Por: Robinson Salazar Pérez. Alainet. 13/08/2019
Resumen
México, en voz de su presidente, ha iniciado la cuarta transformación del país, entendida como un cambio substancial en la vida económica, política y socio-cultural. Un proceso que implica reformar leyes, crear nuevas instituciones, redirigir la orientación de la política económica, redistribuir mejor el ingreso, ajustar la política fiscal y ante todo, involucrar a la sociedad civil en la dinámica transformadora; sin embargo, las primeras medidas instrumentadas están orientada en sentido contrario a los razonamientos discursivos, los actos de gobierno no han incorporado las redes, saberes y memorias colectivas de movimientos populares existentes, desconoce toda institucionalidad, abriga en su decisión las decisiones estratégicas asumidas, no acepta la mediación de colectivos empoderados y el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) no aprovecha la cartografía de los diversos sujetos locales para armar una acción colectiva con perfil de cambio. Si bien es cierto que la narrativa convoca al pueblo, lo uniforma en sujeto despojado, sin derechos y olvidado, le concede paliativos, en la práctica ataja los ímpetus participativos. Proclama la construcción de identidades populares para sumar a todos los micros movimientos locales, pero los aleja de las decisiones substanciales; anuncia cambios profundo en la lógica gubernamental pero niega al sujeto político su intervención, desconoce los saberes acumulados y pretende remplazarlos por decisiones unipersonales y ante todo desplaza del espectro político y ajedrez operacional los espacios estratégicos construidos y las autonomías de cada uno de ellos sujetos que hicieron posible el triunfo electoral. La Cuarta transformación sin un sujeto político acoplado a las acciones de gobierno trunca el propósito de cambio social; no altera las coordenadas de la continuidad del modelo neoliberal.
Contexto del descontento social
Grandes segmentos juveniles pobladores de América Latina asumen comportamientos individuales y colectivos con nuevos ingredientes distintos a los del sujeto moderno. Las acciones colectivas del Siglo XX entre los años 1998-2005, aun existían con un hálito de conjunción de fuerzas donde la discusión mantenía sedimentos ideológicos, había capacidad de reclamos y de situar una demanda en los espacios públicos, portaban identidad orgánica con organizaciones políticas y/o partidarias, dibujaban en la subjetividad colectiva un modelo alternativo de sociedad, las lecturas tenían vínculos con la realidad y ante todo, la participación pública contaba con signos políticos anclados en la situación prevaleciente acaecidas en la región. No obstante, esa cepa y reservorio de ideales fue desmoronándose hasta desideologizarlo y con el vaciamiento político devino la fragmentación social, demostrando una vez más la trascendencia de la ideología no sólo para dotar de identidad sino nutrir e incrementar las relaciones sociales de toda comunidad.
Hoy existe y en distintas partes de la región observamos la re-creación del nuevo sujeto desanclado de ideología, si bien participa en acciones colectivas reclamantes y demandas ciudadanas, de su núcleo y experiencias no emana una reivindicación genuina, sus protestas y exigencias son de apoyo a las peticiones de otros gremios o colectivos, suman voces pero no abonan a su cofradía y por consiguiente no dota de identidad a los jóvenes como sujeto político dentro del concierto o espectro social.
Las actuaciones de jóvenes en Argentina están guarecidas en el manto y discurso de los peronistas con diversas siluetas, muchas veces apoyan a candidatos o figuras políticas de antaño, discursivamente no avizoran nuevas formas de luchas, los emplazamientos no representan ni recogen los problemas que padecen, la continuidad de la confrontación es quebradiza, cortocircuitante con asomo de colcha de retazos, hoy debates a favor del aborto, la semana siguiente contra el alza de precios de los servicios públicos, después trasladan las voces y movilizaciones por los desaparecidos en la época de la dictadura, derechos humanos y más tarde por la actuación coercitiva de la policía (Salazar, 2018:560-588). Los fragmentos de contienda apuntan la ausencia de un cuerpo político orgánico, sujeto político capaz e idóneo para allegar a través de su experiencia cotidiana las necesidades de los otros y auto convocados, habilidoso para elaborar posible soluciones y situar en el espacio público todas o gran parte de las reivindicaciones de un sujeto con características propias y fuerza de actuación para romper inercias y asumir iniciativas orientadas a fisurar la realidad compleja
Otro espectro social manifiesto con características propias, es decir, exterioriza una modificación sustancial de los comportamientos colectivos, principalmente en los jóvenes, es Nicaragua y El Salvador. En el primer país, bajo el dominio de la dupla gobernante Ortega-Murillo, las condiciones del país no son las mejores para el desempeño de la población. Las carencias de empleo, el acceso a los estudios medios y superiores están limitado, el sector juvenil no porta los ideales de un sujeto revolucionario como fue en los años 1977-1990 del Siglo XX, el imaginario social fue trastocado por los cambios tecnológicos, el mundo global, la posibilidad de migrar o los temas seductores diseminados por las redes sociales. No obstante, el sobresalto de la inconformidad brotó de manera inesperada, no acaeció por la participación directa e iniciativa juvenil-estudiantil, tampoco de una acción colectiva concertada entre varios segmentos sociales inconformes con las medidas gubernamentales.
La ruptura contingente devino del grupo empresarial, gremio bastante consolidado en el país y con tradición de lucha contra el gobierno desde la época de Anastasio Somoza antes de la Revolución Sandinista en julio de 1979 e incluso manifestó resistencia durante los 10 años de gobierno del sandinismo. Aunado a los empresarios sumaron fuerzas los jubilados, asociación de poca trayectoria y juego político pero esta vez vieron lesionados y/o violentados sus derechos e intereses a través de la nueva ley de pensiones y jubilaciones instrumentada por el gobierno Ortega-Murillo. Las primeras protestas, movilizaciones, toma de calles, fue acoplando otras demandas, la posibilidad remota de romper la apatía tomó forma de oportunidad para actuar, el resquebrajamiento del miedo, los vientos alentadores para disipar los temores esclarecio el horizonte ensombrecido por la represión, los controles policiales y la persecución instaurada por el matrimonio gobernante Ortega-Murillo desde el año 2007.
Es imposible atajar y esconder las diversas carencias y escasez de oportunidades entre los jóvenes, trabajadores y estudiantes de Nicaragua, asuntos de libertad, educación, espacios de ejercicio de opinión pública, falencias en el transporte, recreación y cultura, violencia, inseguridad, violaciones a mujeres, embarazo prematuro entre otras rebosan el baúl de las demandas, sin embargo amalgamar la amplia gama de privaciones, jerarquizarlas e incorporarlas en un cuadro de necesidades por sector, género y edades, con el fin de promover un proceso de socialización pedagógica con tintes políticos para sembrar las voces de descontento, sumar voluntades, recoger opiniones, compartir experiencias, avizorar cuadro de oportunidades y lanzar a la calle el grito de atracción para agregar a otros sectores poblacionales quienes también padecen la penuria por la ineficiencia de un gobierno corrupto y antidemocrático, no fue tarea posible en la inmediatez, por la insularidad prevaleciente en los distintos segmentos juveniles y a su vez las acciones súbitas desprendidas de la situación de crisis.
No obstante, por esas carencias orgánicas los gobiernos de perfil autoritario están aferrados al poder, los opositores no le crean contrapesos para confrontarlos o llevarlos a corregir el curso dado a su mandato, aun cuando la historia no lleva una trayectoria lineal, en cualquier momento los trazos pueden encontrar un atajo, tal vez comportamiento zigzagueante o transversal y justo en uno de esos itinerarios cruzó la coordenada de los jóvenes con los reclamos y movilizaciones de jubilados y otros sectores sociales quienes vieron la oportunidad de actuar, sumar voluntades, demandas, tomar las calles, abrir la caja de herramientas de la memoria histórica del pueblo nicaragüense para conectar las experiencias del pasado con el momento de hoy, un pueblo adormecido recordó las raíces insumisas de Monimbó de naturaleza indígena y rebelde, aunó la fuerza de la ciudad de León con sedimentos de las luchas estudiantiles, la universidad conectó los saberes con la insubordinación para dotar a la ciencia de esencia transgresora, las comunidades marginales hicieron de sus calles barricadas y todo ello es el espectro de la Nicaragua del año 2019 (Salazar, 2018)
Desde el gobierno, los de signo progresista, apuntalan su adhesión con el pueblo a través de la palabra, le asignan un valor público a través de las transacciones individuales o grupales con los ciudadanos garantizando derechos, prebendas, ventajas, demandas o servicios, cuyos resultados o ganar la confianza de la población.
El gobierno entra en su fase parlante y mengua su gestión en otras áreas prioritarias, comunica de manera permanente, hace uso de símbolos concretos y genéricos para movilizar conductas y dinamizar las redes sociales, en la medida en que esos signos materializados valorizan el ejercicio del gobierno y lo distingue de anteriores administraciones gubernamentales, aparentan evitar la confusión pero en realidad buscan crear una marca, un registro de singularidad desde la gestión estatal, propio de las sociedades del Siglo XXI, donde los “líderes” y su equipo asesor identifican sentimientos, frustraciones, deseos y anhelos, para después buscar la liberación emocional a través del discurso y acciones puntuales para moldear comportamientos colectivos; producto de esos ensayos vemos políticas asistenciales, negociaciones turbias, concesiones de privilegios y ante todo ganar adeptos resonadores de plataformas ideológicas o relato discursivo.
Los signos y símbolos movilizadores son de propulsión gubernamental cuya función vital es limar o desgastar la participación popular, aunque observemos desplazamientos sociales sus pasos van marchando bajo las faldas de los símbolos genéricos. De nueva cuenta nuestros pueblos son confundidos y reeducados a aceptar dócilmente los liderazgos compulsivos.
Sólo Cuba y Nicaragua tuvieron un movimiento con perfil netamente popular, con una organización pre-revolucionaria, objetivos claros de acceder al poder por la lucha armada y tuvieron acompañamiento de sectores representativos de la clase media y empresarios, los cuales mantuvieron un acompañamiento los primeros 5 años de gobierno. Después, los 2 procesos revolucionarios tuvieron giros inesperados y buscaron solventar sus dificultades con vínculos políticos súbitos y repentinos al compartir a través de alianzas estratégicas de carácter económico e ideológico las decisiones nacionales y en los foros mundiales, restándole autenticidad al proceso político nacional.
Lo que está pendiente de analizar con suficientes datos y argumentos es la valoración política de si fue necesario o no el acuerdo de colaboración entre las naciones implicando soberanía, defensa, autonomía económica, proyecto nacional y fuerzas armadas. Faltan algunos años más para responder a esta interrogante de vital importancia.
México en las elecciones de 2018 y el hartazgo social
Para el caso de México, las premisas reunidas nos prestan aristas dispersas, con las cuales trataremos de darle cuerpo a través de conjetura sociológica acerca la condición predominante en el país antes y después del proceso electoral.
Indudablemente el sexenio de Peña Nieto (2012-2018) tuvo un desgaste provocado por la clase política y empresarial vinculadas en negocios y corrupción, la desfachatez fue inusitada y condujo a una crisis política de régimen, cuya manifestación empírica fue cuando las clases dominantes ya no pueden seguir gobernando de la forma en que lo hacían, las leyes fueron sometidas a la violencia, las desapariciones, el hurto de las arcas públicas y la busca de los medios de comunicación ligados al gobierno burlándose de las demandas ciudadanas. No obstante, la ausencia de aún una alternativa de recambio, propia o de las clases subalternas obnubilaba el horizonte político del país.
Si nos preguntamos, ¿acaso existía un sujeto oculto con la destreza suficiente de rebelarse en circunstancias inéditas?
La respuesta es No.
Los efectos fueron y son excesivamente rudos en la gente, la ciudadanía tenía de ideas y voluntad por rebelarse pero no tuvo la referencia completa del adversario y de la circunstancia, su intencionalidad contingente era romper ese miedo pesado y atado a sus espaldas desde hace más de 30 años con libertades reprimidas y voces apagadas por la represión. Había necesidad de actuar y los medios o herramientas para el momento crucial/electoral eran pocas, el canal abierto, expedito, franco y caudal de odios, frustraciones, rebeldías, apasionamientos desencadenados eran las redes sociales. Justo ahí depositaron la amalgama de sentimientos, emociones y rencores para volcar una circunstancia adversa e impía.
Evaluamos los riesgos en tiempo pre y poselectoral y se descubrieron un conjunto de comportamientos en el escenario virtual que estaban provocando cisura en la realidad social, en cuyas grietas desobstruían el curso de los odios, rencores, discriminación, racismo y la aporofobia concurrente sobre la laca subcutánea de la sociedad mexicana
Obviamente, esos ingredientes nocivos pero nutrientes en la sociedad vitalizan la emergencia de las nuevas ultraderechas, en donde en vez de poner el acento en la violencia sistémica del capitalismo, se pone el acento en los pobres, los jóvenes, las mujeres, los desempleados y viceversa, en quienes han usufructuado el sistema político vigente.
No, no fue es una actuación construida con previo razonamiento para trazar todo el entramado necesario para dirigirlo al puerto de una acción colectiva dispuesta a confrontar espacios de poder en la calle; tampoco tuvo un esquema previo de un trabajo político en la clandestinidad, preparada para afrontar el momento y coyuntura y así plasmar un programa político y guía de comportamientos cuestionadores de la autoridad impuesta.
Lo acontecido fue el hartazgo, embalse social receptor de tanta ignominia, desatención, represión, negación de bienes vitales, violación de derechos, corrupción, impunidad y despilfarro de los gobiernos en turno, quienes dejaron caer como lluvia torrencial sobre el pueblo, confiados en la poca o nula organicidad de los cuerpos organizados potenciales para disputar el poder, dada su situación de deterioro por los efectos de la crisis de los partidos políticos, la desideologización impuesta, la fragmentación social y desimbolización del lenguaje, cuyos efectos destruyen los lazos sociales y las relaciones intersubjetivas de actores potenciales con probabilidad de agregarse como voces disidentes.
Es necesario subrayar una paradoja, el no haberse fundado el sujeto político en la coyuntura actual no es condición de ausencia perpetua de acciones colectivas, tampoco es la negación de intervenir en la política por parte de los jóvenes y otros segmentos en igualdad de condición. Existe un ingrediente acumulativo en la subjetividad tras los años de corrupción de disgusto, enfado, congoja y agravio, todo ello abonado a la circunstancia y entorno con un sentimiento de hartazgo social, cuya sensación es de frustración, de cansancio, de no soportar el modelo existente, de romper los esquemas y preceptos entorpecedores de su desarrollo, alejar perentoriamente los miedos y atreverse en lo público y en el anonimato a gritar, protestar y si hay posibilidad, decidir. Sin embargo, no hallaban las formas orgánicas o la representación social y/o política para llevar ese descontento y sumarse a una acción o vertiente con perfil de cambio de la realidad social opresora.
El hartazgo social es locución líquida, va trasminando de boca en boca los circuitos cotidianos, dando paso a una narración surgida de manera imprevisible con perfil de protesta y mezcla orgánica variada, espontánea, beligerante, con signos de apertura para incorporar otras demandas y fuerzas sociales. Entonces el hartazgo social cruza la frontera de inmovilidad y suma amalgama con voces y presencia, reclamos agregados para añadir textura a la acción colectiva hasta identificarse con la incipiente representación social y política dotando de vida al movimiento popular.
El vínculo entre el hartazgo social, las incipientes tramas movilizadoras y la apenas dibujada representación política le da paso al discurso fundador de identidades populares, cuya expresión tiene varios pernos o enclaves, siendo el uso del concepto “pueblo” como referente principal de legitimidad y comunidad política a la que necesariamente se pretende movilizar, potenciar y darle voz con la clara intención de llevar la orientación de derrumbar todas las limitaciones impuestas hasta ahora.
La matriz discursiva con sentidos compartidos en el conjunto pueblo aparenta dotar de identidad al sujeto político, pero un pueblo no alberga una misma territorialidad, tampoco tiene pertenencia material compartida, de ahí la dificultad, en el corto y mediano plazo, la asunción del sujeto de vanguardia y/o sujeto articulador.
Las observaciones realizadas sobre las líneas comportamentales de los diversos segmentos sociales, dentro y fuera de las redes sociales, son de orígenes policlasistas, con un formato de construcciones sociales plurales, múltiples, contingentes, sin horario político, otras impensadas, súbitas y hasta imprevistas porque son imposible de predecir, no obstante la direccionalidad, pauta y forma al movimiento y al conjunto de acciones cortocircuitantes la da el líder, dotado de una retórica propia para empedrar lo disímil, evitar las disputas internas, cohesionar el contingente, pluralizar las palabras a modo de articular a trabajadores, mujeres, indígenas, jóvenes, profesionistas, campesinos, jornaleros, buhoneros entre otros en un acoplamiento popular, donde no hay cabida a un solo sujeto para encaminar y guiar al conjunto pueblo. La coyuntura, lo percibido en los recorridos, el tenor de la campaña, los temas del día y las eventualidades provocan creaciones narrativas, anécdotas, habilidades narrativas que dan cuerpo y figura al liderazgo.
Entonces el uso del pueblo denota un nombre de todos, contendor legítimo para confrontar a los agentes económicos, los actores políticos tradicionales (partidos políticos y sindicatos), los entes institucionalizados y las cosas con substancias ajenas a lo popular; además, el concepto borra fronteras porosas de las identidades particulares, suma a todos y no conjuga el verbo restar, vamos juntos a ganar. Si pretendemos explicar mejor este aspecto, Boaventura de Sousa Santos dice: “La construcción debe basarse en dolores compartidos, pero su siguiente paso es la articulación de todos ellos en un sentido unitario, y su agrupación mediante una nominación que constituya el colectivo” (Errejón, 2011: 75-84)
Ahora bien, retomando el hartazgo social germinado de las entrañas del pueblo mexicano, revivió un fenómeno movimientista no un sujeto político, más bien fue y sigue preexistiendo una espectro agregado de multitudes no portador de ideología en particular, tampoco un discurso con piezas claves cultivador de los primeros componentes de una nueva tendencia doctrinaria; es algo inusitado, sorprendente, imprevisto, con sobresaltos pero hacia adelante, quienes participan depositan confianza en lo nuevo, engranándose y tomando forma de agrupación reclamante cuyo liderazgo queda diluido en una modalidad frentista con responsabilidades asumidas de acuerdo a las posibilidades de cada quien, ahí subyace el reservorio de tareas en las redes, la divulgación, socialización y otros menesteres o avíos esenciales y parte del entramado de las movilizaciones, las herramientas de confrontación y dispositivos de defensa.
La amalgama nutriente del cuerpo y consistencia a los comportamientos populares tiene unos ingredientes estudiantil-juveniles, mujeres y actores de la izquierda devenidos de la diáspora de otras estructuras políticas desvanecidas. Hoy cuentan con una herramienta comunicacional aglutinadora a través de las redes sociales y dispositivos móviles, auxiliar para convocar y trazar coordenadas de movilizaciones, despliegues, mensajes, protestas y actos públicos. Ponderando las cifras del 2017 publicadas en un rotativo de México, hallamos que en un segmento de cerca de 64.500 millones de personas entre los 12 a 40 años de edad, esos contingentes representan casi el 50% de la población total de México (El Economista, 2017) y justo ahí se dio la reyerta electoral, la tirantez, disputas y conflictos tuvieron en ese sector los mayores pronunciamientos; era obvio, las carencia, el desempleo y el malestar por los actos impúdicos del gobierno en turno fue el efecto contagioso, la pegajosidad del discurso de quien representaba a la oposición tuvo un anclaje ajustado en muchos ámbitos de la sociedad.
Era obvio, el hartazgo social advertía, a través de las denuncias, los debates apresurados y ríspidos, la ausencia de horizonte más allá del proceso electoral. No hubo una circunstancia de posibilidades para trazar un esquema de actuación colectiva, las alianzas exteriorizaban hilos débiles, la fatalidad estaba cifrada en el 1 de julio de 2018, tuvo fecha de caducidad el hartazgo social en la medida que la dirigencia política del Movimiento de Regeneración Nacional no tuvo capacidad operatividad para centrar los esfuerzos en valorar los esquemas organizativos existentes y visualizar las aspiraciones programáticas de la coalición naciente para incrementar su presencia institucional y desmontar poco a poco el enfoque en lo puramente personal, el liderazgo cautivo, compulsivo y atalayador.
La oportunidad brindada por el hartazgo fue despreciada, por ello arrojó un resultado sombrío y poco alentador para una verdadera transformación en México, las válvulas de escape son diversas, el empeño y fortaleza ciudadana tiende a diluirse y de no mantener viva y activas las esperanzas del conjunto pueblo, las mansas aguas sumergieran los ímpetus populares.
Enumeremos tres nacimientos larvados pero no han desdoblado en un cuerpo orgánico.
1/ Narrativa para intentar construir el Sujeto Político
Mediante la narrativa del núcleo de Morena, su líder tuvo en cuenta en el sujeto pueblo no tenía un estado condensado, tampoco era preexistente de manera acuerpada ante el escenario electoral, porque bien sabemos la existencia de tantos pueblos como identidades, las cuales comparten símbolos, territorio, pertenencia y vínculos. Pero si es posible construir discursivamente el pueblo a través del nosotros, sembrándole una connotación política al confrontarlo contra un oponente, cargándolo de un perfil o postura conflictiva ante el orden de cosas incluso institucionalizadas, pero con un funcionamiento propio para ir negándoles sus derechos y voces de protesta. Es importante resaltar la solución a la conflictividad ofrecida por el Morena, donde todo desenlace favorable a los desposeídos pasa o transita por carriles o coordenadas ajenas o afuera del orden existente.
Aquí aparece el primer impasse. Una vez asumida la investidura presidencial, el líder y la mixtura social de Morena no arman estrategia de ensamblaje entre Pueblo y gobernante. La solución o desenlace de varios conflictos enunciados en campaña, demandaban solución con una clara orientación fuera del orden establecido e inevitablemente requerían de la movilización popular; más aún, había disposición y reclamo para actuar en la medida que los colectivos advertían en el discurso un perfil anti orden, percibían apoyo y los dotaban de fuerza y voz del nosotros anhelado, mas no coincidía con la intencionalidad de la investidura oficial y legítima (el gobierno central).
La Cuarta Transformación tuvo el primer dilema, desde abajo, la población que lo apoyó, reclamaba vía para canalizar las demandas individuales y colectivas, el caudal de reclamos y derechos rebasaba la vía institucional y la alternativa más coherente fue arrimarse paulatinamente a lo no institucional; recordaban, desde sus trincheras y lugares estratégicos, la instrumentación plebiscitaria de la consulta para exigir a los políticos y gobernantes aplicación de la justicia a los corruptos y en caso extremo estuviesen en cárcel y reembolsaran lo hurtado, asimismo desocultaran las tramas de la élite empresarial con el gobierno anterior, todo ello con el firme propósito de dotar de sentido la construcción política develada desde el discurso por Morena. Fue así dado el lazo de acople entre el pueblo el líder.
El movimiento larvado y con signos de estructuración orgánica notó y percibió en el transcurso de la competencia electoral, la preexistencia de una frontera o brecha entre elitistas y pueblo; también divisó en el fragor de la confrontación político-electoral el resultado de un ganador, por lo mismo tenían el derecho de exigir el cumplimiento de sus demandas, sin que tuviese de por medio una revuelta, estallido social o rebelión; la ruptura estaba dada entre el pasado y el presente, quizás con mayor fuerza discursiva y menos perturbaciones, sin embargo en la subjetividad colectiva de esa mayoría de 30 millones de votantes capitalizados por Morena, la victoria era definitiva, algo habían alterado con fisura profunda y ello implicaba cambiar el rumbo de los acontecimientos y la palabra empeñada requería ratificación en la práctica.
¿Qué paso?
El miedo a los conflictos, mantener los cauces institucionales, crear equilibrios entre lo negado y lo pensado (ayer y hoy), evitar la participación directa o descontrolada (Participación controlada) le llama Yanina Welp (2019) reducir los espacios de participación, convocatoria a la reconciliación argumentando la necesidad de separar los tiempos electorales con los de ejercicio de gobierno, los desencuentros y desacuerdos en campaña eran cosas del pasado, centralizar las decisiones en el líder/gobierno personalizando dentro del ojo del huracán de un proceso derivado de una construcción política compleja, plural y con enconos escondidos, no podía transitar ahora a un gobierno exclusivamente honesto dedicado a trabajar para el pueblo.
2/Resultado parcial de la Cuarta Transformación
El pueblo convocado discursivamente está ahora como recipiente de políticas públicas, la nueva institucionalidad reside en el ejecutivo, borró los canales existentes y niega paso a paso las propuestas del pueblo, prefiere filtrarlas y más tarde descafeinarlas para no confrontar la vieja política y sus actores vigentes.
Afirmar “no vamos a apoyar a ninguna organización social, a la sociedad civil, no vamos a permitir intermediarios, nuestro apoyo irá directo a cada persona en lo individual”; (San Martín, 2019) un una decisión escabrosa y negadora de construcciones sociales ya instauradas e institucionalizadas, la mejor opción es desmontar algunos eslabones de mediación con otras de mayor envergadura popular, democratizando algunas de las existentes, convocando a la participación desde abajo y no centralizar en el gobierno actividades que desde hace años están desenvolviéndose con dinámica descentralizada. Limpiar es mejor que derrumbar y destruir construyendo debería ser la consigna a seguir.
Los cuellos de botella, las insatisfacciones en grupos vulnerables, la tardanza en distribuir los recursos, son alimentos básicos para encaballar críticas, contraargumentos y liberar voces de la oposición ávida y desesperada por sobrevivir en medio de un gobierno empezando a dar forma a su gestión.
Entonces la Cuarta Transformación enfrenta un nuevo dilema, centralizar las decisiones en una parte del gobierno (ejecutivo), niega la urdimbre y estructura preconstruida de institucionalidad en el país, recorre los tiempos a etapas del México del Siglo XX, comprime los disparadores de las movilizaciones populares, sepulta en el sótano de la política los saberes y practicas populares con larga trayectoria en resistencia al supeditarlos a la orden central. Impone subrepticiamente una percepción única de país de manera discursiva, más si la retórica es práctica permanente, porque actúa como llovizna, impregna y penetra la densa capilaridad social hasta dibujar un mapa de cosas y hechos que pretenden definir la realidad social, aun cuando sabemos de antemano lo diversa, plural y multicultural del entorno.
La conferencia cotidiana es un alegato al trabajo del gobierno, enaltece la constancia de su desempeño, dibuja y proyecta la figura del líder conduciendo al grupo de colaboradores, de esta manera llena los espacios de actuación política y quienes lo perciben van intuyendo: El líder es la mejor fórmula para impartir orden y orientación del cambio social. Sin embargo, es de sobra y las experiencias en América Latina son suficientes, un cambio social empecinado a apostar en un liderazgo compulsivo, elocuente y vertical, es un camino errado.
Es que puede darse una confrontación ideológica subrepticia entre gobierno/ pueblo, el curso de los acontecimientos está en cómo perciben los cambios en la sociedad.
Las experiencias en América Latina nos ilustran, en cuanto el discurrir de los eventos electorales acompañados de devaluados partidos políticos, cuyo curso van dando aparición a un agregado organizacional amalgamado, compuesto por constelación de grupos, micro organizaciones comunitarias, locales y barriales, desprendimientos de partidos en el ocaso y ciudadanos independientes con voz crítica. La congregación espontánea y el hartazgo social desembocaron en triunfos electorales, es el horizonte de todo hartazgo social, lo que sigue es materia de reflexión buscando qué puede hacerse con el triunfo electoral y hacia dónde trazar las metas a corto y mediano plazo. Si la amalgama social no da vida orgánica a la diversidad de actores participantes con voces y esfuerzos, la frontera del cambio está en las narices de los dirigentes.
En cada proceso electoral, las organizaciones políticas participantes, elaboran una cartografía o mapa donde ellos cuentan con representantes, adeptos y simpatizantes, asimismo trazan coordenadas para dibujar y calendarizar visitas, bosquejar asambleas, mítines, hilvanar las demandas de la ciudadanía y dar finalmente cuerpo a su discurso, siempre con el firme propósito de enlazar las necesidades de los votantes con la retórica partidaria y de esa manera crean un imaginario de representación política y electoral de las localidades.
Es trascendental saber y reconocer el valor de la cartografía como herramienta valiosa para entender el espacio en el cual nos movemos. Por espacio, el capitalismo ha querido que entendamos distancia. La resistencia nos hace ver el espacio como punto de encuentro, es decir el lugar descifrable de un tejido de relaciones, como bien dice John Berger. Los mapas no funcionan si no expresan, potencialmente, ese tejido de relaciones.
Los mapas no sólo nos hablan del espacio, sino también de la historia. “Debemos emprender, como dice Andrés Barreda, una historia geográfica, así como una geografía de los cambios históricos. (Las regiones ya no se definen por su pertenencia a un país, sino por su importancia geopolítica o geoeconómica sin importar que abarquen más de un país o sea una pequeña franja de 38 municipios en un pequeño estado de un país). Y no es una balcanización, porque en la idea del capital hay un plan maestro, no son fronteras azarosas. ¿En dónde estamos en tales regiones, cómo las vinculamos, cómo las entendemos, para saber qué hacer?” (Vera, 2019).
Los interrogantes son parte de las preocupaciones expuestas en la reflexión escrita, donde el eje es explicar dónde quedó la fractura entre Morena y pueblo. Por qué no hacen uso de la cartografía política guardada entre sus haberes, la dirigencia se desvaneció ante la distancia impuesta entre el gobierno y el incipiente partido; la dirigencia del naciente partido desconoce de qué manera organizar y armar tejido social con otras formas orgánicas de distintos tamaños, demandas y densidades. ¿Será Morena un vehículo electoral que vive y trasciende a través de la figura presidencial? Las próximas elecciones estatales y municipales darán cuenta de esa interrogante.
La existencia de una grieta social es cierta día tras día va agigantándose, los diálogos abierto agotan sus recursos, la constelación de organizaciones populares cargadas de expectativas durante todo el tiempo pre electoral echaron mano al uso de la caja de herramientas y arsenal de dispositivos de su memoria histórica, algunas hoy empiezan a cerrar la alforja de esperanzas y anhelos al darse cuenta del desprecio al cúmulo de saberes comunitarios utilizados para resolver sus problemas. Son esas localidades y sus sujetos colectivos los conocedores de su realidad social, tienen identificados los enclaves entorpecedores para resolver los problemas, el lenguaje para comunicar, darse a entender y movilizar a la gente, cómo perciben y defiende su lugar, significado que tiene para ellos y cómo han dado cuerpo al espacio estratégico para defender y sobrevivir ante el avasallamiento urbano, industrial y global.
No cabe la idea ni el argumento febril de la inexistencia de un pueblo con hambre de cambiar, mucho menos temer la actuación de los colectivos mexicanos, tampoco ponen en riesgo la dinámica y las pretensiones del gobierno esbozadas en su discurso. Son dos paralelas cada una con su brújula hacia el mismo destino, son caminos o senderos relacionados a través de durmientes dialógicos, colaboraciones recíprocas, intercambio de esfuerzos y valores, acompañamientos en tareas mayúsculas, pero de ninguna manera carreteras con propósitos bifurcados.
Afirma Vera (2019) en su texto citado y parafraseando desde nuestras manos las palabras conjugadas que nos orillen a elaborar conjeturas que posibiliten engranar un argumento conducente a explicitar la trascendental significancia que tienen los acervos comunitarios y la sapiencia acumulada a través de la historia para resolver vicisitudes y adversidades de carácter social.
Si bien es cierto que los saberes comunitarios no se adquieren, van estructurándose y tomando forma en el transcurso de la vida, depositándose en la memoria colectiva hasta ser parte indivisible del conglomerado forjador; justamente en esa imbricación florecen signos, significados, lenguaje propio, comunicación genuina, pactos, acuerdos, resistencias, formas de luchas y hasta imaginario social. Esa parte es el holograma del grupo humano, su particularidad y diferencia con los otros.
Romper, erosionar, desagregar u homologar esos saberes es confrontar a los colectivos organizados, también fue y sigue siendo la intención de la sociedad global, homologar para derrotar. Si el gobierno pretende desde su esfera de incumbencia orientar esos saberes comunitarios hacia programas de gestión gubernamental está llevando la Cuarta Transformación hacia un fracaso.
Si activar todos los dispositivos de la caja de herramientas de la memoria colectiva conlleva a buscar y gestionar soluciones, el punto de partida es la autogestión, el emprendimiento de hacer algo juntos y de beneficio social, tomando de antemano un acuerdo con compromisos y empeño de la palabra de los habitantes locales para actuar y resolver. Los gérmenes de la autogestión están en la actuación consensuada, bajo reglas y disciplina propias de la comunidad, bajo el horario político y social, con las herramientas seleccionadas para el fin y decisiones de ellos. Cualquier intento por profanar la autogestión comunitaria es un atentado contra la naturaleza del grupo y la negación absoluta de toma de decisiones que el ejercicio de la democracia local les brindó.
El riesgo está dado, las atribuciones del gobierno son necias y de mantener el centralismo y liderazgo personalizado, la Cuarta Transformación será un mito discursivo.
3/ Un nuevo sujeto político o un sujeto oculto
Es claro para los avezados en la política y en los movimientos populares, conocer cuáles son las condiciones necesarias para la incubación del sujeto político insumiso, y las dificultades existentes en la actualidad. Se debe partir de los inconvenientes a soslayar a fin de despejar el sendero de su estructuración:
A/ La sociedad mexicana tiene vetas de autonomía en algunos sectores organizados y tradicionales, muchos de ellos aún mantienen confrontaciones de resistencia a los embates de las políticas neoliberales instrumentadas desde 1986 al 2018; no obstante es importante tener en cuenta los 32 años transcurridos, tiempo suficientes para incubar un sujeto apacible, consumista, individualista y alejado de las urdimbres colectivas para emplazar nuevas luchas de resistencia, obviamente con una carga de despolitización que en situaciones de crisis obstaculiza las dinámicas de participación de otras vetas orgánicas impulsaban desde sus territorios y localidades.
B/ Las estructuras de organización política surgidas con perfil de izquierda y cercana a las aspiraciones del pueblo fueron socavándose en el océano de contradicciones y disputas de escaques por dirigir un barco sin brújula ni mapa de navegación y mucho menos un destino claro; la articulación de los diversos y distintos colectivos tuvo barreras infranqueables por no crear e instrumentar formas y mecanismos claros para conciliar intereses de colectivos locales, ligas organizaciones nacionales, segmentos con reclamos derechos particulares y comunidades indígenas. El pluralismo, el derecho a la diferencia y la disidencia fueron percibidos como expresión de intolerancia, rebeldía y enemigos de la naciente izquierda, la cual nunca pudo entendió su génesis de espectro social amalgamado de afluentes de resistencia de varios rincones del país. Naturalmente, la actitud de la capa dirigente careció de la imaginación política y orientación gremial para dar un vuelco a la suma de demandas hacia la armazón del sujeto pueblo.
Prisioneros en un mantra de signos liberales, neoliberales y nacionalistas, el imaginario de la izquierda era un todo y nada, sus desplazamientos florecían por la voluntad de líderes de grupos o minorías significativas dentro del conjunto orgánico; células, órganos y ligas dentro de un todo dibujaban tendencias de elasticidad en periodos de crisis y acomodos cupulares para mantener la supuesta unidad. El temor de mayor envergadura estuvo en contar con todas las herramientas orgánicas y discursivas para evitar el arribo del sujeto pueblo a las esferas de la manija direccional.
Los liderazgos de enclave clientelares y complicidades son rémora y habilidades nocivas para imposibilitar aflorar el sujeto político transformador. Incluso, cuando tuvieron la oportunidad de ser gobierno la cualidad sobresaliente fue el ejercicio técnico de la gestión gubernamental, provocaron descontento social e incluso dejaron huérfanos los colectivos con larga data en resistencia y autogestión; también, dejaron espacios abiertos para la injerencia de la clase dominante e ésta pudiese insertara grupos subordinados para torcer la dinámica de los subalternos e imponer un discurso institucional, de consenso, sin rupturas, cuidadoso de lo macroeconómico y diálogo permanente de sujeción con la clase propietaria de México. Cuidaron los vínculos y búsqueda de soluciones con los movimientos populares, los reclamos los dirigieron a un cedazo, los filtraron y dieron solución parcial de manera individual, siempre temerosos y en complicidad con la clase dominante de no romper los equilibrios políticos nacionales, ceder ante los reclamos de algunos derechos y demandas siempre dentro del cuadrante del edificio del régimen vigente a fin de mantener la elasticidad del sistema, posponer los conflictos, fragmentar a los sujetos reclamantes y de esta manera evitar la estructuración del sujeto pueblo insumiso.
Los dispositivos movilizadores quedaron circunscritos en los espacios locales, pocas veces los autoconvocados tuvieron permanencia de apoyo en los conflictos, las redes carecieron de habilidades para enlazar y concatenar reclamos, la conjunción tuvo serias dificultades para esquivar represiones, persecuciones, delitos fabricados y detenciones judiciales arbitrarias hasta arribar a la fragmentación social.
Morena hereda gran parte del acervo de la izquierda sin sentido en México, un sinnúmero de afluentes sociales asoman sus herramientas, alzan sus voces, tejen narrativas, desempolvan mitos, signos, símbolos, canciones y lenguaje para crear nodos de contacto, identidades populares, las lanzan a correr por las redes sociales, saltan muros de contención, abrazan ideal común, la hora del pueblo la percibían en un recién nombrado movimiento con liderazgo carismático, arenga seductora y capaz de ir incorporando los ejes discursivo de la mayoría orgánica e individualista diseminada por expulsión o negación a pertenecer a un partido político.
Todo indicaba un reorden, la vieja política resquebrajaba sus muros, el entablado político mostraba reclamos distintos, lenguaje en los jóvenes cargados de reclamo propios de su entorno, muchos no representados hallaron en Morena, de manera parcial o tangencial, la representación negada en muchos años, ahora tenían signo y escudo, holograma para salir a las calles, contaminar las redes sociales y enjuiciar al régimen vigente.
Las condiciones para ensanchar y articular los diversos movimientos orgánicos, sin importar su densidad y tamaño, estaban dada, sólo aparecía un dilema: La dirigencia estaba desafiada a remar en sentido contrario a las olas del mar, enfrentar las contradicciones sociales y confrontar de una vez las complicidades y privilegios conducentes a la ruptura con el orden de cosas.
Diestro y pausado, el liderazgo de Morena sopesó dos premisas y las introdujo en la retórica cotidiana de conferencias matutinas: 1/La construcción del Estado de orden, certezas y anticorrupción. 2/ Atender las demandas de manera particular, sin mediación alguna, vía directa gobierno-ciudadano, reforzando la vieja práctica neoliberal: Si el estado es sólido y confiable, brotan de él instituciones eficaces para atender las demandas ciudadanas de manera individual, con pleno conocimiento de las experiencias durante la vigencia del modelo monetarista, donde prevaleció el vínculo y lenguaje cliente-usuario, teniendo de garante al Estado. Entonces el líder difuminó las intenciones del sujeto pueblo, asumió la representación de los no representados, levantó la voz y los encapsuló en su discurso e imagen, desplazando a las organizaciones civiles y autoproclamando voz suprema del pueblo canceló, hasta ahora, la vía expedita que tuvo en las elecciones de 2018 para cambiar el rumbo y la historia de la nación en compañía del pueblo bajo el holograma de la Cuarta Transformación.
El submundo de soberanías populares navega de nuevo en el escenario de la confrontación, las demandas quedaron atrapadas en la maraña de trámites, registros, filiaciones, tiempos burocráticos y prioridades del gobierno central. El sujeto pueblo no está oculto, ya asomó su cuerpo, ejercitó los músculos movilizadores, las destrezas articuladas con propósito común, desplaza sus dinámicas hacia los espacios estratégicos de re-creación, no hay duda no volverán a adormecerse en las retóricas discursivas del gobierno promotora de certezas descafeinadas pintadas de soluciones edulcoradas y desalentadoras, el sujeto político ante aislamiento, no regresará a la posición supeditada al liderazgo compulsivo.
Si pretenden que el sujeto político insumiso sea parte preponderante en la Cuarta Transformación, es irremediable seguir pensando con la osadía de poder levantar la cabeza por encima de la coyuntura, de poder imaginarse cosas seguramente no observadas ni registradas en la circunstancia de lo posible pero sí como forma de potencia latente. Es necesario leerlo y de atreverse a actuar porque no siempre es compatible con la coyuntura de la vida política, la cual muchas veces tiende a encerrarte en circuitos muy pequeños. Cuando te alejas del movimiento magmático de las dinámicas sociales, ya no puedes intervenir en un asunto de transformación radical (Errejón Galvan, 2015: 39-53).
El liderazgo personalizado agotará sus recursos, mientras los colectivos y saberes comunitarios y locales mantendrán en ascenso su arsenal de lucha, las capacidades abrirán las alas de cooperación y alianzas, la articulación política de lo local con lo regional y nacional es inevitable ante la zozobra del modelo capitalista y la poca o nula capacidad para resolver problemas y demandas añejas; sólo rompiendo el modelo, involucrando al sujeto político insumiso y desconstruir la visión militar siempre esgrimida para instaurar el silencio y las insubordinaciones, la Cuarta Transformación podría tener éxito.
Referencias Bibliográficas
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Errejón Galván Iñigo, (2015) La construcción de un sujeto popular, en revista Teknokultura, Vol 12-1, España, (Pp. 39-53)
Errejón Iñigo (2011). La construcción discursiva de identidades populares, en Revista Viento Sur nº 114, España. (Pp. 75-84).
San Martín Neldy, (2019), AMLO notifica a su gabinete: “no transfieran ningún recurso a ONG o sindicatos”revista Proceso emisión diario, consultado en https://www.proceso.com.mx/572198/amlo-notifica-a-su-gabinete-no-transfieran-ningun-recurso-a-ong-o-sindicatos consulta: 20/05/2019.
Salazar, Robinson, (2018) La naturaleza exterminadora de la derecha en américa latina: La cotidianidad cargada de violencia y el dolor, en Telos: Revista de Estudios Interdisciplinarios en Ciencias Sociales, Vol. 20-3. Venezuela. (Pp. 560-588)
Vera, Ramón, (2019) Que cada colectivo sea una bolsa de resistencia. extraído de https://desinformemonos.org/que-cada-colectivo-sea-una-bolsa-de-resistencia/ consulta: 19\02\2019.
Welp, Yanina. (2017) Un mito, una estrategia, un valor: Izquierda y participación. En Nueva revista socialista, extraído de: https://nuevarevistasocialista.com/portfolio/un-mito-una-estrategia-un-valor-izquierda-y-participacion/ consulta: 29\02\2019.
– Robinson Salazar Pérez es Director de www.insumisos.com. Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa, México. Correo Electrónico: [email protected]
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Fotografía: Alainet