Por: Lucía Rivera Ferreiro, Roberto González Villarreal, Marcelino Guerra Mendoza. Columna: CORTOCIRCUITOS. 04/09/2022
A la memoria de Meztli,
Con todo nuestro cariño y solidaridad para Rosiel.
En el transcurso de las dos últimas semanas, se presentaron con bombo y platillos los nuevos planes de estudio para la educación básica, media superior y normales. En todos ellos se ha incorporado como eje transversal la igualdad de género.
Cabe recordar que, desde el año pasado, el congreso mandató a la SEP a incorporar la perspectiva de género como un eje transversal en planes y programas de estudio; las legisladoras justificaron la propuesta bajo la consideración de que aporta elementos para la deconstrucción de las diversas formas de discriminación y se fomentan valores y normas de comportamientos no sexistas. Desde Ana Lilia Rivera Rivera de Morena, hasta Josefina Vázquez Mota del PAN, estuvieron de acuerdo en que desde los primeros años de vida debe aprenderse la equidad, el respeto, la igualdad de acceso a las oportunidades y el derecho de hombres y mujeres a convivir en los mismos términos (SEP deberá incorporar perspectiva de género en planes y programas de estudio).
Y la incorporación se hizo: en todos los planes presentados recientemente, la igualdad de género está presente. Pero, ¿desde qué perspectiva y cómo se plantea? Veamos el caso del plan 2022 para la educación básica.
En el perfil de egreso, uno de los rasgos deseables es: “Reconocen que mujeres y hombres son personas que gozan de los mismos derechos, con capacidad de acción, autonomía, decisión para vivir una vida digna, libre de violencia y discriminación”. De inmediato aparece el límite de la visión jurídico-normativa; nadie puede negar que hombres y mujeres son iguales, eso lo dice la ley, y muy clarito. Entonces, ¿qué es lo que hay que enseñar?, ¿lo que dice la ley? Porque el problema real, el de todos los días en nuestra vida cotidiana, en la calle y en casa, es el acoso, las agresiones, la violencia patriarcal sistémica, los feminicidios. Pero no nos apresuremos, dirán ustedes, sólo se ha mencionado un rasgo del perfil; hay que ver lo que dice el eje Igualdad de Género.
En principio, se observa congruencia entre el rasgo del perfil de egreso antes mencionado y éste que es el eje transversal número 4 dentro del plan. Comienza señalando que la ciudadanía democrática tiene como principio fundamental el reconocimiento de que todos los hombres y mujeres son iguales; esto “supone una formación en la que niñas, niños y adolescentes cuestionen prácticas institucionalizadas desde donde se asigna a cada persona una identidad sexual, racial y un género que termina estableciendo desigualmente su condición laboral, social y educativa”. Muy bien, a partir de esta idea se invita a trabajar y reflexionar sobre situaciones de la propia realidad, de manera que las niñas y niños comprendan que “existen históricamente desigualdades cruzadas, sustentadas en la clase social, la etnia, la sexualidad, la discapacidad, la edad, la nacionalidad y el género”. Muy bien, ¡estupendo! Apelando a la realidad, Feminicidios en México y el mundo podría ser el título del proyecto a desarrollar por les alumnes; así podrían abordar todos los campos de conocimiento: estadísticas sobre feminicidio, mapas para ubicar sitios de mayor incidencia, venta de niñas o matrimonios forzados como usos y costumbres ancestrales, actuación de jueces y ministerios públicos para ver educación cívica y ética…. ¿Será? ´
Está por verse al nivel de las prácticas, si esto que sería radicalmente distinto a lo que se acostumbra a enseñar en la escuela, se lleva a cabo. No echemos las campanas al vuelo, a nivel micropolítico, maestras y maestros tienen su propia moral y creencias religiosas, no necesariamente compatibles con lo que plantea este eje. Lo mismo podríamos decir de las madres y padres de familia, el día de mañana podrían estar exigiendo el pin parental.
Lo que sí podemos afirmar es que, como en tantos otros ámbitos, mientras más se legisla, mandata y regula, más se recrudecen los problemas que supuestamente se busca resolver. Con todo y el flamante Programa integral para combatir el acoso, prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las Mujeres 2021-2024., aprobado en diciembre de 2021, la presidenta del senado reconoció en julio de este año, un alarmante aumento de feminicidios en México. Los datos son escalofriantes: entre 2017 y 2021, se incrementaron en un 137%, pero el 97.7% no son denunciados. Y fue aún más lejos: el feminicidio constituye la materialización más radical de la violencia hacia las mujeres (Olga Sánchez Cordero reconoció el aumento de feminicidios en México)
Todos los días circulan en redes sociales fichas de búsqueda de mujeres desaparecidas o leemos llamados desesperados de familiares pidiendo ayuda. Ahí están los casos de Dehbani, de Raquel, de Yrma Lidia, el de Jhoana Ligues, joven profesora de Nuevo León (Asesinan a golpes a la maestra Jhoana Ligues en Nuevo León) o el de Meztli, reportada como desaparecida desde el 21 de agosto en Veracruz. (Meztli fue a una entrevista, su cuerpo fue hallado en una playa). Son los casos mediáticos, los de los noticieros, el escándalo que pronto se diluye porque el morbo público es frívolo, salta de una historia a otra.
El flagelo es de tales dimensiones que diariamente desaparecen de 6 a 9 mujeres en este país; las cifras varían según el organismo que las reporta, pero no disminuyen nunca, son acciones sistemáticas, casos que no se aclaran, mucho menos se castigan.
El problema no radica únicamente en las víctimas directas sobre las que se ejerce la violencia. Detrás de cada feminicidio quedan secuelas, una estela de dolor y desamparo, “víctimas colaterales” como gusta el sistema llamarles; son familias rotas, niñas, niños y jóvenes, víctimas indirectas e invisibilizadas. Tan solo entre 2018 y 2021, el gobierno federal contabilizó más de cinco mil huérfanos por feminicidios (Niños huérfanos, la otra cara de los feminicidios).
Queda claro que, como dice Segato: Las leyes no logran frenar la crueldad hacia las mujeres. ¿Lo logrará un eje transversal en planes de estudio? Para nosotrxs la respuesta es obvia: NO. Y no lo será por muchas razones; una de ellas, para nosotros la principal, es que desde la narrativa gubernamental, se evade llamar a las cosas por su nombre: la materialidad de las desigualdades está en los feminicidios, el acoso, la violencia doméstica e intrafamiliar. Esta misma narrativa es la que ha desacreditado y demonizado a los movimientos feministas que luchan contra todas las formas de violencia hacia las mujeres. Además, ni en las leyes, ni en las normas, ni en los planes de estudio se emplea nunca la palabra feminismo, como sí ocurre en otros países. En México, declararse feminista en estos tiempos, es arriesgado.
Para cambiar este México feminicida, es preciso transformar el miedo en coraje para comenzar a hacerlo, todos los días, en todas partes, en las relaciones concretas cotidianas, hablando de estos problemas tal cual son. En esto, no habrá leyes, normas, programas y planes educativos que por sí mismos combatan el terrible flagelo hacia las mujeres, mucho menos cuando en lugar de enunciar y reconocer el problema en toda su materialidad y complejidad, se recurre a eufemismos como el de igualdad de género consignado en la ley.
De nosotras, nosotres y nosotrxs dependerá construir una transformación basada en otras relaciones radicalmente distintas a las que sirven de sustento a un sistema político que con la mano izquierda ensalza la igualdad, la conciencia igualitaria, el respeto y la dignidad, y con la derecha las niega, castiga y proscribe.
Fotografía: velación del cuerpo de Mextli. Naolinco, Veracruz.