
Por: Donají Antonio Marín. Becaria de la Unidad de Investigaciones Periodísticas de la UNAM. 12/03/2023

“Hace cinco años, un sábado a esta hora, no se podía ni pasar por este pasillo y mira ahora”, comenta Rukmini Luna Olivares, quien ha trabajado en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería durante 20 años, la cual, en su 44° edición, luce casi vacía en su penúltimo día.
La poca afluencia de personas se refleja en los asientos vacíos de las conferencias, mesas redondas y presentaciones de libros; las únicas que tienen aforo completo (o casi completo) son las de los eventos que se realizan los fines de semana en el salón Capilla, el más grande del recinto, donde personajes como el periodista Julio Astillero y el activista John Ackerman se presentan.
Las expectativas que tienen las editoriales sobre las ventas, al ser la primera edición que se realiza después de la pandemia por el Covid-19 no han sido superadas ni alcanzadas. Algunos de los trabajadores y vendedores comentan que se debe a varios factores: José Hernández, vendedor de la Editorial Manual Moderno, opina que una de las razones por las que no hubo tantas personas es porque se siguen evitando las aglomeraciones en espacios cerrados. Sin embargo, los trabajadores de las editoriales, los miembros del staff (y la mayoría del público) no utilizan cubrebocas ni hay medidas de sana distancia.
Rukmini Luna opina que la difusión fue mínima y que eso de igual forma afectó a la falta de conglomeraciones. “Yo estoy en la librería de allá de la UNAM y mucha gente ni sabía”, confirma Pablo Ugalde, trabajador en la feria por más de 35 años. “Pusieron dos cartelitos en la puerta, pasas y no se ven, hasta los pusieron solo una semana antes. Faltó más publicidad”.
“Otra cuestión es el precio, los libros han subido bastante y más en ciertas editoriales, si un libro te costaba 200 pesos, ahora cuesta 300 o 350”, agrega Ugalde.
Uno de los vendedores de la Editorial Nueva Era platica con una joven a la que le cobra el libro “Vientos Distantes” de José Emilio Pacheco y ante la pregunta de cómo le ha ido con las ventas, niega con la mirada baja: “con decirte que este es de los primeros libros que me toca vender hoy”. El vendedor voltea a los lados y en un tono de voz más bajo habla “aquí el metro cuadrado cuesta más que en Guadalajara, imaginate. Muchas editoriales no pudieron venir por los precios”.
Ante esto resurgen las declaraciones de Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica, en el que afirmaba que el FCE no estaría en la FIL de Minería porque cobra “11 mil 250 pesos por metro cuadrado”, que eran “careros”.
La vendedora del puesto de la Universidad de Baja California, quien no quiso compartir su nombre, afirma que el pasillo en el que se encuentra su editorial no había llegado tanta gente porque los habían situado en puestos “casi escondidos” y teme no recuperar la inversión. Las editoriales de otros estados como la Universidad Veracruzana o la Universidad de Sonora también se encuentran en pasillos aledaños, mientras que la Universidad Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional ocupan grandes lugares en el segundo piso y en el centro.
La falta de difusión, el aumento de precios, el poco interés de la gente y la facilidad de conseguirlos de forma electrónica fueron algunos de los factores por los que la FIL de Minería no alcanzó sus objetivos de venta ni de público.
“Sin duda alguna, es la feria más triste en la que he estado”, comenta uno de los vendedores y su mirada se pierde entre las pocas personas que recorren el Palacio Nacional de Minería hoy sábado cuatro de marzo.
Fotografía: timeoutmexico