Por: Marcelino Guerra Mendoza, Lucía Rivera Ferreiro, Roberto González Villarreal. 15/08/2020
El ciclo escolar 2020-2021 inicia el 24 de agosto; así lo anunció Moctezuma Barragán el pasado día 3. Poco a poco se ha ido informando a la opinión pública sobre las acciones en marcha, o por hacer, para cumplir con tal cometido. En días pasados, el mismo personero anunció que maestras elegidas darán clases por televisión, a partir de guiones elaborados por docentes y “gente que sabe de televisión”; dicho de otro modo: las maestras estarán acompañadas y serán asesoradas por conductoras de reconocido prestigio.
El programa, según el titular de la SEP, será en vivo, conductora y profesora estarán juntas. Las maestras y maestros cuyo rostro aparecerá en el canal de las estrellas, fueron seleccionados con base en su desempeño frente a los estudiantes, o sea, conforme los resultados de aprendizajes de sus alumnos al culminar el ciclo anterior; la SEP se ha hecho cargo de hablar por ellos. Los programas se empezaron a grabar y ya se cuenta con los necesarios para la primera semana de clases, que se extenderán hasta el 18 de diciembre. En total, se calculan 5 500 horas de clases en televisión (¡Buenos días, maestra ¿Galilea Montijo?! Conductores apoyarán a profesores en clases por TV).
Llama fuertemente la atención la lluvia de anuncios en la radio comercial, interesa que todo México se entere de la estrategia pedagógica neoliberal de la SEP, misma que sigue avanzando sin que hasta ahora, aparezca una fuerza opositora que se resista y actúe decididamente para frenar esta embestida televisiva; todo apunta a que profundizará la ocupación del territorio educativo.
Este hecho debiera encender los focos rojos entre el magisterio; con absoluta discrecionalidad se introduce un mecanismo de selección que determina quiénes (¿por su físico, facciones, imagen, soltura verbal?) son dignos de aparecer en pantalla. Y peor aún, se refuerza la idea de que un buen maestro es aquél cuyos alumnos obtienen determinados resultados de aprendizaje, un supuesto que, dicho sea de paso, ha dañado gravemente el tejido social entre profesores, dividiéndolos, clasificándolos y separándolos. Por supuesto, no se conoce cuáles fueron esos criterios de resultados, quiénes son las docentes destacadas que gozarán de la distinción de aparecer en pantalla, cuántas son las o los seleccionados, cuántos quedan fueran de la tómbola televisiva, quiénes efectuaron dicha selección, qué sucederá con los no seleccionados. ¿Estamos nuevamente, ante una evaluación del desempeño docente reconfigurada?
También preocupa sobremanera que el diseño de los cursos sea supervisado por “gente que sabe de televisión”. Es de todos conocido que la emisión de programas por parte de las televisoras llegará a millones de receptores, estudiantes de todos los grados y niveles educativos. Un guion televisivo para abordar los planes y programas de estudio determinará el nivel de profundidad del contenido y del tiempo de exposición frente a los estudiantes. Para tal efecto, se capacitará a maestras modelo que estarán en vivo, junto con una conductora “profesional”, quien será la que supervise y oriente al nuevo docente televisivo. Seguramente se controlará el paneo, los ademanes, las expresiones y demás artificios utilizados por las conductoras especialistas en programas televisivos.
Todo lo anterior sin dejar de lado lo más importante de la estrategia pedagógica neoliberal de la 4T: considerar a los estudiantes como meros receptores, simples objetos sentados frente al televisor, sin acompañamiento de un adulto que les apoye para el seguimiento del programa y las actividades impuestas para arribar al máximo logro de aprendizajes: estandarizados, repetitivos, mecánicos, parcelados y segmentados, que de nada sirven, simplemente porque no fueron pensados para comprender y enfrentar de mejor manera, la compleja realidad que estamos viviendo.
Esta es la educación que viene, la de las nuevas generaciones en tiempos de pandemia, formadas a través de las televisoras comerciales y estatales, mediante guiones previamente estructurados, de acuerdo con formas y estilos de apropiación de determinados contenidos en un muy cuestionado currículo base, por un medio de la transmisión de una televisión que conoce y domina perfectamente las formas más sofisticadas de subjetivación social, educativa, cultural, política y, ahora, educativa.
Las 5500 horas que del 24 de agosto al 18 de diciembre pasarán las niñas, niños y jóvenes frente al televisor de manera obligada, no son nada despreciables para enquistar la subjetivación neoliberal en este sector de la población. Recordemos que tantas horas de exposición a estos medios de comunicación no son para el entretenimiento, son obligatorias, tienen valor oficial para certificar sus aprendizajes y avanzar en su ciclo escolar.
El individualismo, la competitividad y el emprendedurismo, pilares de la racionalidad neoliberal, se profundizaron en la reforma al artículo tercero constitucional de la 4T, que no canceló la reforma educativa peñista; se continúa utilizando el Nuevo Modelo Educativo para afianzar la llamada Nueva Escuela Mexicana. Ahora, al recurrir a las televisoras para cubrir el vacío escolar al que obligó la pandemia y sus secuelas, como son los altos índices de fallecimientos y contagios, se potenciará la formación del sujeto neoliberal de forma determinante por el impacto directo que tendrán estos medios de comunicación en los tele-educandos.
Evidencias hay muchas sobre la ineficacia de los aprendizajes clave, el trabajo socioemocional y la autonomía curricular del NME y la NEM; simplemente no han servido para enfrentar la pandemia y actuar ante la contingencia sanitaria. Un ejemplo de ello es el comportamiento de la población que desacata o de plano se expresa en contra de las medidas necesarias para reducir la circulación y, con ello, el riesgo de contagio.
La información contradictoria desde el gobierno federal para enfrentar la crisis sanitaria es uno de los elementos que, sin lugar a duda, ha influido para que un buen porcentaje de personas piensen que el virus no existe, no pasa nada y que de algo se tienen que morir, sin importarles contagiar a otros. Mientras tanto, el ejecutivo federal envía un mensaje de menosprecio a los efectos y afectaciones de la pandemia al negarse a usar cubrebocas, al tiempo que llama al optimismo, a no mentir, a no robar y a no matar para estar protegidos del Covid-19 y el subsecretario de salud, noche tras noche, muestra los datos y evidencias alarmantes de fallecimientos y contagios.
El ejecutivo federal determina que la gente es libre de tomar las medidas que considere convenientes; aquí es donde apreciamos que la educación juega un papel importante para aquilatar la información, darle sentido y tomar decisiones, pero ocurre lo contrario. Las creencias y percepciones del ejecutivo federal tienen mayor peso que los hallazgos científicos que nos muestran que la pandemia no es pasajera y el tiempo de terminación con los fallecimientos y contagios, ahora, y rebrotes después no está estipulado. Si esta toma de decisión individual la ensamblamos con las agresiones al personal de salud, la violencia intrafamiliar, las violaciones a menores de edad, el acoso sexual, el incremento de los feminicidios, además, la alimentación, la economía familiar, la pérdida de empleo y, por si fuera poco, con la depredación ecológica, la ruptura del tejido social, la falta de atención y cuidado del otro, nos encontramos en un terreno sin alternativas educativas que nos brinden la posibilidad de comprender la crisis por la que estamos atravesando y a partir de ahí, construir estrategias colectivas, junto con los demás, para mitigar y contrarrestar los efectos devastadores de la pandemia a corto, mediano y largo plazo.
Como dijimos antes (¿Nuevas asignaturas? ¡Lo que urge es otra educación!), si la educación en las comunidades, las familias y particularmente la recibida en las escuelas, no son capaces de comprometerse con el combate de esta pandemia y las otras que ha desnudado, como nuestra indiferencia hacia la protección de recursos naturales cada vez más escasos y la destrucción de los sistemas de seguridad y protección de todo tipo de fuerzas vitales, ¿quién lo hará?
La pandemia es un acontecimiento que cuestiona el modelo neoliberal que rige al mundo en todas sus dimensiones: ambientales, económicas, sanitarias, de seguridad, pero también axiológicas e institucionales. No basta con denunciar su naturaleza depredadora, tampoco arreglaremos nada con lamentar la destrucción que le es inherente. La urgencia a construir el común es hoy, desde ahora; el común para la vida, el común para habitar el planeta, no para destruirlo y destruirnos.
Esta embestida contra el territorio educativo y la formación de las nuevas generaciones, nuevamente aparece la burla y humillación gubernamental a la magisteria revoltosa; se reafirma el permanente menosprecio a su profesión y práctica educativa, a su función social y educativa que a lo largo de la historia, y por fortuna, no se ha ceñido a transmitir contenidos para medir aprendizajes absurdos, ineficaces, mas ahora, para comprender y actuar en consecuencia frente a la realidad.
La magisteria revoltosa no se formó para ser acompañante de conductoras de televisión y repetir guiones elaborados por gente que conoce el medio televisivo. Por el contrario, fue formada para dotar de herramientas a los estudiantes para comprender y transformar la realidad en la que viven e interactúan cotidianamente.
Consideramos que el arduo trabajo de la magisteria revoltosa, antes y durante la pandemia que nos aqueja, ha sido determinante para mantener vivo el proceso educativo que encabezan, gracias a su imaginación, creatividad y su sentido de la vida, les permite emplear los contenidos y asignaturas correspondientes en cada grado escolar para abordar problemáticas sociales, culturales, alimenticias, económicas y culturales actuales que permitan su comprensión y, por consiguiente, su transformación.
Trabajar los contenidos de las distintas asignaturas de esta manera, dista mucho de la repetición y mecanización de aprendizajes tendientes a ser medidos. La magisteria ha orientado procesos mucho más amplios en donde la construcción de valores y actitudes en los estudiantes resultan fundamentales para fortalecer el tejido social. Todo ello a partir de promover y fomentar la interacción social dentro y fuera del salón de clases para el intercambio de formas y estilos de apreciar la realidad y así generar la construcción de un pensamiento autónomo y critico que oriente el bienestar común de las comunidades educativas escolares.
De esta manera es que pensamos en la necesidad de avanzar en alternativas educativas sin esperar el pretendido inicio del ciclo escolar 2020-2021 por parte de la 4t, sin escuelas y sin maestros, con las televisoras y sus dueños por delante del proceso educativo. Decimos ¡NO MÁS! burlas, humillaciones y menosprecio a la magisteria revoltosa.
¡NO AL INICIO DEL PROXIMO CICLO ESCOLAR SIN ESCUELAS Y SIN MAESTROS!
La educación la hacemos nosotrxs; no tenemos por qué seguir soportando las burlas, humillaciones e imposiciones por el ejecutivo federal y el titular de la SEP. No pasa absolutamente nada si esperamos dos o tres meses más sin el inicio del ciclo escolar a través de la televisión. Mientras, preparamos un regreso a nuestras escuelas de forma segura y en un ambiente de mayor confianza para la población estudiantil y sus jefas de familia. En lugar de aceptar pasivamente la sustitución de lxs maestrxs por la taravisión, iniciemos un trabajo de acercamiento con los estudiantes con los que trabajamos el ciclo anterior. De lo que se trata es de ir construyendo poco a poco, los próximos temas y contenidos de aprendizaje escolar para la formación de las nuevas generaciones.
El momento de la INSURRECCIÓN PEDAGÓGICA llegó, ya está aquí, es ahora. Y para emprenderla proponemos:
- Recuperar la experiencia durante el cierre del ciclo escolar anterior para buscar, localizar y contactar a los estudiantes y familias con las que se trabajó para identificar las condiciones actuales en las que se encuentran porque el motivo central de todo proceso educativo son los estudiantes. Saber cómo están de salud, de alimentación, en la relación familiar y en la situación económica y laboral de sus padres. Este conocimiento es fundamental para ir construyendo un foco de atención en un trabajo conjunto, próximo, con los estudiantes y sus familias.
- Preguntarle a los estudiantes y sus familias si están de acuerdo en llevar a cabo sus clases el próximo ciclo escolar a través de la televisión, radio o por medio de guías y materiales educativos si no cuentan con los medios electrónicos. Saber qué piensan los estudiantes sobre estar horas y horas frente al televisor en donde unas personas que no conocen les transmitan las clases, tareas y evaluaciones. Es necesario saber sobre la forma en qué han pasado más de cinco meses de confinamiento sin el contacto visual y físico de sus compañerxs y amigxs del salón de clases y de la escuela. Los estudiantes son seres humanos y no objetos donde depositar la racionalidad neoliberal; ellos son el motivo de alternativas educativas para una vida digna.
- Del mismo modo, acercarse a las jefas de familia para preguntarles si tienen las condiciones para que sus hijos estén frente al televisor cuando ellas tengan que salir a buscar el sustento, si la cantidad de artefactos para este tipo de educación a través de estos medios de comunicación son suficientes según el número de hijos en edad escolar que tienen. También es necesario saber si habrá quién acompañe a los hijos en las largas jornadas frente a un aparato, con toda esta pedagogía neoliberal en la que la televisión es el medio, pero, también, el mensaje; por eso resulta crucial que los hijos, independientemente de su grado escolar, cuenten con un acompañamiento permanente. Identificar las problemáticas de las jefas de familia y sus familias es fundamental para trazar la estrategia educativa de manera articulada.
- A partir de lo anterior, es posible avanzar en la configuración de los temas, contenidos y problemáticas comunes que pueden conformar los ejes para orientar el proceso educativo con los estudiantes. Se partiría de las necesidades, preocupaciones y deseos de los estudiantes por aprender. Cuestiones que sean comunes a los más que se pueda llegar para realizar un trabajo colectivo; de igual forma, ir encontrando poco a poco canales de vinculación con las jefas de familia para el acompañamiento de este proceso educativo, porque su involucramiento y participación es fundamental.
- En síntesis, avancemos en la construcción de una Pedagogía del Acontecimiento como estrategia de formación, a partir de preguntas concretas que le permitan a la magisteria revoltosa, las estudiantes y sus jefas de familia indagar para construir una comprensión compartida de la realidad, y estrategias comunes para su atenderla y transformarla. Por ejemplo, si el tema o problemática común es la pandemia, bien pueden establecerse las siguientes preguntas detonadoras para su indagación: ¿Qué es una pandemia? ¿Cómo surge? ¿Cuáles son sus características? ¿Qué la causa? ¿Cómo se enfrenta? ¿Cómo nos cuidamos? ¿Qué necesitamos saber? ¿Cómo y qué aprendemos de ella? De esta manera, podrían ser abordados distintos temas o problemáticas específicas que se identifiquen, preocupaciones, necesidades y deseos de los estudiantes y sus familias.
- Una forma de acercarse, localizar y entrar en contacto con las niñas y jóvenes puede ser a través de la recuperación de la experiencia del ciclo escolar anterior. Las redes sociales o internet, si tienen se tiene acceso a ellos, pueden ser utilizados para este primer acercamiento; en segundo lugar, trazar una serie de líneas de acción conjuntamente con las jefas de familia y los estudiantes para darle continuidad al proceso educativo, hasta que sea posible el regreso a la escuela, a encontrarnos con nuestra comunidad.
El dilema ante el que nos coloca la pandemia (el capital o la vida), nos interpela; la oportunidad de emprender la fuga es hoy. Por eso reiteramos, una vez más: en lugar de más asignaturas y contenidos, ¡lo que urge es otra educación! Una muy otra, que nos lleve por otros senderos, hacia la reconstrucción del tejido social, el restablecimiento de lazos fuertes, el reconocimiento y valoración del cuidado de sí y de los otros como bases para construir el común de los diferentes.
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