Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 18 de junio de 2022
Welcome II The Terrordome
Bienvenido al Terrordome (Ngozi Onwurah, 1995)
Auspiciada por una visión que si bien fue incomprendida en su año de estreno por la audiencia y la crítica, en el presente se rectifica con un garbo sobresaliente debido a la fuerte postura biográfica con la que la realizadora inglesa de origen nigeriano representa la diáspora negra, sus causas (en subtexto) y las consecuencias (en directo), así como el recibimiento y el trato para con los suyos dentro del territorio europeo -y mundial. Con una mano tensa y claros objetivos, la directora se lanza sin tapujos ni adornos estéticos a un señalamiento crítico, potente y crudo utilizando la figura y el vestido distópico. Sobre escenarios claroscuros, sucios y un encadenado simple pero pujante y tenaz, Onwurah nos coge de la mano y nos guía por un laberíntico y severo reflejo de una realidad social escalofriante; negada a un contexto de apoyo social global, encasillada en tribus ensimismadas que han de buscar el resarcimiento por simple rencor y castigo.
Filmada con un escaso presupuesto, la energía no decae en ningún momento. El ritmo se impone a través de un uso muy coherente de sus elementos. El resultado de este primer largometraje formal por parte de Onwurah es de una honestidad mayúscula. Podrá quizá, en apariencia, parecer naciente de un campo común, una estructura reconocible dentro del marco de películas que usan el thriller como mecanismo de ritmo dentro de su forma, pero los fondos aquí revelan un control de los tópicos a exponer, así como las referencias de donde nace. Y es que el espacio en que nos ubica esta película es una clara analogía a diversas marcas históricas donde muchos se pueden -y podemos- vernos expuestos. Si bien la cinta se centra en el racismo y la negación a los derechos igualitarios hacía la raza afrodescendiente, no solo se aboca a ello sino a todas las injusticias que se han dado a distintas minorías señaladas por un poder oligárquico. De esta manera es como nos situamos en el despropósito de la “colonización” africana por parte de los imperios del viejo continente durante gran parte del siglo XIX, el encasillamiento de las facciones rotuladas como prohibitivas e insalubres en el catártico curso de la segunda guerra mundial, o el simple hecho de la pugna territorial que se puede dar tanto a gran escala como en la interna/familiar.
Sumergidos entre una intervención cultural y un deber, el desenvolvimiento dentro del gueto que se nos manifiesta en la pantalla -después de esa articulación cuasi lirica que es el prólogo- nos ensimisma en un territorio (prisión moralista) donde todo puede acontecer, donde todo puede ser tomado en cuenta como una declaración/muestra cuyas repercusiones tendrán una interpretación distinta dentro de las jerarquías diegéticas: el mundo está construido de tal forma que alguien debe resultar ser ganador. En el Terrordome de Onwurah hemos de experimentar las similitudes que hay entre las diferencias impuestas por ideologías absurdas; habremos pues de ver luchar de viva manera a nuestros personajes por la simple dignidad de seguir siendo y estando. Lo interesante aquí radica, entonces, en que, si bien la autora se desboca en pos de una manifestación racial, también entiende que de su lado existe una incomprensión similar hacía el bando de enfrente, pero no por ello negativiza, sino que humaniza de manera tajante todo el circulo del tejido social podrido en el que habitamos a cada jornal. Somos resultantes, claramente al final, de una tradición manoseada por idealizaciones soberbias y carentes de sentido.
La fórmula no puede ser más sencilla: dentro de un área restringida; imaginario proscenio creado para delimitar a los afrodescendientes en una sola ubicación, un grupo de jóvenes han encontrado una ventana para la obtención capital: la venta de estupefacientes a blancos que nocturnamente ingresan (libremente) al gueto para la obtención de su “divertimento”. La única relación explosiva es la existente entre la única caucásica dentro de dicho espacio con uno de los compradores y, a su vez, con uno de los vendedores internos. De esta manera queda colocado el combustible y la mecha para que la vorágine de violencia se suscite de una forma tan expedita como humana: no hay camino mayor que la búsqueda por la revancha de lo que se cree personal. Si a esto le sumamos el ambiente, brío y empuje de la generación de los 90, obtenemos un look y una forma que, si bien puede estereotipar una época, aún reflejan una actualidad y un urgente pendiente por resolver. Si bien al principio de este texto dijimos que fue incomprensible en su época, el quid sigue manteniéndose entre las líneas más preocupantes por reflexionar sobre nuestras posturas socioculturales… Lamentablemente seguimos negando antes que ir en pos de una solución.
Siendo la primera película dirigida por una mujer afroeuropea en ser estrenada y proyectada en el circuito comercial de Inglaterra, Bienvenido al Terrordome licencia su título desde la ironía: no deja de ser una atenta y acogedora invitación pero a un feroz y desalmado espacio que se enfrenta a los recovecos más lúgubres y velados del humano; atmósferas hoscas donde no se da espacio para el exhorto sino únicamente para la acción. Las respuestas no forman parte nunca de la comprensión sino de la resistencia. Si bien el Terrordome juega con escenarios futuristas, su paralelismo queda claro desde los primeros minutos de metraje. Musical sui-generis, Sci-fi naturalista, Melodrama violento; el trabajo de Ngozi Onwurah es fresco y tajante. Una prueba más de que el Cine puede ser no solo una ventana, o una puerta, sino también un grito que deberá ser escuchado a cada instante que la injusticia se haga notar.

Bienvenido al Terrordome de Ngozi Onwurah
Calificación: 2.5 de 5 (De Regular a Buena).
Fuente:
Fotografía: La Vanguardia