Por: Marcelo Falak. 27/01/2024
La huelga, la protesta y la movilización en todo el país interpelaron al Gobierno, pero en especial a las oposiciones. Casta, defecciones y gobernabilidad.
«Nos sirve para marcar el contraste entre el país que queremos ser y el que dejaron ellos», sobreactuaban calma en los despachos oficiales antes del paro –fuerte– y la movilización –fortísima– liderados por la CGT, a los que se plegaron las CTA, los movimientos sociales y las diferentes alas del peronismo y la izquierda combativa. Sin embargo, la presencia de cientos de miles de personas en el centro porteño y en muchas otras ciudades del país, comienzo de reconstrucción del peronismo, dejó en offside la postura guerrerista, el insólito piquete policial en Puente Pueyrredón y el relato cool de la «total normalidad» y los «millones de argentinos que decidieron trabajar». Zonceras de ocasión aparte, el Gobierno no se engaña sobre el malestar que fermenta en la sociedad, expuesto en el tamaño de una muchedumbre que excedió largamente las posibilidades de convocatoria del sindicalismo.
Mientras, lo que parecía un acuerdo abrochado con el opoficialismo para que el dictamen de mayoría sobre el proyecto de ley ómnibus aterrizara en la Cámara de Diputados con garantías mínimas naufragó por falta de apoyo y los enjuagues deberán continuar hasta el próximo martes. La fragilidad del armado pro Javier Milei fue tan evidente que no pudo ser disimulada ni siquiera a través de la ilegalidad de que los donantes de gobernabilidad hayan firmado una hoja sin texto. Otro cheque en blanco para el Presidente. Se extraña tanto a los republicanos de ayer…
Los tropiezos de la administración de ultraderecha en la calle y en el palacio marcan una era más agónica de la política: en ambos lugares lo que se juega es nada menos que la gobernabilidad de la indómita Argentina.
Ser o no ser
No hace falta demasiado talento para entender por qué La Libertad Avanza (LLA) logró dinamitar en tiempo récord la política tradicional: esta da vergüenza ajena, no solo por su fracaso en hacer de la Argentina el país que mínimamente debería ser, sino por su deserción.
La referencia apunta a diputados que no se ofenden ni cuando los tratan de coimeros y a gobernadores que se dejan correr en público con una chequera flaca, todos supuestamente opositores que disfrazan de responsabilidad institucional lo que es apenas claudicación.
Unos y otros juegan al distraído al negociar eternamente supuestos límites al proyecto ómnibus mientras le dan al jefe de Estado facultades para gobernar por decreto, lo que le permitiría a este imponer mañana a sola firma lo mismo que hoy se le niega.
En la misma línea, dicen defender los derechos de los trabajadores pasivos, pero recién desde abril, haciendo la vista gorda respecto del recorte dramático que sufrirán hasta entonces prestaciones ya erosionadas por el macrismo y por el peronismo. Asimismo, avalan la liquidación a precio vil de «la plata de los jubilados» con la condición de que la misma emparche primero las cajas previsionales de 13 distritos.
Por si fuera poco, borran con el codo la desgravación para los trabajadores que habían firmado con la mano, contribuyendo por interés al golpe a la clase media que supone el Caputazo.
Con semejante modus operandi no hacen más que confirmar su condición de casta: actúan en defensa propia y a espaldas de quienes, se supone, son sus representados.
Para el Gobierno, lo que está en juego es más claro: ser o no ser. En efecto, ¿qué sería del proyecto paleolibertario sin ajuste brutal, retirada planificada del Estado en beneficio del gran empresariado y domesticación de la inflación en base a recesión y desplome de los ingresos populares? Desde la perspectiva de Milei, es eso o no será nada.
Para quién canto yo entonces
Además de jugarse la existencia política en su modo de hacer las cosas y del condicionamiento que sufre de parte de actores del Círculo Rojo que se abalanzan sobre el botín que habilitarían el desguace del Estado y la eventual dolarización, el mandatario es un dogmático y los dogmáticos no se vuelven pragmáticos; si cambian, es sólo para abrazarse a un nuevo dogma. Así, ¿a quién le hablaron los cientos de miles que hicieron huelga y llevaron a la calle su grito de protesta?
No al Gobierno, sino a las oposiciones.
En otras palabras, al 44,3% que perdió en el ballotage, que, se presume, es mayormente, pero no solamente peronista.
La dirigencia que debería representar a una parte de esa masa –radical, provincial, ¿PRO paloma?– ha decidido, como se dijo, defeccionar. A ella se sumó un sector del oficialismo tucumano, el que, ante el recule de Osvaldo Jaldo –tan amenazado con un corte del chorro financiero como sus pares– respaldó el dictamen en blanco del oficialismo, rompió con Unión por la Patria (UP) y generó un bloque tucumano independiente de tres diputados.
Esa escisión es dolorosa para el principal sector de la oposición. A UP no le sobran fuerzas legislativas y hay que ver qué reflejo tendrá eso en el Senado. Además, convierte en una nueva Córdoba a la que era, detrás de la provincia de Buenos Aires, la segunda joya más valiosa del cofre provincial del peronismo.
Jaldo y otros mandatarios tratan de salvar la ropa en medio del vendaval ultraderechista, pero deberían preguntarse qué salvarían en realidad. ¿Un flujo de fondos recortado por el ajuste y perforado de manera ulterior por la recesión que este implica?
Un instante de oxígeno en la Luna.
El malestar en el ajuste
La sensación que dejaron las impresionantes manifestaciones –no solo en Buenos Aires– es que hay demasiada base para muy poca dirigencia y narrativa, unas que logren superar tanto el mileísmo como lo que lo engendró.
Mientras lo nuevo se gesta, las deserciones mencionadas dejan por el momento como principal vehículo organizado para la representación del descontento –político, más allá del sindical y el social– al peronismo K. Ese es el terror de un Círculo Rojo que se aferra a Milei por los réditos del botín en gestación y porque la alternativa disponible no es precisamente de su agrado.
Axel Kicillof estuvo en la marcha, lo mismo que Máximo Kirchner, quien se hizo fotografiar y ordenó la difusión de un comunicado a nombre de La Cámpora, pero no interrumpió su silencio.
Al respecto, Letra P contó el modo en que el gobernador bonaerense comienza a armar una base de poder propio en la provincia por fuera de la tutela del diputado, lo que lo ubica en la línea de largada para 2027.
En tanto, Cristina Fernández de Kirchner no creyó oportuno dedicarle a lo ocurrido ni un posteo, lo mismo que Sergio Massa, quien, sin embargo, se hizo representar en la calle por figuras del Frente Renovador y por Malena Galmarini.
La falta de cauces nuevos es, a la vez, causa y consecuencia de las actitudes de la dirigencia. Y no los habrá mientras esta se deje arriar como hasta ahora.
Más escaldado por los tropiezos del proyecto ómnibus que por la marcha opositora, Luis Toto Caputo se volcó a Twitter con un activismo poco usual, expresado en una serie de posteos de tono otra vez amenazante.
En ellos confirmó lo anticipado el domingo por Letra P: el déficit cero es el corazón del proyecto de ley que necesita preservar, la línea roja.
El Gobierno entiende que su suerte se juega en el capítulo fiscal de su megaproyecto y, con ello, sus chances de mantener el país bajo cierto control.
A la espera del destino de su decretazo sin necesidad ni urgencia y de lo que arrojen los índices de inflación de este mes, el que viene, el subsiguiente y más allá, la calle le mostró este miércoles los límites de la crueldad. La queja encontrará más temprano que tarde los canales que pide a gritos.
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