Por: Fernando Vicente Prieto, Laura Capote. 23/05/2021
América Latina y el Caribe es una región marcada por la inestabilidad y la polarización, que signan la dinámica de la confrontación entre los proyectos neoliberales y las resistencias / alternativas, intensificadas bajo la pandemia.
Un continente cruzado por novedades y algunas continuidades. Esta es la primera imagen que nos traen los meses de marzo y abril de 2021. América Latina y el Caribe es una región marcada por la inestabilidad y la polarización, que signan la dinámica de la confrontación entre los proyectos neoliberales y las resistencias / alternativas, intensificadas bajo la pandemia. Así lo muestran los acontecimientos y procesos relevados en este informe #12 que hacemos desde el Observatorio de coyuntura en América Latina y el Caribe.
Nuestra América es un territorio atravesado por la conmoción ante las matanzas en Colombia, desde hace muchos meses por cuenta de masacres paramilitares o como ahora, en torno al Paro Nacional, directamente a cargo de las fuerzas del Estado y transmitidas por las redes sociales, como desarrollamos en el punto 3 de este informe. Pero también por la expectativa ante la posibilidad de que un maestro rural pueda ser presidente de Perú, país que hasta hace poco parecía atrapado en una red sin fin entre la derecha y la ultraderecha. Y estupor ante la posibilidad de que la presidenta sea Keiko Fujimori, en caso de que no. E incredulidad ante el triunfo en Ecuador Guillermo Lasso, un banquero sin carisma con responsabilidad en una de las mayores crisis del país. Y todavía queda más por contar.
Porque en Chile continúa de muchas formas la revuelta contra el “oasis neoliberal”, como era considerado hasta hace poco más de un año, y se conmueve hasta el sistema de pensiones, un símbolo del ocaso, mientras el país se apresta a entrar —ahora sí— en uno de los cronogramas electorales más importantes de la historia. Porque en Paraguay la población también dice basta y busca sacudirse la corrupción. Porque en Brasil con Bolsonaro todo puede suceder. Porque en el Caribe insular los contrastes van desde un país capaz de atender la salud de su población, incluso bajo el bloqueo, hasta otras naciones todavía bajo estatus colonial, en pleno siglo XXI. Porque en Mesoamérica a la crisis humanitaria permanente y a la migración forzada hay que sumarle ahora la política de Nayib Bukele, que con el Legislativo a su favor va por todo el poder. Porque México se prepara para elecciones importantes, que definirán si el Poder Legislativo acompaña la 4T de Andrés Manuel López Obrador, además de gobernadores en 15 estados y otros cargos regionales y locales. Y muchas situaciones más.
Todo eso puede pasar en pocos días o semanas, a veces en un mismo día, incluso mientras una pandemia sacude a la región con récords de muertes y desesperación por conseguir soluciones que otorguen inmunidad. Esto se da en el marco de una crisis económica y social de larga data, profundizada dramáticamente bajo la COVID-19, que recorre de sur a norte el continente y tiene diferentes formas de resolución en cada país, aunque también elementos comunes. Entre los más obvios, su historia y la dialéctica entre la unidad y la fragmentación, en un mundo con fuertes presiones.
Como era de esperar, los primeros pasos del gobierno de Biden hacia la región fueron para tratar de ordenar una situación que —estiman— puede salirse de control. En esa línea hay que leer las visitas de figuras del Comando Sur y del Departamento de Estado a varios países. China es el objetivo abiertamente declarado, pero ahora también se suma la influencia de Rusia, potenciada por la geopolítica de las vacunas.
En ese tablero global, América Latina y el Caribe aparece desarticulada, tras la desintegración promovida por una mayoría de gobiernos de derecha en los últimos años. Las discusiones al interior del Mercosur son parte de esas tendencias. Al mismo tiempo, en esa situación de crisis general aparecen algunos intentos parciales por dotar al continente de un esfuerzo común, al menos en esta situación crítica. Ese es el objetivo estratégico de ALBA-TCP, con sus limitaciones de alcance, y en los últimos meses también el intento de reactivar la CELAC impulsado por México. Pero a nivel general, el “sálvese quien pueda” ante la crisis parece ser la norma casi incuestionable.
Por último, también hay excepciones. La eventual producción a escala masiva de la vacuna Soberana 02, desarrollada por Cuba, con su larga tradición revolucionaria de poner en primer plano a la salud, representa una esperanza y vuelve a poner sobre la mesa las prioridades de los gobiernos de la región. Y en cada territorio aparecen nuevas luchas y procesos de organización, a veces de forma completamente imprevista, que alimentan la esperanza de un futuro mejor.
En el informe #12 del OBSAL se pueden encontrar algunos de estos sucesos contradictorios. Desde las oficinas de Argentina y Brasil del Instituto Tricontinental de Investigación Social intentamos recopilar, a partir de fuentes en el terreno en la zona Andina, en el Cono Sur, en Mesoamérica y en el Caribe insular, información relevante y ponerla a disposición para el análisis. Agradecemos la contribución de investigadoras e investigadores críticos y de integrantes de movimientos populares de Nuestra América. El objetivo es precisamente aportar elementos para un diálogo que existe y existirá, porque se funda en la actividad creadora de los pueblos, en la vitalidad siempre renovada en cada rincón del continente. Incluso en este tiempo que nos toca. Los pueblos continuarán peleando por la vida.
Podes leer el informe completo aquí.
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Fotografía: Alainet