Por: Victor Ortega. 04/06/2025.
El documento El tiempo que nos tocó vivir, también conocido como El proceso revolucionario, fue un documento partidario de una célula juvenil del Partido Comunista Mexicano (PCM) redactada por el militante comunista Raúl Ramos Zavala en algún momento de 1969. El documento parece haber sido difundido y discutido de cara al Tercer Congreso de la Juventud Comunista de México (JCM, 1957-1973) en diciembre de 1970, año en que la totalidad práctica de la JCM se escinde del PCM.
El tiempo que nos tocó vivir se constituye, entonces, como un documento que registra un proceso de escisión de la matriz formal del comunismo en México.
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Los combates y la acción de 1968 aparecen en El tiempo que nos tocó vivir como el momento caracterizador en el que la necesidad de cambios reales en la izquierda revolucionaria fue más que evidente, como el momento más pertinente para que la izquierda operase un autoexamen, una redefinición una autocrítica, algo a la altura de la crítica práctica que espontáneamente las masas realizaron a las mediaciones políticas como sindicatos y partidos que hasta el momento contenían sus luchas.
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Esta autocrítica inicia, para Ramos Zavala, con la elaboración de una política de autodefensa armada, tras haber caracterizado la estructura económica de México como esencialmente represiva. El problema práctico a resolver era la relación entre el núcleo armado y el movimiento de masas que prácticamente cuestionaba sus mediaciones políticas y sociales.
El núcleo armado debía funcionar como un detonador político, como un factor estimulante, como una protección del movimiento de masas y como una ruptura con la visión mitológica de la invencibilidad del régimen.
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La cuestión de la autocrítica abierta por el 68 era parte de una secuencia de puntos críticos de la acción de masas que contestaban la enajenación, la supeditación y la distorsión de su proceso real de conciencia, siendo característico del movimiento de masas la espontaneidad y la explosividad, del que la autodefensa armada sería el pivote básico e inmediato para el desarrollo del movimiento y la superación de su estado espontáneo y explosivo hacia un momento superior de lucha.
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El tiempo que nos tocó vivir plantea al PCM y a la JCM una ruptura con la latosa dependencia de la política soviética burocrática, que no había echado raíces en el suelo histórico de México; lo que suponía una crítica de la concepción organizativa (la organización por células); la línea política (la política de alianzas dudosas derivadas de la burocracia soviética) y la actividad y vida del partido (el no funcionamiento del centralismo democrático, el desconocimiento de los documentos del partido por las bases del mismo y su pasividad y nula formación).
Se apunta en el documento la crítica de las resoluciones del XV Congreso del PCM (junio de 1967) y su política de Revolución Democrática Popular y Antiimperialista, a la que se opone la caracterización de la próxima revolución como una Revolución Socialista, al tiempo que se llama a la desconfianza a la política de apertura democrática del régimen.
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Raúl Ramos Zavala pensaba que la JCM debía fundirse con el PCM, pues esa división impedía la participación de la juventud en la elaboración de la línea política del comunismo; a la par, pensaba que al proceso de autocrítica se debían integrar elementos de la neoizquierda no snobista, el Grupo Comunista Internacionalista y los elementos más avanzados del catolicismo.
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La importancia de El tiempo que nos tocó vivir está en que funciona como una conexión entre el proceso de escisión de la matriz formal del comunismo y el proceso de insurrección de los jóvenes que se desarrollará algunos años después.