Por: Luciano Fabbri. 27/12/2021
No es difícil estar en contra de la violencia y la opresión de género, la dificultad reside en reconocernos como
opresores. Tal vez por eso nos haya resultado tan complicado escribir estas palabras.
Si bien sabernos oprimidxs nos empodera, reconocernos como opresores nos aterroriza. Tal movimiento implica asumir que las relaciones que estamos construyendo y reproduciendo se encuentran atravesadas por una violencia terrible que lleva milenios enquistada en nuestra sociedad. Pero como dice una poesía de Gabo Ferro “Lo que te da terror te define mejor”: reconocernos opresores nos aterroriza por sobre todas las cosas porque implica reconocer nuestros privilegios y renunciar a ellos.
Encontramos en el feminismo la posibilidad de pensar tales renuncias, una puerta para la fantasía, para concebir la construcción de una nueva cotidianeidad, de una forma humanizada no angustiante, emancipadora: la oportunidad de que aquellas resignaciones no sean solamente
roturas sino construcciones, no un desgarro en el orgullo, sino la creación de una nueva identidad. Nos permite identificarnos y hermanarnos con las luchas de mujeres a lo largo de toda la historia, aun cuando la lectura hegemónica patriarcal de la misma busque invisibilizar sus victorias, sus avances, mostrándolos como la consecuencia de un progreso que marcha naturalmente, por sí solo, o en todo caso, como un proceso en que las mujeres con su incansable lucha no influyeron.
La lucha contra el patriarcado es una lucha de todxs lxs que resistimos a la triste condena de la dominación y la explotación; no debemos cargarla únicamente en las espaldas de quienes más la sufren. Es necesario el esfuerzo, la implicación, de todxs en el avance hacia una acción prefigurativa de despatriarcalización de las relaciones humanas.
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Fotografía: Goodreads