Por: Albino Prada. 12/02/2024
Con este ensayo su autor cierra una trilogía publicada por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Vigo que comenzara en 2021 con “Riqueza nacional y bienestar social” centrada en cuestionar la senda del crecimiento económico (del PIB) como estrategia para mejorar el desarrollo social y ambiental, demostrando que es posible mejorar el segundo sin igualar el nivel de renta de los países más ricos del mundo, sabiendo utilizar bien la riqueza nacional y no sólo haciéndola crecer.
Luego llegó en 2022 “Trabajo y capital en el siglo XXI” centrado en desvelar las mutaciones de la subordinación de los trabajadores en el hipercapitalismo digital y en formular una agenda que socialice y desprivatice las enormes capacidades productivas del mundo actual. Para así favorecer la vida laboral (trabajo digno, reducción de jornada, no aumento de años de trabajo, igualdad de género, cogestión, renta básica, no desempleo…) de la mayoría de los ciudadanos. Los dos ensayos, ya agotados en papel, están disponibles en línea en el sitio web del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Vigo.
La trilogía se cierra ahora con este “¿Sociedad de mercado o sociedad decente?” en el que se añade al buen uso de la riqueza nacional, sin tanto crecimiento, y a una producción de la misma sin tratar a los trabajadores como una mercancía más, el horizonte de una sociedad decente.
Una sociedad decente, según Albino Prada, sería aquella en la que aprovechamos la riqueza para hacer posible que todos sus ciudadanos (independientemente de su genética, familia, región, etc.) tengan las mismas oportunidades de una vida digna. Para lograrlo, los usos virtuosos de la riqueza deben ser impulsados y potenciados mediante una poderosa redistribución. Simplemente porque nadie, en ningún lugar del mundo, tiene derecho a toda la riqueza que cree haber ganado con su supuesto único mérito y esfuerzo. Conversamos con Albino sobre algunos aspectos de su ensayo.
El libro lleva el subtítulo Crítica de la abducción neoliberal y justo ahora acaba de ser elegido en Argentina un Presidente fanático de esta ideología, ¿cómo valora este síntoma de los tiempos que vivimos?
La hoja de ruta neoliberal radical de Hayeck y Milton Friedman y de la escuela de Chicago para una sociedad de mercado nos lleva desde la caída de Allende en Chile hasta la caída de Syriza en Grecia. También a la desaparición de los partidos socialistas en Grecia o Francia, nos lleva a Trump, Milei o Meloni y tantos otros (aquí PP+Vox son también casi cien por cien neoliberales y chicagobois).
Pero debo añadir que el neoliberalismo moderado (el socialismo brahmánico que dice Piketty) que repaso en el libro (de Francis Fukuyama, Steve Pinker o Minouche Shafik) y su influencia en, por ejemplo, la hoja de ruta del PSOE en su 40º Congreso -que también reseño- me parece muy contradictorio, incapaz de afrontar los desafíos críticos de las incertidumbres de este siglo (climáticas, digitales, genéticas, financieras, energéticas, laborales) y que por eso pueden abrir la puerta al neoliberalismo radical.
La sociedad de mercado se manifiesta en asuntos muy problemáticos en el mercado laboral, ¿cómo avanzar en este campo hacia una sociedad decente?
La extrema dependencia laboral, el desempleo o los intercambios desesperados (estos días vivimos huelgas de guarderías, trabajos logísticos, inmigrantes irregulares, falsos autónomos, parados sin un subsidio digno,…) obligados por la sociedad de mercado ultraliberal están en las antípodas de la agenda laboral de una sociedad decente (reducción de jornada laboral, aumento del salario mínimo, no reducción de salarios, poder adquisitivo, jubilación digna, renta básica, no deslocalizaciones, límites a la digitalización, inmigración regularizada,…)
Hoy con el 70% de la población en los servicios, con la jornada laboral estancada en poco menos de 40 horas y con la potencial automatización y deslocalización de muchos servicios, sólo la agenda de una sociedad decente puede evitar que esa dependencia se acelere y alimente el desempleo estructural. Mientras tanto la sociedad de mercado actual está erosionando a las viejas clases medias por mucho que el socialismo brahmánico y los ultraliberales prometan hoy un retorno a ese entrañable pasado. Y por mucho que en las encuestas del CIS casi la mitad de los ciudadanos se consideren parte de las clases medias (y sólo el 22 % se consideren trabajadores o de clase baja), lo cierto es que más de la mitad de los ciudadanos dependen hoy de un mercado laboral que cada vez los empobrece más año tras año. Enfrentar este espejismo, con políticas específicas para los trabajadores, es el núcleo de lo que debería ser hoy una sociedad decente; de lo contrario, los ultraliberales (aquí PP+VOX) se llevarán tras de sí a muchos de estos perdedores de la sociedad de mercado.
En una sociedad decente, ¿de qué manera concreta mejoraría la situación de las mujeres?
Los indicadores de desarrollo social en una sociedad decente incluyen, por ejemplo, la tasa de empleo femenino. Sin duda es algo que se ha mejorado, acercándose al nivel masculino (todavía diez puntos menos) gracias a los servicios (públicos o privados). Pero con una presencia altísima de empleo a tiempo parcial y empleo irregular u ocupaciones muy subordinadas (hogar, kellys) con salarios bajos y jubilaciones precarias. Por eso en una sociedad de mercado, las bolsas de pobreza entre las mujeres empleadas son incluso mayores que entre los hombres. Y más en las más jóvenes y con niños a su cargo.
Aunque formalmente la jornada laboral diaria promedio de las mujeres es más corta (una hora), las horas dedicadas a actividades domésticas y de cuidado son mucho mayores (dos horas más que los hombres). En una sociedad decente, con una jornada laboral más corta, con el mismo salario para todos, con una renta básica, habría mejores condiciones para igualar el total de horas de actividad (remunerada o no) entre géneros. Incluso facilitaría una cierta recuperación de la tasa de natalidad responsable hoy en descenso y, por supuesto, las oportunidades de empleo para reducir la elevada tasa de paro de las mujeres más jóvenes (20-30 años).
Gestionar la transición energética y digital parecen desafíos inevitables ¿Qué reflexión de fondo te merece?
La apuesta obsesiva por el coche eléctrico y el hidrógeno son buenos ejemplos de apuestas de transición energética de una sociedad de mercado pilotada por grandes grupos globales. Frente a la movilidad colectiva (tranvía -en Bilbao o Victoria-, metro -Oporto-, mejora de cercanías -Barcelona-, mercancías por ferrocarril, cabotaje marítimo y no transoceánico,…) impulsada por fuentes renovables locales. Por eso debe continuarse con el transporte público gratuito para estudiantes y trabajadores. Todo ello contra el neoliberalismo radical de quienes favorecen la transición nuclear (porque para el PP/VOX ni Fukushima ni los cementerios como la fosa atlántica cuentan) y el neoliberalismo moderado de quienes, con el hidrógeno, buscan mantener el actual modelo de consumo de energía con su inevitable colapso climático.
En la transición digital, la privatización y riesgo de pérdida del control nacional de Telefónica es un paradigma de una transición pilotada por la sociedad de mercado (controlada por grupos financieros globales) y contra la soberanía digital, la autonomía estratégica y la privacidad… aspectos que deben formar parte de la agenda de una sociedad decente. O el actual culebrón del Chat GTP al servicio de la lógica de mercado de Microsoft y no de los académicos sin ánimo de lucro de Open AI.
Si bien la IA (inteligencia artificial) aparece hoy como la gran solución para los gurús de la sociedad de mercado (y así se desarrolla por los caminos que interesan a los oligopolios -como Vanguard o Blackrock- de Internet), hoy -junto con las empresas digitales y audiovisuales- alimentan a ciudadanos zombies (así votaron los más jóvenes en Argentina) y las posverdades en todo el mundo. En esta jungla se explica que tengamos muchos jóvenes que desprecian el espacio público de la educación.
Sostengo en mi libro que, en una sociedad alternativa decente, necesitamos mucha más inteligencia social alimentada en la educación, la cultura, el asociacionismo para tener ciudadanos críticos y solidarios y, a la postre, Gobiernos no sodomizados por los mercados.
Hoy la inflación es uno de los principales problemas económicos que afectan a nuestras sociedades, ¿cómo afrontarla y cómo no hacerlo?
La inflación desbocada es con frecuencia resultado de una sociedad de mercados cautivos (opacidad, especulación) por parte de grupos oligopólicos (eléctricos, energéticos, financieros, distribución, inmobiliarios, etc.) y por tanto sólo con ámbitos de sociedad decente (servicios públicos universales, incluidas las pensiones) los ciudadanos puede estar al cubierto de ella.
Por eso es importante introducir múltiples agentes colaborativos o públicos que reduzcan estas capturas inflacionarias: el retorno de Correos al sector financiero, una entidad energética pública (reversión de embalses y parques eólicos locales, tarifas no marginalistas, distribución en canales locales, parque público de alquiler,…). Porque, por ejemplo, en una sociedad de mercado la vivienda se maneja como una mercancía de inversión (con burbujas inmobiliarias y parque inmobiliario en propiedad vacío) o de alquiler a corto plazo (en turismo, gentrificación), pero no como un servicio básico garantizado a los ciudadanos por un porcentaje como máximo de sus ingresos.
Lo que no conviene es enfrentar la inflación de oferta como si fuera de demanda y subir los tipos de interés para presionar el déficit público (al mismo tiempo que se reclaman bajadas de impuestos) y asfixiar así las políticas de una sociedad decente. Justo aquellas que mejor nos protegen contra la inflación.
¿Por qué el BCE y la Comisión Europea coinciden en centrar la lucha contra la inflación en el encarecimiento de la deuda pública y privada?
En materia de deuda pública, la lógica de la sociedad de mercado favorece que el déficit crezca como una bola de nieve mediante la devaluación fiscal, al tiempo que se impide que el Banco Central Europeo actúe como prestamista (algo que hace la Reserva Federal estadounidense) poniendo a los pies de los caballos del sector financiero, de los mercados a los Estados, las nacionalidades y los servicios públicos. Ni mutualizar ni comprar bonos públicos: lógica pura de mercado versus una lógica social y federal.
(Publicada en gallego en la revista mensual Tempos Novos en su número de enero de 2024).
Colaborador de Sin Permiso. Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Santiago de Com-postela, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Vigo, fue miembro del Consejo Gallego de Estadística, del Consejo Económico y Social de Galicia y del Consello da Cultura Galega. Su último libro es “¿Sociedad de mercado o sociedad decente?” (Universidade de Vigo, 2023)
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Fotografía: Sin permiso