Por: Pedro Pozas Terrados. 04/07/2025
El fin moral y científico de la experimentación con animales
Vivimos en una época donde el conocimiento científico ha alcanzado cotas impensables. Hemos cartografiado el genoma humano, trasplantado órganos, generado inteligencia artificial y enviado robots a Marte. Y sin embargo, seguimos cometiendo uno de los actos más crueles y arcaicos de nuestra civilización: experimentar con seres vivos sintientes en laboratorios.
Ratas inmovilizadas y quemadas con sustancias químicas. Conejos cegados deliberadamente. Primates aterrorizados, inyectados, mutilados, despojados de todo contacto social. Esta no es ciencia. Esto es tortura institucionalizada con bata blanca.
Uno de los casos más escandalosos que ha expuesto esta realidad es el del laboratorio Vivotecnia, en España. Un informe con imágenes desgarradoras mostró a animales gritando de dolor, manipulados con violencia, ridiculizados por los propios técnicos que los maltrataban. Esta no fue una excepción: fue una muestra reveladora de una industria oculta tras muros, lejos de la vista pública. Y pese a las denuncias, Vivotecnia sigue operando.
En Camarles, Tarragona, España, existe una colonia de macacos destinados a la experimentación. Muchos de ellos fueron capturados en libertad, en países como Mauricio, para luego ser criados y vendidos como material experimental. Su destino: vivir entre barrotes hasta ser utilizados como modelos biológicos, ignorando su inteligencia, sus lazos afectivos y su capacidad de sufrimiento. En lugar de protegerlos como nuestros parientes evolutivos, los convertimos en herramientas de laboratorio.
Desde el Proyecto Gran Simio, se ha denunciado esta barbarie no solo en Europa, donde universidades y centros de investigación utilizan animales en condiciones lamentables, sino también en Argentina, donde PGS Argentina denunció por maltrato animal al Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas (CEMIC) donde han mantenido durante años a decenas de primates en sus sótanos. Hoy, la mayoría de ellos llevados a un santuario. A pesar de todo ello, el sistema anquilosado, sigue defendiendo lo indefendible.
¿Tiene sentido seguir utilizando animales en investigación? No. Ni desde la ética, ni desde la ciencia.
Desde la ética:
- Los animales son seres sintientes. Sufren, temen, recuerdan, se estresan y mueren. Muchos de ellos tienen estructuras emocionales y neurológicas comparables a las nuestras.
- Ninguna sociedad que se considere justa puede justificar el dolor evitable de un inocente en nombre del progreso.
- Como humanidad, tenemos una deuda moral con aquellos que han sido víctimas de nuestra ignorancia y arrogancia científica.
Desde la ciencia:
- Más del 90% de los fármacos que funcionan en animales fallan en humanos en fases clínicas posteriores, según datos de la FDA.
- Los animales no son modelos biológicos perfectos para el ser humano. Su fisiología, metabolismo, y respuestas inmunológicas son distintas.
- La experimentación con animales ralentiza y encarece el desarrollo científico, y muchas veces ofrece resultados erróneos o irrelevantes.
¿Qué alternativas existen?
Afortunadamente, ya no estamos en el siglo XIX. Existen métodos modernos, precisos, rápidos y éticamente aceptables, como:
- Órganos en chip: microdispositivos que replican la fisiología humana en miniatura, permitiendo estudiar enfermedades, reacciones a fármacos y más.
- Modelos computacionales y de inteligencia artificial: simulaciones precisas del cuerpo humano que predicen con gran exactitud la respuesta a distintos tratamientos.
- Cultivos celulares humanos tridimensionales (organoides): pequeños tejidos que reproducen funciones específicas de órganos humanos.
- Biopsias de pacientes reales para medicina personalizada: tratamientos diseñados a partir de tejidos humanos reales, no extrapolaciones de otras especies.
- Toxicología sin animales, validada por la OCDE, usando modelos matemáticos y cultivos celulares.
Estas tecnologías no solo son más humanas, sino también más baratas, rápidas y fiables. Las grandes farmacéuticas y centros de investigación ya las están utilizando, demostrando que el cambio no solo es posible, sino inevitable.
¿Por qué se sigue experimentando con animales?
Por inercia institucional. Por intereses económicos. Porque existen redes de laboratorios, criaderos, empresas proveedoras de animales, universidades y burocracias que se alimentan mutuamente. Porque cambiar requiere valentía, y la ética rara vez tiene prioridad frente al negocio.
Pero hay algo más profundo: una resistencia cultural a dejar de ver a los animales como “cosas”. Como meros recursos. Como modelos descartables. Solo una transformación de conciencia puede cambiar esto.
No se puede hablar de progreso mientras millones de seres sintientes son encerrados, manipulados y asesinados en nombre de la ciencia. No se puede hablar de civilización mientras nuestros laboratorios siguen siendo cámaras de dolor para aquellos que no tienen voz. No se puede hablar de ética mientras se ignora el sufrimiento ajeno, solo porque no grita en nuestro idioma.
La ciencia debe ser una herramienta al servicio de la vida, no de la crueldad. Ya no podemos ampararnos en frases como “no hay otra opción”. Hoy existen. Y son mejores. Elegir la compasión también lo es.
En nombre de los millones de animales que nunca tuvieron elección, alcemos la voz.
Por los simios confinados en Camarles.
Por los beagles y otras especies torturados en Vivotecnia.
Por los monos, ratones y cerdos encerrados en animalarios universitarios.
Por los grandes simios que lloran en silencio en los laboratorios.
Por todos ellos, digamos: ¡BASTA YA!.
Fotografía: Pedro Pozas Terrados