Por: Jorge Iván Peña Rodríguez. 30/05/2025
Cada tanto, cuando la primavera se asoma con su luz tenue sobre los tejados de este país herido, el magisterio vuelve a las calles. No porque le guste marchar, sino porque no le dejan otra opción. En este 2025, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación ha vuelto a manifestarse, como lo ha hecho históricamente, no para obedecer una consigna electoral ni para sabotear ningún proceso democrático, sino para reclamar lo que por derecho le pertenece: dignidad, justicia laboral y la abrogación de una ley infame —la del ISSSTE de 2007— que mutiló conquistas históricas ganadas a pulso por generaciones de trabajadoras y trabajadores de la educación.
Es importante decirlo con claridad: quienes militamos en la izquierda, quienes hemos acompañado y defendido el proyecto de la Cuarta Transformación y respaldamos a la presidenta Claudia Sheinbaum, no dejamos de ser críticos ni dejamos de lado nuestras convicciones cuando creemos que se está cometiendo una injusticia. No se trata de restarle apoyo a un gobierno emanado del pueblo, sino de recordarle que la crítica fraterna también es parte de la lealtad a los principios.
Luis Hernández Navarro ha dado en llamar “primaveras magisteriales” a esos momentos clave en que el gremio educativo, empujado por las condiciones de explotación, exclusión o traición, ha dicho ¡ya basta! y ha salido a disputar el sentido de la política educativa. En mi tesis documenté cómo, en 2013, el conflicto con la reforma educativa de Peña Nieto no fue una anécdota sindical, sino un verdadero movimiento social. Hoy, que de nuevo hay paro nacional, hay quien desde medios y redes sociales —y no pocos desde el oportunismo— buscan posicionar la idea de que la CNTE está sirviendo a los intereses de la derecha. Nada más alejado de la realidad.
Quienes lo afirman olvidan que esta no es la primera vez que el magisterio se organiza en primavera. En 1979-1983, la Coordinadora nació al calor de la lucha contra el charrismo del SNTE y en defensa de la escuela pública. En 1989, con la fuerza de la Sección 9, el movimiento logró la caída de Carlos Jonguitud Barrios, símbolo del sindicalismo autoritario. Aquel levantamiento no fue una expresión de conservadurismo ni un sabotaje a la democracia: fue una victoria de las bases, una conquista desde abajo. Y aunque el régimen respondió con el dedazo, imponiendo a Elba Esther Gordillo, la semilla de la resistencia floreció y no se ha marchitado desde entonces. En 2006, el magisterio oaxaqueño fue columna vertebral de la APPO y de una insurrección popular sin precedentes. En 2013, frente a la reforma de Peña Nieto, la CNTE convocó paros nacionales, bloqueos y movilizaciones masivas, dando voz a millones.
¿Puede un movimiento con esa historia ser acusado hoy de estar al servicio del conservadurismo? ¿Puede llamarse “saboteador” a quien ha resistido la represión, la estigmatización y la criminalización durante décadas? Decir hoy que la CNTE está aliada con la derecha es un despropósito. Es negar la historia, es traicionar la memoria y es desconocer el papel que el magisterio democrático ha tenido en la defensa de la educación pública, de los derechos laborales y de la soberanía pedagógica. La Coordinadora no ha servido nunca a la derecha. Es una organización de izquierda, popular, autónoma, combativa y profundamente comprometida con las causas del pueblo trabajador, incómodo quizá, pero necesario en toda democracia viva.
Claro está: no negamos que las condiciones son difíciles, que los recursos son limitados ni que resolver las demandas magisteriales lleva tiempo. Pero lo que sí exigimos es que haya puertas abiertas, respeto y diálogo. La Coordinadora no puede ser tratada como enemiga cuando ha sido históricamente una aliada crítica en la lucha por la transformación nacional.
No, la CNTE no está boicoteando las elecciones extraordinarias del Poder Judicial. Lo que boicotea —y con razón— es el silencio, el olvido, la exclusión. Lo hace en primavera no por cálculo político, sino porque en este país, la primavera es la estación en que el magisterio florece en rebeldía. Así fue en el pasado, así es ahora.
Apoyar a la presidenta no implica callar ante el maltrato a una organización histórica del pueblo. Así que no: la primavera magisterial no se alquila, no se alquila al poder, no se alquila a la derecha, no se alquila a la consigna. La primavera es magisterial.
Fotografía: Nius de Veracruz