Por: Ventura Alfonso Alas. Chalatenango. El Salvador. 02/10/2016
“A la globalización neoliberal y egoísta, al antidemocrático orden político y económico internacional, debemos responder con la unidad y la globalización de la solidaridad, y la promoción del diálogo, la integración y la cooperación genuina“. II Cumbre Cuba – CARICOM en Barbados, Fidel Castro Ruz.
Dedicado a la Parroquia de San Sebastián, en Milwakee, Estados Unidos por su alto nivel de conciencia solidaria internacionalista con la comunidad de Teosinte en Chalatenango, El Salvador.
En este artículo quiero detenerme a hacer algunas reflexiones globales del poder que tiene la solidaridad como enfoque y estilo de vida, como paradigma de desarrollo, como modelo de convivencia ciudadana, como mecanismo de aportar a la humanidad, como herramienta de ayudar a quienes lo necesitan, como expresión de buen corazón, como el medio y el fin de la organización comunitaria. Como una lucha permanente de justicia social. Critico la caridad porque carece de acción política; así como la cooperación verticalista que somete al receptor.
Este escrito surge como necesidad de sistematizar la experiencia vivida en El Salvador durante y después de la guerra civil salvadoreña, específicamente en las comunidades de Chalatenango; en donde centenares de personas e instituciones a nivel mundial mostraron su respaldo decidido, su apoyo incondicional con el pueblo salvadoreño. Durante la guerra, la misión consistía fundamentalmente en salvar vidas, auxiliar enfermos y heridos, proteger refugiados, alimentar hambrientos y moribundos.
Después de la firma de los acuerdos de paz, El Salvador toma un giro muy importante y la solidaridad popular internacional también asume este compromiso. La reconstrucción de la infraestructura de las comunidades sería la prioridad; así como la recomposición del tejido social. Educación y salud recobran fuerza en este nuevo contexto. A continuación expongo algunos apuntes sobre este proceso histórico.
Si bien es cierto que desde hace muchas décadas a El Salvador llegaron diferentes organismos solidarios, unos canalizados por el gobierno, otros por las iglesias u otros medios para “solidarizarse” con el pueblo salvadoreño; sería hasta la década de los 80´s que surgen con mayor fuerza grupos solidario internacionalistas. Este apogeo se desarrolla en el marco de la guerra civil salvadoreña.
La denominada “cooperación internacional” como expresión solidaria de algunos gobiernos del mundo, siempre ha estado condicionada por el cumplimiento de ciertas reglas que imponen los donantes. Se ha caracterizado por contener una alta dosis de imposición y un enfoque completamente verticalista. En muchas ocasiones este proceso ha carecido del reconocimiento de derechos a quienes se les ayuda, reduciéndolo en caridad. Este enfoque no conlleva intrínsecamente una acción política que desnude el sistema injusto que ha obligado a esta cooperación. Quien recibe la solidaridad no reflexiona sobre los problemas estructurales que le obligan a recibir de buena voluntad.
En este último planteamiento radica una de las grandes diferencias de los grupos de solidaridad que surgieron en el marco de la guerra civil salvadoreña. El apoyo brindado a la población contenía una alta dosis de conciencia solidaria internacionalista; el surgimiento de nuevas voces de justicia y otro mundo es posible cobraron fuerza. Más bien se trataba de unificar esfuerzos en distintas partes del mundo para fortalecer las luchas sociales.
Otro de los giros sustanciales es que esa solidaridad se ha desarrollado entre el pueblo, entre la gente explotada y sufrida, entre los obreros y campesinos, entre los estudiantes y las vendedoras de los mercados; toda esta dinámica al interior de El Salvador y cuando se ha tratado de organismos externos, la población solidaria tiene las mismas características sociales y económicas. Aquí radica lo del calificativo: popular. Es el pueblo que se une en torno a una lucha o entre los pueblos libran una batalla.
Durante la guerra civil salvadoreña, sería el sentimiento solidario de hondureños y otros internacionalistas lo que marcaría la diferencia entre la vida y la muerte de niños y mujeres, de ancianos y enfermos que llegamos hasta la frontera entre Honduras y El Salvador intentado llegar a un refugio. Durante la vida en Mesa Grande, campo de refugiados en San Marcos Ocotepeque, Honduras; se sentiría la presencia de internacionalistas y el acompañamiento en las distintas áreas de la vida cotidiana: salud, educación, organización social, talleres, agricultura…
Durante el proceso de retorno de salvadoreños a sus lugares de origen, serían los internacionalistas quienes acompañarían no solamente la iniciativa, sino también el viaje. Pero las autoridades del gobierno salvadoreño se negaron dejarles entrar a El Salvador junto al pueblo.
A la llegada a las comunidades a repoblar, inmediatamente se incorporaron europeos y estadunidenses para acompañar a los recién repoblados en todo el proceso de reconstrucción de la infraestructura y la organización social: salud, educación, producción… Sentir a un internacionalista cerca de uno, significaba una alta dosis de confianza en que sus derechos humanos serían menos vulnerables ante los atropellos de los cuerpos de represión gubernamentales.
Después de la firma de los acuerdos de paz -16 de enero de 1992- se fueron institucionalizando grupos de solidaridad para las comunidades repobladas en Chalatenango. Mayoritariamente serían parroquias católicas estadounidenses que asumirían el compromiso de acompañar a las comunidades. Surgen las ciudades hermanas.
24 años han transcurrido y desde entonces los comités que coordinan las ciudades hermanas realizan diversas actividades de recaudación de fondos para ser enviados a las comunidades que se han solidarizado: en el ámbito parroquial, en las familias, en el condado, donativos, gestiones a instituciones. Se han fundado organizaciones sociales, ONG´s; para darle más fuerza y seguridad jurídica a la solidaridad. Todos los fondos recaudados son enviados a las comunidades para apoyar proyectos de infraestructura y programas sociales. La educación ha sido una apuesta con becas para estudiantes. Es incalculable la cantidad de jóvenes que hemos logrado estudios de nivel superior y mejorar nuestras condiciones de vida con un empleo, producto de estos programas de becas.
Es necesario decir también que los comités de solidaridad luchan políticamente en su país por la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Protestan en contra de reformas que violan derechos humanos, muestran su descontento por la política internacional y exigen a sus gobiernos un trato digno con los países empobrecidos.
El tiempo transcurre y muchos de los problemas que originaron la solidaridad popular internacional siguen vigentes, la salud, la educación, la vivienda, siguen siendo deficientes para las comunidades. Pero además surgen otros acontecimientos que merecen atención solidaria, construir una visión de integración y un enfoque de vida basado en la cooperación geniana es el gran desafío.
Cada año vemos diferentes acontecimientos a nivel mundial que exigen la solidaridad internacional popular, las causas son diversas, pero con un punto en común, el orden injusto establecido a nivel mundial. Las guerras y todas sus consecuencias en medio oriente, los desplazados por fenómenos naturales que la vulnerabilidad los convirtió en desastres, los inmigrantes que son expulsados de sus países de origen y el de llegada, la violencia social, las injusticias laborales, la falta de empleo, de alimentación, de educación…
Todas son razones que justifican la globalización de la solidaridad: para que un niño sonría con un pan para desayunar y un libro para estudiar, para que en los hospitales haya atención médica… para que en los países donde hay guerras, el ángel de la paz encienda rosas y en esas tierras amargas vuelen de los fusiles mariposas.
La situación de terrorismo de estado e inseguridad que viven los sindicalistas de la educación en México, el asesinato de los 43 normalistas en Ayotzinapa, la lucha magisterial, la represión del gobierno; merecen especial atención para solidarizarnos con ellos. No podemos ni debemos permitir que se reprima y masacre al pueblo mejicano. Debemos alzar la voz.
Desde lo humano, desde lo ético, desde lo político, desde lo moral… A nivel personal, grupal e institucional, tenemos justificaciones para no solamente mantener los lazos solidarios, sino para mejorar los mecanismos para expresarla. Estamos obligados a ser solidarios, no en el sentido estricto de la palabra, sino como lo menos que podemos hacer en esta vida.