que favorecieron lo que se llamó el diálogo entre cristianos y marxistas. Su itinerario de compromiso continuó cuando dejó el sacerdocio, trabajando en varias empresas, donde siguió desarrollando su trabajo social, de concienciación y lucha, en favor de los trabajadores.
En 1973 se adhirió a la Lliga Comunista (LC), surgida en diciembre de 1972 con la escisión de la Lliga Comunista Revolucionaria (LCR). Cuando los dos partidos nos reunificamos, adoptando el nombre de LCR (sección de la Cuarta Internacional), Lluís fue militante de la organización hasta su disolución, formando parte, además, de muchas de las experiencias políticas posteriores vividas por muchos de sus militantes en Cataluña. También se convirtió en un líder sindical muy reconocido en Sabadell, primero en la UGT y después en CCOO, participando y dirigiendo numerosas movilizaciones en las empresas en las que trabajó, incluyendo el Ayuntamiento de Sabadell, y desarrollando siempre un excelente trabajo de concienciación. Su formación intelectual, acompañada de su talante firme y dialogante a la vez, así como su capacidad de escucha, eran los ingredientes idóneos para que se convirtiera en un dirigente sindical muy valorado.
Pero sus inquietudes iban más allá. Se implicó en el movimiento por la Paz de Sabadell e impulsó el pacifismo en el seno del sindicato CCOO. También desde la Universitat Popular, de la entidad Sabadell per la República, y de la coordinadora Un altre món és possible, desarrolló una tarea ingente. Participó en la fundación de la Entesa per Sabadell y su posterior desarrollo, una entidad con vocación de convertirse en una alternativa de izquierdas y municipalista para la ciudad. Durante los últimos años, Lluís se implicó plena e ilusionadamente en la lucha por el derecho a la autodeterminación y a favor de una Catalunya independiente, como alternativa a lo que él consideraba el fracaso del intento de construir un estado verdaderamente federal y que reconociera la plurinacionalidad, dadas las experiencias vividas desde la transición, tras la muerte del dictador. En cualquier caso, la Cataluña republicana que Lluís deseó, era una nación socialmente justa, abierta y solidaria, tanto en su interior como en la relación con los otros pueblos del Estado español y, por supuesto, de todo el mundo. No podía ser de otra manera para alguien que ha dedicado toda su vida a la lucha por la justicia social, la libertad y la paz. Su presencia en todas las movilizaciones contra la represión a raíz del referéndum del 1 de octubre de 2017 ha sido constante. Como también su participación en las concentraciones semanales de la Roda de la Pau, en Sabadell.
Más allá del activismo
Con esta biografía, alguien puede pensar en él como un activista social, lo que en sí mismo ya sería una cualidad. Pero Lluís, desbordaba esta definición. Tanto en el homenaje, como en las conversaciones anteriores y posteriores, todo el mundo ha destacado su talante y su humanidad como un valor que iba más allá de una mera característica personal.
Lluís ha sido una persona de una gran bondad, que transmitía serenidad y afabilidad. Y esta bondad ha ido siempre acompañada de una gran humildad; parecía incluso que le incomodaba presumir de sus numerosos méritos y, cuando hablaba de ellos, lo hacía casi justificándose, relativizándolos, como si se sintiera un poco culpable por exponerlos. Su compromiso con todas aquellas causas que le han parecido justas ha sido permanente, ininterrumpido, hasta que la enfermedad se lo impidió. Su coherencia de vida ha sido otra característica, así como su capacidad de diálogo y de conciliación que no impedían -por otro lado- su firmeza y su valor cuando tenía que defender una causa. Su optimismo ha sido también un motor que le ha permitido no desfallecer en los momentos difíciles. Y a pesar de que, a veces, este optimismo a algunos nos podía parecer un poco excesivo, Lluís era una persona que tenía los pies en el suelo y sabía percibir la realidad, como si hubiera asumido la máxima gramsciana del optimismo de la voluntad. No podía ser de otra manera en alguien que se había convertido en un importante líder sindical.
Pero Lluís también ha sido un gran vitalista. Destacaba su aprecio por la vida, por la amistad, por compartir la compañía, la conversación animada y las buenas comidas que él disfrutaba con generosidad. Quienes hemos compartido largas sobremesas con él y Montse hemos disfrutado de este privilegio. Su voz potente, su sentido del humor, sus opiniones de excelente conversador y, a la vez, su capacidad de escuchar con interés real a los demás, han sido un regalo para los que las hemos disfrutado. También su afán de viajar, leer, y aprender han llenado su vida. Una vida plena, que difícilmente se podría entender sin su compañera de siempre, Montse Roca. Compartiendo ideales -ella también es una luchadora permanente- complementándose y matizándose, respetando sus propias personalidades, han construido un proyecto de vida, con sus dos hijos, que les ha llenado. El cariño nutre nuestras vidas y no hay duda de que Lluís ha sido un privilegiado, también en esto.
Lluís Casanovas nos deja el legado de un hombre bondadoso y coherente. A algunas personas, los conceptos de bondad, amor o ética -entre otros-, les suenan blandos, incluso poco útiles para transformar la sociedad. Se equivocan. Estos valores son los que nos mueven a luchar por las causas que consideramos justas. Y acompañados de la capacidad de lucha, de la firmeza, la coherencia y la tenacidad son los que pueden transformar nuestro mundo y hacerlo mejor, si todavía es posible. Sin estos valores, la capacidad de lucha puede generar monstruos; la historia es testigo. Lluís los aunó todos plenamente. Por eso su legado es tan importante y, seguramente, con su pérdida somos más conscientes de ello.
Hace poco más de un año murió Chato Galante, hace un mes y días nos dejó Arcadi Oliveres, ahora despedimos a Lluís Casanovas y, sin duda, han marchado otros referentes. Una generación se nos escapa lentamente, demasiado pronto; aún no tocaría. Una generación de personas comprometidas y con el afán de dar todo lo que podían, tratando de hacer compatible el gozo de vivir con la defensa de aquellas causas que nos han parecido, y nos parecen, justas y necesarias. Lluís es un buen representante. Su memoria y su ejemplo nos acompañan y nos acompañarán.
Y como dice la canción de Lluís Llach: “Bon viatge per als guerrers, que al seu poble son fidels”.
Porque también se puede ser un guerrero no-violento, como Lluís.
14/05/2021
Artur Domingo y Barnils es historiador y especialista en la obra y legado de Gandhi.
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Fotografía: Viento sur