Por: Gorka Castillo. 28/09/2023
El 11 de septiembre de 1973, el presidente chileno Salvador Allende se convirtió en un mito. El bombardeo del Palacio de La Moneda, el dramatismo de sus últimas palabras y, finalmente, su inmolación trascendieron su imagen de estadista para otorgarle una dimensión de idealista universal. Sólo hicieron falta unos minutos de luminosa melancolía. Los que sirvieron para comprobar las intenciones de un ejército envilecido bajo el mando de Pinochet. El sociólogo, ensayista y exiliado chileno Marcos Roitman (Santiago de Chile, 1955) no olvida el papel que jugó la Democracia Cristiana en aquel golpe de Estado y el empeño de Allende por salvar la democracia. “Ellos promovieron una campaña de terror y trataron de justificar, entre otras cosas, las violaciones de los derechos humanos que empezaban a cometer”, afirma. Autor del libro esclarecedor Por qué no fracasó el gobierno de la Unidad Popular (Ed. Sequitur, 2023), Roitman reconoce que siente pena al echar la vista atrás y volver a revivir aquel infausto 11 de septiembre de 1973. “La gran mentira oficial es culpar de la quiebra de la democracia al gobierno de la Unidad Popular, a las víctimas. Esto es lo que defendió en su día Aylwin, lo que mantuvo Eduardo Frei Ruiz-Tagle y luego han apoyado Ricardo Lagos, Bachelet, Piñera y ahora Gabriel Boric”, asegura. Chile se sumerge profundamente dividido en la conmemoración de aquel episodio sangriento. 50 años después de la muerte de Allende continúa empantanado entre el resentimiento hacia un líder único y el deseo de una experiencia política que fue aniquilada.
Después de 50 años del golpe de Estado en Chile, la herida no está cerrada. ¿Cuántas generaciones tendrán que pasar para considerar que aquello fue una dictadura sanguinaria?
El problema no es de generaciones sino de construcción de un relato que haga posible entender que aquello fue un golpe de Estado contra el orden democrático y constitucional por parte de la derecha, de la Democracia Cristiana, de Estados Unidos y de las Fuerzas Armadas. Creo que mientras no liquidemos la verdad oficial que construyeron unos y otros será imposible entender la magnitud de aquel exterminio. Repito que el problema no es generacional. Es de memoria democrática y dignidad para que cada uno se responsabilice de los hechos que se produjeron. La cuestión no es determinar quién tuvo la culpa o no sino quiénes tuvieron responsabilidad de haber matado, asesinado o torturado a gente que el 11 de septiembre eran ciudadanos y al día siguiente se convirtieron en peligrosos terroristas a los ojos del poder. Creo que es simplemente eso. Un problema de asumir responsabilidades. Y mientras eso no se realice, en Chile no va a haber realmente una ruptura con el periodo de la dictadura.
A diferencia de España, en Chile el dictador no murió en la cama. Eso tuvo un efecto en la conciencia
Usted fue uno de los artífices de la querella contra Pinochet. ¿Cree, al menos, que aquella demanda contribuyó a que el dictador haya pasado a la historia de la humanidad como un tirano despiadado?
El mérito es de las víctimas que desde el 11 de septiembre de 1973 se presentaron a reclamar los habeas corpus. Ellos y ellas, por lo tanto, hicieron posible que las atrocidades cometidas por Pinochet no quedaran en el olvido. El otro gran artífice del proceso judicial contra el dictador es, sin duda, Joan Garcés. Sin él no hubiera habido caso y es justo reconocerlo. También, por supuesto, el del pueblo chileno que tuvo la fortaleza de seguir combatiendo, luchando y denunciando las violaciones de los derechos humanos que se cometieron en mi país desde el mismo día en el que el presidente Salvador Allende fue asesinado. Y respondiendo a su pregunta le diré que sí creo que la querella fue el punto de partida de la transición chilena. El hecho de que fuera detenido tuvo un efecto de inflexión en la conciencia tanto interna como internacional porque, a diferencia de España, el dictador no murió en la cama. Lamentablemente, a partir de ese momento un partido transversal como el Partido Socialista, el Partido Demócrata Cristiano y el PPD, personajes destacados como el expresidente Patricio Aylwin, pasando por Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos, construyeron una versión oficial de apoyo tácito a Pinochet al decir que sería juzgado en Chile pero que no correspondía acusarlo de crímenes de lesa humanidad.
¿Qué supuso para Chile esa comunión política que se creó para proteger a Pinochet?
Yo diría que demuestra, entre otras cosas, la fortaleza de la traición al gobierno democrático de Allende y el mantenimiento de lo que fue el proyecto de refundación del orden, que es como denominó Pinochet a su golpe. El dictador ya dijo que no tenía plazos sino metas. Quiero recordar las palabras del que fuera canciller con Michelle Bachelet, Alejandro Foxley, en el año 2000 cuando aseguró que Pinochet había cambiado la vida para bien, no para mal, porque era un adelantado a su tiempo y merecía estar en un lugar destacado en la historia de mi país. Eso lo dijo un hombre que luego ocupó un cargo destacado en el gobierno del Partido Socialista y que fue un miembro importante de la Democracia Cristiana. Con eso, está todo dicho.
La DC se acopló al levantamiento de los militares y declaró que el gobierno de Allende era ilegítimo e ilegal
¿Cree que la DC tuvo alguna responsabilidad en la conspiración contra Salvador Allende?
Toda. Tuvo mucha más responsabilidad que la derecha tradicional chilena que patrocinó el golpe porque la DC se acopló al levantamiento de los militares y declaró que el gobierno de Allende era ilegítimo e ilegal. Basta recordar la carta que envió Eduardo Frei Montalva, presidente del Senado el 11 de septiembre de 1973, al presidente de la Democracia Cristiana justificando el golpe. Además, hay que señalar que Frei y los sectores más reaccionarios de la DC empezaron a conspirar contra el gobierno legítimo de la Unidad Popular el 4 de septiembre de 1970. Frei estuvo vinculado con dos intentos de golpe y con la ‘Operación gambito’, cuyo objetivo era restaurarse en la presidencia después de disolver el Congreso e invitar a las fuerzas armadas a controlar el poder.
Sin embargo, uno de los líderes históricos de la DC chilena como Patricio Aylwin aseguró que la razón principal que animó a los militares a derrocar a Allende fue el rechazo social que existía hacia su proyecto de transición democrática al socialismo. ¿Qué opina?
Eso es una falsedad histórica. Aylwin escribió dos libros donde justifica ese argumento pero obvia que el hecho más democrático en aquel tiempo fue que la Unidad Popular, pese a sufrir tres años de desestabilización a todos los niveles, consiguió el 44% de los votos en las elecciones parlamentarias de marzo de 1973. Por lo tanto, hablar en los términos que lo hizo Aylwin es intentar lavar la sangre que la DC tiene en sus manos. Aylwin fue el coordinador civil del golpe militar. Por eso el golpe de Pinochet es conocido en Chile como ‘golpe civil-militar’. La historia está ahí. Yo acabo de escribir un libro pequeñito titulado Por qué no fracasó la Unidad Popular y ahí le cito textualmente, lo que decía pocos días antes del golpe y lo que dijo después. Y claro, ahora intentan lavarse la cara. Esa es la mentira oficial. Que la culpa fue de la Unidad Popular, que la culpa del golpe de Estado la tuvieron las víctimas. Esto es lo que defendió Aylwin, lo que mantuvo Eduardo Frei Ruiz-Tagle y luego apoyaron Ricardo Lagos, Bachelet, Piñera y Gabriel Boric. Ese es el relato oficial que hoy existe en Chile.
En Chile se critica que la izquierda no buscó un consenso dialogado con la DC para evitar el golpe. Y ese es el discurso que defiende Boric
Una aberración para miles de víctimas.
Pero ellos lo siguen utilizando. Ni siquiera hablan de golpe de Estado sino de alzamiento, de recuperación del orden, de quiebra de la democracia. Emplean el término fracaso para explicar que el proyecto de la Unidad Popular no tenía sentido en Chile y que la vía pacífica al socialismo era totalmente irrealizable ya que ni siquiera los militantes de la Unidad Popular se lo creían. Y hablan de la inevitabilidad de la derrota porque la Unidad Popular no creía en la democracia, que se limitaron a instrumentalizarla y que eso condujo al socialismo chileno al fracaso. Así lo entiende también la propia socialdemocracia. En Chile se critica que la izquierda no fue suficientemente democrática porque no buscó un consenso dialogado con la DC para evitar el golpe. Y ese es el discurso que hoy defiende Gabriel Boric.
¿Cree que la Democracia Cristiana imaginaba la carnicería que preparaban los militares?
Obvio, obvio. Yo podía ser ingenuo cuando se produjo el golpe porque tenía 18 años y no tenía conciencia de lo que era el fascismo pero sí la suficiente para ver que Eduardo Frei Montalva, un anticomunista declarado, y Patricio Aylwin, conocían las condiciones en la que se iba a producir el golpe. Ellos promovieron una campaña de terror y trataron de justificar, entre otras cosas, las violaciones de los derechos humanos. ¿Es que acaso tenemos que olvidar que todos los partidos de la izquierda fueron perseguidos mientras la Democracia Cristiana fue declarada en receso y algunos de sus dirigentes formaron parte del gobierno militar de la dictadura de Pinochet? El problema de la Democracia Cristiana es que descubrió tarde la democracia. Mi duda es si la ha descubierto en algún momento.
Los compromisos adquiridos por Allende hace 50 años citan expresamente las demandas de igualdad de las mujeres
Echando la vista atrás, ¿cree que el proyecto de transición democrática al socialismo que intentó Salvador Allende fue una utopía?
No, en absoluto. Durante el gobierno de la Unidad Popular se lograron grandes avances en todas las áreas de la vida. Se construyeron más viviendas sociales que en ningún otro periodo de la historia del país. Se nacionalizaron todas las riquezas básicas, se alfabetizó al pueblo, se extendió la sanidad, se profundizó la reforma agraria, los sueldos y salarios aumentaron. Cumplieron con todos y cada uno de los planes recogidos en las medidas políticas de la Unidad Popular. Aunque ahora hablen de derrota y de fracaso, el proyecto sigue hoy teniendo vigencia. Si usted lee los compromisos adquiridos por Allende hace 50 años verá que cita expresamente las demandas de igualdad de las mujeres, las luchas feministas y la juventud. Fue un proyecto cultural avanzado para la ciudadanía política. Me recuerda mucho a lo que sucedió con la Segunda República española. En Chile nunca hubo tanta democracia, tanta libertad, tanto desarrollo en términos políticos, económicos, sociales y culturales como en los tres años de la Unidad Popular. Los derechos de los pueblos originarios, como el mapuche, fueron reconocidos y respetados. ¿Cómo se puede decir que aquello fue un fracaso? ¿Fue un fracaso que el pueblo chileno tuviera la posibilidad de sentir la emancipación mental y política reclamada desde la independencia? Si une el discurso de Allende del 4 de septiembre de 1970 con el del 11 de septiembre de 1973, ¿a quién agradece todo? A la mujer, al campesino, al trabajador. No es casualidad. El problema es que todo esto ha sido invisibilizado por personajes que se consideran demócratas por encima de todo. Pero, claro, no se les puede llamar traidores aunque todos sabemos que los peores suelen ser los conversos.
¿Cuál fue el mayor error cometido por Salvador Allende?
Creer que la derecha era democrática.
¿Y el mayor legado que ha dejado al pueblo chileno?
Los principios de dignidad que caracterizaron su comportamiento, su defensa del derecho internacional y el respeto a su propuesta de justicia social. Allende fue un gran humanista y su legado, entendido en términos del pensamiento emancipador, es patrimonio de toda la humanidad. Por eso se definió como socialista y marxista, porque ahí están los fundamentos de su humanismo.
¿Qué papel está jugando Gabriel Boric en este periodo de renacimiento de la derecha negacionista en Chile?
Aunque Chile es un régimen presidencialista deberíamos de hablar del gobierno que encabeza Gabriel Boric. Yo creo que es más correcto, digamos, plantearlo en esos términos. Y lo digo así porque su cometido es mantener la economía de mercado a través de una refundación 3.0 de la Concertación de partidos que gobernó Chile durante cinco administraciones. Sirva como recordatorio que Boric ha calificado a Sebastián Piñera de gran demócrata y a Patricio Aylwin como un ejemplo para la democracia en Chile. La mitad de sus ministros son de la Democracia Cristiana, del Partido Socialista y del PPD, todos ellos partidos que supuestamente el Frente Amplio había derrotado. Es como si en España ganara el PSOE y los ministros fueran del Partido Popular y Ciudadanos, si existiera todavía. Hay que recordar que en Chile no se habla de neoliberalismo sino de refundación del orden, un concepto que implica también individualismo, destrucción de lo social y colectivo de ciudadanía política, que es donde descansa la ética y el compromiso. Por eso Boric dice una cosa un día y al siguiente otra distinta. Prefiero dejar de adjetivarlo, pero me llama la atención que pese a no haber tenido nunca una militancia política en términos de formación pedagógica esté considerado como un joven de 35 años capacitado para enfrentarse a la plutocracia que ha dirigido este país durante 150 o 200 años. Me resulta difícil de creer. Más bien creo que su gobierno no tiene principios.
Usted que fue perseguido por la dictadura, ¿cómo vivirá el 50 aniversario del golpe de Estado contra Allende?
Con mucha pena por los compañeros detenidos y desaparecidos pero con la idea de que el que el golpe de Estado no se produjo porque la Unidad Popular estaba fracasando sino porque la altura internacional del presidente Salvador Allende iba ganando presencia en el mundo. Esa es una perspectiva que anima a seguir planteando que el proyecto de la Unidad Popular sigue vivo. Por eso escribí el libro Por qué no fracasó el gobierno de la Unidad Popular.
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Fotografía: CTXT. El sociólogo Marcos Roitman durante una entrevista en 2019. / Vocesenlucha (Youtube)