Jorge Salazar García. 24/09/2018
Aunque no ha confirmado oficialmente su asistencia, es muy probable que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, esté en la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador el próximo 1 de diciembre. Una vez más un descendiente de los invasores gringos que mutilaron a México en 1847 pisará nuestro suelos. Lo planteo así, no para atizar odios y resentimientos en contra del pueblo norteamericano, el cual también es víctima de la dictadura del dinero, sino para precisar que Trump pertenece a esa parte negra del poder.
Se entiende que el presidente electo invite al gobernante yanqui por razones de Estado. Los nexos económicos, tecnológicos y migratorios son amplios y profundos. Pero eso no debe ser motivo para que el pueblo de México lo reciba con fanfarrias, muchos son los agravios que este energúmeno de la política ha perpetrado en contra de nuestros paisanos. Sólo para refrescar la memoria, mencionamos algunos:
Al inicio de su campaña (junio de 2015), el republicano, calificó a los migrantes mexicanos de violadores, drogadictos y criminales. La respuesta a estos insultos, que ameritaban mínimamente una nota diplomática de Peña Nieto, fue el total silencio.
El 14 de enero (2017) expresó ¿por qué recibimos a gente de países de mierda? refiriéndose a las naciones cuya población NO es de raza blanca. Como la mayoría de los 12 millones de mexicanos que emigraron hacia el coloso del norte son del color de la tierra, entonces, nuestro país cae dentro de esa deplorable clasificación.
En una reunión privada para tratar asuntos relacionados con el Tratado de Libre Comercio, juzgó despectivamente a nuestro país como “malcriado”. Parece leve el vituperio, sin embargo revela la absoluta falta de respeto porque implica tratarnos como menores de edad y con desprecio.
En mayo de 2018, el republicano dijo: “No creerían lo malas que son estas personas. No son personas, son animales”. Si bien es cierto que el régimen de Peña envió una nota diplomática por esta ofensa, la regla ha sido no responder y actuar con sumisión.
Lo peor de todo, en realidad no es que el ocupante de la casa blanca sea un empresario carente de escrúpulos, un racista misógino; sino que sea la marioneta de las grandes corporaciones financieras y militares que imponen agenda al mundo. Como afirmara James Paul Warburg[1] “Guste o no, tendremos un gobierno mundial. La cuestión es si se logrará mediante consentimiento o por imposición”. Ambos supuestos excluyen el respeto a las soberanías porque necesariamente mezclan las acciones económicas y militares para imponer el dominio sobre los recursos del globo. Tal como sucede con el bloqueo económico a Cuba y Venezuela, Rusia, china, etc. El señor Trump hace y dice, únicamente, lo que le tienen escrito. Es el chivo expiatorio perfecto para profundizar los programas de “ajustes” inhumanos recomendados en los manuales del neoliberalismo.
Entonces ¿Hizo mal el presidente electo de MORENA al invitar a Donald Trump? Definitivamente desde un punto de vista de la diplomacia, NO. Incluso era ineludible hacerlo. Habida cuenta que mantenemos una relación casi de integración económica con su país.
Por cierto, la postura inicial de Trump, sobre revisar el TLC, coincidió con la de AMLO y además por las mismas razones (ambos pedían eliminar lo perjudicial). Lo cual reforzó de modo involuntario e indirecto (si se quiere) al PEJE, cuando era candidato.
Cumplir las promesas de campaña enfrentará obstáculos internos de gran envergadura; de ningún modo sería conveniente aumentarlos teniendo de enemigo declarado al mandatario de Washington desde antes de tomar posesión. El peje, con sagacidad, va atemperando conflictos y venciendo tempestades, pero necesita de la gente consciente y organizada.
Consecuentemente, al visitante del norte, debemos tratarlo, no como el lo ha hecho con nosotros porque significaría insultar al pueblo norteamericano, pero si manifestar nuestro repudio pidiéndole se vaya lo más pronto posible más allá del rancho de AMLO, del mismo modo como se les grita en el mundo a sus soldados: “¡go home, yanqui!”
[1] Líder Banquero, 17 de febrero de 1950, al Consejo de Relaciones Internacionales de los EE.UU.