Por: Diego Valeriano. 23/03/2023
No es una cuestión de voluntad o suerte, el olvido está vinculado al orden de lo burocrático. No se olvida lo intenso, ni el amor, ni el asco. Nos olvidamos de los trámites: el impuesto municipal, las cosas que aprendimos en la escuela, algunos cumpleaños. Nos olvidamos del caso de una piba que hace banda que no vemos, nos olvidamos de los pibes cuando esto se vuelve trabajo. Los recuerdos son siempre selectivos. Para planificar es necesario el olvido, para poder hablar de los pibes también. ¿Cómo te sentás en una mesa de Flacso a hablar de nuevas realidades si te acordás de los pibes? ¿Cómo sos el loro de moda si Marquitos sigue ahí? ¿Cómo escribís si la risas de poxiram te persiguen? Este mundo lleno de derechos, posteos, ternura y reconocimientos necesita de capas de olvido. Cuerpos de pibas formando capas de olvido. Marchas, publicaciones, becas, palabras que se ponen de moda y después no dicen nada. Pibes muertos, perdidos, aburridos. Un montón de pibitos hechos estadística. Los juzgados, los ministerios, las universidades, las cárceles necesitan limpiarse de memoria. Olvidar, opinar, cobrar, sobreactuar. Las especialistas, las educadoras, los funcionarios olvidan. Los vigilantes también. Cuando andas todo es memoria: fragmentada, diluida, intensa, inventada. Los trenes, las risas, los miedos, las preguntas. Los recuerdos son pura vivencia, inmediatez, manija. Después el recuerdo nos atormenta. Denuncia, desvía el foco, nos avergüenza. Todo es una cuestión burocrática, incluso dejar de andar, dejar de recordar, dejar todo atrás. El olvido es la virtud de los profesionales, incluso de los que viven de la memoria.
Deserción, inclusión y muerte (fragmento) Cordero Editor
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Fotografía: Lobo suelto