Por: Joel Ortega Erreguerena[1]. 31/05/2025.
El presente trabajo está contenido en el libro Luchas sociales y participación política en el sexenio obradorista (2018-2024), coordinado por Massimo Modonesi, Cesar Enrique Pineda y Sergio Tamayo. Hemos decidido dividirlo en tres entregas. Agradecemos a Joel por las facilidades y permitirnos reproducirlo en el portal Insurgencia Magisterial.
Introducción
Desde el surgimiento de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en 1979 la disidencia magisterial ha sido un actor que se moviliza frecuentemente. Existen una serie de recursos (organizaciones regionales, cuadros sindicales, secciones democráticas, etc.), principios (independencia política, sindicalismo de bases) y dinámicas (movilización-negociación-movilización) que le han permitido a la disidencia magisterial consolidarse como un actor movilizado de forma recurrente. En contraposición al corporativismo del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), la CNTE se ha caracterizado por un modelo de movilización permanente.
Con esos antecedentes hay que preguntarse cómo ha sido su comportamiento frente a un gobierno progresista que en un inicio se pronunció contra las reformas neoliberales educativas y contó con apoyo del magisterio. ¿Qué tanto operó una dinámica de desmovilización o de cooptación? ¿cómo la cultura sindical de autonomía en la CNTE se comportó frente a una nueva hegemonía? y ¿en qué medida la dinámica de movilización-negociación-movilización de la CNTE ha prevalecido?
En este texto examino cómo la CNTE, con su tradición sindical y su cultura política de autonomía, se comportó frente al gobierno obradorista. De qué forma reaccionó frente a un nuevo discurso hegemónico, cómo fue su relación con el gobierno federal y de qué manera se movilizó para exigir demandas laborales y educativas que no han sido resueltas. En el marco de una nueva hegemonía[2] y un ciclo de desmovilización a nivel general aquí sostengo que el magisterio democrático preservó su autonomía, no sin conflictos y tensiones, al inicio con más énfasis en la negociación y al cerrar el sexenio con una jornada de movilización.
En la primera sección expongo los rasgos generales de la subjetividad y los actores políticos del sindicalismo magisterial. En la segunda analizo las etapas de la relación política entre el gobierno y la disidencia magisterial a lo largo del sexenio. Finalmente, en la tercera parte describo cómo fue la conflictividad magisterial a partir de la base de datos de los eventos de protesta en el periodo.
El trabajo está basado en 3 fuentes de información para estudiar el proceso de movilización del magisterio: 1) Una base de datos que se elaboró como parte del proyecto PAPIIT “Participación política y movilización social en el sexenio obradorista (2018-2024)” en el que se sistematizaron los eventos de protesta a lo largo de sexenio ubicados en los periódicos La Jornada, El Universal y La Izquierda Diario, 2) Un análisis de los documentos de la CNTE, en sus congresos nacionales y seccionales y 3) entrevistas semiestructuradas a 4 dirigentes de la CNTE; además de mi observación directa en algunas reuniones y movilizaciones del magisterio.
La CNTE: autonomía y sindicalismo de movimiento
El magisterio es un sujeto politizado que ha jugado un rol importante en México por lo menos desde que se consolidó el Estado posrevolucionario a principios del siglo XX (Arnaut,1992). Entre los maestros se expresa tanto un aparato de control corporativo en el SNTE como una tradición disidente en la CNTE (Ortega, 2012). El SNTE es uno de los sindicatos más grandes de América Latina, con un millón 600 mil agremiados aproximadamente y una estructura heredada del corporativismo mexicano. Es vertical, centralista y privilegia la negociación sobre cualquier tipo de protesta. En cambio, la CNTE es una corriente disidente que desde 1979 se ha caracterizado por su estrategia de movilización-negociación-movilización.
El magisterio democrático ha desarrollado sus organizaciones y su subjetividad en gran parte en respuesta al SNTE como aparato de control. La CNTE agrupa a organizaciones disidentes de varios estados de la república. Sus secciones más consolidadas están en Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán, pero tiene una presencia en otras regiones, en su último congreso tuvo delegados de 21 estados del país (CNTE, 2024: 48). Su cultura política, sus estructuras organizativas y sus repertorios de movilización, son una respuesta al modelo del SNTE, aunque tampoco ha estado exenta de reproducir algunos rasgos del corporativismo.
En su origen la CNTE agrupó a organismos magisteriales de varias entidades del país con problemáticas locales y que cuestionaban el centralismo del sindicato. Por eso, como su nombre lo dice, decidieron fundar una Coordinadora en la que diversos organismos autónomos se articularan entre sí sin subordinarse a una dirección centralizada. La CNTE ha operado más como una suma de movimientos regionales que como una organización unificada a nivel nacional. Sus formas organizativas tienen algunos lineamientos en común pero también una diversidad de ritmos y formas. En algunos estados, como en la Sección 22 de Oaxaca o la 18 de Michoacán, los maestros conquistaron la estructura sindical y en otros son comités o coordinadoras de activistas. Como explica Roberto González, la CNTE no es un sindicato, no es un agente, sino una instancia de coordinación de múltiples fuerzas en lucha dentro de un sindicato. La heterogeneidad forma parte de (su) definición, organización y actuación” (González Villarreal et. al., 2020a: 215).
Frente al centralismo del SNTE la CNTE es una estructura más flexible en la que cada movimiento local tiene mucha autonomía. Como veremos en el capítulo esto implica dinámicas regionales en las que la conflictividad no se puede entender sólo desde la mirada del centro del país.
Por otra parte, frente a un sindicalismo que primero estaba subordinado al PRI, y después logró negociar candidaturas con todos los partidos de la transición, la CNTE afirmó como uno de sus principios fundamentales la independencia política. Siguiendo esta línea en Oaxaca, desde que emergió el movimiento magisterial en 1980 los profesores disidentes intentaron evitar que los nuevos dirigentes fueran cooptados por el gobierno. Los “Principios rectores” de la Sección 22 afirman la independencia política del sindicato y prohíben que los dirigentes sindicales ostenten al mismo tiempo un cargo político[3]. La CNTE asumió sus propios principios con el mismo sentido.
El sociólogo oaxaqueño Víctor Raúl Martínez Vásquez llamó a este modelo de participación una “democracia basista” (Martínez Vásquez, 2007). La desconfianza hacia los dirigentes sindicales impulsó un modelo en el que las bases tienen que ser consultadas permanentemente con un peso grande de la Asamblea de delegados. Los secretarios generales y el Comité Ejecutivo de la Sección 22 están acotados en sus decisiones por la asamblea de delegados. En este modelo sindical no hay reelección, hay libre afiliación partidaria y las bases son consultadas de manera constante (Martínez Vásquez, 2005:10). A nivel nacional uno de los principios de la CNTE es la consulta a las bases, según las posibilidades en cada región, con una docena de profesores en algunas secciones o con decenas de miles en otras. Es con estos principios que la CNTE ha logrado superar momentos de cooptación de algunos dirigentes. Como me explicó el profesor Francisco Bravo de la Sección 9: “lo que ha permitido que la CNTE se mantenga todos estos años es que es una organización desde abajo, definida por los compañeros, el asambleísmo, las asambleas de escuela, la zona” (Bravo, 2024)
Sin embargo, el proceso de participación no ha evitado mecanismos de control como la del “puntismo”, en el caso de la Sección 22, en la que los dirigentes sindicales llevan constancia de la participación de los maestros y a partir de ese criterio otorgan beneficios en su carrera. (Casco, 2020).
En cuanto al repertorio de la protesta, la CNTE marca también un contraste con la cultura institucional de negociación y conciliación del SNTE. En sus documentos la CNTE proclama una estrategia que se basa en la “movilización-negociación-movilización”. La idea central es que sólo se pueden lograr las demandas si hay una presión continua con el gobierno y que, aunque existan canales de negociación, es necesario desarrollar un proceso de participación masiva. Por eso la historia de la CNTE ha estado marcada por esta dinámica de movilización periódica. Cada año, en torno al día del maestro, el 15 de mayo, se organizan jornadas de protesta para presionar a las autoridades y negociar sus demandas. Es una dinámica que forma parte de la cultura política de la disidencia magisterial y que también les ha traído desgaste y cuestionamiento.
En el caso de la Sección 22 Mariano Casco caracterizó este tipo de sindicalismo como uno de “movimiento social” con 3 dimensiones en la subjetividad sindical: anticorporativa, antagonista y movimientista (Casco, 2020: 440). En 40 años de actividad sindical se ha formado una cultura política propia, que se contrapone a la cultura sindical hegemónica y que a nivel local en estados como Michoacán y Oaxaca retoma elementos de la vida comunitaria (Ackerman y Ramírez Zaragoza, 2022).
Por mi parte quiero resaltar la importancia de la autonomía política en la cultura del magisterio disidente. La CNTE ha desarrollado una subjetividad que apunta a dos dimensiones de la autonomía: la autodeterminación y la independencia política[4]. Las profesoras y profesores que conforman la CNTE han defendido sus formas de autoorganización, con las asambleas de delegados y la consulta a las bases, de los procesos de cooptación del Estado mexicano. Por eso uno de sus principios centrales es defender la independencia frente a los partidos políticos.
Evitar la cooptación y la subordinación al Estado es un valor central que se expresa en sus documentos y en los testimonios a lo largo de 4 décadas. Más allá de la simpatía con un candidato o un gobierno de tinte progresista es difícil que la CNTE se integre de manera acrítica, sus estructuras organizativas y sus tradiciones políticas apuntan en otro sentido.
Así, en la disidencia magisterial existe una cultura política y una estructura sindical en los que la autonomía y la movilización son dos componentes centrales. Es con estos antecedentes con los que hay que pensar su proceso de movilización durante el gobierno de AMLO. Aunque muchos profesores tengan simpatía por el gobierno existe una cultura política sindical que enfatiza la necesidad de permanecer independientes para no reproducir pactos corporativos y movilizados como una forma de presión distinta a las componendas del sindicalismo corporativo. En los siguientes apartados veremos cómo estos dos elementos han sido esenciales en los procesos de participación política a lo largo del sexenio.
Entre la hegemonía progresista y la autonomía magisterial: la relación de la CNTE con el gobierno federal
La relación entre el magisterio democrático y el gobierno federal es también la tensión entre una nueva hegemonía estatal, encabezada por un gobierno con mucha legitimidad y la subjetividad de una disidencia magisterial en la que la autonomía es un valor central. La cultura de autonomía política de la CNTE vivió una tensión a lo largo del sexenio por la hegemonía del gobierno obradorista. En el marco de su estrategia de movilización-negociación-movilización el magisterio salió a las calles en los momentos en que consideró que era necesario presionar al gobierno y se replegó cuando encontró canales de negociación abiertos y sintió que sus demandas estaban siendo procesadas.
En esta relación entre el gobierno y la disidencia magisterial pueden ubicarse tres grandes etapas. En la primera parte del sexenio se dio un acercamiento entre la CNTE y el gobierno. Se aprobó una nueva reforma educativa y por primera vez en la historia el gobierno reconoció a la CNTE como un interlocutor a nivel nacional. Sin embargo, la reforma no dejó satisfechos a los maestros y poco a poco la relación se fue deteriorando. Por eso en la segunda etapa, el malestar creció entre el magisterio y generó nuevos enfrentamientos. Al finalizar el sexenio se abrió una nueva etapa cuando la CNTE impulsó un paro nacional para presionar por sus demandas cerrando el sexenio con su ciclo más intenso de movilizaciones. Aquí analizo cómo fue ese proceso.
Fotografía: tomada de las redes del Gobierno Federal
Continúa la segunda parte AQUÍ
[1] Sociólogo, latinoamericanista y doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Actualmente realizo una estancia posdoctoral en la FCPyS de la UNAM. [email protected]. Agradezco al Dr. Miguel Ángel Ramírez Zaragoza su apoyo con algunos contactos para el trabajo de campo.
[2] Para un análisis sobre la hegemonía obradorista y sus efectos en las clases subalternas ver los textos de Massimo Modonesi y de César Enrique Pineda en el libro del primero (Modonesi, 2023).
[3] Por ejemplo, en los principios rectores se crítica “que los puestos de dirección sindical del SNTE, sirven y han servido de trampolín político para lograr espacios de poder cupular” y se establece que “Ningún representante sindical debe ocupar puestos de elección popular en forma simultánea, ni sucederse en los puestos sindicales” (Sección 22, S/A).
[4] De las múltiples lecturas que existen sobre la autonomía en los movimientos sociales aquí recupero la acepción que se centra en la independencia política de un sujeto colectivo, no tanto en la autonomía como emancipación o prefiguración. En ese sentido recuperó solamente la acepción de “autonomía como independencia de clase –subjetiva, organizativa e ideológica– en el contexto de la dominación capitalista” (Modonesi, 2010).