Por: José Carlos Buenaventura. Coordinador del Seminario de Perspectivas Críticas en Educación de México y Latinoamérica: construcción de discursos y prácticas, realizado en la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. 14/06/2019
Hace algunos años leí de Ariel Dorfman: Patos, elefantes y héroes. La infancia como subdesarrollo. De aquel texto retomo lo siguiente: “entre todos estos mundos subordinados, hay uno, sin embargo, que podría ser el más importante, que podría ser el único verdaderamente universal, y que constituye el punto neurálgico de todo proceso de dominación: es el mundo de los niños”. Hoy es importante discutir sobre ese mundo ante la promulgación de una nueva reforma educativa el 15 de mayo de 2019, en el nuevo gobierno mexicano. Esto implica poner atención en la situación de los niños y en lo que los legisladores utilizaron como retórica: el principio del interés superior del niño.
La bandera y uno de los discursos que se manejaron para impulsar la reforma educativa fue la defensa de los derechos humanos y el interés superior del niño. Aunque los legisladores no señalaron con claridad qué se entendía por “derecho superior del niño”, como si éste se cumpliera con la reforma educativa impulsada y sólo se limitara al cumplimiento del derecho humano a la educación.
Miguel Cillero Bruñol, consultor de la UNICEF, señala: “el interés superior del niño es la plena satisfacción de sus derechos.” El interés superior del niño, niña y adolescente sería el cumplimiento de todos sus derechos humanos que están a nivel internacional señalados en la Convención sobre los derechos del niño y que a nivel nacional se ha creado años atrás en México la Ley General de Niñas, Niños y Adolescentes. No es posible cumplir el derecho humano a la educación si están violados sus otros derechos humanos, ya que éstos son interdependientes e indivisibles.
Se vive una crisis sistémica de derechos humanos de la infancia en México. Ocupamos el primer lugar en abusos sexuales a nivel global, primer lugar en obesidad infantil; ha incrementado el índice de feminicidios infantiles, se transmite una cultura de violencias a las niñas, niños y adolescentes, misma que fomenta relaciones destructivas, competitivas y egoístas. En México la pobreza afecta a más de la mitad de los niños, niñas y adolescentes de acuerdo con datos de la UNESCO. Ocho de cada diez niñas y niños de sexto grado de primaria no alcanzan los logros esperados en el área de lenguaje y comunicación, y ante este tipo de problema se toman decisiones tan radicales como no reprobar a nadie, aumentando así las estadísticas de estudiantes que permanecen en las escuelas, pero sin aprender lo más básico y necesario para una educación “exitosa”. Si se toma esta cifra de la UNESCO en su informe: Los derechos de la infancia y la adolescencia en México (2018), a la infancia y la adolescencia en México se le está violando su derecho al conocimiento, el cual no se reduce al tiempo del aula, al tiempo que dura la educación obligatoria –aunque ahora parece que entre más se permanece en la escuela menos se aprende. Otro dato es que tres de cada diez adolescentes entre quince y diecisiete años (edad en que deberían cursar su bachillerato) se encuentran fuera de la escuela, y qué decir de quienes quieren seguir estudiando en una universidad pública, en proyectos consolidados y exitosos como la UNAM, donde no existe el apoyo necesario por parte del nuevo gobierno para que siga creciendo, quien año con año, por no tener las condiciones necesarias, se ve en la doliente acción de rechazar al 90% de los aspirantes que quieren estudiar la licenciatura en ella.
Otro gran problema en relación al no cumplimiento del interés superior del niño es la pérdida de las lenguas indígenas. Como señala el INALI, todas las lenguas indígenas están en riesgo de desaparecer; con ello se violan los derechos sociales y culturales de los niños, ya que ellos tienen derecho a una lengua, cultura y cosmovisión propia: ellos nacen en determinadas matrices culturales, las cuales son agredidas por una cultura depredadora que impulsa ideas de competición, individualismo y consumismo y valorada como el único conocimiento que se debe de enseñar a nivel nacional a toda la niñez, sobre muchas de las ideas de los pueblos originarios: colectividad, respeto a la tierra, solidaridad y humildad.
El mundo de los niños en México es muy doliente y al mismo tiempo necesario para seguir produciendo o cambiando el mundo en el que vivimos. No es cuestión menor; por el contrario, es fundamental tenerlo presente para la construcción de todo tipo de proyecto de sociedad, y esa premisa la tienen más clara las derechas en México consolidando e impulsado un proyecto educativo propio a nivel nacional; la izquierda se queda en la construcción de proyectos locales que no se consolidan en un proyecto nacional. La disputa sobre qué es y será el niño no se limita a los derechos laborales de los maestros, a tener o no infraestructura o a novedades didácticas o teorías pedagógicas de modas; no se resuelve con formación continua donde se reproducen los mismos contenidos para seguir colonizando y dominando el mundo de los niños, donde nunca aparecen los niños violados, los explotados, los pobres, los ignorantes, los que son violentadores y violentados, los semi-esclavizados como los niños migrantes jornaleros, los que sufren de trata. Es un núcleo de problemas que nos está explotando en las manos a especialistas y maestros. La pregunta urgente a responder es: ¿qué hacer?
Fotografía: laopinion