Por: Marilia Arantes. openDemocracy. 05/10/2020
Foto: Jair Bolsonaro haciendo armas con los dedos | Agência Câmara via Catraca Livre.
‘Jair Bolsonaro (sin partido)‘ es como la prensa se refiere al presidente de Brasil desde noviembre de 2019. El “sin partido”, aunque entre paréntesis, causa malestar entre los partidarios de sistema democrático de partidos políticos. Y pone en práctica un proyecto ideológico de retrocesos coordinados.
Jair Bolsonaro está sin partido así como el programa retrógrado “Escuela sin Partido”. Jair Bolsonaro está sin partido así como los manifestantes que cantaron “sin partidos políticos, sin banderas políticas” en 2013 durante las protestas masivas de aquel junio. Y finalmente, está sin partido así como el régimen militar de 1964-1985, que prohibió el multipartidismo.
Es necesario entender el peligro de un presidente sin partido. De hecho, es necesario entender “Bolsonaro sin partido” como un síntoma del debilitamiento de la democracia: el de la vilanización de la política, postura que ayudó a llevar a Bolsonaro a la presidencia en un contexto de creciente despolitización.
Desafortunadamente, este proyecto bolsonarista no partidista amenaza a las instituciones democráticas brasileñas.
Sin partido hace casi diez meses, Bolsonaro dejó el Partido Social Liberal (PSL) en noviembre de 2019. En esa ocasión, en medio de enfrentamientos y declaraciones agresivas, anunció que crearía su propio partido – “Alianza para Brasil”. Escogió el 38 como número de identificación del partido, como el arma de fuego exaltada por su base.
Lanzado en el mejor estilo de campaña fanática, característica del populismo de Bolsonaro, poco se dice hoy en día sobre la continuidad de la Alianza para Brasil. Y Bolsonaro (¿deliberadamente?) sigue siendo un presidente sin partido. Como ya ha dejado claro, él está en contra de la estructura del partido democrático y, más aún, de la propia democracia.
La pospolítica crea la ilusión de que la mejor política se hace sin políticos.
Además de un alineamiento con una determinada ideología política, este apartidismo aparece en el contexto de una estrategia de despolitización, iniciada incluso antes de la elección de Bolsonaro. Como señala la investigadora y socióloga Sabrina Fernandes, la pospolítica crea la ilusión de que la mejor política se hace sin políticos.
Luego, hay una reducción del espacio político y, con ello, del espacio de discusión. La pospolítica sugiere una imparcialidad, disfrazada de técnica y ética. Actúa como si no hubiera un debate político cuando, de hecho, existe una clara preferencia por un lado. Según Fernandes, la pospolítica es una ilusión liberal de que la política puede existir sin políticos.
La despolitización crece en el contexto de una crisis de representación o desilusión con la política. Vale la pena retomar, entonces, un análisis del Escuela sin Partido, un movimiento político que promete acabar con el llamado adoctrinamiento ideológico en las aulas y que fue promovido por la campaña de Bolsonaro para predicar la ‘desizquierdización‘ de las escuelas.
El Escuela sin Partido surgió en 2004, pero ganó fuerza después del 2013, impulsado por la organización de la derecha conservadora en Brasil. A pesar de anunciarse como no partidista y sin ideología, promovió claros valores conservadores. Por ejemplo, predicando la prohibición de la discusión sobre temas relacionados con el género y la sexualidad en las escuelas, consideradas dentro del proyecto como temas partidarios.
Junto a Escuela sin Partido, otros movimientos sociales conservadores también se fortalecieron en 2013, durante el período de las protestas de junio. De esa forma, discursos como ‘sin partido’, ‘sin bandera políticas’ y el infame lema ‘¡ni izquierda, ni derecha, adelante!’ encubrieron la instrumentalización de las protestas por parte de proyectos neoliberales y conservadores.
El peligro existe en la difamación de la estructura partidaria, en la negación de la importancia de los partidos políticos y con ello, del sistema democrático de partidos.
En este sentido, los gritos de ‘sin partido’ o ‘ni izquierda, ni derecha’ promovieron la despolitización de los manifestantes mediante la difamación del sistema político de partidos y la política. Proyectos políticos como el de Bolsonaro comenzaron a diseñarse en 2013, alimentando discursos antipartidos, antipolíticos y antipetistas (por PT, Partido de los Trabajadores, al cual pertenecen los expresidentes Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff).
A diferencia de Escuela sin Partido y las protestas, el “sin partido” de Bolsonaro no enmascara su conservadurismo, ya que él utilizó discursos de ultraderechistas abiertamente para elegirse. El peligro existe, entonces, en la difamación de la estructura partidaria, en la negación de la importancia de los partidos políticos y con ello, del sistema democrático de partidos.
Uno de los mayores legados de la redemocratización brasileña fue el establecimiento del pluripartidismo en la constitución federal, ya que en períodos de violencia autoritaria se negaba la existencia o autonomía de los partidos. Como reconoce el propio Tribunal Superior Electoral brasileño:
“En nuestra experiencia histórica, las nociones de partido político y democracia (…) están estrechamente ligadas, porque la difusión, por parte de los partidos, de diversas doctrinas filosóficas y políticas existentes en el mundo ha propiciado el debate y la búsqueda de soluciones a la diversas dolencias que afligen a nuestra sociedad, favoreciendo la formación de opiniones sobre los principales temas que involucran al país y la maduración del votante para el ejercicio de la ciudadanía”.
Desde sus días de parlamentar, Bolsonaro ha coqueteado abiertamente con el autoritarismo, ya sea en posturas necropolíticas, en defensa de torturadores o en la interferencia directa del gobierno. Sin embargo, mientras continúa gobernando ‘sin partido’, muestra una postura de afrenta directa a la histórica lucha democrática brasileña y los derechos políticos como componentes de la ciudadanía.
Un presidente sin partido minimiza el papel de la movilización política y alimenta la despolitización y la antipolítica en su base, mientras celebra la erosión de las estructuras democráticas que lo llevaron al poder.
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Fotografía: openDemocracy.