Por José Eduardo Celis Ochoa Cordero. Insurgencia Magisterial. 3 de junio de 2019
Pese a la levantada muy temprano, el grato sabor de Miyajima permanecía en nosotros al llegar a la estación del JR de Hiroshima, luego del descenso del ferry, para dirigirnos a nuestro siguiente destino, Kioto, ciudad en la que ya habíamos estado en nuestro anterior viaje, pero como bien comprenderás, aquella visita nos dejó “picados”.
Hablar de Kioto, es también hablar de una particularidad más de Japón, me refiero al aspecto de las ciudades capitales que ha tenido a lo largo de su historia, antes de que definitivamente Tokio, sea para siempre –así lo espero- su ciudad capital.
De hecho Kioto está considerada como la segunda ciudad capital de Japón, la historia nos dice que Osaka, fue su primer ciudad capital, después lo fue Nara, cosa que ya te comenté, luego lo fueron otras ciudades que se fueron alternando ese asentamiento, para que en el año de 740 a 744 y después de otra alternancia, nuevamente en el periodo del año de 784 a 1180, Kioto fuera la ciudad capital de Japón, así que es obvio pensar que se trata de una ciudad muy importante.
Una de las características de los japoneses es la puntualidad, como por las cuestiones del acomodo de nuestros horarios te dije lo de las salidas muy tempranas de una ciudad para llegar a otra temprano y de esta manera maximizar el tiempo, no nos extrañaba que al llegar a un hotel, solo nos permitieran dejar el equipaje para después llegar pasada la hora del check in y ya poder pasar a la habitación. Pues fíjate que en el hotel de Kioto, pasó lo mismo, pero como parte de esa mañana estaba destinada a museos y algunos se encontraban cerca del hotel, lamentablemente esos museos aledaños, mismos que fuimos a visitar luego de ir a uno de los templos que se encuentra en la zona de Nakagyō-ku, el cual es un sitio muy bello, aunque relativamente pequeño, en donde tuve la fortuna de sacar una fotos que en verdad me gustaron mucho. Así que como tanto el recorrido por los museos, como por el templo no fue muy prolongado, es más ya hasta habíamos comido, por cierto en un restaurante que se encuentra en la parte baja del museo de Kioto, siendo atendidos por una japonesita muy pero muy chistosa y en donde como te dije el recorrido no fue muy prolongado, ya que son pocas las salas, aunque eso sí, de hecho ese museo está dedicado a la educación japonesa, dijimos, ya vamos al hotel a donde llegamos a las 13:50 horas (el check in es a las 14:00 hrs.) para nuestra sorpresa en el lobby nos dijeron el check in es a las 14:00 hrs. así que tomen asiento y a las 14:00 hrs. los llamamos, ¿te das cuenta? ¡tan solo faltaban 10 minutos para hora! ¡Sí, adivinaste! En punto de las 14:00 hrs. nos permitieron pasar a la habitación a descansar y dejar el equipaje.
Como Mys, es una persona fan de los viajes y le encanta estar en grupos de viajeras de Facebook, resulta que con una de sus amigas facebookeras que se llama Hitomi, ya habían concertado una cita en el lobby del hotel a las 16:00 hrs. obviamente a esa hora, si no es que antes, Hitomi ya nos estaba esperando.
Hitomi, es una señora muy simpática que tiene la fisonomía característica de la mujer japonesa, es decir, de baja estatura, muy delgada, pero muy activa.
Hitomi se encargó de llevarnos por un recorrido mágico, que comenzó a pie –y así fue todo el recorrido- por las calleas aledañas al hotel. Para esto déjame decirte que los kiotenses, se ve que viven muy bien, las calles y los edificios son de mucho lujo y qué decir de los autos que circulan por sus calles, me encontré muchos masseratis y jaguares.
De repente Hitomi me dijo, mira ahí está el mercado de la ciudad. Ese mercado es un lugar no solo interesante sino que por momentos hasta alucinante, un consejo, cuida tus pertenencias, no por los japoneses sino por los extranjeros, en un descuido te pueden robar algo y es que a lo largo de ese mercado te topas con muchísima gente, pero es un lugar un tanto cuanto exótico, te juro que ahí probé encurtidos de muchas cosas que no tengo la menor idea de qué se trata, encuentras vegetales, cereales, semillas, mariscos, moluscos, en fin un montón de cosas propias de un mercado de esa naturaleza.
La sed apretaba y así que como además del café que viene en bote de aluminio y que ya te dije que me encanta, también hay un refresco con sabor a limón pero que dice que tiene adicionada vitamina C, el cual te cuesta como 150 yenes (alrededor de 26 MXN) pues tuve que degustar uno de ellos.
Una vez terminado todo el recorrido por el mercado, Hitomi nos llevó a otros lugares, pasamos por una serie de callejones que son muy estrechos y que parecen laberintos, de repente se detuvo y nos dijo si ves esa marca (una equis roja) en la entrada del callejón, no te atrevas a entrar ¡está prohibido! El por qué no nos lo dijo.
Oye Hitomi, antes de llegar al hotel ¿qué onda? Los voy a llevar a la calle de las geishas, o sea al barrio de Gion a ver si tenemos suerte y vemos a una auténtica geisha. Te soy sincero, en ese lugar ya habíamos estado en el viaje anterior y yo pensaba que lo atractivo de ahí era ver a las japonesas vistiendo un traje de geisha, así que le dijimos ¡perfecto! Cuando llegamos a la entrada de la calle, vimos a un guarura japonés mal encarado en la entrada de un lugar que parecía un restaurante, nada más de ver su actitud, te daba “mello”, de repente se formó un tumulto, se trataba de un grupo de geishas verdaderas que iban acompañando a unos japoneses y se metieron en dicho lugar ¡me fue imposible sacar fotos! Pero minutos después la diosa fortuna fue benévola conmigo, enfrente de mí venía caminando una verdadera geisha ¡tira la foto! Me hubiera dicho mi amigo brasileño Zilli, y así fue. Hitomi nos dejó en el hotel, no quiso acompañarnos a cenar. Así que la cena fue en un restaurante cercano al hotel en donde disfrutamos de la pizza japonesa de Kioto, las famosas okonomiyaki, es un guiso que hacen con un montón de verduras, huevo, vegetales y otros ingredientes en un teppan, que es una plancha de acero, ese restaurante es de lo más curioso que hay, para empezar si llevar suéter o abrigo te lo tienes que quitar y guardarlo en un cajón de plástico grande ¿por qué? Pues porque es tanto el humo que sales de ahí ahumado, otra cosa chistosa es que cuando pagas la cuenta y sales, tanto el cocinero como los meseros le gritan a la gente, supongo que es algo así como ¡gracias, regresen después!, así que como ya había visto el “rito” cuando nos paramos para salir alcé las manos y grité en español con una sonrisa ¡gracias! ¡sus gritos de respuesta fueron aún mayores!
Si ese día fue especial, lo que te voy a describir a continuación, en verdad de alucine. El recorrido se inició, en el templo de plata, en el viaje anterior estuvimos en el templo de oro. Este templo si bien es cierto que sus paredes no son de plata, quizá por su color grisáceo y para no quedarse atrás respecto al templo de oro, así fue “bautizado”.
El lugar es muy bello, tanto por el templo de madera al cual por cierto no se puede entrar, como por las figuras que hacen con una especie de arena arcillosa, de ahí caminas por unos senderos llenos de vegetación.
Cuando terminamos nuestro recorrido nos sucedieron dos cosas muy chistosas, la primera fue que coincidimos con unas niñas japonesas que de ida, iban en el mismo camión urbano que nosotros y que también se disponían a abordar otro camión para ir a otro sitio, así que hubo un bellos intercambio de sonrisas. Lo otro chistoso, fue que antes de llegar a la parada del autobús vi un cartel de un restaurante que se llama Noa Noa, así que como buen mexicano pensé en Juanga y ¡que le saco la foto! Después cuando vi la foto con calma me percaté de que nada que ver con el divo de Juárez, sino con el gran pintor –que por cierto me gusta mucho- Paul Gauguin.
Tal vez mi hijo, hizo un preparativo en el recorrido para lo que estaba por venir y nos llevó de ahí a un templo-museo que se ubica en la zona de Okazakiiriecho, en la entrada eres recibido por la estatua de un felino de piedra, te hace sentir un poco especial. Luego del recorrido por dicho lugar y eso sí con mucho calor, nos dispusimos a visitar un lugar por demás increíble, me refiero al templo budista Sanjūsangendō conocido por sus 10 filas y 50 columnas de 1000 estatuas del Kannon de los mil brazos, su nombre se traduce como el edificio con treinta y tres espacios, que hace referencia a los exactamente treinta y tres espacios que separan las columnas que mantienen el templo en pie. Es un tanto cuanto difícil explicar lo de las mil estatuas, pero para que más o menos tengas una idea, lo comparo con los guerreros de terracota de Xian en China, con la diferencia de que en este caso en Japón estás hablando de deidades.
En este momento, yo creo que yo estaba tan extasiado que cuando salimos no recuerdo dónde comimos, pero creo que fue en una especie de mall, ya que de ahí no dirigiríamos al que sería ya nuestro último sitio en Kioto, me refiero al bosque de bambú.
Dicho bosque está en la zona de Arashiyama y ahí se encuentra el templo de Tenryuji, el cual es uno de los cinco templos zen más grandes de Kioto y, sin lugar a dudas es impresionante, sobre todo porque ahí puedes entrar a un gran jardín japonés el cual tiene vegetación abundante, estatuas y junto al templo también te encuentras esas figuras hechas con arena arcillosa. Como bien puedes deducir, se trata de un gran jardín dentro de un bosque de bambú.
Salimos del lugar con una sensación de paz, de tranquilidad y ya dispuestos a dirigirnos al hotel para recuperar fuerzas, ya que al día siguiente, para variar, muy temprano, ir en el JR a lo que sería la cereza del pastel: Osaka.
Fotografías: José Eduardo Celis Ochoa Cordero