Por: Jose Luis Orihuela. Medium. 19/11/2017
La digitalización de los productos de las industrias culturales(especialmente editorial, musical y audiovisual) y la emergencia de la red como infraestructura de transporte (superautopista), sentaron las bases de una nueva economía de la información en la que la escasez fue sustituida por la abundancia y los costes marginales y de transacción se acercan a cero.
En este nuevo escenario, compartir bienes culturales dejó de consistir en prestar objetos a personas conocidas y cercanas y se convirtió en una práctica global que tiene lugar entre desconocidos.
Napster (1999) y la Wikipedia (2001) son ejemplos paradigmáticos del nuevo modo de compartir (música y conocimientos) que, al mismo tiempo que le da poder a la gente corriente, se lo quita a las industrias cuyo modelo de negocio se basaba en la intermediación para distribuir productos empaquetados (discos y enciclopedias).
Los blogs extendieron esta cultura a la información y la opinión, y pusieron en jaque a los medios de masas, que no se los acabaron de creer hasta que Twitter y Facebook les hicieron ver que habían perdido el monopolio de la producción y distribución de noticias y opiniones.
Un mundo digital en red es un espacio idóneo para que florezca el amateurismo y la generosidad. Los usuarios descubrieron que, a diferencia de lo que ocurre con los bienes físicos, cuanto más compartían más se beneficiaban de lo que compartían los demás.
I have learned that the more we share, the more we benefit from what others share.
— Jeff Jarvis, Public Parts: How Sharing in the Digital Age Improves the Way We Work and Live
La reciprocidad es uno de los valores más antiguos de la red, presente desde las primeras formulaciones de netiqueta. No obstante, las motivaciones para compartir siguen un amplio derrotero que va de la generosidad al interés propio, pasando por captar atención y obtener reputación.
The incentives to share can range from reputation and attention to less measurable factors such as expression, fun, good karma, satisfaction, and simply self-interest (…).
— Chris Anderson, Free: The Future of a Radical Price
El gran reto, para todas las industrias afectadas, no consiste en intentar protegerse contra lo inevitable, sino en descubrir y explotar las nuevas oportunidades que ofrece un escenario que ya ha cambiado para siempre.
Contributing to the commons is not altruism; it’s often the best way to build vibrant business ecosystems that harness a shared foundation of technology and knowledge to accelerate growth and innovation.
— Don Tapscott and Anthony D. Williams, How Mass Collaboration Changes Everything
La misma red que tiene la capacidad de triturar intermediaciones ineficientes, tiene también el potencial de alumbrar nuevas intermediaciones(Airbnb, Dropbox, Instagram, Spotify, Tinder, Tumblr, Uber, WhatsApp,…).
Compartir no es necesariamente sinónimo de gratuidad, los usuarios y las plataformas obtienen valor por múltiples caminos. Por cierto, mi ejemplar de Free: The Future of a Radical Price de Chris Anderson me costó 18 dólares.
LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ.
Fotografía: Pixabay