Por: Iván Alonso Cuevas. 16/03/2025.
Mensajes de tres momentos diferentes aparecen en el piso de la plaza central de la ciudad de Aguascalientes, en la fotografía que encabeza esta nota.
El que se ve más antiguo reza: “Palestina libre ya”; el siguiente es del 8 de marzo: “El IAM es violencia” (IAM: Instituto Aguascalentense de la Mujer); encima de ambas pintadas, algunos carteles con reportes de búsqueda. Estos últimos han sido colocados el día de hoy por el colectivo Buscando Personas, verdad y justicia que, junto con el Observatorio de Violencia Social y de Género de Aguascalientes, convoca a participar en la Jornada de Luto Nacional, por los recientes hallazgos en Teuchitlán, Jalisco.
Los tres mensajes en la plaza de la indiferente capital no son ajenos entre sí. Aluden a por lo menos tres formas recurrentes de deshumanización capitalista, a tres manifestaciones del desprecio por la vida en este necrocapitalismo que vivimos.
La misma lógica de la ganancia, la misma tendencia a volver superflua la vida, la misma actuación del poder; ya como fuerza extranjera de exterminio, ya como institución que hace oídos sordos a las necesidades y exigencias de los sectores más vulnerables, ya como cómplice directo y promotor de criminales y terroristas.
Mientras observo los objetos sobre el piso: zapatos, carteles de búsqueda y veladoras, una niña, vendedora de dulces, me pregunta:
-¿Por qué ponen esas cosas?
-Para denunciar que esa gente está desaparecida.
-Ah… ¿los zapatos son de ellos?
-No sé…. Tal vez algunos.

Yo mismo no me había hecho esa pregunta. ¿Y si algunos de esos zapatos pertenecieron, efectivamente, a alguno de los desaparecidos? Se me puso la piel de gallina. Horas más tarde, un buen amigo respondía sin querer a mi angustia; escribió, en un estado, refiriéndose al par de botas que llevó: “Sí vine y dejé un par de botas que me acompañaron durante años. ¿Por qué? Recorrí zonas desérticas, ciudades, playas, andamios… Todo por trabajo. Para tratar de sostener a mi hija y darle una mejor vida, al igual que las personas que murieron a manos del crimen organizado.”
“Esa es la cuestión”, pensé. Nosotros pudimos hacer nuestra vida, precaria y lo que tú quieras. Pero estas personas, cometiendo el mismo delito (ser pobres), lo pagaron con su vida.
Torturas inenarrables, asesinatos despiadados. Auténticas atrocidades. Todo mientras nosotros agotábamos nuestra energía en sobrevivir. Ser explotados o morir. Alimentar al mercado insaciable o alimentar los hornos y el hambre de sangre de psicópatas. Es lo que hay para los proletarios de este triste inicio de siglo.
Y el potente dolor que trasciende los centros de exterminio. El dolor de las madres buscadoras a las que se les ha arrancado un pedazo de carne y de vida, pero no la esperanza de encontrar: “La Fiscalía no nos ayuda, no nos ayuda en nada. Así como hallaron allá en Jalisco, yo me imagino que en todos lados hay. Ustedes no saben lo triste que fue toda esta semana, estar esperando que pasaran la ropa, los zapatos, las mochilas, pensando que alguna de esas pertenencias iba a ser la de nuestros seres queridos. Es algo horrible.¡Por favor, ayudennos! Si la justicia, la Fiscalía no hace nada, ayudennos como comunidad, hay que ayudarnos entre nosotros porque nadie nos ayuda. Aquí las únicas, el apoyo que hemos tenido es de las muchachas del colectivo (Observatorio de Violencia Social y de Género de Aguascalientes)… de la Fiscalía no hemos tenido ningún apoyo.”
La gente pasa, observa los objetos expuestos bajo el asta bandera de la plaza, algunos preguntan, y se van. Bajo la ausencia de esa bandera, las familias y madres buscadoras sostienen pancartas. “Hasta encontrarlos” gritan; “Teuchitlán, nunca más”. Una mujer joven sostiene una pancarta que sentencia, contundente y desgarradora: “Yo desaparecí contigo”
Algunos se detienen. La mayoría no quiere ver. “No contamos con suficiente información”, socarrón espeta el poder desde Palacio Nacional.
-“¡Nunca más!”—gritan las manifestantes.
-¿Que están de más? —parece responder, como eco distorsionado, el Palacio de Gobierno que, al fondo, contempla impasible.
Fotografía: Iván Alonso Cuevas