Por: Wilbert Torre. El Heraldo de México. 08/11/2017
En noviembre, alrededor de los festejos del aniversario de la Revolución Mexicana, ocurrirá el destape del candidato del PRI a la presidencia, si no pasa nada extraordinario. Casi todas las opiniones cercanas al partido y a los Pinos coinciden en esto, de manera que ha comenzado la cuenta regresiva para el comienzo de la liturgia en el partido del presidente.
La primera razón para que el destape no se extienda a diciembre es que el día 14 de ese mes comienza la precampaña de los candidatos, una fase que termina el 11 de febrero de 2018. Así que el trámite de la inscripción del aspirante del PRI a suceder a Peña tendrá que ocurrir los primeros días de diciembre.
De modo que en el último tercio de noviembre, una vez que el presidente Peña designe al gobernador del Banco de México, el horizonte priista quedaría despejado para crear las condiciones de la liturgia de la revelación del ungido, como llamó el cronista Fidel Samaniego a Carlos Salinas tras ser destapado en el 88.
A casi treinta años de distancia, Peña tendrá que nombrar candidato en las condiciones más complejas que haya enfrentado un presidente priista. El sendero del candidato del PRI está lleno de enigmas que tendrán que convivir con una certeza:
El presidente y el PRI van a disputar con todo la reelección en 2017.
Pero una elección de Estado, con semejanzas a la que el PRI y el presidente pusieron en marcha en el Estado de México, en donde pactaron una alianza con Ricardo Anaya, presidente del PAN, para combatir juntos a Delfina Gómez, la candidata de Morena, no le alcanza al PRI para convencer a un pueblo enojado de concederle un bono sexenal para que sea reelecto.
En un escenario en el que ocho de diez electores reprueba el gobierno de Peña y lo asocia con corrupción e impunidad, el PRI necesita a un candidato que sea honesto, capaz, experimentado, de ser posible carismático y cercano a la gente.
Si se revisan los discursos del presidente Peña y del canciller Videgaray, su consejero más cercano, en los meses recientes, una constante aparecerá a lo largo de ese periodo: una clara alineación de los discursos de ambos sobre los resultados que ya están rindiendo las reformas estructurales.
Ambos han dicho como ningún otro miembro del gabinete que las reformas más trascendentes son la energética y la educativa. Y los dos han concluido que cinco años después, las reformas estructurales comienzan a dar los resultados esperados.
Las reformas estructurales son el principal logro de ambos y por la manera en la que han hablado de su comportamiento positivo en un escenario de mercados y economías en problemas, es evidente que las consideran tan trascendentes como, por ejemplo, el Tratado de Libre Comercio de la era Salinas.
Y como en el tiempo de Salinas, el candidato del PRI será quien Peña considere el mejor custodio y defensor del modelo económico de su gobierno.
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Fotografía: elfinanciero