Por: Egbert Méndez Serrano. 19/06/2025.
Durante el plantón en el Zócalo capitalino que estableció la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y al que se sumó la Central de Trabajadoras y Trabajadores del Campo y la Ciudad, en donde confluyen compañeras del Instituto para el Envejecimiento Digno (INED), tuvimos una charla con ellas sobre su experiencia e historia de lucha por mejorar sus condiciones laborales.
Isabel López Carcaño recuerda que iniciaron trabajando en la Secretaría de Salud de la Ciudad de México, el 1 de octubre de 1998, con el gobierno del perredista Cuauhtémoc Cárdenas. “Entramos como becarias, nos pagaban bien poquito, mil quinientos pesos al mes”, nos dice Isabel. O sea, desde entonces ya se recurría a violentos esquemas laborales, becarias en vez de ser reconocidas formalmente como trabajadoras, tal como pasa en los PILARES hasta el día de hoy.
Aunque sus funciones se concentran en la atención de las personas adultas mayores (y los programas sociales derivados), a lo largo de casi treinta años de trabajo han aprendido y hecho de todo, desde reconocer enfermedades respiratorias y diarreicas en las infancias, hasta dar asesoría a madres para los cuidados de sus crías; también cargar sillas, mesas, poner y quitar carpas para los eventos. Paula Santiago Ortiz no olvida otras labores “estuvimos haciendo otras cosas, entregando placas de carros a domicilios, pintando banquetas y los postes de los semáforos”, eso ocurrió en tiempos de Andrés Manuel López Obrador como jefe de gobierno de la Ciudad. “Nos decía que éramos sus niñas”, pues eran las que realizaban el programa de apoyo a adultos mayores que existía en la Ciudad y que muchos años después se convirtió en el programa federal de “pensiones”. De su raquítico salario todavía tenían que desembolsar para material de trabajo (como cartulinas o plumones), en esos tiempos percibían un poco más, 4 mil 500 pesos mensuales (¡ojo! Mensuales).
Esperanza Mondragón Espinosa agrega que tenían horario de entrada, pero no de salida. María Elena Avilés Reyes nos cuenta que las autoridades —aprovechando su situación de inestabilidad contractual— la despidieron injustificadamente junto con otras de sus compañeras, para conseguirlo, su jefa incluso falsificó sus firmas. Pero no se quedaron calladas, levantaron juicios laborales y penales contra esa injusticia.
A raíz de esta violencia laboral, en 2004 comenzaron a organizarse. López Carcaño recuerda, “una de las iniciadoras en esa organización fue la compañera Alma Tonantzin Miranda, […] en 2004 creo que la contratan a ella, llega a Azcapotzalco y empieza con sus ideas de movimientos, y ya empezamos a organizarnos entre dos, tres compañeras”. Entre 2005 y 2006 comenzaron a hacer marchas buscando la basificación.
Debido a su lucha, en 2007 lograron la basificación de más de las mil trabajadoras de la dependencia; fue frente al gobierno de Marcelo Ebrard en la capital. Ahí comienza otro momento de su lucha ya que una vez sindicalizadas, se comienzan a acercar al Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal (SUTGDF). Ahí conocen a Miguel Ángel Reyes, líder de la sección 21, y se enfrentan al charrismo y su misoginia, “el señor es misógino, él cree que las mujeres no somos capaces de hacer las cosas sin un hombre al lado”, refieren las trabajadoras. La plantilla laboral del Instituto es mayoritariamente personal femenino desde sus inicios, los únicos hombres que había se encontraban de jefes, como coordinadores o enlaces.
Con la llegada de López Obrador al gobierno federal, empezó el declive del INED, así lo sostiene María Elena. “Venimos a hablar con él. Aquí estuvimos tempranísimo. Nos cerraban, se escondían. Nunca quiso dialogar con nosotras”. Se dieron cuenta que el “mis niñas” sólo fue un slogan utilitario para que le hicieran campaña cuando fue jefe de gobierno.
Estos personajes, desde que son gobierno, se han presentado con bandera de izquierda pero han profundizado las políticas neoliberales en el empleo estatal.
Después de una larga charla, las compañeras hacen un breve recuento de su lucha: además de la basificación y la reinstalación de las despedidas injustificadamente (como María Elena), “logramos muchas prestaciones, logramos vacaciones, logramos pago de pasajes antes de estar sindicalizadas, el infecto riesgo —es una prestación que le dan al trabajador que está en contacto con las personas— incremento de 20 % al salario.
Su lucha continúa, por abrogar la Ley del ISSSTE 2007 y conseguir que se validé su antigüedad desde 1998 y no a partir de 2007 que las basificaron; también por democratizar el sindicalismo en la Ciudad de México, controlado por muchos años por el charrismo del SUTGDF.
Fotografía: Egbert Méndez