Por: Hipermediaciones. 26/04/2023
Al principio fue Turing
El ChatGPT y otros sistemas de generación textual basados en la inteligencia artificial han conseguido lo impensable: que la Wikipedia sea ahora considerada una fuente fiable de información. Mejor equivocarse con los otros sapiens que quedar atrapados en las misteriosas redes algorítmicas de OpenAI… ¿Qué dice la máquina colectiva creada por Jimmy Wales del Test de Turing?
La prueba de Turing o test de Turing es un examen de la capacidad de una máquina para exhibir un comportamiento inteligente similar al de un ser humano o indistinguible de este. Alan Turing propuso que un humano evaluara conversaciones en lenguaje natural entre un humano y una máquina diseñada para generar respuestas similares a las de un humano. El evaluador sabría que uno de los participantes de la conversación es una máquina y los intervinientes serían separados unos de otros.
El Test de Turing pasó a la historia: hoy, en abril de 2023, podemos pasarnos todo un fin de semana encerrados con el ChatGPT hablando de bueyes perdidos y, si no fuera por el hype mediático, difícilmente nos enteraríamos de estar charlando con una máquina inteligente. O algo por el estilo.
Pero Alan Turing no fue el único al que se le ocurrió inventar un método para identificar inteligencias no humanas. Abro digresión: atención a este concepto, «inteligencias no humanas», porque no me extrañaría que en breve comencemos a utilizarlo en lugar de «inteligencias artificiales». Es un concepto mucho más adecuado para nombrar a las nuevas formas de inteligencia con las cuales deberemos aprender a convivir, de la misma manera que en estos últimos años hemos tomado conciencia de la existencia de otras inteligencias, desde las vegetales hasta las cefalópodas. Fin de la digresión.Volvamos a los tests para detectar (no) humanos.

El test de Voight-Kampff
El famoso Test de Voight-Kampff que aparece en Blade Runner (Riddley Scott, 1982) ya entró en la historia de la ciencia ficción. Todos y todas, humanos y replicantes, recuerdan ese globo ocular excitado en una pequeña pantallita:
Deckard: Bien, le voy a hacer una serie de preguntas. Relájese y contéstelas lo más sencillamente que pueda. [ pausa ] Es su cumpleaños y le regalan una cartera de piel.
Rachael: No la aceptaría, y además denunciaría a la policía a la persona que me la regalara.
Deckard: Tiene un hijo. Éste le enseña su colección de mariposas y un frasco de arsénico.
Rachael: Le llevaría al médico.
Deckard: Está viendo la televisión. De repente, se da cuenta de que una avispa le sube por el brazo.
Rachael: La mataría.
Deckard: Está leyendo una revista y se encuentra con la fotografía de una mujer desnuda.
Rachael: ¿Este test es para saber si soy una replicante o una lesbiana?
Ojito con las replicantes.

Test de Baricco
The Game (Anagrama, 2019) de Alessandro Baricco puedo ser leído como la continuación de unos de sus ensayos más influyentes y agudos: Los bárbaros (Anagrama, 2008). En el texto de 2019 Baricco dejaba caer ideas muy fuertes sobre las tensiones y conflictos que generan las tecnologías / culturas digitales:
«Estamos mirando el mapa al revés.»
«Porque el nuevo hombre no es el producido por el smartphone: es el que lo inventó.»
«Si la revolución digital os asusta, invertid la secuencia y preguntaos de qué estábamos huyendo cuando enfilamos la puerta de una revolución semejante.»
«Acostumbraos a considerar el mundo digital como un efecto, no como una causa.»
Pero Baricco iba más allá. Según el pensador italiano más POPular de su generación, la lógica del videojuego ha dejado su impronta sobre la vida del Homo sapiens. Y no está hablando de la tan festejada gamification. Baricco realmente iba más allá:
Lo digo de forma brutal: por motivos históricos y, digámoslo así, darwinianos, a partir de un determinado momento (del iPhone en adelante, si tengo que arriesgar una fecha), nada ha tenido ya posibilidades serias de supervivencia si no llevaba en su ADN el patrimonio genético del videojuego. Puedo incluso arriesgarme a plasmar, para uso de todo el mundo, los rasgos genéticos de esa especie destinada a sobrevivir.
¿Y cuáles son esos «rasgos genéticos»?
- Un diseño agradable capaz de generar satisfacciones sensoriales;
- Una estructura que remite al esquema elemental problema/solución repetido varias veces;
- Poco tiempo entre cualquier problema y su solución;
- Aumento progresivo de las dificultades de juego;
- Inexistencia e ineficacia de la inmovilidad;
- Aprendizaje dado por el juego y no por el estudio de abstractas instrucciones de uso;
- Disfrute inmediato, sin preámbulos;
- Tranquilizante exhibición de una puntuación después de determinados pasos.

Concluye Baricco:
Bueno, no se me ocurre nada más. Pero tengo una noticia importante para todos vosotros: aparte de raras excepciones, si estáis haciendo algo que no tiene, por lo menos, la mitad de estas características, es que estáis haciendo algo que está muerto desde hace tiempo. Estáis autorizados a poneros nerviosos.
Podemos invertir el Test de Baricco: «si estáis haciendo algo que tiene, por lo menos, la mitad de estas características, es que estáis haciendo algo que está realmente vivo».
Ahora sí, hablemos del ChatGPT.

¿Por qué estamos tan excitados con el ChatGPT?
Me imagino que ya se entiende por dónde vienen los tiros. El éxito fulminante del ChatGPT puede explicarse a partir del siguiente hecho: la tecnología que OpenAI liberó de manera inconsciente y sin tener en cuenta las consecuencias a fines de 2022 cumple con la mayoría de los principios del Test de Baricco. Va hilo:
- El ChatGPT tiene un diseño agradable, simple, que no necesita manual de instrucciones. El día que la IA se combine con las interfaces hápticas dejaremos atrás los interrogatorios de Blade Runner pero también la melosa voz de Scarlett Johansson en Her.
- El ChatGPT posee una estructura que remite al esquema elemental problema/solución repetido varias veces. Nosotros preguntamos, la máquina responde, nosotros repreguntamos, etc. Cuando la máquina nos interrogue (tranqui, ese día llegará) nos quedará la duda si somos objeto de un Test de Turing inverso.
- En el ChatGPT pasa poco (poquísimo) tiempo entre cualquier problema y su solución.
- Si lo deseamos, podemos aumentar progresivamente la dificultad de las preguntas que formulamos. Es un «chat», no lo olvidemos: nunca hay que quedarse con la primera respuesta, hay que ir a por más.
- Por ahora el ChatGPT es una experiencia fija. O sea, por ahora no respeta el principio de «inexistencia e ineficacia de la inmovilidad». Por ahora.
- Este sí se cumple totalmente. Para usar el ChatGPT no debemos leer un manual ni seguir un protocolo con instrucciones. El aprendizaje «viene dado por el juego» y no por «el estudio de abstractas instrucciones de uso». El ChatGPT se aprende jugando, no siguiendo instrucciones como cuando montamos un mueble de IKEA
- El ChatGPT nos asegura «disfrute inmediato, sin preámbulos». Volvemos a la cuestión temporal ya indicada antes: el ChatGPT se mueve en la dimensión del tiempo algorítmico -o, si prefieren, vive en la escala temporal del «capitalismo de tiempo infinitesimal” que describe Agustín Fernandez Mallo en La forma de la multitud (Galaxia Gutenberg, 2023)-, una dimensión que resulta muy difícil de captar por el Homo sapiens. Las IA viven en otra escala temporal tanto por su capacidad para procesar información y gestionar millones de datos, de ahí que asegure un goce instantáneo.
- Si bien todavía no incorporan un sistema de puntos (Baricco habla de la «tranquilizante exhibición de una puntuación después de determinados pasos» que caracteriza a los videojuegos), no cuesta mucho imaginarse posibles mecanismos de recompensa dentro de las interacciones con los chats inteligentes.
Game over?
Como dije el viernes pasado en una conferencia en Santiago de Compostela en el marco del Encontros dos centros de Plan de Mellora de Bibliotecas Escolares – PLAMBE, todo lo que escribimos o decimos sobre la IA ya es viejo. Nunca, ni cuando el software entró en una carrera desenfrenada a principios de los años 1990, ni con la difusión de la World Wide Web después del 1995 o la explosión de los blogs o las redes sociales a inicios del nuevo milenio, se había visto un fenómeno tan acelerado de difusión, uso y experimentación masiva de una tecnología. En los últimos tres meses millones de personas en todo el planeta se lanzaron a generar textos, hacer preguntas o crear imágenes. Es una tecnología fácil, linda y barata. En otras palabras, millones de Homo sapiens descubrieron el placer de jugar con la inteligencia artificial. Welcome to The Game.
Lo mismo está pasando a nivel de las publicaciones científicas: cientos de papers y libros sobre el ChatGPT se están difundiendo cada semana. Algo parecido sucede con las interfaces: el ChatGPT y sistemas similares se está integrando a todo tipo de tecnologías o servicios. Como ya se sabe, cuando entra un nuevo actor tecnológico (en este caso la IA) en una interfaz, cambia toda la interfaz: se modifican las relaciones, se transforman los procesos y algunos actores corren el riesgo de ser marginados o directamente anulados. Al superar con creces el Test de Baricco, el ChatGPT y otros sistemas inteligentes tienen todos los papeles en regla para convertirse en la killer application de esta década.
Y en un giro de guión inesperado, en este thriller solo queda por dilucidar quiénes serán las víctimas.
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Fotografía: Hipermediaciones